domingo, 3 de abril de 2011

Se junta la oposición. Por Alfredo Leuco


Varios dirigentes opositores intentan acordar que de la interna abierta de agosto surja un único candidato antiK.

Cómo evitar la reelección de Cristina? Despejar esta incógnita es la gran tarea que tienen los laboratorios teóricos de la oposición del centro hacia la derecha, que están trabajando horas extra y contrarreloj. Hay distintas propuestas para bautizar a esa criatura en ciernes. Algunos hablan de Acuerdo Patriótico. Otros, de Frente por la Libertad. Le tienen terror al mote de “Unión Democrática” con el que seguramente van a ser atacados por el oficialismo y por los que quieren correr por izquierda al kirchnerismo.

Aquel conglomerado juntó 1.200.000 votos y realizó movilizaciones masivas, pero quedó grabado en la memoria colectiva como la máxima construcción del gorilismo o del antiperonismo. La fórmula integrada por los radicales Tamborini-Mosca fue apoyada por un amplio arco ideológico que incluyó a socialistas, demoprogresistas y al Partido Comunista. La boleta Perón-Quijano que se impuso en las urnas en 1946 con 1.500.000 votos también se instaló como una derrota de Spruille Braden, el embajador de los Estados Unidos. De allí, la eficaz consigna dicotómica que se pintaba en las paredes: Braden o Perón.

Un ex ministro peronista que también bucea en el pasado sugiere rescatar el nombre y el espíritu de “La Hora del Pueblo”, que fue multipartidaria y motorizada por Ricardo Balbín y Jorge Paladino, delegado de Perón. Fue la primera concertación plural que sentó en una misma mesa a radicales y peronistas después de la Revolución Libertadora. Algunos historiadores caracterizaron ese hecho como “el fin de la etapa gorila de la UCR”. Creyeron ver suturada para siempre esa herida que hoy parece reabrirse.

Las comparaciones son odiosas y peligrosas, sobre todo porque enfrente de “La Hora del Pueblo” había una dictadura. Pero los impulsores apuestan a reciclar algunos de sus objetivos: recuperar el pleno funcionamiento de la democracia y de los partidos políticos y juntar en un polo a peronistas (federales) radicales, conservadores populares que pretenden referenciar con el macrismo y hasta los socialistas. Aquella movida se parió con un documento de noviembre de 1970 y dos de los operadores actuales pretenden asociarlo con el que firmaron el viernes seis precandidatos presidenciales: Duhalde, Solá, Macri, Carrió, Alfonsín y Sanz.

En el momento de las etiquetas marketineras, quieren confrontar y dar vuelta aquel “Braden o Perón” y decir: “Chávez o democracia”. ¿Se multiplicará la intolerancia si gana Cristina? Un legislador radical dijo que si ella es relegitimada en los comicios, sentirá que recibe un cheque en blanco y de ahí a creerse emperatriz hay un paso. ¿Profundizar el modelo sería imitar a Venezuela? La imagen de Hugo Chávez homenajeado por el kirchnerismo y custodiado por Fernando Esteche, comandante de Quebracho, el grupo mas violento de la Argentina, ¿es un anticipo o el límite?

Los objetivos opositores de mínima son actuar como valla de contención de los desbordes autoritarios del Gobierno, de la inédita utilización de todo el aparato del Estado para perseguir a los que piensan distinto. El huracán Cristina no sólo aparece en las encuestas. También es una locomotora que empuja hacia arriba a los candidatos provinciales y de los pueblos. Es tan potente esa figura y tantos los recursos económicos que reciben los intendentes de la Casa Rosada que, en la práctica, todos los que no son kirchneristas tienden a unirse naturalmente.

 Tratan de juntar sus energías relativas y potenciarlas con experimentos unitarios en algunos casos insólitos. En La Rioja, por ejemplo, hay un candidato a gobernador que es radical, pero que tiene el apoyo de peronistas independientes, macristas y hasta de socialistas. ¿La hora del pueblo? ¿Se encadenan entre sí para que no se los lleve el viento K? ¿No les queda otra que actuar en defensa propia? Por ahora, cada vez que pueden, aparecen juntos: la presentación del libro de Cobos, el homenaje a dos años del fallecimiento de Raúl Alfonsín, el estreno de la obra sobre don Arturo Illia, donde deslumbra Luis Brandoni.

Alberto Iribarne y Eduardo Amadeo coincidieron en reflotar como respaldo argumental de “la más amplia unidad posible” el documento diseñado por Rodolfo Terragno que el 17 de diciembre pasado firmaron casi todo los máximos dirigentes políticos argentinos con excepción del kirchnerismo. Se denominó ‘Acuerdo de gobernabilidad y políticas públicas’ y recogió el aporte técnico de centros de estudios ligados a la UCR, PJ Federal, macrismo, GEN, Coalición Cívica e incluso el socialismo. Los consensos logrados fueron resumidos en cinco cláusulas sobre gobernabilidad, Estado de derecho, seguridad jurídica, transparencia y una agenda común. Se comprometieron a respetarlas desde el Gobierno o desde el llano y hablan de “combatir la inflación, mejorar la inclusión y la seguridad y aumentar la previsibilidad institucional”.

Transformar esa energía en algún mecanismo electoral por ahora es un ejercicio de fantasía o de voluntarismo que hacen algunos legisladores. La prueba está en que lograron juntar las voluntades para el documento de esta semana, pero fracasaron en la intención de presentarlo con una foto conjunta de todos los precandidatos. Hubiera sido un hecho político sorprendente ver a Carrió al lado de Duhalde o a Alfonsín codo a codo con Macri.

Federico Pinedo fue el que logró el milagro de sumar a Lilita. Ella puso como condición hacer referencia a los artículos 36 y 29 de la Constitución. Allí se habilita a los ciudadanos a resistir contra los que atenten por la fuerza contra el orden democrático y a condenar a sus ejecutores como infames traidores a la patria.

En decenas de reuniones bilaterales se fueron jugando posibles ingenierías electorales, aunque oficialmente se ordenó negar esta posibilidad. La más complicada, pero eficaz para enfrentar a Cristina, es convertir la primaria del 14 de agosto en una interna abierta de toda la oposición, que antes debería constituirse en un Frente con el contenido de “La Hora del Pueblo”.

Cada partido competiría con su propia fórmula y todos se comprometerían a apoyar en la primera vuelta al que mas votos sume en esa interna abierta, simultánea y obligatoria. No encuentran otro recurso institucional para intentar unificar en primera vuelta al 60% de los argentinos que no quieren que Cristina siga hasta 2015. Eso habla de la fortaleza de la Presidenta y de la dimensión del desafío.


Fuente: Perfil

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