lunes, 21 de febrero de 2011

Alegría intensiva. Por Alfredo Leuco

Le pido que escuche esta historia de hospital. Santiago tiene 7 años y está internado en el Garraham. Una mañana entraron a su habitación tres médicos disfrazados de payasos que integran la ONG Alegría Intensiva. Empezaron a bromear, a esbozar algunos juegos con Santi y su muñeco. Todos, incluso el padre de Santi, participaban y con su fantasía inventaban historias. Uno de los médicos, en puntitas de pié se fue para el lado del baño. Buscaba otros mundos y elementos para seguir alimentando esas risas que curan mas que cualquier remedio de esos que vienen en frasquito y hay que tomar cada 8 horas. De pronto, Santiago, se puso serio y le dijo al doctor que tuviera cuidado, que en el baño había un tigre y empezó a imitar un rugido feroz. Los médicos amagaban con dar un paso al baño y los rugidos eran cada vez mas fuertes. Esos clowns de hospitales pediátricos resolvieron fingir temor. Cada vez que los médicos se abrazaban mas asustados, Santiago rugía más fuerte, abría cada vez mas grandes los ojos y mostraba sus manitos como garras al acecho. Después de unos minutos en que los médicos se la pasaron temblando y como tenía que visitar a otro paciente, dijeron: “Buenos nos vamos, ya no aguantamos mas el miedo”. Y Santiago, dejó de rugir, y con una ternura conmovedora dijo: “No, doctor, no se vaya, el que rugía era yo”.

Esta es solo una de los cientos de historias que “Alegría Intensiva” genera y coprotagoniza con los pibes que están luchando para curarse de alguna enfermedad o incluso, en algunos casos, están peleando por su vida como tigres de verdad y no como el que inventó Santiago. Esta Organización No Gubernamental tiene un lema: “Todo niño tiene derecho a jugar”. El ministro de cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi convocó al Polo Circo y organizó funciones a beneficio de “Alegría Intensiva”.
 
Son 20 artistas en escena, con los músicos en vivo que desarrollan sus espectaculares saberes mientras los asistentes disfrutan de una comida. El Polo Circo, que está instalado en un lugar muy sufrido de la Capital, en Juan de Garay y Combate de los Pozos, desarrolla una tarea educativa maravillosa. Allí los chicos aprenden, bajo carpas gigantescas, a ser malabaristas, equilibristas tanto para divertirse como para encontrar un oficio. Vale la pena ver el show que hacen. Y vale la pena, de paso, colaborar con Alegría Intensiva. E nmuchos países hace tiempo que se fomenta la alegría como terapia.
 
Los beneficiarios son los que mas necesitan de las risas y las carcajadas. Ayudar a un pibe enfermo que está internado en un hospital debe ser una de las formas mas maravillosas de la condición humana. ¿O no siente que se le clavan puñales en el alma cuando ve un chico peladito por la quimioterapia? ¿ O no se sacude hasta las lágrimas cuando aparece una nenita en una silla de ruedas? A veces uno piensa que solamente los pueden ayudar los médicos, los enfermeros o Dios. No es exactamente asi. La luz que se instala en la mirada de un chico que se divierte tiene una energía curativa poderosísima.

Es medicina que no sale de ningún laboratorio. Se fabrica en el corazón de la gente. Se industrializa en el amor de los médicos y los padres. Nada reemplaza las vacunas ni las radiografías. Es verdad. Pero no hay nada igual a la felicidad que produce la risa y el juego de los payasos. Son mimos que hacen mimos.

Combaten los miedos y la tristeza de los chicos. Expulsan la angustia y la soledad que suele invadir los hospitales. Se hacen compinches de los padres que sentados al lado de la cama no saben que hacer para ayudar. ¿Cómo es posible que una humilde nariz roja de payaso tenga tanto poder para secarle las lágrimas a un chiquito con una mochila de oxigeno o a una piba con barbijo? El humor y el amor son mas poderosos que el dolor. Bienvenidos los guardapolvos blancos y la sabiduría de las universidades. Pero también bienvenidos los trajes de colores, los globos y los instrumentos musicales.

Le cuento la última. Un día los doctores payasos fueron a visitar a Manuel a la habitación de cuidados intesivos y se encontraron con una sorpresa. El padre del chico les pidió la guitarra y con su familia le cantaron canciones a los medicos como una forma de agradecimiento. Dicen los fantasmitas del Garraham que el tema que mas fuerte cantaron fue “Zamba de mi esperanza”. Tenían los ojos húmedos. Y un nudo en la garganta. 
 

fuente: http://www.continental.com.ar/blog.aspx?id=1428915

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