sábado, 2 de julio de 2011

Urgente: hay que kirchnerizar a River. Por Carlos M. Reymundo Roberts


Como todo el mundo sabe (y si no, que se enteren), soy kirchnerista y de River . En ambos casos, fanático. Como está a la vista, el Gobierno no hace otra cosa que darme alegrías, y River, inconmensurables tristezas. Por eso, lo primero que me surge preguntar es por qué River no se kirchneriza un poco. Por qué Passarella, que nos hundió en el descenso , no aprende de la señora Presidenta, que nos está llevando al reino de los cielos.
A ver, no es tan difícil. Parecen muy distintos porque él es de derecha y ella recontra progre, pero en el fondo tienen muchas cosas en común. Por de pronto, la vecindad. Ella vive en una flor de quinta en Olivos y él, en una flor de quinta en San Isidro. Los dos tienen un buen pasar. El se dio el lujo de afrontar el campeonato más importante en la historia de River sin técnico (Jota Jota López), y ella, de emprender el tramo más difícil de su mandato sin jefe de Gabinete (Aníbal Fernández).
El no tenía equipo, y ella tampoco. El se resistió a poner la economía del club, que está quebrado, en manos de expertos, y ella puso el Ministerio de Economía en manos de Boudou.
El contrató en enero de 2010 a una consultora internacional (KPMG) para que hiciera una auditoría de las cuentas de River, y sólo anteayer, como escudo ante las críticas, dejó ver una puntita de esa investigación. Ella contrató al FMI para que nos ayudara a medir la inflación y nunca nos enteramos de cuál fue su consejo. Trascendió, no obstante, que el Fondo recomendó no medir más los precios, sencillamente porque éste es un país sin inflación.
El (bueno, River) tiene una deuda monstruosa que no paga. Ella (bueno, el país) tiene una deuda que tampoco termina de pagar.
El está sospechado de connivencia con la barra brava . Ella lo tiene a Moreno. El no da conferencias de prensa y elige a los periodistas con los que quiere hablar. Como ella.
En Cristina, la impronta personal es definitiva. Nada se hace sin su permiso. Concentra todo el poder. Como Passarella.
Al presidente de River uno lo imagina muy cercano a las ideas de Carlos Menem, al que seguramente habrá votado. A la Presidenta uno no la hubiese imaginado nunca cercana a Menem, pero ahora lo está: en las próximas elecciones de La Rioja, el que vote por Menem estará eligiendo a un senador kirchnerista.
Después de descender, Passarella declaró que River había ganado el campeonato económico y que será un suceso en el Nacional B. Después de perder las elecciones de 2009, nuestro gobierno dijo que en realidad había ganado. En ambos casos, no hubo ocultamiento o desfiguración de la realidad, sino un optimismo a prueba de bala.
El Káiser acaba de decir que si es por el bien de River, está dispuesto a reunirse con el presidente de la AFA, Julio Grondona, su archienemigo. Cristina se alió con Grondona para sacarle la televisación del fútbol al Grupo Clarín, su archienemigo.
El dijo que está dispuesto, en esta emergencia, a abrir sus brazos para "recibir propuestas y consejos". Recibir propuestas y consejos es, como todos sabemos, el deporte favorito de Cristina.
El reveló que, después del descenso, se encerró para llorar. Ella también llora, si bien no se encierra.
Por cierto, no estamos ante dos almas gemelas. Hay muchas, muchísimas cosas que los diferencian. Por ejemplo, él, que se ha pasado meses sin mostrarse ni abrir la boca, dice que lo suyo no es hablar sino trabajar, mientras que en el caso de ella, su principal trabajo es hablar. Iluminarnos con su palabra.
El, soberbio, no reconoce errores y por estas horas discursea como si fuera el presidente del campeón del mundo. Ella, en cambio, odia mencionar sus éxitos y ha hecho del mea culpa una forma de vida.
Passarella detesta a la oposición y los opositores lo detestan profundamente a él. En el caso de Cristina, nada la hace más feliz que abrirse a otras expresiones políticas y al diálogo. Tampoco las circunstancias son parecidas. La Presidenta gozó y goza de un viento de cola extraordinario, mientras que Passarella se encontró con un vendaval que lo llevó a la cola de la tabla.
De todos modos, insisto con mi propuesta. Hay que kirchnerizar a River. Ese es el mandato de la hora. River tiene que practicar un Fútbol para Todos, estar muy atento al relato de los partidos, hacerse amigo de los jueces, cooptar periodistas, comprar a los rivales, asociarse con Grondona y encarar la B Nacional como si fueran las elecciones de octubre: con la mentalidad del que ya ganó.
River tiene que vencer en primera vuelta porque el ballottage, como acabamos de ver, le sienta pésimo. Tiene que pedir que sus partidos sean transmitidos por la cadena nacional. Y, por supuesto, si las cosas van mal, muy mal, tiene que hacer algo con la tabla de posiciones. Un rushtipo Indec.
Qué bien hace Passarella en buscar un diálogo con la Presidenta. Allí puede estar el principio de la resurrección. Ojalá que Cristina se apiade de él y de todos los hinchas de River, que retribuiremos el favor dándole nuestro voto en octubre. ¿Qué le pedimos? Volver a Primera mediante un decreto de necesidad y urgencia. Señora, River es el año 2001. Es que se vayan todos. Señora, háganlo otra vez: reescriban la historia.
fuente: La Nación

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