viernes, 29 de julio de 2011

Sobre los "intelectuales" kirchneristas. Por Pepe Eliaschev


 
Editorial en FM Identidad
Buenos Aires, 23 de julio de 2011 - Es un momento adecuado para poner negro sobre blanco, algunas precisiones con los llamados intelectuales y su rol en la vida política argentina. Va de suyo que si hablo de “llamados intelectuales”, es porque pienso que los medios han hecho uso y abuso de un concepto al que han terminado banalizando, al etiquetar como “intelectuales”, gruesamente, a una comunidad de personas que en muchos casos reúne, sí, a intelectuales, en el sentido más preciso y riguroso del concepto, pero que se nutre también de una población de profesores, docentes y universitarios a los que no sé si es demasiado correcto o creíble denominar intelectuales.
Lo digo sobre la base que el concepto de intelectual se debe aplicar a aquel que es capaz de crear, razonar, reflexionar y pensar de modo original, aportando conocimiento, definiciones, conceptos e informaciones que eleven y mejoren lo, hasta ese momento, conocido. Llamar de manera gruesa “intelectuales” a un colectivo, cuyo común denominador es haber pasado por carreras universitarias me parece un exceso y no se limita solamente a los de una colectividad ideológica.
 
Pero, claro, puntualmente el fenómeno de la adhesión de intelectuales a una causa política, cobra particular notoriedad y actualidad, sobre todo, a los esfuerzos que ha realizado el Gobierno y que han sido exitosos, desde su punto de vista, para rodearse de una especie de cinturón de protección que funciona comointelectual orgánico del Gobierno. Cuando digo Gobierno, estoy hablando de los ocho años de continuidad que tiene la Argentina a partir del 25 de mayo de 2003 y hasta este preciso instante. Ese cinturón de protección, se ha ido construyendo sobre la base de una actividad muy intensa, en la cual estos llamados “intelectuales”, han tomado una posición no solamente comprometida con un determinado momento de la vida, sino con un gobierno en particular.
 
Cuando se pretende reivindicar el apoyo de este tipo de personas al Gobierno, ellos suelen asociarse o identificarse con los intelectuales comprometidos de Europa durante el siglo XX y dan el ejemplo del compromiso que tuvieron muchos intelectuales franceses con el movimiento de independencia nacional de Argelia. Pero aquello fue una adhesión a una causa, no a un gobierno.
 
Un dato notable de los llamados “intelectuales” kirchneristas, es que ellos han adherido a lo que denominan una causa, pero desde una ubicación y colocación esencialmente estatal. Ahora, si uno minuciosamente detalla los ejes centrales de lo planteado por quienes se denominan intelectuales kirchneristas, advertirá que se apoyan, esencialmente, sobre tres grandes ejes: una definición del Gobierno, una definición de la oposición y una definición de los medios de comunicación masiva.
 
Respecto del Gobierno, o sea del kirchnerismo, sostienen que ha transformado de la manera más profunda a la sociedad argentina y que ha acometido exitosamente una reparación social inédita. Respecto de la oposición, y en este caso puntual de cara a la segunda vuelta del domingo que viene respecto del gobierno de Mauricio Macri, han diagnosticado que privatiza, destruye y segrega.
Y respecto de los medios de comunicación, objeto central de su campaña, de su vindicta y a menudo de su odio, sostienen que estos medios son hegemónicos, distorsionan y “capturan las palabras”.
 
Hay un dato importante a tener en cuenta cuando se analiza el discurso de los llamados intelectuales kirchneristas; trabajan solo y exclusivamente desde el Estado, a través de las diferentes maneras que ha tenido el Gobierno para incorporarse a la batalla, que ellos denominan cultural. No hace falta necesariamente ser un funcionario del Gobierno, como lo es, por ejemplo, el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González. Revistas, programas de radio, programas de televisión y puestos oficiales han ido generando una suerte de nomenclatura, en la que los fondos del Estado son los que garantizan directa, o indirectamente, como a través de la publicidad a los medios kirchneristas, el sustento de estos propagandistas del Gobierno.
 
Al analizar puntualmente estos tres ejes, cabe preguntarse, cuando se diagnostica al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ¿en qué consistiría la veracidad del argumento según el cual se trata de lo que ellos denominan, una “derecha privatizadora y destructora”? Para apelar a una pregunta de cuño casi periodístico, ¿qué ha privatizado el gobierno de Mauricio Macri? ¿Qué empresa o actividad que estaba en manos del Estado porteño, ha pasado a manos privadas en estos cuatro años? Ustedes saben que la respuesta es obvia: ninguna.
 
¿En qué consiste lo privatizante de Macri? ¿Y cómo se compara este supuesto privatismo de Macri con el privatismo concreto que el peronismo aplicó durante la década del 90? Aquellos gobiernos de Carlos Menem fueron apoyados consistentemente por el matrimonio Kirchner hasta, por lo menos, 1996. ¿Cuál es el privatismo del gobierno de Macri y cuál fue el privatismo real del gobierno de Carlos Menem apoyados largamente por el matrimonio Kirchner? Este sería un primer concepto.
l otro concepto que me parece importante destacar es cuando hablan del carácter destructor del gobierno de Macri. Sería importante en este punto plantearse con rigor, y sin pasión hormonal, ¿en qué consiste lo destructivo, qué se ha destruido? ¿A qué se denomina carácter destructor?
Por otro lado, es llamativo que desde un gobierno que todavía insiste en llamarse justicialista, se hable de la imposición de una hegemonía. O sea que para el discurso, por ejemplo, de Carta Abierta, el macrismo habría “impuesto” una hegemonía. Ahora, si el macrismo ha impuesto una hegemonía a la ciudad, la sociedad porteña ¿qué es? ¿Ganado?
 
¿Con qué elementos de juicio se puede explicar o dar cuenta de que un gobierno, como el que actualmente tiene la ciudad de Buenos Aires, es el resultado de una “imposición”? ¿En qué consistiría esa imposición? ¿Cómo son llevados a votar y a decidirse por sus opciones, no solamente los porteños sino también los santafecinos, por ejemplo, y seguramente los cordobeses?
 
Estos son datos llamativos, porque -supuestamente- la soberanía política, la soberanía del pueblo, el derecho político y civil ha expresarse y tener sus propias autoridades, es un reclamo tradicional, de todos los movimientos progresistas, y del peronismo en particular.
 
Por otro lado, el ataque a los medios ya alcanza ribetes ridículos. Por ejemplo, Carta Abierta, a propósito de la divulgación de su enésima asamblea autocrítica, sostiene ahora que sus palabras fueron brutalmente capturadas por los medios. ¿De qué manera fueron capturadas? Me hace acordar esto a la vieja inquina del stalinismo con la libre circulación de las ideas. ¿Cómo no hubieran sido “·capturadas” esas palabras si esa asamblea de Carta Abierta hubiera estado cerrada al público? ¿Qué fue lo que dijo en definitiva, por ejemplo, Ricardo Forster? “La ciudad está perdida”, dijo Forster. “Ha votado un votante mezquino, cuentapropista”, dijo y luego usó una palabra particularmente peligrosa, por alguien que lleva un apellido como Forster: habló del voto de los “tenderos”.
La pregunta es, ¿cómo denominaría, por ejemplo, a la oligarquía santacruceña que desde la década del ‘70, cuando comenzaba la dictadura militar, funcionó como cuentapropismo brutal, armando una riqueza multimillonaria que es, a todas luces, evidente. Recuerdo que en oportunidad de una visita que le hizo a “Le Doy Mi Palabra”, Ricardo Forster dijo, con todo candor, que a él le gustaría que los Kirchner no fuesen tan ricos. Pero lo que a él le gustaría o no es lo de menos: ¡son muy ricos! Ahora, ¿por qué a ellos no los llama “tenderos” o cuentapropistas y a los porteños que votaron a Macri sí son cuentapropistas y tenderos?
 
Hay, en definitiva, una abdicación de la tarea intelectual. No pueden ser intelectuales quienes se denominan militantes, porque la militancia, con todo lo que tiene de noble y vitalizante en el sistema democrático, discrepa, contradice la noción de intelectualidad. Como ha enseñado la tragedia del comunismo, el socialismo realmente existente terminó aniquilando la libertad de pensamiento. Trostky fue asesinado por Stalin porque el régimen comunista verdadero, el régimen soviético, era esencialmente excluyente de la libertad de pensamiento. La noción de militancia e intelectualidad son una contradicción en términos.
 
Estos son algunos de los datos que quería aportar a la hora de discutir un fenómeno, que sigue siendo muy actual y notable y que, me temo, va a tener vida muy corta, porque el llamado movimiento intelectual, del que se ha rodeado el kirchnerismo, es un fenómeno puramente político y puramente estatal. No existiría sin el presupuesto y la decisión política del actual Gobierno.

©pepeeliaschev
Emitido en FM Identidad

2 comentarios:

  1. http://www.pepeeliaschev.com/audios/

    ResponderEliminar
  2. Sin ánimos de ponerme en defensor K (bastante lejos por cierto)pero, ¿no es ésta una discusión ya planteada durante esa "interesante" década que fueron los 60, más precisamente en Francia? A ver, el intelectual que milita no deja de ser "intelectual". En ese caso Sartre, Foucault y media escuela de frankfurt no entrarían en esta categoría. Y si, marcharon por un movimiento, aún así eso no impidió la llegada del socialismo al gobierno francés, que fue vista por cariñosos ojos.
    No estoy realizando un paralelismo con la Argentina actual, pero esto del intelectual no militante termina resonando a posmodernismo pseudopositivismo...
    Saludos

    ResponderEliminar