domingo, 3 de abril de 2011

La oposición corre sus límites. Por Joaquín Morales Solá


Los límites, imprecisos aún, de las probables alianzas electorales están ahora en el centro del debate interno de la oposición. Reuniones secretas, conversaciones en voz baja y trascendidos apenas audibles rondan sobre qué deberían hacer los antikirchneristas. Están frente a un gobierno con creciente apoyo social, pero cada vez más radicalizado. El duro documento del viernes, en el que se juntaron firmas que nunca estuvieron juntas, fue, quizás, un ensayo para eventuales acercamientos más prácticos.
La primera constatación a la que llegó la oposición es que han dejado de existir, por ahora al menos, los tres tercios en lo que se repartía hasta hace poco el electorado. Uno de esos tercios, el del oficialismo, ha crecido, pero mucho más han descendido los otros dos tercios de la oposición, que ya no son dos tercios. Estos estaban formados por el arco no peronista y por el peronismo disidente.
La segunda constatación que conmovió a la oposición, aunque no lo diga, es que Cristina Kirchner pasa por su mejor momento político desde que accedió personalmente al poder. Arropada por un porcentaje importante de la sociedad, que no está dispuesta por ahora a ver los muchos y peligrosos errores de su gobierno, la Presidenta se beneficia también de la falta de alternativas políticas. Ella cosecha en sectores sociales conformes con el alto nivel de consumo. La economía soporta una inflación alta, pero compensada con aumentos salariales y créditos. El equipo de campaña de Cristina es una máquina que produce hasta cuando ella duerme.
Tal vez los actuales halagos electorales ni siquiera sean obra del equipo ni de su jefa. Nadie en el campo contrario es candidato presidencial definitivo, las eventuales alianzas se demoran y la fragmentación prevalece sobre los acuerdos posibles. Hasta los radicales, que son los que mejor administran sus disidencias internas, están divididos en dos bandos. En ese contexto, en el que jugaron también los significativos atropellos a las libertades de los últimos tiempos, se inscribió el documento de anteayer. El documento sería poco si se quedara sólo en ese documento , adelantó un dirigente opositor.
La importancia de esa carta no sólo radica en su texto, inusualmente duro, sino también en la categoría de los firmantes. Nunca antes se habían visto las firmas conjuntas, en un mismo papel y con las mismas ideas, de Elisa Carrió, de Mauricio Macri y de Eduardo Duhalde. Las rúbricas de los radicales Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz y del peronista Felipe Solá eran más previsibles porque se trata de sus ideas, pero también porque no tienen grandes resquemores con el resto de la dirigencia política. Si hubiera un próximo presidente no kirchnerista a partir de diciembre, saldría de entre esos dirigentes. La presencia de Francisco de Narváez contiene otro mensaje: es el único político que le ganó una elección a Néstor Kirchner.
El instante que vive la democracia argentina es muy grave. Macri dijo hace unos días que es el peor momento de la democracia desde 1983. Habría que hacer una conveniente precisión: es el peor momento de una democracia que se devalúa a sí misma. Peor que este momento fue, sin duda, el desafío de los militares carapintadas que tuvieron en vilo a la democracia entre 1987 y 1990, pero eran ataques exógenos al propio sistema democrático. La diferencia es que ahora es la propia democracia la que deprecia la democracia.
¿Cómo explicar de otro modo que la distribución de los dos principales diarios argentinos haya sido bloqueada y que uno de ellos, Clarín, no haya podido llegar a sus lectores? La ministra de Seguridad, Nilda Garré, rechazó una invitación de una comisión parlamentaria para que informara sobre la inacción policial en aquellos bloqueos. La decisión es inexplicable por dos razones. La primera tiene que ver con la más elemental noción de convivencia entre los poderes democráticos. Una ministra que se precie debe rendirle cuenta de sus actos al Parlamento. La segunda razón es el argumento en sí mismo: el episodio del domingo pasado fue un "conflicto sindical" y no una agresión a la libertad de prensa, dijo.
Aun cuando hubiera existido ese conflicto (que Clarín desmintió públicamente), los problemas laborales tienen numerosas instancias para resolverse o no, incluido el derecho de huelga, pero ninguna incluye el acto violento de unos pocos que consiguieron clausurar de hecho un diario. ¿Por qué, además, si se trató sólo de un conflicto en Clarín, la policía permitió que se bloquearan los talleres de La Nacion durante tres horas cruciales para su distribución?
El documento opositor no se refirió sólo a las desdichas de la prensa, que son muchas. Pidió también el cumplimiento de las decisiones judiciales, que el Gobierno esquiva alegremente cuando le conviene. Antes se enojaban con nosotros, pero ahora directamente no cumplen nuestras resoluciones , se oyó en la cumbre del Poder Judicial. Tanto es así que los jueces de la Corte Suprema prevén hacer en los próximos días una visita a la ribera del Riachuelo, que el tribunal ordenó sanear, sin suerte hasta ahora. También mandó que se trasladara a los ocupantes de dos villas miserias que se levantaron sobre la ribera del Riachuelo y que consumen plomo cotidianamente. Una ocupación ilegal de viviendas impidió ese traslado. El Gobierno no cumplió ni la resolución del juez, que dispuso el desalojo del barrio ocupado, ni la de la Corte Suprema, que ordenó alejar a esas familias de la contaminación permanente.
Los radicales Alfonsín y Sanz son los que más han avanzado en el análisis de una vasta alianza electoral con miras a octubre. Ambos incluyen en sus reflexiones a Macri y a De Narváez, aunque todavía no bosquejaron la ingeniería electoral que los acercaría a ellos. Alfonsín piensa en una amplia coincidencia de demócratas contra propuestas autoritarias, pero quisiera tener cerca también a los socialistas y a Pino Solanas. Todo es posible, pero hay cosas menos probables que otras.
Sanz es más específico: importan sobremanera la Capital y la provincia de Buenos Aires; es decir, Macri y De Narváez. A ninguno le pasó inadvertido que el Gobierno juega con todas las armas que tiene, aunque éstas incluyan a Menem y a Saadi. Nosotros no podemos perder el tiempo haciendo depuración ideológica , dijeron cerca de Sanz, quien considera indispensable también contar con un acuerdo con Carrió. Carrió no descartó una alianza con los radicales, pero no acordará a cualquier precio.
La decisión de Sanz de pasar la elección interna al 14 de agosto obstaculizó objetivamente cualquier negociación, porque el interlocutor radical es todavía una incógnita. Pero Sanz es un hombre político que sabe que los conflictos de la vida pública tienen siempre una solución política.Soy un hombre de mi partido y no haré nada que perjudique al radicalismo , dijo en la tarde del viernes. Abrió, así, la puerta para un diálogo.
El propio Sanz habló en los últimos días con Duhalde, con Macri, con De Narváez y con Felipe Solá. Duhalde se mostró al mismo tiempo junto a Alfonsín en la recordación del aniversario de la muerte del padre de éste. Macri tiene buena relación con varios radicales y con Duhalde, con Solá y hasta con Carlos Reutemann. Macri avanza con hechos consumados hacia su candidatura presidencial: ¿para qué haría un concurso de talentos entre Gabriela Michetti y Rodríguez Larreta si pensara en él mismo para la reelección en la Capital? ¿Puede haber un proyecto común entre Duhalde y los socialistas? A Duhalde le sería posible coincidir con Macri y con los radicales, pero ¿todos ellos conseguirían acordar con Carrió? ¿Al lado de quiénes quedarían Pino Solanas y los socialistas? Los socialistas no firmaron el documento del viernes, pero es cierto que los invitaron tarde. Solanas rechazó, en cambio, aparecer al lado de algunas firmas.
Las cosas sólo han comenzado y nadie sabe, a ciencia cierta, cómo terminarán. Ningún juego en política tiene el final cantado de antemano, pero un buen principio es la aceptación, aunque sea implícita, de que las cosas, tanto en la oposición como en el escenario público, basculan ahora entre lo malo y lo peor.
fuente: La Nación

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