LA COMUNIDAD POLÍTICA
(Relación entre poder y cultura)
La etnia
La etnia es un concepto puramente sociológico, que hace referencia a la unidad de origen de un grupo humano, en la historia.
La etnicidad no es por lo tanto programática ni política, simplemente reconoce un hecho social y biológico: la existencia de grupos humanos diferentes. Se la ha definido como: “una
forma de organización social, basada en una atribución categorial que clasifica a las personas en función de su origen supuesto, y que se ve confirmada en la interacción social por el establecimiento de signos culturales, socialmente diferenciadores”.1
Lo esencial de esta forma de interpretar la etnia, es el concepto de pertenencia y separación, o ajenidad, entre quienes conforman el grupo y quienes no. Ello da origen inmediato a la “identidad” étnica, la que se manifiesta en sus creencias, mitos, reglas y lengua común.
Asimismo, debe establecerse claramente que una cosa es el grupo étnico, y otra es la utilización que mitológicamente o ideológicamente se haga del mismo, ya sea por el estado o por la nación, o por otros grupos con fines reivindicatorios.
Ejemplificando: no se trataba de una misma etnia, el total de los aborígenes de América al ser descubiertos. Son mencionados como un mismo grupo opuesto a los españoles, por simplificación propagandística a los fines de comprender la “leyenda negra"
1 BIRKET-SMITH, KAJ. Vida e Historia de las Culturas, Editorial Nova. Bs. As.
1942.
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de la conquista. Lo mismo puede decirse, de la versión del “encuentro o diálogo de dos culturas”, reducido a dos mundos, cuando es evidente que la cuestión es mucho más compleja.
Así la etnia aparece como elemento aglutinante en todo grupo que se constituye políticamente, ya sea como realmente existente, o en cuanto apelación a una cierta identidad que en realidad se construye.
La etnicidad no es contraria al patriotismo ni a la nación como pretende Alain Touraine, para quien lo étnico pertenece a la “cultura de la reproducción” y la nación a la “cultura de la producción”, simplemente es una realidad sociológica preexistente, de la que puede valerse o no la sociedad propiamente política.2
Algunos individuos se sienten parte de una nación, pese a múltiples diferencias, e incluso reivindicaciones raciales (el caso de los diferentes grupos étnicos de los Estados Unidos es evidente).
La etnicidad puede servir como forma de identificación e integración social y política, también se la puede utilizar con fines destructivos, como en el racismo, que parte del presupuesto de una cierta superioridad étnica de un grupo sobre otro.
Sin embargo, la etnografía pronto nos convence de que toda cultura tiene una raíz común, por lo que la superioridad racial no pasa de ser un mito o una ideología, pero que analizada desde sus propios parámetros, siempre demuestra la unidad del género humano y de su cultura, y nadie que quiera compenetrarse de la esencia de su propio pueblo o tribu, para no decir de toda la humanidad, puede prescindir del conocimiento de los extraños, a los cuales se encuentra ligado por millares de hilos invisibles.3
Durante siglos, la humanidad se dividió fundamentalmente en grupos étnicos, tribus, o pequeñas aldeas rurales, siendo su
2 TOURAINE, ALAIN ¿Podremos vivir juntos? Ob. cit.
3 BIRKET-SMITH, KAJ. Vida e Historia de las Culturas. Editorial Nova. Bs. As. 1942. BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 86
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organización política muy simple y consecuencia de dicha realidad
social.
Esta situación no puede dejar de considerarse, cuando pequeños conglomerados humanos, son llevados de un momento al otro, de un estado social muy simple, a grupos sociales extremadamente complejos, máxime cuando son áreas continentales enteras las que han sufrido esta situación (gran parte de América, el África Subsahariana, Australia y las islas del Pacífico, algunos grupos nómades árabes y asiáticos).
Grupos étnicos, con importante significación política, son las distintas tribus originales del Africa, las que han sido artificialmente divididas en estados, frutos del proceso de descolonización.
Esta situación de absoluta falta de correspondencia entre estado y etnia, ha llevado a la falta de estabilidad de todo el subcontinente, que se debate entre su cultura y la necesidad de ocupar un lugar en las Naciones Unidas.
Pretender “crear naciones” en el África, es simplemente un disparate.
Muchas tribus americanas, lamentablemente con poco poder reivindicatorio de su originalidad, también pertenecen a la categoría de la etnia.
Movimientos étnicos son el panafricano, que reúne a todos los negros, tanto africanos como americanos y europeos, siendo extremadamente heterogéneo, y definiéndose más por su opuesto (el hombre blanco occidental) que por su propia identidad.
El sionismo es otro movimiento racista de origen claramente étnico.
El movimiento pan-árabe, es muchísimo más exclusivista, no como grupo meramente étnico, sino cultural, como comunidad
que comparte una religión y un lenguaje común.
El nazismo ha sido un ejemplo de racismo llevado a su máxima expresión, con la base supuestamente étnica de la pureza aria. A ello se sumaron las ideas de Ratzel, acerca del espacio vital, y las provenientes del nacionalismo prusiano, que se analizarán más adelante.
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También adquiere relevancia la cuestión étnica, en los actuales guetos urbanos de las sociedades multiétnicas modernas, en las que sus reivindicaciones adquieren importancia electoral, ante la pasividad del electorado frente a la política (multiculturalismo en la terminología de Giovanni Sartori).4
Comienzan a ser importantes, manifestaciones racistas del tipo del Frente Nacional Francés, que conforman partidos xenófobos.
Podemos concluir, que la cuestión étnica, es puramente social, o antropológica, pero que la utilización que de ella se haga,
adquiere importancia política por la cuestión central de la identidad, de la que se hace uso y abuso cuando un determinado fin ideológico logra imponerse en una sociedad.
Normalmente en estos casos, se “construye” una etnia, es decir, el concepto se aleja de lo que considera como tal un sociólogo, para ser un fenómeno que se funda en el falso presupuesto de una identidad que no existe realmente, o que de existir no justifica la exclusión simplista del otro, o de quién no pertenece a una determinada sociedad, ya que ningún grupo humano, deja de ser tributario –en cierta medida– del conjunto cultural universal que conforma toda la humanidad.
La patria
El concepto de patria normalmente utilizado, hace referencia a la tierra de los padres. Sin embargo y a poco de examinar con más detenimiento la cuestión, veremos que se trata del sentimiento de pertenencia que ha presidido la historia de todas las comunidades políticas complejas, incluso las nómades o las que han tenido que emigrar de un territorio a otro.
El motivo es más que simple, y surge de una razón profunda de índole antropológica: los lazos de unión de los hijos para con
4 SARTORI, GIOVANNI. La sociedad multiétnica. Grupo Santillana de Ediciones
S.A. Madrid. 2001.
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los padres, así como el sentimiento de honrar a los antepasados y a la propia historia del pueblo en el que se ha nacido. Según un psicólogo amigo y en clave freudiana, la patria son los recuerdos y sentimientos de la infancia (personalmente creo que es una definición un tanto vaga, al menos desde el ángulo político).
El amor a la patria, es mencionado por Tomás de Aquino como la “piedad civil”, cumplimiento del cuarto mandamiento y parte de la virtud de la justicia.5
De allí surge una historia común, una forma de ser que conlleva cierta identidad en los comportamientos individuales, familiares, sociales y políticos, de los que emergen diferencias con otras culturas, en el seno de la humanidad en su conjunto.
El sentido de patria es más abarcador que la etnia, siendo propio de sociedades medianamente complejas, que aceptan diversidades
integradas en su interior, lo que naturalmente tiende a darse en cualquier cultura avanzada. (pluralismo en la terminología de Giovanni Sartori).6
Este manantial riquísimo del “amor a la patria”, es la primera fuente de fuerza social y política, por su misma naturaleza.
Es decir, cualquier grupo humano busca su bien común y para ello se organiza, vive de determinada manera, elige sus gobernantes, a quienes les otorga la fuerza suficiente para poder cumplir con su cometido.
De allí que no es totalmente satisfactoria la definición de patria que pretende Charles Mourras, en cuanto destaca en forma preponderante el elemento territorial de la misma, es decir, la tierra de los padres, “... las casas construidas, destruidas y reconstruidas que protegen la identidad de la mente y de la sangre...”.7
El concepto nacionalista de patria es demasiado estrecho, y se lo limita a lo puramente estático, o geográfico, dejando al
5 DE AQUINO, TOMÁS. Summa Teológica II-II, q. 101, a.3, ad. 1)
6 SARTORI. Op. Cit.
7 CHARLES MAURRAS, Encuesta sobre la Monarquía. Citado por Llerena Amadeo Ventura. El orden político. Bs. As. AZ Editora S.A. 1983. BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 89 90 ALEJANDRO J. BULACIO
concepto de nación, el elemento espiritual de cohesión del grupo social.
Si buceamos en la historia, veremos que el concepto de patria aparece en la antigüedad clásica griega, en los grupos nómades germanos, y en prácticamente todos los pueblos que han llegado a constituir una comunidad política compleja sin dejar de reconocer la importancia que normalmente tiene estar ligado a un determinado lugar, creemos que la pertenencia propiamente cultural a una comunidad es lo más importante como elemento de cohesión e identidad.
Es de esta realidad profunda, connatural con el hombre, en cuanto que el mismo necesariamente se encuentra ligado con la comunidad en cuyo seno creció, del que surgen fuerzas políticas prácticamente inagotables y depende del sentido que haya tenido el uso de la misma, su valoración. Pudo haber sido impulso de construcción y de crecimiento humano (como en la pequeña Atenas), de destrucción y sumisión de los pueblos vecinos (como los sumerios y caldeos), de unidad a lo largo de la historia (como el pueblo Polaco), de fuerza de libertad y conquista (como los pueblos germanos), de proyecto de los “padres fundadores” (como los Estados Unidos).
Lo que se manifiesta con homogeneidad es un anhelo profundo de libertad y propia determinación, cualquiera fuera ésta, unas veces propiamente política, otras cultural.
Ello implica la posibilidad del sacrificio por la comunidad, que llega hasta la subordinación de la propia felicidad al bien común e incluso a la entrega de la vida por la comunidad.
Semejante fuerza no es irracional. Simplemente surge del corazón de cualquier hombre que se considere tributario de sus padres, y por lo tanto con una deuda moral. Así se manifiesta la lealtad a la polis tanto en la fuerza guerrera de Aquiles, como en la negativa de Sócrates a incumplir con la ley de su amada ciudad, aunque ello lo lleve a la muerte. Como dice nuestro
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maestro en el tiempo: “Quizá alguien diga: –¿No te avergüenzas, Sócrates, de ocuparte de asuntos que te lleven al riesgo de morir? Y yo replicaría: –¿Crees que un varón digno debe calcular el riesgo de vida o muerte en vez de examinar únicamente si obra justa o injustamente? ¿Crees que Aquiles pensó en la muerte y en el peligro?”.8
El patriotismo asume múltiples realizaciones, desde el grupo de griegos que dió su vida para detener el avance persa, la tenaz resistencia y muerte de los judíos en Mesada, las composiciones musicales de Chopin, la declaración de nuestra independencia en Tucumán. La no–violencia y el amor a su pueblo, con cientos de nacionalidades, grupos religiosos y lingüísticos en Gandhi. La resistencia francesa y yugoeslava, la rebelión indígena en los valles calchaquíes, primero contra los incas y luego contra los españoles, la pluma de Leopoldo Lugones, Ortega y Gasset, Cervantes, Homero, y Jerzy Popieluszko, el arte del Greco y de Van Gogh, la quena triste de la puna y cientos de ejemplos culturales y políticos a lo largo de la historia.
Siempre el trasfondo es el mismo, el amor a la propia cultura, que en sus máximas expresiones, dará como producto obras de valor paradójicamente universal. Porque las profundidades humanas siempre reclaman en última instancia, ejemplos encarnados en un lugar y tiempo concreto. Nada es genuinamente modelo para todo el género humano, si primero no ha servido como valor para su grupo.
A lo largo de la historia, la patria siempre ha existido como realidad cultural y política. Entendemos que en la actualidad, también se da el supuesto de patrias que no son propiamente naciones, independientemente de que hayan constituido estados o no.
El más importante de ellos es –sin duda alguna– la India moderna. En efecto, en la concepción de Gandhi, era imposible
8 PLATÓN. Apología 28b.
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la unidad del pueblo, si se pretendía “construir una nación”. La base social absolutamente heterogénea desde el punto de vista étnico, lingüístico y religioso lo impedía.9 Así cuando se habla de “nacionalismo hindú”, en realidad se está haciendo referencia a la construcción de un estado moderno, fundado en el concepto de “amor a la patria”, que sí compartían sus habitantes.
Entiendo que un supuesto parecido, pero de pertenencia a una comunidad, se da en el caso de “la nación judía”, antes de la formación del estado hebreo. Siendo el concepto de nación de raigambre moderna, no puede pretenderse sin más que el mismo abarque cinco mil años de historia del pueblo elegido. El sentido de pertenencia se funda en el concepto definido como patria (sin negar que se trate de un buen ejemplo para interpretar las diferencias entre “nación” –en realidad patria– y “estado”).
Finalmente, y aunque se terminen de enojar los nacionalistas, el ejemplo polaco, que se reconoce a sí mismo como de una antigüedad mayor a quinientos años (ya en 1410, se libró la batalla de Grunwald, entre polaco–lituanos y los caballeros teutones, siendo derrotados estos últimos, siendo una fecha clave en su conciencia histórica), se trata también de patriotismo puro, si bien puede ser entendido como nación, recién a partir del siglo XIX.
El mismo Dmowski, a principios del siglo XX, señala que no es correcto el uso del término nacionalismo respecto de Polonia.
“Siempre fui de la opinión que éste es un término poco feliz y que debilita el valor del movimiento y del pensamiento que él representaba”.10
El autor citado entiende que el elemento que ha distinguido a la patria polaca a lo largo de los siglos, ha sido su apego al catolicismo, lo que le ha conferido fuerza en la defensa de su
9 PAREKH, BHIKHU. El etnocentrismo en el discurso nacionalista. Recopilado por Alvaro Fernández Bravo. La invención de la Nación. Ediciones Manantial SRL. Bs. As. 2000.
10 DMOWSKI. La Iglesia, la Nación y, el Estado (citado por Llerena-Ventura. Op. cit., pág. 76). BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 92 ARGENTINA ¡LEVÁNTATE Y CAMINA! 93
identidad, a través de las diferentes reparticiones de que fue objeto Polonia a lo largo de los siglos. “El catolicismo no es un complemento del patriotismo, sino su esencia”11, aclara que no se niega la pluralidad religiosa, pero no se puede llevar adelante una política anticatólica en Polonia.
De la misma manera que pueden coexistir grupos religiosos diversos en tierra del estado de Israel, pero su unidad es propiamente
la religión hebrea.
En este sentido el verdadero pluralismo, “tolera” la verdad ajena, pero no niega la propia, sino que por el contrario la afirma, el multiculturalismo, por el contrario, parte de “la verdad de cada grupo”, como “verdadera”, lo que lleva a la desintegración social y no a su cohesión.12
También podemos referirnos a la “Patria Grande”. En efecto, la lengua, la religión y la cultura, que dejó España en Latinoamérica, es la que permitió la existencia de un sentimiento de identidad Americano. Artigas, San Martín, O’Higgins, Bolívar, Sucre y Martí, hablaron el lenguaje común de la unidad más allá de los pequeños estados que se conformaban.
Recordemos que entre los primeros decretos del Libertador, se halla el que establece la “ciudadanía americana”, luego de
lograr la libertad de Perú.
Dice Víctor Massut: “Esta ciudadanía de la Patria Grande, este sentimiento de pertenencia americana, alienta aún hoy como un llamado secreto, como una recóndita fidelidad a nuestras raíces. El amor al propio suelo y la lealtad americana, se unen armónicamente en un fervor convergente y complementario”, y recuerda palabras de Bartolomé Mitre: “Gracias a esa fe robusta que lo animó entonces (se refiere a San Martín), fuimos redentores de pueblos, y salvando con nuestro sacrificio a medio mundo, nos salvamos a nosotros mismos”.13
11 DMOWSKI. Op. cit.
12 SARTORI. GIOVANNI. Ob. cit.
13 MASSUH, VÍCTOR. El llamado de la Patria Grande. Editorial Sudamericana. 1983. BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 93 94 ALEJANDRO J. BULACIO
Así, resultan claras y verdaderas las palabras de Juan Domingo Perón, “el año 2000 nos encontrará unidos o dominados”, por lo de “dominados” claro, pero sobre todo por la conciencia de identidad en una patria común. Recordar el ejemplo polaco a través de cientos de años de dominación extranjera, viene especialmente a cuento. No se trata de revivir utopías ideológicas de una supuesta liberación pseudo teológica, sino de reconocer una realidad que surge desde los primeros años de la conquista, y que pese a múltiples diferencias étnicas, e incluso culturales, nos ha conservado un fortísimo sentimiento de unidad, a lo largo de más de quinientos años.
La Nación y el Estado
Los estados nacionales
En un determinado momento de la historia, es decir en los albores de la edad moderna, la organización política asumió en Europa Occidental, la forma de estado nacional. Ello se dio principalmente en Francia, España, Portugal, Inglaterra, Holanda y como realidad no conformada, pero deseada, en Italia y Prusia.
Al principio, la nación se identificó con el movimiento centrípeto del poder dentro de los diferentes estados que se calificaron como nacionales. Con burocracia y ejército propio, y fundamentalmente, en la silenciosa pero implacable lucha contra la organización feudal, que era descentralizada al máximo, habiendo sido el poder central meramente simbólico y carente de autoridad concreta y suprema.
Dentro de esta unicidad le sirvieron al estado grandes herramientas culturales, tales como la imposición de una lengua y la educación obligatoria como forma de validar historias comunes.
Asimismo la unidad religiosa fue un factor esencial tenido en cuenta por los nuevos estados nacionales.
Esto lleva a la expulsión de los judíos y musulmanes de España, la eliminación del protestantismo de Francia, las persecuciones
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contra los católicos y otros grupos en Inglaterra, que buscó su unidad en la Iglesia Anglicana, etc.
Asimismo, esta visión necesitó de fronteras perfectamente demarcadas, más allá de las identidades reales de los pueblos a lo largo de la misma.
El estado nacional moderno, se sirvió entonces de la idea de patria, como forma de amalgamar a la población que vivía en su territorio y diferenciarse de las potencias extranjeras, que pasaron a ser enemigas eventuales.
La expulsión de los jesuitas de los territorios españoles, portugueses y franceses, y su posterior abolición, tienen mucho que ver con esta unidad iluminista, que no permitía un grupo religioso de directa subordinación al papado.
La nación construida. Francia y su revolución
Este movimiento se impuso definitivamente a partir de la Revolución Francesa, que no abolió el principio de unidad nacional, sino que lo elevó a su grado supremo. Si bien cambiando el supuesto titular de la soberanía: antes el Rey, después la nación, finalmente el pueblo.
El filósofo del nuevo orden fue el Abate Sièyes, que con su tesis de la soberanía en la nación, introduce el cambio fundamental de un orden monárquico a uno republicano, cambiando incluso la idea de nación, la que pasa a confundirse con el tercer estado (es decir los burgueses).
La nación comienza a tener una idea de profundidad histórica que hasta entonces no había sido fundamental. Tal es la diferencia esencial entre la soberanía en el pueblo, y soberanía en la nación. La primera, preconizada por Rousseau, se limita a la sumatoria de las voluntades individuales de los habitantes de un territorio, en cambio la tesis de Sièyes, hace referencia al pasado, al presente, y al futuro, de una unidad real que se da por el interés común del estado llano, y que puede ser representada por algunos ciudadanos.
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Llama profundamente la atención que se entienda en este sentido a la Revolución Francesa como profundamente democrática, cuando impuso su idea nacional por la guillotina contra todo el que se opusiera a su poder único y despótico. Asimismo, el haber acabado con los regionalismos en nombre de la nación francesa, que se estaba creando, parece lo más alejada de un espíritu humanista que reconozca el valor de la persona humana y de su cultura.
Más allá de las divisiones históricas machacadas hasta el cansancio (edad media y oscura, edad moderna e iluminada, edad contemporánea y humanista), no puede dejar de observarse que se trata de un mismo movimiento por el cual, el estado (inexistente como tal en la edad media) se identifica con la nación, utilizando las fuerzas de las reivindicaciones burguesas (que ya fueron iniciadas por los reyes absolutistas), y del sentimiento patriótico, que comenzó a confundirse con el nuevo aglutinante de voluntades: “la nación”.
Luis XIV y Napoleón, uno por mandato divino y el otro por mandato popular, son gobernantes omnímodos, opuestos a todo regionalismo, galicanos, iluministas y rodeados de representantes de la nueva burguesía en ascenso. Los más pobres no cuentan ni para uno ni para otro, sino tan sólo como miembros del ejército, real o nacional (y gran unificador popular) pero sin influencia en la cosa pública ni posibilidad de ascenso a los cargos, reservados siempre a los burgueses ilustrados. Evidentemente, y más allá de las diferencias de justificación de tipo ideológicas, la nación francesa se identificó con su estado, en una continuidad histórica de siglos que no distingue las convenciones históricas trilladas.
¡Pobre declaración de derechos!
La nación imaginada. Los Estados Unidos de Norteamérica
Es un ejemplo extremo de nación construida “desde arriba”, ya que la homogeneidad de los estados de la costa este, desapareció
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rápidamente por el arribo de cientos de inmigrantes que procedían de países muy diversos.
Aquí no hay prácticamente una cultura común, sino un proyecto político. Asimismo, cabe considerar que se trata incluso de la encarnación de valores universales, proclamados en la Constitución Estadounidense. El interés del estado y de la nación, debe corresponder a los derechos individuales, forma de pensamiento sin duda alguna tributaria del pensamiento liberal tanto político como económico.
La nación impuesta
Sin embargo, esta unión del estado moderno con la nación estaba lejos de responder a la realidad histórica, en todos los lugares donde fue creado. Se habían despertado fuerzas políticas dormidas, que pasarían a jugar un rol fundamental en la historia occidental y luego mundial. Era la fuerza del amor a la propia comunidad, revestida de ropaje nuevo e ideología apropiada para la ocasión.
Así nació la evidente distinción entre el estado, entendido como organización política, pero fundamentalmente jurídica y soberana,
y la nación, entendida como identidad cultural y comunitaria, con vocación de independencia muchas veces no realizada.
Se quiso imponer por todos los medios una unión imposible; pese a la propaganda, la nación andaba por un lado y el nuevo estado por otro, al menos en innumerables casos.
La unión nacional fue impuesta a sangre y fuego, tanto en Francia, donde las regiones serían combatidas por más de cien años; en el Reino Unido, se unificaron los reinos de Escocia, Gales, Irlanda e Inglaterra (sin perder cada uno de ellos su mística nacional).
España, jamás llegó a la absoluta unidad, conviviendo las naciones catalana, vasca, gallega y española, incluso con lengua y organizaciones distintas.
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Así, casi doscientos años después, para Ortega y Gasset, lo esencial de la nación es “un proyecto sugestivo de vida en común”. 14 Es decir, el centro de su mensaje, está puesto en el futuro; no tanto en la tradición o el pasado. Quizá un autor profundamente enamorado de España intentaba por todos los medios dejar de lado la historia de un estado compuesto por varias nacionalidades que se reconocían como tales, y vertebrar un proyecto mirando fundamentalmente hacia delante.
América Hispana fue dividida en múltiples estados en forma arbitraria, correspondiendo más a los intereses británicos, que a verdaderas nacionalidades.
La nación como identidad étnica
El lugar geográfico más conflictivo en este sentido, fueron los Balcanes, el centro y el este de Europa, donde se comenzaron a gestar movimientos nacionales de todo tipo, al margen del estado o imperio que pretendía ser centralizado (ruso, otomano y austriaco).
Diversos reinos alemanes, lograrían su unidad geográfica, en el Imperio Alemán, pero a costa de un racismo pan germánico, siendo su principal exponente ideológico J.G. Fichte.15 Se exaltaba la idea de la grandeza militar de la federación, teniendo como misión la realización política de la raza germana, de calidad superior a sus vecinas, e incluso de diferentes minorías que vivían en la región. Existía un pasado que era recreado, una comunidad lingüística y racial, y un futuro en la historia del mundo a construir.
Extraña mezcla que combinaba la predestinación cristiana con el idealismo ateo hegeliano; que veía en el futuro alemán, la realización del “sujeto” en la “historia”. Cuando a esta visión de superioridad histórica, se le sumó el pensamiento de Nietszche
14 ORTEGA Y GASSET. España Invertebrada. Revista de Occidente. Madrid. 1963.
15 FICHTE, G. C. Los Discursos a la Nación Alemana, citado por Pellet Lastra, Arturo. Teoría del Estado. Abeledo-Perrot. Bs. As. 1999.
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en particular la muerte de dios, la inferioridad del esclavo cristiano, y la apología del poder, representada en la superioridad del amo sobre el esclavo–, la humillación de Versalles y la hiperinflación, estuvo todo listo para la locura nazi.
Algo similar ocurrió en la ex-Yugoslavia, donde el elemento étnico, se vio reforzado por las diferencias religiosas.
Sin embargo, la idea de “misión” de un pueblo, no necesariamente deviene en racismo, en este sentido Max Weber define a la nación como “la idea de una misión propia del grupo, que sólo puede viabilizarse conservando los rasgos propios del grupo”.
16 Es decir, la nación proveniente de una marcada identidad étnica, no necesariamente debe concluir en racismo, si bien su falta de pluralismo constitutivo será siempre un elemento perturbador para poder amalgamar dentro de un proyecto común, a aquellos que tengan alguna diferencia.
Cabe recordar que entre los años 1858-1870, se produjo la unificación de Italia, fundada en gran medida en la convicción de la existencia de rasgos comunes entre todos los italianos, lo que le permitió a Mazzini la definición acerca de la existencia de las nacionalidades, fundada en los elementos que las distinguen de otros grupos humanos.
Conviene poner de relieve la falta de identidad real étnica, tanto en el pueblo alemán, como en el pueblo italiano. Reiteramos lo expresado acerca de la utilización ideológica del elemento étnico de una población.
La nación como identidad cultural y política
Algo distinto sucedió en Polonia, pueblo que se reconocía a sí mismo desde hacía más de quinientos años. Sucediéndose épocas de relativa independencia, con repartos entre las potencias vecinas.
16 WEBER, MAX. Economía y Sociedad. Fondo de Cultura Económica. México. 1977. BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 99
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Especial consideración corresponde efectuar de las insurrecciones de 1830 y 1863. La primera cuando el pueblo se rehusó a aceptar la situación impuesta por el Imperio Alemán y por Rusia, que se repartieron el territorio, borrando a Polonia del mapa europeo. La insurrección fue protagonizada por los jóvenes aspirantes de la escuela de infantería de Varsovia, y la capital y el país se movilizó y alzó en armas tras ellos, siendo finalmente ahogada en sangre. Y en castigo, se construyó una cárcel donde eran llevados los condenados por la defensa de la libertad. La segunda en 1856, cuando es levantado el estado de guerra impuesto con motivo del anterior alzamiento.
A partir de dicha fecha, comenzaron movimientos populares, los que sucedían generalmente a la salida de misa, bajo la consigna del canto “Dios, protege a Polonia”. En 1861, al terminar una misa, mueren cinco hombres y hay una decena de heridos. Poco a poco crece la agitación. Desde Rusia, el zar nombró a un polaco a cargo del estado, que con el tiempo fue un traidor: Wielopolski. Luego de la muerte de un arzobispo y con motivo de manifestaciones, se impuso nuevamente el estado de guerra. Se prohibieron las reuniones. Al día siguiente miles de polacos volvieron a cantar su himno al terminar las misas, y el gobierno títere de Moscú, decidió tomar las Iglesias
por la fuerza, recurriendo a soldados cosacos. Esta situación subsistió hasta que fue aplastada la insurrección del 22 de enero de 1863. Sin embargo, es a partir de estos acontecimientos, que Polonia toma plena conciencia de su identidad, de la que formaron parte la mayoría católica, y las otras minorías religiosas. Es evidente que la nación ansiaba convertirse en estado, con plena independencia, lo que recién ocurrió luego de la primera guerra mundial, única de la que saldría victorioso el pueblo polaco en los últimos doscientos años.17
17 POPIELUSZKO, JERZY. El camino de mi Cruz. Editorial Atlántida. Bs. As. 1985.
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La teoría de las nacionalidades y el estado como nación
jurídicamente organizada
Ya desde fines del siglo XIX, se comenzó a elaborar una “teoría de las nacionalidades”, para poder distinguir la existencia de la misma.
Especial consideración merece la elaboración del intelectual Ernest Renan, en una conferencia dictada en La Sorbona en 1882.
“Las naciones son cosa bastante nueva en la historia,... el olvido, e incluso el error histórico son un factor esencial en la creación de una nación, y de aquí que el progreso de los estudios históricos sea frecuentemente un peligro para la nacionalidad... la unidad siempre se hace brutalmente, la reunión de Francia del Norte y la Francia del mediodía ha sido el resultado de la exterminación y de un terror continuado durante un siglo... el rey de Francia, que ha hecho la más perfecta unión nacional... ningún ciudadano francés sabe si es burgundio, alano, taifalo, visigodo... La nación moderna es pues, el resultado histórico producido por una serie de hechos que convergen en igual sentido.... De creer a ciertos teóricos políticos, una nación, es, ante todo una dinastía,... ¿sin embargo, es absoluta esta ley? Indudablemente no. Suiza y Estados Unidos, formados de conglomerados, no tienen ninguna base dinástica... Muchos dicen que de la raza,... nada ha significado la consideración etnográfica en la constitución de las naciones modernas. La lengua invita a reunirse, pero no fuerza a ello... Suiza... cuenta tres lenguas... La voluntad de Suiza de estar unida, pese a la variedad de sus idiomas, es un hecho más importante que una semejanza de lengua, a menudo lograda mediante vejaciones.
Tampoco la religión puede establecer base suficiente para el establecimiento de una nacionalidad moderna... La comunidad de intereses hacen los tratados de comercio... No, la tierra no hace a una nación en mayor grado que la raza. Una nación es un principio espiritual resultante de complicaciones profundas
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de la historia, es una familia espiritual...Una nación es un alma, un principio espiritual... En el pasado una herencia de glorias y pesares que compartir, en el porvenir, un mismo programa por realizar. Una nación es pues, una gran solidaridad constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de los que aún se están dispuestos a hacer.... En la hora actual, la existencia de las naciones es buena e incluso necesaria. Su existencia es la garantía de la libertad, que se perderá si el mundo no tuviera más que una ley y un dueño...”.18
Luego de la primera guerra mundial, el presidente Wilson impuso su idea en Europa: a cada nación correspondía un estado.
La que se utilizó fundamentalmente en la disgregación de los grandes imperios, convertidos en repúblicas (Alemania, Austria, Turquía y Bulgaria), surgiendo del tratado de Versalles nuevos estados o confirmándose su existencia. (Polonia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Hungría, Checoleslovaquia, Rumania y Grecia).
La importancia de la doctrina Wilson, es asignar a la nación no un papel fundamentalmente cultural, sino que consagró como un derecho de carácter ciertamente internacional, que a una determinada nación, correspondía en principio la existencia de un estado. Esta noción proviene de Mazzini, para quien “cada nación un estado, y solo un estado para cada nación”.
Es también para recalcar que para Wilson la nación existe en torno a las particularidades del territorio, la lengua, la unidad de origen y las mismas costumbres, poniendo por encima estas consideraciones, al elemento puramente espiritual remarcado por Renán en la conferencia aludida.
Dentro de este marco hay que recordar que en el año 1922 se conformó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Demás está aclarar que en forma alguna fueron respetadas efectivamente las distintas nacionalidades que convivían en su territorio.
18 RENÁN, JOSEPH ERNEST. Conferencia en la Sorbona del 11 de marzo de 1882. BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 102
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Luego de la caída del muro de Berlín, se permitió desde el estado soviético el redescubrimiento real de las viejas nacionalidades, resurgiendo así Ucrania, las naciones del Asia Central, Estonia, Letonia, Estonia y Armenia entre muchos otros (sin contar con la efectiva independencia de Polonia, la unión de las dos Alemanias, la independencia y división en naciones de Checos y Eslovacos, etc). Pero el imperio ruso le puso un límite preciso a las reivindicaciones y con total complicidad yanqui, no permitió su disgregación dentro de lo ya pactado (el ejemplo de la nación Chechena, aplastada una y mil veces es sumamente demostrativo).
El estado nacionalista
Luego de la primera guerra mundial, y teniendo como escenario un mundo que se comenzaba a dividir entre estados liberales y estados socialistas, aparecen con fuerza distintos intentos de vertebrar estados fundados en una ideología que no respondiera a ninguna de las dos en pugna.
Se nutrieron de elementos absolutamente imposibles de afianzar en el tiempo, por las contradicciones implícitas que tenían entre sí. Así sumaron la idea del estado nacional proveniente de la revolución francesa, con un odio acérrimo a la misma, concebida como “internacionalista y atea”. También detestaron la organización “liberal burguesa” de la política, aboliendo el parlamentarismo clásico y los partidos políticos, buscando su reemplazo en la representación política y encuadramiento social, en un supuesto corporativismo (siendo que los gremios medievales en la realidad no existían, y debían ser inventados o “buscados” desde el mismo estado) y el ensalzamiento del ideal de la edad media (matizado con la utilización práctica de todos los productos de la modernidad). En muchos casos fueron fervientes católocos, o ateos convencidos de la necesidad de utilizar la religión
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como medio de unión nacional (en particular el grupo de la L’Action Francaise, lo que llevó a que sea anatematizado desde el Vaticano).19
Se creó una nueva teoría del estado que giraba alrededor de la nación. Es decir, consideró esencial la homogeneidad cultural de las relaciones sociales, lo que consagraría la identidad nacional.
De ella, se seguía que las personas eran moldeadas por esta misma pertenencia, de rango ontológico superior: “el ser nacional”.
Ello no significaba la inexistencia de una humanidad, pero dentro de la cual, cada nación estaba llamada a aportar algo único y propio.
Se reconocían como fundamentales la existencia de un territorio específico, que pudiera ser el hogar nacional, y al que había que defenderlo como a la propia integridad física. También los lazos de sangre y parentesco, siendo una gran familia espiritual.
De lo anterior, surgía un fortísimo sentimiento de pertenencia colectiva, una solidaridad que dura en el tiempo. El estado era una nación. Es decir, perdía la formalidad, lejanía e impersonalidad del estado liberal, siendo de existencia espiritual.
Caben en esta tipología el estado franquista, el Portugal de Salazar, el intento de Pétain en Francia, el gobierno de Dollfuss en Austria, y algunos nuevos estados que surgieron en Europa del Este como Croacia y Eslovaquia.20 Experiencias análogas se intentaron en Argentina y Brasil.
La característica común a todos estos intentos, es su duración en el tiempo limitada a la vida del líder que organizó el “movimiento nacional”, y su rápida liquidación posterior.21
19 BOTANA. NATALIO R. El Siglo de la Libertad y el Miedo. Editorial Sudamericana. 1998.
20 BOTANA, NATALIO R. Op. cit.
21 PELLET LASTRA, ARTURO. El estado y la realidad histórica. Ad-Hoc. Bs. As. Tercera edición, agosto 2001. BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 104 ARGENTINA ¡LEVÁNTATE Y CAMINA! 105
Asimismo, la afirmación de los valores nacionales se hace a la defensiva, sintiéndose que son atacados y están en peligro.
Por ello su tono polémico y agresivo. Este instinto de defensa y espíritu de combate, son al mismo tiempo su fuerza, en cuanto dispuesto a la mayor de las gestas, y su debilidad, en cuanto movimiento reaccionario.22
Si tomáramos las virtudes cardinales analizadas por Pieper, en el fondo, el gran error de estos nacionalismos, es en el aspecto personal de sus conductores, anteponer la fortaleza a la prudencia.
23 En el aspecto propiamente político podemos enumerar algunas razones de su falta de concreción histórica por períodos importantes de tiempo: el intento de mezclar supuestos imposibles (la idea de corporativismo, netamente medieval, con la de nación-estado, absolutamente moderna), la debilidad interna de presentarse fundamentalmente de modo reaccionario, y la imposibilidad demostrada de articularse en instituciones, dependiendo del “líder” (idea en el fondo hegeliana y no cristiana, nueva contradicción insuperable).
Sin embargo, también han puesto claramente de relieve la posibilidad cierta de estados de derecho no liberales, fundados en el ideal de nación (que en definitiva deriva de la patria), y se vieron moderados por fundamentos espiritualistas, que no permitieron que degeneraran en totalitarismos.
Como legado a las instituciones políticas, se encuentra el reconocimiento desde el estado a las “fuerzas vivas”, o factores de poder, integrados en formas de representación funcional que aún hoy perduran como “Consejos Económicos y Sociales”.
El nacionalismo fascista
En Italia, el experimento del corporativismo de estado, de Benitto Mussoloni, terminó en una dictadura. Sin embargo, se trata de una experiencia coherente con ella misma, de raigambre moderna.
22 ESTRADA, JOSÉ MARÍA. El legado del nacionalismo. Ed. Gure 1956.
23 PIEPER. Op. cit BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 105 106 ALEJANDRO J. BULACIO
Puso al estado como el supremo bien al que aspira toda acción política.
Su corporativismo fue estatal, los fascios (organización política movilizadora de la sociedad, y al principio grupos de choque y ocupación de toda expresión cultural) una vez en el poder Mussolini, se creaban “desde arriba”, y no tenían ninguna reminiscencia de tipo feudal. No se mostró católico en ningún momento y su nacionalismo fue la más perfecta identidad entre el estado y la nación, las que se confundían inseparablemente; quizá esta falta de reconocimiento de principios espirituales sólidos, haya sido el motivo último que lo llevó a ser totalitario.
“En esta concepción del individuo, el ciudadano no representa más, como comúnmente se cree, el fin de la vida nacional y de la actividad del Estado, que es la misma Nación organizada y operante en el mundo. Más bien aparece como órgano de la Nación, instrumento, medio, de los fines socialistas”.24
Su sistema de partido único, su ocupación del total de la sociedad por los fascios corporativos de estado, su cultura ocupada por el fin único de la grandeza del estado, la subordinación del hombre a la política, hacen del fascismo un modelo temible y utilizado innumerables veces en este siglo, cuando la sociedad se ha vuelto débil e impera la ley del más fuerte, que crea una nueva moral totalmente subordinada en sus fines al estado.
Quien mejor ha estudiado el carácter autoritario del poder llevado al extremo y el carácter sadomasoquista del mismo, es sin duda alguna Erich Fromm, quien describe acabadamente los mecanismos de sumisión de las masas populares. Rasgo común a todos los fascismos es el desprecio por el débil, y el amor por el poderoso. Si bien el autor mencionado se refiere concretamente al fenómeno nazi, entendemos que sus consideraciones son enteramente aplicables a cualquier estado con un poder desorbitado.25
24 MUSSOLINI, BENITO. Scritti e discorsi. Milan. 1938.
25 FROM, ERICH. Op. cit. BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 106 ARGENTINA ¡LEVÁNTATE Y CAMINA! 107
Como todo estado totalitario, la unión de grupos de poder más profunda –que lo sostiene– es la alianza de los industriales con los militares.
Esto ha ocurrido en estados árabes totalitarios (el modo de Irak o Irán), estados comunistas (al modo de Cuba o China) y es hoy una de las amenazas más potentes que enfrenta el imperio estadounidense (no hacia fuera, o “eje del mal”, sino en su misma sociedad). La razón es sencilla. Con el “estilo fascista” se ocupa primero la sociedad desde dentro, luego se la moviliza desde el estado con organizaciones enquistadas en todos los grupos sociales, se elimina la competencia partidaria. La visión es totalmente “moderna” subordinando el hombre y la moral, al fin último que es la grandeza del estado, sin reconocer limitaciones religiosas o usándolas en su provecho. Debemos reconocer que en más de un aspecto hace acordar a la concepción de Gramsci del estado.
El nacionalismo tercermundista
El proceso de descolonización llevado a cabo luego de la segunda guerra mundial, originó la creación de numerosos estados en las ex-colonias, los que pretendieron casi en la totalidad de los casos “crear naciones”.
Excepto donde dichos estados tenían un basamento histórico (vgr. Egipto, China, y algún otro), en los demás el fracaso es rotundo. Simplemente surgieron estados por necesidad de los países coloniales, sin respetar los límites de los propios pueblos, sin la existencia de grupos dirigentes, y dominados por una cultura tribal. Así el África y gran parte del Asia, continúan sumergidos en el sin sentido de naciones construidas, cuando ni siquiera ha sido soñada, ni tiene proyecto en común.
Al respecto dice Antonhny D. Smith: “...la posición se hace incluso más clara cuando nos volvemos hacia los estados de África y Asia de formación reciente. En la mayoría de estos casos,
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la nación no puede ser más que una comunidad imaginaria, y muy reciente, que está siendo objeto de una ingeniería deliberada en sociedades a menudo multiétnicas... ¿en qué sentido, aparte del de imaginaciones de los nacionalistas, son “naciones” estos nuevos estados?... Son “naciones de diseño” territoriales, una mélange de grupos étnicos arrojados juntos en una caldera, por así decirlo, por las potencias coloniales... Con este fin se están fabricando historias nacionales, símbolos, mitologías y rituales para implantar una unidad y fraternidad espurias en sus heterogéneas y divididas poblaciones... Para los postmodernistas la nación se ha convertido en un artefacto cultural de la modernidad, un sistema de imaginaciones y representaciones colectivas, que semeja un pastiche de muchas
tonalidades y formas, una labor de retazos compuesta de todos los elementos culturales incluídos en su frontera”.26
El nacionalismo llegó a ser exigido para la libertad. Ello llevó a la incongruencia de ser anticolonialistas para la creación del estado nacional, y al mismo tiempo copiar en todo lo posible el modelo racional de organización del estado europeo.
Evidentemente, Asia y África, están esperando el desarrollo de su propia identidad, en una organización política que refleje su realidad cultural. Donde la patria, de ninguna manera es la nación, no habiendo alcanzado su madurez y verdadera independencia.
El nacionalismo cultural
El paso del tiempo ha demostrado a más de una nación, que tener que montar la estructura administrativa de un estado, con el costo y gasto de energías de todo tipo que ello representa, no asegura en lo más mínimo la propia identidad como pueblo.
26 SMITH ANTHONY D. ¿Gastronomía o Geología? El rol del nacionalismo en la reconstrucción de las naciones. 1995. Recopilación de artículos por Alvaro Fernández Bravo. La invención de la Nación. Ediciones Manantial SRL. Bs. As. 2000. BulacioED03-mar05.pmd 01/06/2007, 11:44 108 ARGENTINA ¡LEVÁNTATE Y CAMINA! 109
Así lo han entendido los galeses, a quienes no se les ocurriría ser un estado (pero tampoco ser ingleses); los catalanes, que han dado un ejemplo al mundo de nacionalismo cultural no separatista en las Olimpíadas de Barcelona, o los quebequenses en Canadá que parecen (poco a poco) entender que es más importante tener una identidad real, que mantener un estado nacional.
El nacionalismo cultural permite la lucha por la propia forma de ser, a cualquier grupo humano con una historia en común, independientemente de ser o no un estado, máxime cuando tal organización política no termina de estabilizarse en la post-modernidad triunfante.
La identidad cultural tolerante también permite la existencia de grandes zonas de libre comercio, tanto en América del Norte como en Europa, sin peligro para la propia nacionalidad, e incluso independizándola de los vaivenes del mercado.
Paradójicamente, también permite la existencia de pequeños grupos, con la mayor autonomía posible, dentro del otrora estado-nación, que ve resurgir de las cenizas napoleónicas los viejos terruños.
Asimismo, debería aceptar la existencia de comunidades con historia común y territorio propio, dentro del territorio de los estados modernos, como es el caso de los chechenos, los kurdos, los mapuches, los indígenas mexicanos, etc., que merecen su independencia cultural plena, separando el problema de si es necesario que conformen o no un estado.
Los estados (todavía modernos en su concepción y fundados en el principio de la soberanía plena), en principio no reconocen esta independencia cultural, y en general tratan de aplastarla.
La historia ha demostrado que están condenados al fracaso, excepto que se elimine físicamente a la totalidad de una comunidad, lo que resulta casi imposible, pese a los intentos nazis, estalinistas, y limpiezas étnicas ocurridas en la ex-Yugoslavia, en países árabes y en el sudeste asiático (tanto en países marxistas como “liberales”).
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Colofón
Podemos terminar con algunas ideas –válidas para los nacionalistas actuales– de Anthony D. Smith: “Pero los nacionalistas tienen un papel vital que desempeñar en la construcción de las naciones, no como artistas culinarios o ingenieros sociales, sino como arqueólogos políticos que redescubren y reinterpretan el pasado comunitario con el fin de regenerar la comunidad. Su tarea es verdaderamente selectiva –olvidan, así como recuerdan el pasado– pero para tener éxito en su tarea deben satisfacer ciertos criterios. Sus interpretaciones deben ser compatibles no sólo con las demandas ideológicas del nacionalismo, sino también con la evidencia científica, la resonancia popular y el establecimiento de pautas etnohistóricas concretas... En esta relación, continuamente renovada, de dos
direcciones entre pasado étnico y presente nacionalista se halla el secreto de la energía explosiva de la nación y del terrible poder que ejerce sobre sus miembros”.27
27 SMITH ANTHONY D. Op. cit.
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Genial la orientación. De éstos conceptos es que surgieron los Estados Plurinacionales modernos.
ResponderEliminarLo tendré en cuenta, muy interesante para mí que aun no cerré mi definición ideológica en este sentido del nacionalismo, patriotismo y sentido de pertenencia.
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