miércoles, 13 de abril de 2011

La política y el ánimo hacen dudar a Cristina Kirchner. Por Joaquín Morales Solá

Imagen de blog Taringa

Cerca de ella, algunos funcionarios comienzan a sentir los síntomas de la ansiedad. Cristina Kirchner no da ninguna señal, audible ni visible, de que haya tomado una decisión sobre su candidatura a la reelección. Circulan versiones que brotan del entorno familiar sobre una supuesta renuencia suya a ser candidata en octubre. La única conclusión posible, hasta ahora, es que no hay especulación electoral cuando ella dice que está pensando seriamente si le conviene, o no, optar por la reelección. Es lo que sinceramente está haciendo. Esas reflexiones presidenciales mezclan tanto asuntos afectivos como políticos.
El próximo mandato presidencial, sea de quien fuere, será una carga muy pesada. La economía está postergando decisiones que sólo pueden ser postergadas gracias a un orden económico mundial amable con los países emergentes. Ejemplo: Paraguay creció durante 2010 un 15 por ciento, casi el doble del crecimiento real argentino. Aquí, un gasto público que llegó al récord histórico y una inflación cada vez más empinada obligarán al próximo gobierno a tomar decisiones que el kirchnerismo no quiso tomar nunca. La fórmula que propone más consumo y más aumentos salariales puede servir para disimular los estragos de la inflación, pero no son remedios permanentes para el incesante aumento de precios. Los dos Kirchner se negaron siempre a las recetas medianamente ortodoxas, aunque Néstor Kirchner fue, hay que reconocerlo, más estricto con el gasto.
Dicen que Cristina Kirchner no desconoce los trazos gruesos de esos desafíos, aun cuando para entreverlos debe saltar sobre la valla del optimismo perpetuo de su círculo más íntimo. La visión de la Presidenta es, con todo, más política que económica. Aprendió de su esposo que un mandato sin reelección a la vista, aunque sea como una posibilidad, es un juego suicida. "La posibilidad de la reelección debe estar siempre", le insistía el ex presidente cuando debió convencerla de que aceptara la candidatura presidencial de 2007. Era ella la que no estaba segura de si había llegado su hora o de si, por el contrario, su marido debía intentar su propia reelección. El argumento de Kirchner era que él se convertiría en un presidente débil, en caso de ser reelegido, y que luego le costaría imponer a su esposa como candidata del peronismo.
Esa línea de pensamiento tiene su correlato con la realidad. Ya hay varios neokirchneristas que se están anotando para la carrera presidencial de 2015, que podría comenzar el próximo 11 de diciembre si ese día asumiera de nuevo Cristina Kirchner. De hecho, el triunfante gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, ratificó públicamente su decisión de ser candidato presidencial dentro de cuatro años. Otros siguen, como él, ese camino.
Para muchos de ellos, el 11 de diciembre próximo concluirán sus compromisos políticos: Néstor Kirchner ya no está y Cristina comenzaría, si fuera reelegida, su último mandato constitucional. Sucederá entonces una intensa lucha interna por la candidatura del peronismo luego del kirchnerismo. Aunque seguramente ningún peronista hará nada para debilitar a la Presidenta en los primeros años, lo cierto es que la sola competencia entre otros para sucederla eclipsaría el liderazgo político de Cristina. El haz de luz del poder peronista comenzaría a desplazarse hacia otros rincones del escenario.
Nadie imagina, con todo, que Cristina Kirchner esté pensando en jubilarse de la política. Al revés, las encuestas actuales le asegurarían un futuro después del próximo período, porque podría volver con la célebre reelección en las manos. Esta posibilidad también forma parte de sus actuales cavilaciones.
Ese combate entre el presente y el futuro, entre lo efímero y lo durable, encontraría a la Presidenta después de diciembre, en cambio, lidiando con el sindicalismo más poderoso del que se tenga memoria. Ningún otro dirigente sindical construyó, como Hugo Moyano, tanto poder político, sindical y económico. El problema es que Moyano no está conforme con lo que tiene y siempre quiere algo más. ¿Para qué empujó una fórmula peronista en Salta, alternativa a la de Urtubey, y por qué consiguió el apoyo de Cristina a semejante aventura, que terminó en un estrepitoso fracaso? Es probable que la propia Presidenta haya considerado que era mejor condicionarlo a Urtubey, pero el ensayo le salió mal de la mano de uno de los dirigentes más impopulares de la Argentina, como también lo es Moyano.
Moyano y los Kirchner son ya indivisibles. Ni Cristina tendrá nunca la posibilidad de romper abiertamente con el jefe cegetista, por la historia común de alianzas y complicidades que existe entre ellos, ni Moyano podrá recrear jamás un acuerdo parecido con otros exponentes políticos, aunque sean peronistas. La dura ofensiva verbal de Urtubey contra Moyano es el ejemplo más módico, tal vez, de lo que sucederá entre el líder sindical y cualquier expresión política que no sea puramente kirchnerista.
Moyano tiene en sus manos la paz social, como las llamadas organizaciones sociales controlan el espacio público. Cristina Kirchner, al fin y al cabo una señora con reflejos de la clase media argentina, sabe que el desorden público no puede ser un remedio para siempre. Pero ¿está ella en condiciones de imponer cierta disciplina a esas organizaciones a la que su esposo les dio vida, recursos y también poder? Siempre podrá hacerlo, aunque deberá pagar un precio político por ello que nadie sabe si está dispuesta a desembolsar.
Versiones seguras agregan que los hijos de la Presidenta aspiran a tener una madre con más tiempo que la que tuvieron hasta ahora. Esa vieja aspiración de los Kirchner más jóvenes habría aumentado desde la muerte del padre. Empresarios que habitan en el corazón kirchnerista suelen dar fe de esa posición de los hijos y de las vacilaciones de la Presidenta frente a su reelección. Todos señalan que, en caso de rechazar la candidatura, el heredero de Cristina podría ser el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, el único político cercano al kirchnerismo con buenas mediciones de opinión pública.
El círculo presidencial más político e ideologizado sostiene la posición contraria: el kirchnerismo sólo podría sobrevivir con Cristina y con nadie más. "Un modelo político debe permanecer más allá de las personas", dijo Cristina la semana pasada, cuando se autoproclamó una líder "temporal, absolutamente temporal". Pareció un mensaje por elevación a quienes creen que sólo un Kirchner cultivará y protegerá al kirchnerismo.
fuente: La Nación
Notas relacionadas
Un cuadro de baja presión obligó a la Presidenta a cancelar su agenda

No hay comentarios:

Publicar un comentario