viernes, 29 de abril de 2011

MOYANO Y MAO. Por Alfredo Leuco

Hugo Moyano podría parafrasear a Mao Tse Tung y decir que el poder nace del camión y no del fusil. Es que supo leer el crecimiento geométrico que tuvo el transporte terrestre y la logística en todo el mundo. Eso lo convierte en el propietario de una fantástica red de venas y arterias por las que circulan la inmensa mayoría de las transacciones del cuerpo comercial argentino. Lo subestiman y no entienden el fenómeno quienes creen que es un simple apretador.

A los 67 años, Hugo Moyano es el sindicalista más poderoso de la historia argentina. Nadie logró semejante capacidad de movilización y organización. Hoy solamente la presidenta Cristina Fernández de Kirchner podría generar un hecho político de dimensiones similares. La posibilidad de producir daño y paralizar la actividad económica del país sumada a su intuición estratégica colocan al líder de la CGT por encima de su admirado José Ignacio Rucci o de Lorenzo Miguel quien llegó a darle algunos consejos. 

El peronismo es, entre otras cosas, el curso mas acelerado de poder real que puede hacer un gremialista. Y Moyano tiene esa idea fija entre ceja y ceja. Todo lo que hace apunta a la construcción de un emporio económico, sindical y político. Los camioneros lo idolatran porque jamás tuvieron los sueldos, los hoteles y los hospitales que disfrutan hoy. Nunca será digerido por la militancia marxista porque rechaza la lucha de clases y porque su activismo juvenil en los grupos de la ultraderecha violenta del peronismo en Mar del Plata lo colocaron en otra vereda. 

Sin embargo, en su estado mayor participan cuadros con más ideología combativa que billetera como Juan Carlos Schmid y Omar Plaini. Son los artífices de una alianza estratégica del moyanismo con expresiones sociales como el Movimiento Evita conducido por Emilio Pérsico, entre otros dirigentes que vienen de Montoneros. Ese maridaje que intenta no repetir la confrontación armada que en los ’70 se saldaba con muertos también explica el nacimiento de la estrella de Juan Facundo Moyano, el hijo que cita a Agustín Tosco y a Rodolfo Walsh.

Como buen camionero, Moyano, sabe equilibrar las cargas y conduce la central obrera con los mas amplios y diversos sectores como los que expresan Julio Piumatto, mas cristinista que Cristina u Omar Viviani (hoy en el Vaticano), el más ortodoxo hombre de acción y reacción, a la derecha de su pantalla, señora. En la imponente movilización obrera faltaron sus enemigos principales, los burócratas propatronales de bolsillos gordos como Oscar Lescano y Armando Cavallieri que fueron, entre otros, el brazo disciplinador social que tuvo el menemismo. 

Hay que decir también que el holding empresarial de Moyano es difícil de empardar. Moyanolandia, lo bautizó Graciela Ocaña. Tal vez ese sea su talón de Aquiles cuando tenga que rendir cuentas ante la justicia por su patrimonio, la mafia de los medicamentos o su vinculación con Covelia, solo por nombrar los rubros más emblemáticos. 

El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey lo caracterizó como “piantavotos” y es cierto que en las encuestas su figura aparece entre las de mayor imagen negativa.
 
Pero allí hay una mezcla de rechazos. Los que desde una mirada republicana repudian su actitud corporativa y patotera y los que desde el gorilismo más rancio y clasista lo discriminan por negro, sucio, feo y malo. La presidenta Cristina Fernández huyó hacia su lugar en el mundo con el argumento irrefutable del dolor a seis meses de la muerte de su compañero de toda la vida. Pero está claro que no quiso volver a tiempo para subirse al palco de Moyano. 

Todos entendieron que estaba mirando las encuestas. Cada día tiene intenciones más explícitas de seducir a la clase media para consolidar el triunfo electoral que todos vaticinan. Moyano deglutió el sapo del desplante y al día siguiente le pagó con la misma moneda: faltó al acto en la Casa Rosada. La pulseada con Cristina y con quien sea recién empieza. Moyano quiere ser presidente y que los trabajadores lleguen al poder. Ese camión no tiene frenos.



fuente: Continental

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