martes, 4 de enero de 2011

LA REPUBLICA, LA VIOLENCIA Y LA PAZ. de Alejandro Bulacio

Lo que hemos vivido los últimos días se llama Violencia. Puede la República responder a ella con La Paz?


LA REPUBLICA, LA VIOLENCIA Y LA PAZ.- (publicado en la Revista Signo, por Alejandro Bulacio"

Hay un camino que transita todo grupo humano desde la original violencia, en que la regla es la lucha de todos contra todos y la sumisión al más fuerte el origen de la cohesión social; hasta la mutua convivencia que busca el bien general y la paz.-

Una vez que los hombres se han conformado como comunidad social y política, la violencia primigenia tiende a desaparecer, a no tener más justificación, e incluso a oponerse a la idea misma de poder, en cuanto a que este se define no como la simple obediencia de los débiles a los fuertes, sino que impone como fin teleológico la búsqueda del bien común, originada en un pacto social libre.-

Resulta entonces que el poder no es solo una relación de mando y obediencia, como desde Max Weber en adelante han sostenido la mayoría de los estudiosos de la ciencia política, sino que surge de una comunidad, que acepta dicha relación, en la búsqueda del bien.-

Como dice Jean Yvet Calvez: “el poder nunca es, consecuentemente, pura fuerza. Tiene un carácter moral y comunitario, es instrumento de la comunidad y de su bien, nace una vez que ha nacido ya la comunidad por el mutuo reconocimiento…” (1)

Una vez institucionalizada la comunidad política, el poder se somete al derecho público, el que debe ser explicitación positiva del derecho natural, por cuanto el hombre desde el comienzo tuvo una naturaleza espiritual y libre.-

En el camino aparece el estado de derecho, como forma necesaria, por la cual la arbitrariedad de quiénes ejercían el poder en forma ilimitada, se vio restringida por la obediencia a la ley, de acuerdo a una idea de derecho, cuyo fruto final es la paz.-

La paz como elemento constitutivo y esencial del bien común, para Agustín, no es la ausencia de conflictos, sino la armonía y concordia entre los ciudadanos, entre los que mandan y los que obedecen. En palabras actuales, la solidaridad funcional entre unos y otros.-

Para Agustín, la paz es el orden fundado en la concordia, lo que exige esfuerzo, respeto y virtud para reconocer la naturaleza de las cosas. Demanda un orden valorativo, porque la sociedad está compuesta por seres racionales, lo que pide se someta a un entendimiento. Supone la armonía del hombre consigo mismo en su interioridad. Este orden fundado en la concordia jamás será posible a través del dominio del hombre sobre el hombre (2).-

La República surge históricamente como el medio, por el que se buscó poner fin al poder absoluto de los gobernantes, para constituir un poder compartido mediante reglas. Etimológicamente, “res pública”, cosa de todos, búsqueda del interés general y del bien común.-
La República intentó terminar tanto con la violencia del que manda para su provecho, como con la falta de medios legítimos para reclamar y controlar al gobernante por parte de los gobernados.-

Los atenienses llamaron a su constitución isonomía, y los romanos cívitas, o sea la forma de gobierno cuya esencia no es la relación de mando y obediencia, sino el dominio de la ley. Platón nos habla de la República, como forma de gobierno justa; Polibio y Cicerón buscaron un sistema político que no esté sujeto al cambio y la lucha permanente, sino que lograra la armonía mediante la combinación de los principios de unidad, minoría gobernante y de la mayoría, para hacerlo más estable y justo.

Para Agustín: “para saber qué es cada pueblo, es preciso examinar los objetos de su amor. No obstante, sea cuál fuere su amor, si es un conjunto, no de bestias, sino de seres racionales, y están ligados por la concorde comunión de objetos amados, puede llamarse, sin absurdo ninguno “pueblo”. Cierto que será tanto mejor cuánto más noble sean los intereses que los ligan y tanto peor cuanto menos nobles sean. Según esto el pueblo romano es un pueblo, y su gobierno, una República” (3).-

Esta idea atraviesa toda el medioevo: la República como ideal de gobierno justo, teniendo sus encarnaciones históricas en las ciudades que impusieron a los reyes y señores, sus cartas y sus fueros, así como cuando los estamentos sociales tuvieron participación obligatoria en la sanción de impuestos, finalmente en diversos gobiernos comunales cuyos ejemplos más notorios fueron Génova y Venecia.-

Maquiavelo, es quién mejor reconoce dos sistemas contrapuestos: la República y el Principado. Traduciéndolo libremente o es un gobierno compartido por todos los ciudadanos, o es un gobierno de un solo hombre, no sujeto a cuestionamientos éticos, en que la razón de estado justifica los medios empleados.-

Dice Arendt, sin duda haciendo referencia al concepto maquiavélico de poder: “la verdadera sustancia de la acción violenta, es regida por la categoría medios-fin, cuya principal característica aplicada a los asuntos humanos, ha sido siempre, la de que el fin está siempre en peligro de ser superado por medios a los que justifica y que son necesarios para alcanzarlo”(4).-

En su formulación moderna, la República, a través de la evolución del constitucionalismo inglés, y de los fueros continentales europeos, fue imponiendo límites al poder del gobernante, fundado en el reconocimiento de los derechos personales, y posteriormente en el principio de la división de poderes, para asegurarlos. En eso pensaron los nuevos republicanos del siglo XVIII, en la soberanía de la ley, basada en el pueblo, la cual pondría fin al dominio del hombre sobre el hombre, brutalmente ejercido por los monarcas absolutos modernos.-

Madison sostuvo en El Federalista que: “la acumulación de todos los poderes, legislativos, ejecutivos y judiciales, en las mismas manos, sean éstas de uno, de pocos o de muchos, hereditarias, autonombradas o electivas, puede decirse con exactitud que constituye la definición misma de tiranía” (6).-

Entonces una verdadera República, descarta toda acción propiamente violenta, tanto de parte de los gobernantes como de los gobernados. Los conflictos sociales deben ser resueltos mediante la deliberación parlamentaria, en la que los representados procesan sus demandas para hacerlas compatibles con la búsqueda del bien común, y los conflictos particulares, son resueltos mediante un poder judicial independiente.

No puedo dejar de hacer notar, que el tema de la paz no tiene un lugar destacado en autores clásicos como Hobbes, Locke, Rousseau, Montesquieu o Tocqueville, siendo un tema central para Agustín en la Ciudad de Dios; y dentro de la formulación del bien común y el orden social justo para Tomás de Aquino y Suárez. Para Kant, la paz aparece como una cuestión prioritaria en su formulación de la seguridad internacional (6).-

Así también es dable observar, que los principios proclamados por la Revolución Francesa de libertad e igualdad tuvieron numerosas concreciones históricas y jurídicas, no así el principio de fraternidad, emparentado con la amistad social y con la paz, el que no fue operativo (7).-

Es decir, para la República moderna el ideal fundante fue la libertad individual, asegurando la participación igualitaria de los ciudadanos y la división del poder que hiciera imposible la tiranía. Tuvo como consecuencia eliminar la violencia en las relaciones intracomunitarias, pero no buscó la paz como fin explícito. A nivel internacional la competencia entre las naciones, consecuencia del principio de soberanía, llevó a la guerra en numerosas oportunidades, pese al esfuerzo de Kant y ya cercanos en el tiempo, de Kelsen por formular un orden internacional seguro, y en dicho sentido, pacífico.-

Muchas veces se percibió el estado de derecho, como liberal burgués, dicho de otro modo, una forma de domesticar las demandas populares, lo que para algunos volvió a justificar la violencia, estando la República acusada de ser un procedimiento formal y vacío de contenido real.-

Así para Marx, la democracia burguesa era la máscara en la que se escondía el poder de la clase dominante, la que detentaba la propiedad de los medios de producción, y legitima esta situación mediante el uso del estado, transformando sus órganos en un puro instrumento de dominación. Las contradicciones que generaría esta situación, provocaría el cambio violento hacia la dictadura del proletariado primero, y la sociedad sin clases después.-

Desde la derecha política, también fue atacada la República acusada de ser burguesa y fundamentalmente hipócrita, Sorel justificaba la violencia contra la sociedad de consumo y los intelectuales, por ser ambos grupos “parásitos”. Para Paretto, había que destruir mediante la violencia el aburguesamiento de la clase trabajadora, la que se incorpora al “sistema” rápidamente, produciéndose la burocratización de la vida pública y volviendo imposible el cambio.-

Sin embargo, el ideal republicano subsistió, no solo como reconocimiento de las libertades negativas, sino acompañado  como elemento necesario con la democracia como participación popular, y el ideal de las llamadas libertades positivas o sociales, expresión de la igualdad fundamental entre todos los hombres, que no debía ser solamente declamada, sino efectivamente realizada.

Es paradójico que el año 1968 haya sido al mismo tiempo la época en que Sartre proclamaba la violencia como forma de respuesta a la democracia burguesa; la época en que surgieron numerosos movimientos estudiantiles y juveniles, con ideales aparentemente poco claros, pero ciertamente democráticos y antibélicos (con el telón de fondo de la guerra de Vietnman); así como la época de la violenta represión ejercida por las tiranías modernas en Hungría y México; y también el año en que por primera vez se celebró la jornada mundial de la paz, proclamada por Paulo VI.-

La violencia y la paz se enfrentaron cara a cara, por largos años, ad intra de los estados y a nivel mundial.-

En numerosos mensajes, los Pontífices subrayaron la idea puesta de manifiesto por Juan XXIII en Pacem In Terris, de que la paz es un bien que nace del respeto de los derechos individuales y sociales a nivel intraestatal, pero también y necesariamente, internacional. La capacidad de violencia de las nuevas armas de destrucción masiva, impulsó decididamente la condena de toda guerra por parte de la Iglesia.-

Algunos años más tarde, las revoluciones en Europa del Este, que acabaron con el totalitarismo soviético, fueron pacíficas. La búsqueda de la liberación política se fundó en la propia cultura, en la dignidad del hombre y en nuevos movimientos sindicales (Solidaridad hace acordar al ideal abandonado de Fraternidad), pero no en el uso de la violencia.-

Luego de la caída del muro de Berlín, terminó por imponerse la idea de la democracia y la división de poderes, como mejor forma de gobierno, para garantizar tanto la libertad como la igualdad de todos los hombres.-

Lamentablemente se la pretendió instrumentar ideológicamente como un aspecto más del neoliberalismo económico y tecnocrático.-

Inmediatamente vuelve a plantearse el problema del uso de los ideales republicanos a favor de un orden establecido que muchas veces se revela como intrínsecamente injusto. El nuevo Imperio se sostiene en la ideología neoliberal que nos propone una Pax fundada en el libre funcionamiento del Mercado y en el Estado limitado a un rol de Administrador que no interfiera en su funcionamiento.-

Nuevas violencias surgen en el horizonte: el riesgo global, la marginalidad de millones de hombres condenados al hambre, la fragmentación social de comunidades políticas, el flagelo de la droga, el terrorismo fundamentalista, las guerras entre civilizaciones, la persecución del diferente con leyes que atacan al inmigrante, las guerras preventivas libradas por las potencias dominantes, entre otras.-

La violencia resurge, aunque el Imperio pretenda domesticarla, encausarla o se intente transformarla en un espectáculo televisivo.-

Al igual que el ideal republicano significó primeramente la justicia, luego la búsqueda de medios concretos para proteger la libertad del hombre y más adelante su concreción en la justicia social, hoy debe dar respuestas a las amenazas a la concordia social, las más importantes globales e internacionales, que acosan a la familia humana.-

Hoy más que nunca, llegó el momento en que el ideal de la paz, de la fraternidad entre los pueblos, de la amistad social, debe explícitamente formar parte del concepto de República, para que éste pueda ser una respuesta real a los problemas acuciantes y actuales de las sociedades.-

Esto implica normas jurídicas efectivas que hagan realidad la fraternidad social, tanto en el plano interno de los estados nacionales, como a nivel internacional. Para ello resulta imperativo dejar de lado el concepto de soberanía cuasi absoluta propio de la modernidad iluminista, para pasar al concepto de autarquía e independencia de los estados nacionales, propuesto por Maritain (8), lo que hará más factible la exigencia de paz y concordia. Ello acompañado por un derecho internacional que suponga autoridad efectiva.-

El desafío de hoy es crear la “res pública internacional”, sin menoscabo de las identidades políticas y culturales de cada pueblo.-

El ideal republicano como se lo conoce hasta ahora, no alcanza a responder a las necesidades del ciudadano de hoy (9), máxime ante la crisis de los estados nacionales, convertidos para muchos autores, en simples gestores de un Imperio mundial. (10)

A ello se suma la crisis del sistema internacional de seguridad a partir de los atentados del 11 de septiembre del 2001, que pusieron de manifiesto la gravedad del terrorismo a escala mundial, y el uso indiscriminado de la violencia como respuesta por parte de un estado que monopoliza los medios más avanzados y tecnológicos de la guerra.-

Es dentro de este contexto, los valores de la paz y la fraternidad, deben confluir junto a la libertad y la igualdad, en una renovación del ideal democrático, y en su concreción institucional en la República, ahora de alcance mundial, para poder dar respuesta a los cuestionamientos globales a los que se ha hecho mención.-

 La Iglesia, es quién quizá ha establecido un corpus teórico más importante al respecto, a partir de Juan XXIII en su Encíclica “Pacem in Terris” (11), dónde desarrolla una doctrina completa de la política teniendo como valor central la paz, la que se ha completado en las Jornadas Mundiales por la Paz.-

De este corpús teórico, y de las deliberaciones de las Naciones Unidas, podemos distinguir los siguientes principios prioritarios:

La Paz es una necesidad moral que surge de la convivencia entre los pueblos, y por lo tanto es un deber,  siendo su realización posible e incluso ventajosa, la que se logra progresivamente (12).-

Sus fundamentos son la fraternidad universal, el reconocimiento universal de los derechos humanos. La solidaridad entre las naciones, el respeto a la identidad cultural, la cooperación económica y el desarrollo para todos, la prohibición absoluta de la guerra, el cuidado del medio ambiente.-

Estos principios suponen la existencia de autoridades internacionales que fomenten el desarrollo sustentable, que destinen los gastos militares a ayuda internacional, a condonar deudas impagables, que propongan eliminar gastos superfluos, que aumenten la ayuda internacional para terminar con la pobreza absoluta. Es necesaria la gestión solidaria del medio ambiente y la creación de ámbitos para el intercambio internacional, para el diálogo entre las culturas, la prohibición de los monopolios culturales y el ecumenismo.-

Asimismo tribunales internacionales que juzguen los crímenes de genocidio, terrorismo, persecución de minorías, matanzas, represiones a los pueblos, que protejan al inmigrante, ya que no son asuntos internos de cada estado.

Esta propuesta de sumar la paz al ideal de la República, haciendo concreta la fraternidad y la solidaridad, suponen una actitud personal a favor de la paz, que acepte la superioridad de la palabra y la moral sobre la fuerza bruta, el poderío material o económico.

La paz duradera no puede ser sólo impuesta, sino que necesita del consentimiento profundo de los pueblos, del perdón y la reconciliación, los que nacen del corazón nuevo de cada uno, especialmente de quiénes tienen responsabilidades políticas y civiles. Es necesaria desterrar el engaño, el miedo, la imposición y la hipocresía como realidades aceptadas en las relaciones internacionales. Ello lleva a una educación para la paz, que supone inmediatamente gestos fraternos de concordia y diálogo verdadero.-

Finalmente, los máximos responsables de lograr la paz somos los creyentes, quiénes debemos imbuir a la República de dicho valor fundamental, en cuanto nos consideramos hijos de un mismo Padre.-

(1)                            Yves-Calvez, Jean. Política, relaciones con el poder y el derecho, CIAS N° 456.-
(2)                            Agustín de Ipona. La Ciudad de Dios (Obras XVII, 512 y 491).-
(3)                             Agustín de Ipona. La Ciudad de Dios (Obras XVII, 511).-
(4)                            Arendt, Hannah. Crisis de la República.. Grupo Santillana de Ediciones S.A. Madrid. 1983.-
(5)                            Madison, Jefferson y Jay. “El Federalista.-
(6)                            Kant, Emmanuel, “Proyecto de paz perpetua”.-
(7)                            Baggio, Antonio “L ´ idea di “fraternita” tra due Rivoluciozi: Parige 1789- Haití 1791. Piste di recerca per una comprensione Della fraternitá come categoría política. En “La fraternidad” Ciafic ediciones. Buenos Aires. 2004.-
(8)                            Maritain, Jacques. “El hombre y el estado”. “Humanismo Integral”.-
(9)                            Touraine, Alain. ¿Podremos vivir juntos? Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 1996.-
(10)                        Hardt, Michael y Negri, Antonio. Imperio Buenos Aires. Paidos. 2002.-
(11)                        Juan XXIII. Pacem In Terris.
Discursos Jornadas Mundiales por 

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