sábado, 5 de marzo de 2011

Cavilaciones en el ocaso de Julio De Vido

RECORDANDO AL ODONTÓLOGO HÉCTOR CÁMPORA




Los jóvenes que privilegia Cristina buscan espacios y los viudos de Néstor resisten como pueden. En tanto, la gestión del Estado sigue provogando interrogantes. Conducir una sociedad no es hablar con histrionismo ante la Asamblea Legislativa. Es bastante más que eso.


por ROBERTO GARCÍA
 
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Diario Perfil). Tanto evocar al peronismo de los '50 (ni hablar de los '70, las formaciones especiales y el éxtasis que promoverá el recuerdo del dentista Cámpora este 11 de marzo) que, por fin, hasta pueden replicarse situaciones de aquella década lejana. 
 
Al perseguir Guillermo Moreno a los economistas y consultoras, multarlos y eventualmente prohibir que brinden información estadística sobre los índices de inflación, algunos de los damnificados han imaginado una salida que, en materia radiofónica, ya tuvo antecedentes: montar en el Uruguay el servicio que Moreno veta en la Argentina y, desde esa tierra protegida, trasladar por Internet la peligrosa información sobre precios y costo de vida. Como hizo la “contra” desde Colonia en aquellas épocas ya remotas del primer peronismo en el poder, cuando se limitaban las expresiones políticas por la radio.
 
Con las prohibiciones suelen ocurrir desenlaces desagradables. Ya lo dijo Amado Boudou días atrás en el exterior: cuando se trata de intervenir y contener artificialmente los precios, se contrae la oferta. 
 
El sabio ministro de Economía debió haber usado ejemplos de esa perversión ocurridos en el mercado de carnes o el de la energía de su país. Pero, claro, como tantos argentinos, afuera procede distinto que adentro: en Miami nadie excede los límites de velocidad. 
 
Son mínimas perlas: el listado de desencuentros y contradicciones, en los últimos 15 días, son superiores, casi más graves. 
 
Y la pregunta obvia florece: ¿se trata de una estrategia desde la cúpula del Gobierno estimulando ataques que luego se mitigan si encuentran resistencias o, por el contrario, estos episodios se generan por el voluntarismo felpudista de aquellos que deciden saltar por cuenta propia al carecer de diálogo, control o conducción con la máxima autoridad? Conviene revisar el cambiante fenómeno.
 
Primero, hay que reparar en un cambio en las frecuencias que solían acercarse a la Presidenta: hay ausencias notables del sector empresario en relación con los tiempos de Néstor en vida. Algo semejante ocurre con los cuadros sindicales. 
 
Por supuesto, esa desatención se expresa también con los intendentes bonaerenses. A cambio, figuran como un entourage de la dama, medianamente impenetrable, la caparazón de Carlos Zanninicomo presunto numen intelectual y Oscar Parrilli, en sólido ascenso como burócrata organizador y hasta consejero; persiste el guardián Héctor Icazuriaga, ahora sin otras colaboraciones personales del organismo que preside (tan habituales con el finado), la rodean además el ministro Boudou yDiego Bossio, convertido en un profesional de las encuestas por la cantidad que contrata, tan interesado en el tema que hasta incorporó a uno de esos especialistas privados en la conducción de la Anses.
 
En esa cintura cósmica, ya no aparece Julio De Vido y nadie cree que se eclipsó por razones de salud. No es menor la cercanía de prometedores treintañeros ascendentes (varios, en directorios de compañías privadas como enviados de la Anses, con sueldos restrictivos, pero con posibles e infrecuentes ventajas), capitaneados por el desarrollador de La CámporaWado De Pedro, alineados con quien maneja la pauta publicitaria oficial, Juanmanuelito Abal Medina, el “mexicanito”, aspirante a número dos de Cristina y factotum –dicen– de la próxima visita de Cristina a México, para instalarse quizás en la casa del empresario megamillonario Carlos Slim
 
Quizás la mandataria le reclame alguna mirada inversora sobre la Argentina, no sólo visitas frugales (como las de su hija) para interesarse en el arte y circular sin custodios por las calles porteñas, donde nadie lo conoce, alternativa imposible en su país. Si consiente en trasladar fondos y empresas al país, distintos grupos de su rubro habrán de ponerse nerviosos. No sólo Clarín.
 
La influencia de este entorno en Olivos, más algunos secretarios personales, ¿es lo que determina en la gestión una estrategia de avances y retrocesos (teoría maoísta de avanzar dos pasos y retroceder uno)? 
 
O, quizás, ¿el fenómeno contradictorio del Gobierno se manifiesta por falta de conducción, instrucciones o cierta dispersión del poder? Veamos una última hilera de episodios para envolvernos en el tema:

Caso Vargas Llosa. La Presidenta debió cuestionar la actitud de sus colaboradores intelectuales que iniciaron una campaña para impedir la llegada del escritor peruano, bloquear su titularidad en la Feria del Libro o denostarlo por sus arrebatos contra los Kirchner (y los votantes de la Argentina). Ella entendió, como no lo entendieron los militares, que un país no suele beneficiarse peleándose con un premio Nobel. Así bajó los rugidos.
 
Caso Filmus. Luego de enviarlo al húmedo sótano y descalificarlo en los medios K como posible candidato del oficialismo, aparte de auspiciar otros postulantes (como el favorito Boudou o el siempre listo Carlos Tomada), hubo alguna jornada de reflexión. Y de pronto lo rehabilitaron como eventual aspirante a la jefatura porteña. Así pareció admitirlo ella misma en su discurso en el Congreso. Claro, las encuestas no reconocen a los dos elegidos previamente en Olivos, por lo tanto se regresa al paciente Filmus, hombre con piel achicharrada por venir de un partido en el que las sevicias del kirchnerismo son rasguños menores.
 
Caso Scioli (l). Lo avanzaron con las colectoras (o listas de adhesión) que le quitarán votos para hacerse reelegir. En su ayuda, también perjudicados, clamaron los intendentes. Se suspendió la ofensiva, medió Hugo Moyano. La relación entre el gobernador y la Presidenta era ríspida. Ella le habilitó una sonrisa. Tensa tregua.
 
Caso Scioli (II). Formidable despliegue en su contra por el control del área de Seguridad (y los negocios adyacentes). Ministros, asesores, colaboradores y simpatizantes mostraron diferencias presuntamente ideológicas con el gobernador, la ofensiva parecía alimentada en Olivos. Le querían vaciar la cartera a Scioli, le imputaron negocios, vincularon a empresarios y hasta empleados de esos empresarios con ciertos contratos, se empecinaron en reemplazar a Casal por Arias Duval. Scioli corcoveó por primera vez. Y Cristina hizo retroceder a quienes le rinden tributo, incluyendo a su ministra Garré: habló bien de Casal. Casi insólito.
 
Caso Télam. Su principal directivo autorizó un despacho hiriente contra la oposición, además de un panegírico sobre CFK, como si la agencia oficial fuera la secretaría de un partido político. Desde Presidencia voltearon el engendro. Ella mandó parar la fiebre y mostró disgusto.
 
Caso re-re. Se extendía la especie de una reforma constitucional para convalidar la perpetuación de Cristina. Inclusive, hasta alguna vocera oficial confirmó la pretensión luego del vaticinado triunfo en octubre. CFK se apartó de ese sino controversial, hizo chistes, a muchos les hubiera gustado que su respuesta fuera más convincente. Aún así, contuvo la vocación eterna de sus fieles.
 
Podría abundarse en otros ejemplos de errática conducta o propósitos desmesurados luego corregidos por una voz superior. La duda persistirá: ¿estrategia deliberada o voraces del poder que, por quedar bien con el trono, saltan al vacío porque nadie los instruye? Falla de quien no manda o carece del tiempo necesario para ocupar todos los espacios. 
 
Ni la mandataria esclarece ese comportamiento. Más bien, resuelve mientras camina, neutraliza señales inconvenientes y se concentra en ordenar que haya créditos hipotecarios antes de las elecciones, algún remedo semejante para alegría de las pymes (no sólo para algún multimillonario con tasa subsidiada de un organismo oficial), entusiasmo líquido para captura del voto. Legítimo, como en gobiernos anteriores: la gente entiende cuando le hablan con el bolsillo.

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