viernes, 31 de diciembre de 2010

Brindemos: el país está mucho mejor. Por Carlos M. Reymundo Roberts



YA se sabe: el fin de año es tiempo de balance. Yo hice las cuentas (no las mías, las del país), y me dan bien. Muy bien. Por supuesto, muchos vincularán este resultado con mi reciente conversión al kirchnerismo: "¡Vendido, ahora todo te parece bien!" No voy a responderles. Mejor dicho, sí les voy a responder, pero no con palabrerío. Con hechos. Estas son mis cuentas.
Inseguridad . Es cierto que aumenta la delincuencia, pero el fenómeno no ha sido bien analizado. En un país que viene creciendo a fabulosas tasas del 8 o 9 por ciento anual, es lógico que todo crezca un poco. Si hay más asaltos es porque hay más plata en la calle. Si todos fuéramos pobres, no tendríamos qué robarnos. Hay un festival del dinero y, en el fondo, la delincuencia es una forma -un tanto brusca, pero muy efectiva- de distribución de la riqueza. Hasta Nueva York, la capital del capital, sufrió este flagelo y tuvieron que llamar a Giuliani para que la cosa no se desbordara. Acá, el trabajo se lo encomendaron a la Garré. Su primera orden fue que los policías enfrentasen sin armas a los vándalos, con lo cual no contribuirá a combatir la inseguridad, pero será una firme candidata al Premio Nobel de la Paz.
Invasión de tierras . Este es, a mi juicio, otro tema no debidamente evaluado. Yo veo la ocupación de predios como una manifestación más del fenómeno de la vida country . Nada de estar apretujados en densas concentraciones de cemento: la gente busca verde, busca espacios abiertos, un hábitat menos deshumanizado. Y cuando los vecinos de los terrenos invadidos protestan, no es por temor a ser rodeados por villas, sino por envidia. Piensan: cómo no se nos ocurrió a nosotros. Se ha hablado de una guerra de pobres contra pobres. Nada de eso: el Indec dice que cada vez hay menos pobres. Este es un enfrentamiento de ricos -por ejemplo, los que tienen sus edificios de cara al parque Indoamericano, que es el Palermo del sur de la ciudad- con nuevos ricos, que también aspiran a tener ese privilegio.
Inflación . Reconozco que este tema me tiene harto. Y dale que dale con la inflación. Por Dios, inflación era la de Alfonsín, de 300% diario. Ahora, en el peor de los casos, hay 25% anual. ¿Cuál es el problema, si también hay inflación de sueldos? A todos nos los ajustan eso o más que eso, gracias a Moyano. En un país donde todo se protesta, ¿alguien vio alguna vez un piquete o una manifestación contra la inflación? Hasta los del FMI vinieron, le hicieron una tomografía computada al Indec y se fueron bien calladitos porque no tenían nada que decir. Insisto con mi teoría: en un país que crece y crece, los precios no quieren ser menos. Pero no es grave. Grecia, Irlanda y España se derrumbaron y no tenían inflación. Algún día le levantaremos una estatua a Moreno, en la que no estará encima de un brioso corcel, sino de los precios.
Escasez . Es verdad: no hay nafta, no hay billetes y no hay luz (y en cualquier momento no va a haber más presos, porque se los roban de las cárceles). La explicación es muy sencilla. No hay nafta porque cada vez se venden más autos. No hay billetes porque, ¡por fin!, hemos llegado al Primer Mundo y la gente se maneja con dinero plástico (tarjetas) y cheques, y porque son millones las personas que hacen sus compras por Internet. El dinero papel es un viejazo. Huele a naftalina. En lo personal, yo hace años que no veo un billete de 100 pesos, aunque todos me aseguran que siguen existiendo. Y la explicación de por qué no hay luz no es económica, sino política: se trata de un complot de Duhalde, Macri y el Partido Obrero, los destituyentes de siempre. Pero los argentinos lo tienen muy claro: prefieren estar a oscuras que con esos iluminados.
Relaciones exteriores . A través de Twitter, Héctor Timerman ha llegado más lejos que ningún otro canciller en la historia del país. Nada de embajadas, cuyo mantenimiento además es carísimo: don Héctor acorta camino con un intercambio digital que es la envidia de todas las diplomacias del mundo. Y al ser público, neutraliza a WikiLeaks.
Congreso . No ha sido un año feliz, pero por culpa de los opositores. Tenían la mayoría, podían manejar el Congreso, y no lo hicieron. Es decir: no saben ser oficialismo.
Gabinete . El jefe de los ministros, Aníbal Fernández, que siempre ha sido un modelo de creatividad, ahora también lo es de resistencia. Le han sacado hasta la secretaria y el hombre sigue allí, enhiesto. De una persona a la que no le importa haberse vuelto tan insignificante siempre hay que esperar algo grande.
Comunicación . Gracias a los discursos de doña Cristina, verdadero adalid del relato posmoderno, este año el Gobierno se ha entendido directamente con la gente, sin la intermediación traicionera de la prensa. Mientras que a todos los políticos les gusta transar, rosquear, a ella le gusta hablar. Cuando la veo así, desviviéndose por un micrófono, me resulta enternecedora. Gobernar pueden gobernar muchos, pero hablar como habla ella, ninguno. Y ninguna.
Aunque esta contabilidad podría seguir, creo que no hace falta. Es una galería de hechos irrefutables. Miro el país y lo veo de pie, caminando, firme, orgulloso.
Alcemos nuestras copas para despedir el fructífero año que se va y recibir el que viene. ¿Cómo?? ¿Que no hay copas? ¿Que no hay champagne? ¿Que no vino nadie al brindis? Qué bárbaro: Duhalde y Macri son incorregibles. 

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