jueves, 17 de marzo de 2011

La Argentina Violenta Marcos Aguinis 2009.wmv


Ya no alcanza con la denuncia y la queja

Las enfermedades, tanto biológicas como sociales, tienen un período de incubación. No estallan de súbito. Esto también se aplica a una patología gravísima llamada violencia que, en la Argentina, está levantando más temperatura inflacionaria que la económica.

Hace años que se predica en el desierto contra su peligro creciente, que se exigen correcciones eficaces al amplio abanico de su etiología múltiple. Hace años que se mencionan los factores que la alimentan: anomia, pobreza, desocupación, policía desacreditada, justicia garantista, droga, corrupción en todos los niveles e intereses políticos espurios.

Ni por asomo hay una política de Estado contra la inseguridad, que ya debía haberse puesto en el comienzo de todas las agendas. Ocurre que tampoco hay política de Estado para ningún sueño argentino. Ni para la educación, ni para la salud, ni para recuperar las corrompidas instituciones, ni para estimular las inversiones que abran nuevos puestos de trabajo, ni para un desarrollo sin coimas, ni para lograr la pacificación de los espíritus, ni para dar majestad y credibilidad a la Justicia, ni para realizar una eficiente reforma política, ni para aumentar la seguridad de los ciudadanos.

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Esta carencia evidente y ensordecedora, llena de culpables, diluye la esperanza nacional. Por eso miles de millones de dólares argentinos huyen mensualmente de nuestro país y por eso huyen los jóvenes y los mejores hacia otros rincones del planeta.

Los debates de gallinero que caracterizan los últimos años de la política argentina no han incorporado la exigencia de poner en marcha políticas de Estado. Ninguna. Así como se negó la amenaza de la crisis energética, y se negó el siniestro regreso de la inflación, se negó que la inseguridad deba ser objeto de un tratamiento raigal.

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Desde ideologías gatopardistas -con maquillaje progresista, pero el trasero adherido a poltronas arcaicas- se han bloqueado los tratamientos de fondo con la excusa ridícula de no "criminalizar la pobreza". ¿Criminalizar la pobreza? ¿No hay pobres honestos y de sólida moral? ¿no hay ricos ladrones y asesinos? ¿Los carteles de la droga están en manos del proletariado? ¿Somos tan giles para tragarnos semejante obviedad?

Abundan maniobras para hacer impune el delito, como el uso de menores de edad, por ejemplo. También es predominante la sensación de que la Justicia se ocupa de proteger al delincuente más que al ciudadano, para no ser acusada de fascista o reaccionaria.

El resultado fatal es que la ciudadanía se esconde en la cárcel de sus domicilios (violables, además), mientras los delincuentes dominan la calle.

El garantismo se justificaba cuando fue necesario devolver derechos institucionales a los argentinos, por haber sido objetos de la prepotencia estatal. Pero una vez recuperada la democracia, importa que la Justicia sea Justicia. Sin privilegios ni discriminación. Y que siempre un delito sea penalizado por una sanción. Esto bloquearía la reincidencia y serviría de profilaxis.

Las villas miseria no sólo contienen dolor, familias desmembradas, violaciones, incesto, desnutrición, alcoholismo, sida, armas y droga. Son Estados dentro del Estado. Una falsa solidaridad quiere protegerlas, lo cual equivale a proteger la eternización de su marginalidad. Es la ideología populista que, tras consignas de un progreso que nunca llega, mantienen pobres a los pobres e ignorantes a los ignorantes, así los pueden manipular, comprarle los votos y llevarlos de las orejas a sus actos políticos.

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Los legisladores dignos deben cerrar los caminos de la impunidad. Deben forzar la construcción de una política de Estado inteligente que ataque los afluentes múltiples del delito. Deben hacerlo rápido y bien. Deben ocuparse de formar una nueva, moderna y confiable policía, que sea respetada y respetable. Pero, hasta lograrlo, tienen que poner al servicio de la ciudadanía gravemente amenazada, todas las fuerzas de la Prefectura y la Genadarmería. No alcanza con la denuncia y la queja. El país les grita a sus representantes: ¡acción!

Marcos Aguinis
http://www.aguinis.net/articulos_plantilla.php?v=172

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