sábado, 19 de febrero de 2011

La Argentina es la única perjudicada. Pepe Eliaschev


http://www.pepeeliaschev.com/audios/la-argentina-es-la-unica-perjudicada-15012

Editorial en FM Identidad
Buenos Aires, 19 de febrero de 2011 - ¿Por qué habría de ser diferente la actitud del gobierno argentino en materia internacional de la que se advierte en el escenario doméstico? ¿Por qué la política diplomática o la estrategia exterior, tanto de Néstor como de Cristina Kirchner, habría de tener un rasgo enteramente diferenciado de lo que estamos acostumbrados a ver en la escena doméstica?
Uno de los principales capítulos que deja, como moraleja, el incidente gravísimo con los Estados Unidos se advierte permanentemente en lo interno, en el cabotaje, en el tratamiento de la política de los asuntos nacionales: un grado muy elevado de imprevisibilidad. La Argentina tiene un gobierno que da la sensación de que hace exactamente lo contrario de lo que desde otro lado se presume que va a hacer.
Era evidente el entusiasmo y la fascinación que ejercían, sobre Cristina Kirchner, los dos principales candidatos de la interna que llevó al poder a Barack Obama. Ella inicialmente había manifestado, más allá de toda prudencia, con su habitual falta de restricciones en la materia, que le simpatizaba Hillary Rodham Clinton.
En una interna de una masiva participación democrática, Obama le ganó a la señora Clinton y, en consecuencia, fue el candidato demócrata triunfante en las elecciones presidenciales norteamericanas.
Uno de los rasgos característicos de la cultura política norteamericana es que, en lugar de aplastarla, y porque la necesitaba, Obama la llama y la designa a la señora Clinton como su Secretaria de Estado, un cargo de fenomenal importancia porque lo que los norteamericanos llaman secretario de Estado es el canciller nuestro, el ministro de Relaciones Exteriores.
El mismo tándem que se había enfrentado a lo largo de una larguísima, agotadora y completamente representativa interna del Partido Demócrata, ocupa los cargos del poder, Obama como presidente y Hillary Clinton como secretaria de Estado. A ese gobierno, y a sus principales protagonistas, les había manifestado su entusiasmo la señora Fernández de Kirchner cuando terminaba la hegemonía republicana.
Supuestamente un gobierno que se autodefine como nacional y popular, un gobierno que se autodefine como progresista, aspiraba a tener con un gobierno al que reconocía como mucho más al centro, o mucho más progresista que el de George Bush, una relación de superior dimensión y de mucha mayor densidad.
Sin embargo, como lo sugiere la reunión de Néstor Kirchner con George Bush, en el invierno de 2003, el gobierno del llamado modelo nacional y popular tuvo una relación mucho más ríspida, beligerante, agresiva y conflictiva con los demócratas de Obama que con los republicanos de Bush.
Acá hay un elemento importante que surge de cara al futuro, más allá del desenlace práctico que pueda tener el conflicto por el avión norteamericano. Los Estados Unidos ya han experimentado, tanto por la vía de los republicanos de Bush como por la de los demócratas de Obama, la muy concreta experiencia de que el gobierno de los Kirchner es imprevisible, extravagante, intrigante y perturbador.
Cuando en noviembre de 2005 la Argentina fue el país anfitrión de la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, todo parecía indicar que el país cumpliría con sus elementales compromisos diplomáticos y protocolares. No lo hizo, pese a que Kirchner convirtió al presidente Bush en el primer jefe de Estado al que viajó a ver en julio de 2003, ocasión en la que posó para un foto que proyectaba mucha cordialidad, poniéndole una mano sobre el muslo del norteamericano.
Poco tiempo después, Kirchner lo recibe a Bush en Mar del Plata para la IVª Cumbre hemisférica, un encuentro de los jefes de estado, en paralelo al cual el gobierno argentino organizó, de manera explícita y directa, un acto popular contra Bush, la llamada “Anti-cumbre de las Américas”, con la presencia de protagonistas como Hugo Chávez y sus socios nativos.
Ahí los Estados Unidos supieron que las cosas que decían los Kirchner debían ser tomadas, de alguna manera, con pinzas. Pero al menos eran los Estados Unidos de Bush. Está sucediendo ahora lo mismo con los Estados Unidos de Obama.
Al margen de los detalles prácticos menores, que perfectamente podrían haber sido resueltos por la vía diplomática, con prudencia, reserva y confidencialidad, como hacen los países serios con las cosas serias; se procuró darle un alcance y repercusión mediática, típica de las naciones despechadas.
En consecuencia, si la Argentina decía que en materia de lucha contra el terrorismo y no proliferación nuclear, preservaba una continuidad de acuerdos con los norteamericanos, lo que acaba de hacerse con el avión destruye esas percepciones.
Una vez más, en una Casa Blanca habitada por un sector político diferente al de hace tres años, con otra secretaria de Estado, otros valores, otras percepciones y otros proyectos, como lo revela la militancia de los Estados Unidos a favor de los derechos civiles en Irán, el gobierno argentino procede, como si el cuco imperialista fuese absolutamente el mismo, inmodificado e intangible.
Este episodio, en consecuencia, al margen de los aspectos técnicos que durante la semana se han ido manejando y de cómo sea anecdóticamente resuelto, compromete gravemente las relaciones con un país, que no es uno más, sino que es nada menos que la mayor potencia mundial, lo que revela en definitiva que en la Argentina los acontecimientos domésticos, como los que involucran la relación de nuestro país con el mundo, se manejan con una altísima cuota de discrecionalidad y emotividad, a lo que se asocia una cuota igualmente feroz de improvisación y chapucería.
En tal sentido, las palabras, declaraciones, gestos y actitudes del gobierno argentino, no solamente del ministro Héctor Timerman sino de otros funcionarios del Estado, son verdaderamente escandalosas porque revelan un manejo muy pedestre de cuestiones que deberían ser gobernadas no al estilo “chavista”, sino con altura, dignidad y, sobre todo, en atención a los superiores intereses nacionales.

La tensión con los Estados Unidos solamente perjudica a la Argentina, no a los norteamericanos. Vuelve a revelar que, en esa materia, a diferencia quizás de lo que sucedía cuando Néstor Kirchner fue presidente, la actual Presidenta se maneja no solo con emotividad, sino además con apelaciones ideológicas nostálgicas que nada tienen que ver con las necesidades actuales del país y con nuestras perspectivas para el futuro.

©pepeeliaschev
Emitido en FM Identidad

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