domingo, 30 de enero de 2011

Las razones de una ausencia Por Pepe Eliaschev

Sofocada con frecuencia en peleas irrelevantes y en conflictos menudos, la mirada periodística necesita reconfortarse de vez en cuando con otras realidades, otros mundos, otros valores. "Esto que Pasa" se transporta este domingo a una galaxia política con casi inexistentes vínculos con lo que sucede en la Argentina.

El lector de EL DIA merece esta advertencia previa y básica: como todos los años a mediados de enero, el presidente de los Estados Unidos presenta ante ambas las cámaras del Congreso su informe sobre "El estado de la Unión". Este martes 25, el presidente Barack Obama ofreció el segundo de su primer mandato. Fue una memorable demostración de talento político, visión de estadista y raro carisma de gestos y fotogenia. Pero fue, sobre todo, una abrumadora manera de revelar que los temas importan, qué se dice y qué se debate en el escenario grande del mundo.

En esas 7.000 palabras que le demandaron unos 70 minutos y fueron interrumpidas por aplausos en unas 80 ocasiones, Obama dijo cosas trascendentes y sobre todo mostró una manera de pensar de manera lúcida los dilemas clave del siglo XXI. Habló ante los 435 diputados y 100 senadores de un Congreso en donde su Partido Demócrata es mayoría (y sólo por 4 votos) en el Senado.

Tras su pesada derrota en las elecciones legislativas de noviembre, Obama se reinventa y va hacia adelante. En ese discurso del martes, Obama le dio malas noticias a la Argentina: en marzo viene a América Latina y elige tres países: obviamente Brasil, Chile y El Salvador. Mientras el gobierno de Cristina Kirchner trata de entender por qué una vez más para la Casa Blanca la Argentina es un enigma espinoso e imprevisible, he aquí algunas claves. Son palabras que permiten entender por dónde anda la mayor potencia de la Tierra y por dónde discurre la Argentina.

ORGULLO

Desde la perspectiva de una óptica henchida de orgullo nacional en una era de liderazgos disminuidos, Obama define a su país "no sólo como un lugar en el mapa, sino como una luz para el mundo". Por si a alguien no le queda claro, subraya: "Los Estados Unidos somos la nación que desplegó sus automóviles en las autopistas y las computadoras en las oficinas, el país de Edison y de los hermanos Wright, de Google y de Facebook".

Acuñó frases poderosas y tal vez irritantes pero -hay que admitirlo- muy movilizadoras: "nosotros hacemos cosas grandes", es una de ellas. Otra: "nuestro destino sigue siendo para nosotros una opción". ¿Por qué se dirige a su país y al mundo con tanta convicción? "Es gracias a nuestro pueblo que nuestro futuro es esperanzador, nuestra travesía continúa hacia adelante y el estado de la Unión es fuerte", se responde.

Pero es en las cuestiones en las que la autoafirmación nacional excede la retórica y se construye sobre definiciones estratégicas centrales, cuando descolla el Obama estadista, el hombre enteramente siglo XXI. Algunos ejemplos:

"Las reglas han cambiado. En una sola generación, las revoluciones en la tecnología cambiaron nuestro modo de vivir, trabajar y hacer negocios. Las acerías que antes necesitaban mil obreros ahora pueden hacer el mismo trabajo con cien". Irrefutable, es una verdad con tamaño de desafío: ¿cómo inventar el trabajo en el mundo nuevo?

La idea del porvenir y el estímulo a encarar las tremendas incógnitas del presente aparecen en Obama cuando reflexiona que "somos nosotros los que debemos conquistar el futuro. Pero, para llegar allí, no podemos quedarnos parados. Como nos decía Robert Kennedy, 'El futuro no es un regalo. Es un logro'".

Evoca la terrible herida que sufrió el orgullo nacional de los Estados Unidos en 1957, cuando la Unión Soviética lanzó y puso en órbita el Sputnik, el primer satélite de la Tierra fabricado por el hombre, pero lo hace para catapultar la idea de objetivo hacia adelante: "Este es para nuestra generación un momento Sputnik".

Cree en el papel del Estado y en el rol indispensable que tiene para apalancar el trabajo y la inversión, pero advierte: "no estamos solo regalando dinero, estamos formulando un desafío".

Mira de frente la coyuntura y lo hace en términos fascinantemente descarnados: "en los próximos diez años, casi la mitad de todos los nuevos puestos de trabajo requerirán una educación que supera la educación secundaria". Constata un hecho, traza un programa.

Encara los dramas de la educación y el papel de la deteriorada familia en la sociedad contemporánea con dureza, pero con frescura, con sinceridad y con metas posibles: "La familia es la que primero despierta en el niño el amor por aprender. Sólo los padres pueden lograr que el televisor sea apagado en casa y la tarea para el hogar hecha".

Sin timidez ni demagogia, propone que "necesitamos enseñarles a nuestros chicos que no sólo merece ser celebrado el campeón del torneo de fútbol americano, sino el campeón de la olimpiada de ciencia". Le habla a la gente más joven y predica sin pudor: "el éxito no depende de la fama o de las relaciones públicas, sino del trabajo duro y de la disciplina".

Obsesionado con los niños y los adolescentes, Obama advierte: "recordemos que, luego de los padres, el mayor impacto en el éxito de un niño proviene del hombre o de la mujer que se ponenfrente a una clase en la escuela". Por eso habla con singular rigor y ausencia de clientelismo de los docentes: "queremos recompensar a los buenos maestros y dejar de justificar a los malos".

Pero su mirada exaltada y vigorosa en torno de las expectativas de los Estados Unidos no es necia, ni negadora. Un párrafo particularmente duro aguijonea el orgullo norteamericano herido: "Los hogares de Corea del Sur tienen actualmente más acceso a Internet que los nuestros. Países en Europa y Rusia invierten más en sus carreteras y ferrocarriles que lo que hacemos nosotros. China está construyendo trenes más rápidos y nuevos aeropuertos".

El presidente de los EE UU no se priva de ser brutalmente sincero y sobre todo pragmático en su definiciones más radicales: "no podemos construir el futuro con un gobierno del pasado".

Define con maravillosa claridad la superioridad de una sociedad abierta y democrática, en una era donde los fundamentalismos y el temor al futuro se contagian de país en país. Esta definición resume la intención central de Obama: "porque los ciudadanos estadounidenses se merecen saber exactamente cómo y en qué se gastan los dólares del contribuyente, es que estarán en condiciones de ir a un sitio web e informarse por primera vez en la historia". ¿Cómo? "Le estoy pidiendo al Congreso de los Estados Unidos que haga lo que la Casa Blanca ya ha hecho: poner toda la información on line.

VIRTUD

Una reflexión final del primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos mezcla sarcasmo con verdades irrebatibles: "por supuesto, algunos países no tienen nuestros problemas. Si el gobierno central quiere tender un ferrocarril, lo hace, no importa cuántas viviendas tenga que arrasar. Si no quiere que un diario publique un articulo negativo para los que mandan, ese artículo no es escrito".

El edificio conceptual de Obama y las líneas de acción que tiende hacia el futuro inmediato (innovación, esfuerzo, disciplina, trabajo, ahorro, entusiasmo, confianza, rigor) resultan conceptos especialmente atractivos en espacios nacionales como el de la Argentina de 2011, donde a nueve meses de las elecciones presidenciales no sólo nadie sabe quiénes serán los candidatos, sino -lo más deprimente- tampoco qué país procuran y cómo pretenden hacerlo realidad.


www.pepeeliaschev.com
En twitter: @peliaschev



fuente: http://www.eldia.com.ar/edis/20110130/septimodia0.htm

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