sábado, 21 de mayo de 2011

La insólita historia de la foto de Néstor y Cristina. Por Carlos M. Reymundo Roberts


Parece que la señora Cristina vio la foto publicada en LA NACIONanteayer y se mordió los labios de envidia. Con motivo de los 200 años del ejército uruguayo, el Pepe Mujica había logrado retratarse junto a los cuatro presidentes que lo antecedieron en el período democrático que empezó en 1985: Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle, Jorge Batlle y Tabaré Vázquez. Todos aparecían sonrientes, felices, orgullosos. Un fotón, qué duda cabe. El Pepe los había condecorado, además, por sus "relevantes servicios" a esa fuerza durante el ejercicio de sus mandatos.
¿Un ex guerrillero tupamaro, que en los años 70 fue detenido y torturado por el ejército, agradeciendo a otros presidentes lo que hicieron por ese ejército? A la señora todo eso le pareció demencial, pero cuando vio la foto hizo las cuentas y ordenó: "Quiero lo mismo acá. Junten a los ex presidentes para el 25 de Mayo. En la Casa Rosada".
A los que la escuchaban -un puñadito, como siempre- se les heló la sangre. El primero de una larga serie de argumentos en contra fue que los uruguayos lo pudieron hacer gracias a que no había elecciones a la vista. "Nadie se presta a esa movida en medio de una campaña", dijo uno. La Presidenta, que siempre ve más lejos que su gente, le respondió: "Nosotros vamos a hacerlo precisamente porque estamos en campaña. Hay que taparse las narices, posar y empezar a contar los votos. Con esa foto no hay segunda vuelta, se los aseguro. ¡Seré la primera presidenta de la historia argentina que reúne a sus antecesores!"
Estaba tan entusiasmada que no entraba en razones. Por de pronto, ¿a quiénes había que convocar? ¿A Ramón Puerta, que apenas estuvo unas horas y todavía le dura el miedo? ¿A Adolfo Rodríguez Saá, que estuvo una semana y no dejó macana por hacer? "No. No voy a poner a dos insignificantes a mi misma altura", asestó la señora. También rechazó el argumento de que podían servir para distanciarla a ella, en la foto, de los más indeseables, como Duhalde o Menem.
Llevaban un rato hablando, cuando alguien recordó que se la debería llamar a Isabelita, presidenta constitucional y, por si fuera poco, última esposa de Perón. Cristina, acaso la presidenta peronista menos peronista, se opuso terminantemente. Las fuentes que filtraron esta historia de la foto me pidieron por favor que no revelara las razones que expuso la jefa para esta negativa, por considerarlas impublicables. Pero me las contaron, y estoy de acuerdo: son impublicables.
Siguieron analizando la lista. De la Rúa. Uno preguntó si todavía vivía en el país. Otro, si seguía peregrinando por los tribunales, porque no le parecía oportuno que la Presidenta apareciese al lado de un acusado o procesado. Y un tercero bromeó con que ahora trabajaba para Tinelli, imitándose a sí mismo. La señora dijo que lo quería bien cerca en la foto, para que la gente pudiese comparar.
Menem. Las consideraciones respecto del riojano fueron de lo más variadas. Por supuesto, reflexionaron sobre si cabía invitar al que entronizó al neoliberalismo, al rabioso privatizador, al de las relaciones carnales con Estados Unidos, al símbolo de los nefastos años 90. Pero también asumieron que desde hace tiempo es un buen aliado en el Senado, que le deben favores y que acaba de declarar que la Presidenta ya tiene ganada la reelección. "Mal que nos pese, hoy es más leal que mucho de los nuestros", se escuchó. "Y no nos sale tan caro." Primó la idea de invitarlo, pero advirtiéndole que a último momento debía dar parte de enfermo, como hace en el Senado cada vez que la Casa Rosada se lo pide.
Duhalde. Tremendo dilema. El más odiado, el enemigo activo, el mismísimo demonio. La Presidenta tomó la palabra. Explicó que se lo llamaba por necesidad, que para ella iba a ser un gran sacrificio y que por eso mismo quería dejar bien claras las condiciones: convocarlo a último momento, ponerlo en el lugar más alejado, prohibirle abrir la boca y hacerle saber que cuanto más rápido se fuera, mejor.
El debate les llevó más de cuatro horas, y si la iniciativa no fue descartada rápidamente por inviable se debió a que, testarudona como es, la Presidenta había dicho que quería esa foto sí o sí. Que iba a ser un himno a la democracia y una aspiradora de votos.
Pero a la hora de hacer las cuentas concluyeron que, de los seis ex presidentes que aún viven, cuatro no iban a estar: dos por falta de mérito (Puerta y el Adolfo), uno por razones que no se pueden publicar (Isabelita) y otro por prescripción más ideológica que médica (Menem). De los otros dos, De la Rúa no era una apuesta segura y Duhalde, con las condiciones que se le iban a poner, tampoco.
-Cristina -le preguntaron-, ¿le parece hacer tanto barullo para que sólo vengan uno o dos? Va a ser una foto un tanto desvalida, ¿no? Salvo que, como postrer homenaje, de fondo pongamos un gran póster de Néstor. El llena todo.
La respuesta fue terminante.
-Al diablo con los ex presidentes. Como siempre digo, en este país no te dejan ser democrático. El 25 pongan una bandera, cuelguen el póster y avísenme cuando esté todo preparado. En la foto vamos a salir Néstor y yo. Los demás no existen.
Fuente:La Nación

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