domingo, 12 de junio de 2011

Contraperiodismo. Por Jorge Fontevecchia

¿Borges en 6, 7, 8? Se cumple el 25º aniversario de la muerte
de Jorge Luis Borges una semana después del Día del
Periodista. Lo recordamos con humor.

El Día del Periodista, la Academia Nacional de Periodismo otorgó la Pluma de Honor a una ex compañera de la redacción de la revista Noticias de los años 90, Norma Morandini (días después sorprendió siendo candidata a vice de Binner).
En su bello discurso ella dijo: “¿Qué pasó para que en nuestro país, en las vísperas de celebrar los treinta años de democracia, no se haya incorporado aún a la prensa como un valor inherente al sistema de libertades?”.
“Si con los agravios se cancela la libertad de opinión y con la propaganda se reemplaza a la información –continuó Morandini– se corre el riesgo de que como en el poema de Pessoa sobre el simulacro, simulamos tanto que vivimos en democracia que se nos hace creer que es democracia lo que en realidad es un régimen de poder personalista y por eso, autoritario. (...) Y eso es lo que nos pasó: condenamos la dictadura, pero no desmontamos la cultura autoritaria que la sustentó.”
Y agregó: “Hoy existe libertad, se nos enrostra desde el poder oficial como si se tratara de una concesión generosa del gobernante. Efectivamente: existe libertad, pero se castiga la opinión. ¿Pero quién tiene ganas de verse expuesto a las burlas, los insultos y las descalificaciones de aquellos que ostentan poder, o utilizan los medios del Estado para insultar o ridiculizar a los que piensan de manera diferente? La estrategia de la descalificación personal, el insulto, la burla, ha sido sumamente eficaz como censura, ya que al cancelar el debate plural se impide que se configure el espacio público de las opiniones, ese pacto verbal, fundamento de la democracia. Ser honesto, decir lo que se piensa, se ha convertido en un acto de coraje, lo que revela una sociedad amedrentada”.
El Día del Periodista y el eco de las palabras de Morandini en la semana en que se cumplirá el 25º aniversario de la muerte de Borges permitieron la humorada que ilustra esta columna: imaginar a Borges en el lugar de Sarlo en 6, 7, 8. El chiste también permite preguntarse qué hubiera sido de la incorrección política de Borges en estos tiempos de “periodismo militante”. ¿Qué habrían dicho de él? ¿Que habría dicho él de ellos? O si las burlas, las descalificaciones personales y los insultos de la propaladora oficial habrían modificado en algo su discurso...
En su momento Borges dijo: “Los peronistas son gente que se hace pasar por peronista para sacar ventaja. Detesto a los comunistas, pero, por lo menos, tienen una teoría. Los peronistas, en cambio, son esnobs”.
En otro, un joven lo ayuda a cruzar la 9 de Julio; en mitad de la avenida, el joven le dice a Borges: “Yo soy peronista”. Borges respondió: “¡No se preocupe!, yo también soy ciego”.
En el libro El palabrista, el periodista Esteban Peicovich  recopiló frases de Borges. Algunas de ellas servirían para responder un imaginario ataque de 6, 7, 8: “No creo en la agresión por cuenta propia. Detesto las polémicas, trato de estar de acuerdo con mi interlocutor. En una reunión, un señor se mostraba continuamente agresivo conmigo. Eso duró media hora. Entonces le dije: ‘Vamos a suponer que usted me ha insultado, que me ha dicho lo que suele decirse de la madre del interlocutor a quien se quiere injuriar. Vamos a suponer que usted me ha escupido. Todo esto lo damos por supuesto. Inclusive que usted me ha abofeteado. Después de esto, ¿no le parece que podemos seguir conversando tranquilamente? Yo he aceptado todas sus injurias, yo no he hecho nada, me he achicado todo el tiempo. Ahora hablemos’”. Recuerdo una historia del doctor Henderson, en el siglo XVIII, creo. Estaba discutiendo Teología en Inglaterra y alguien le arrojó un vaso de vino a la cara. Henderson se enjuagó y dijo: “Esto es una digresión. Sigo a la espera de sus argumentos”.
¿Qué clase de periodismo es este contraperiodismo oficialista? En Microfísica del poder,  Michel Foucault escribió: “La humanidad no progresa lentamente, de combate en combate, hasta una reciprocidad universal en la que las reglas sustituirán para siempre la guerra; instala cada una de esas violencias en un sistema de reglas y va así de dominación en dominación. Y es justamente la regla la que permite que se haga violencia a la violencia, y que otra dominación pueda doblegar a aquellos mismos que dominan. En sí mismas las reglas están vacías, son violentas, no tienen finalidad; están hechas para servir a esto o a aquello; pueden ser empleadas a voluntad de éste o de aquél. El gran juego de la historia es quién se adueñará de las reglas, quién ocupará la plaza de aquellos que las utilizan, quiénes se disfrazan para pervertirlas, utilizarlas a contrapelo, y utilizarlas contra aquellos que las habían impuesto; quién introduciéndose en el complejo aparato, lo hará funcionar de tal modo que los dominadores se encontrarán dominados por sus propias reglas”.
¿Habrán leído Microfísica del poder los estrategas del contraperiodismo?

fuente: Perfil

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