jueves, 12 de mayo de 2011

Restricciones coordinadas para crear un discurso único. Por Adrián Ventura


Las constantes violaciones a la libertad de prensa tienen un costado no analizado: esas restricciones son tantas y tan bien coordinadas que ni el Congreso ni el Poder Judicial son eficientes para ponerles límite.
Días atrás, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) visitó la Argentina y expresó su preocupación por la situación que atraviesan los medios en el país. Lo importante de aquel informe no fue esa afirmación sino el hecho de que los ataques son sistemáticos, es decir, están planificados para lograr el control de los medios.
La primera pregunta es qué puede hacer el Congreso y qué está haciendo. El Congreso podría modificar la ley de medios, por ejemplo. Hay varios asuntos que desnaturalizan la ley que sancionaron en 2009, como los bajos límites que pusieron a la acumulación de canales, cables y radios, que tienden a fracturar a tres o cuatro grupos para crear pequeñas unidades más fácilmente controlables desde lo político.
El diputado de Pro Federico Pinedo presentó un proyecto para regular a los proveedores del servicio de Internet (ISP), con el fin de crear un marco regulatorio que establezca responsabilidades sobre los contenidos publicados en la Web. Pero no parece que tenga sentido en la Argentina embretar al Congreso en ese tema y, por otro lado, desentenderse de las consecuencias que esta trayendo la aplicación de la ley de medios.
Luego de haber participado en la misión de la SIP, Julio Muñoz, director ejecutivo del organismo, terció en un debate en la Universidad de Florida sobre la regulación de Internet y señaló que la preocupación en América latina y en la Argentina, en estos días de crispación, no pasa por Internet, sino por las restricciones múltiples y coordinadas que se impusieron a los medios.
Cuando los ataques son tantos y tan reiterados, el Gobierno de turno termina imponiendo las inconstitucionalidades por vía de saturación: los jueces no pueden hacer mucho para controlarlas, sea porque dejaron de ser independientes, por miedo o comodidad, o porque directamente terminan aceptando la contradicción de que se puede construir una democracia con menos libertad.
La Nación

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