sábado, 19 de noviembre de 2011

¡AGUANTE EL AJUSTE!. Por Carlos M. Reymundo Roberts


Sábado
Reconozco que por estas horas estoy confundido y desorientado. Como todo el mundo sabe (o imagina), semanalmente los K me bajan línea para que desde aquí pueda hacer un aporte a nuestra causa. La cosa es sencilla: yo llamo los viernes y pregunto a quién hay que pegarle, a quién hay que ignorar o a quién debo levantar. Lo mismo con los temas que están en la agenda o que queremos instalar. Ojo, que no se malinterprete. No es que me dejo operar. Como soy nuevo en el periodismo militante, lo que hago es pedir ayuda. Y ellos me la dan.
Es interesante, porque cualquiera que siga la columna puede ir imaginándose cuál es el ánimo de la señora, que es el único ánimo que realmente importa. A veces me dicen: "Scioli. Matalo. Dale aire a lo de la corrupción en la cúpula policial". O "no se te ocurra hablar de las Madres". O "che, ojo con Boudou, que tampoco se la crea". O "ya podés volver a mencionar a la Garré".
Yo lo agradezco porque además de servirme de orientación, me evita disgustos. Cuando todavía no estaba del todo adoctrinado, me cortaba solo y hacía verdaderos desastres. Una vez, durante la campaña, les pegué a los Rodríguez Saá y me llamó Abal Medina, sacado, para decirme que la Presidenta directamente quería echarme. Parece que dijo: "Si ese inútil no se dio cuenta de que arreglamos con ellos, no le paguen más".
Otra semana se me dio por elogiar a Aníbal Fernández, que había hecho una defensa de lo más ingeniosa del Gobierno, y recibí un sarcástico SMS de Zannini: "Seguramente Aníbal, como vicepresidente del club Quilmes, debe estar necesitando un vocero. Por qué no te ofrecés".
Así, este mecanismo de consultas me lleva siempre por camino seguro, y de paso aprendo un montón de política, de peronismo y, sobre todo, de kirchnerismo. Sin embargo, como les conté, desde hace unas semanas me siento perdido. Algo debe de estar pasando en la Casa Rosada porque los mensajes de los viernes se han vuelto un tanto contradictorios, por no decir caóticos. "Andá a full con los controles sobre el dólar. Hay que meter miedo." Un rato después: "Ni se te ocurra hablar del dólar. La gente se pone loca y sale a comprar más". Y más tarde: "Bajó el paralelo, no dejes de comentarlo".
Lo mismo con las personas. Tenía la orden de destruirlo a Obama cada vez que pudiera, hasta que le propuso a Cristina reunirse en Cannes y entonces vino la contraorden: "Recordá que es el premio Nobel de la Paz y que está haciendo extraordinarios esfuerzos por reflotar la economía norteamericana". Después del encuentro, cuando La Nacion publicó que la había retado porque la Argentina no pagaba las deudas, me cambiaron el discurso: "Poné que se cae a pedazos en las encuestas, que la recesión no afloja y que la Corte Suprema le va a anular la reforma de salud, que es lo único que hizo".
Yo entiendo que la política es dinámica y cambiante, pero por momentos me cuesta asimilar que lo que a la mañana era el cielo, a la tarde se convierta en el infierno. O al revés. Macri es un buen ejemplo. En el último mes me han dicho 14 veces que lo mate y otras 14, que lo rescate. Es cierto que desde que Mauricio nos dio esa buena mano con los jueces federales en el Consejo de la Magistratura, la semana pasada, no paran de decirme que ni se me ocurra pegarle, porque está funcionando como un buen aliado y no deja de elogiar todo lo que hacemos.
El consuelo es que no soy el único al que le cambian el libreto. Fíjense que el día siguiente de la votación en la Magistratura, Víctor Hugo Morales, el más alineado de los nuestros, lo sacó al aire, de lo más amable, ¡a Federico Pinedo! Otro consuelo es que los operadores de Pro deben de estar tan confundidos como yo. Me imagino la nueva instrucción de Macri: "Muchachos, seamos opositores, pero no hagamos oposición".
Como he aprendido a callar mi juicio crítico -mejor dicho, me lo han enseñado; a los golpes me lo han enseñado-, aunque las órdenes me resulten poco coherentes yo simplemente acato. Pero bueno, uno tiene su opinión y como todavía conservo cierto espacio de libertad (otros colegas que recién están llegando al kirchnerismo no se permiten más que ser obsecuentes), déjenme confiarles que algunas de las cosas que me dictan me parecen disparatadas. Incluso me dan ganas de gritarles: "¡Pónganse de acuerdo! Estoy harto de que a Boudou me lo suban y me lo bajen. Lo mismo con Timerman, Aníbal, Randazzo y hasta Hebe. ¿Cirielli, que siempre fue nuestro amigo, ahora es el demonio? ¿Hasta cuándo vamos a ir y venir con Moyano? ¿No tenemos uno que sea siempre bueno o siempre malo? ¿Cómo es que los subsidios, que eran la columna vertebral del modelo, ahora resulta que son la cara de la inequidad y hay que hacerlos desaparecer? ¿Si Cristina compra dólares es una buena inversionista y si los compra la gente es un golpe de los mercados? ¡Aclárense, muchachos!"
Por supuesto, esto no es más que un desahogo. Un juego virtual. Ni se me ocurriría plantear todas estas cosas, porque no es que sobre espacio para el disenso y, además, seguramente el equivocado soy yo. Basta, pues, de autonomía. Aquí estoy, señora, para servirle. Para lo que mande. Incluso para aquellas cosas más ingratas. Le ofrendo -ah, qué dolor- mi prueba definitiva de lealtad y sumisión: ¡Viva el tarifazo! ¡Viva el ajuste salvaje!
FUENTE: LA NACIÓN

Subsidios e improvisación




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