domingo, 16 de enero de 2011

CUOTA DE HUMOR: Mi durísimo exilio político. Por Carlos M. Reymundo Roberts


Qué dura es la vida del exiliado político. No la estoy pasando bien. Después de haber sido reprobado con la peor calificación por el tribunal K que evaluó mis condiciones para sumarme al gobierno de la señora Cristina, decidí probar suerte en otros partidos.
Primero me reuní con la gente de Macri. Me pareció que aquel bochazo era un buen pergamino. A Mauricio no pude verlo porque no sabían si estaba en el Sur con su flamante mujer, en Punta del Este o en una quinta en Pilar. Me ofrecieron ser el jefe de prensa de la campaña. Sonaba interesante, hasta que quise saber en qué campaña. Uno me llevó aparte y me explicó: "Mirá, lo importante es que Mauricio va a ser candidato: puede ir otra vez a la ciudad, o por la presidencia, o a Boca o a la AFA, pero va a ser candidato. Eso ya lo tiene decidido. Y también tenemos la campaña de Horacio [Rodríguez Larreta] para sucederlo a Mauricio, y la de Gaby [Michetti] para llegar antes que Horacio. En alguna campaña vas a laburar, ¿me entendés?"
No descarto mi incorporación al macrismo, pero cuando los tantos estén un poco más claros.
Mientras, la UCR está viviendo un momento excepcional y no me gustaría quedarme afuera. Fui a verlo a Ernesto Sanz. ¡Por Dios, qué dirigente! El país no se lo puede perder. Me repitió lo que dijo el otro día en la entrevista con La Nacion: seguirá usando las reservas del Banco Central, no privatizará Aerolíneas, no dará marcha atrás con las AFJP, seguirá el Fútbol para Todos. Un buen radical haciendo buen kirchnerismo, ¿no es espectacular? En realidad, no sé si se está postulando para la presidencia o para ser jefe de Gabinete de Cristina.
Después estuve con los asesores de Ricardo Alfonsín. Me recibió él, pero sólo para conocerme. Escuchó un par de preguntas, se quedó pensativo, me devolvió una mirada cálida y me pidió que siguiera hablando con su gente. Gente de primera, por cierto. Y los hay de todas las tendencias: radicales clásicos, progres desterrados, liberales puros. Me imaginé a mí mismo organizándole el discurso a Ricardito después de beber en todas esas fuentes. Bueno, la verdad es que no sé si todo eso se podrá organizar. Mejor probar con Cobos. Pero Cobos estaba en Brasil. Decidí esperar su vuelta. ¿Y si no vuelve? Sí, volverá. El siempre va y viene.
En rigor, el Cobos de los últimos tiempos por momentos queda a media cuadra de los socialistas, así que de pronto me vi en largas charlas con sus dos grandes figuras, el gobernador Binner y el senador Giustiniani. Charlas por separado: no logré convencerlos de que no había tantas diferencias entre ellos como para que no pudieran compartir una mesa. Alguien tendría que explicarme por qué los socialistas -la izquierda en general- son tan poco sociables. Apenas empiezan a ser unos cuantos y pum, se dividen.
Lilita Carrió me mandó llamar. "¿Es cierto que te rechazaron los K y que estás como bola sin manija? Te propongo una alianza." Por cuántas horas, repliqué. Se rió de buena gana. "Mirá -me dijo-, estoy necesitando un liberal que diga cosas que yo no puedo decir." Le pedí un ejemplo. "¡Que hay que privatizar hasta el Obelisco, pero con sentido social!" Reconozco que Lilita me encanta, que me la traería al diario para hacer notas de investigación, pero no sé si soy el liberal que ella está necesitando.
Al Colorado De Narváez tardé días en encontrarlo. Bien temprano va al gimnasio en Barrio Parque, desayuna en La Matanza, almuerza en Cariló y en 4x4, helicóptero o avión, todos los caminos lo conducen a pegarle a Scioli. Fui sincero con él. "Francisco, te veo un poco solo." Simpático y sagaz, como siempre, me dio una lección de política: "Si mirás bien vas a ver que no estoy solo: tengo millones de votos". Y de dólares, Colorado, de dólares, un gran activo político.
Ya se ve que, por una cosa o por otra, no consigo recalar en ningún lado, lo cual es matador para una persona con tanta vocación por la militancia. Me queda un último recurso. Voy a decir públicamente que los opositores son un desastre, una bolsa de gatos, que con ninguno de ellos el país tiene futuro. Los voy a destruir. Allí sí sonará mi teléfono: "Señor, el tribunal K le va a dar una nueva oportunidad".


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