domingo, 18 de septiembre de 2011

HUMOR POLÍTICO: Medianoche en París con la Jefa.


Por Alejandro Borensztein


París es una ciudad plagada de historias que han marcado la cultura occidental. Desde el Jorobado de Notre Dame a la Resistencia francesa, desde el mayo del 68 a “Los Miserables” de Victor Hugo . Woody Allen acaba de sumar otro fascinante relato. Según cuenta en su última película, “Medianoche en París”, en una esquina del barrio de Montmartre, justo a la medianoche, suele aparecer un auto antiguo que te transporta al pasado visitando bares, restaurantes y fiestas privadas donde es posible encontrarse con Dalí, Picasso, Cole Porter, Capote , o más atrás en el tiempo aún, con Toulouse Lautrec o Gauguin, participando de veladas que gestaron buena parte de la cultura contemporánea. Obviamente, todo esto es muchísimo más interesante que ir a cenar con Timerman .
Sin embargo la primera noche de este viaje de la Compañera Jefa, no pudimos evitarlo. El Canciller había reservado una mesa en un conocido restaurante al que habitualmente concurren turistas millonarios con sus respectivos gatos , que se llama “La Maison du Caviar”. Nada más inapropiado para una delegación del gobierno que ocupa el campo nacional y popular . En todo caso, era un lugar más adecuado para ir con el Compañero Menem. Me refiero a aquel Menem que era menemista, culpable y feo . No al de ahora que es kirchnerista, inocente y lindísimo .
El menú arranca con una entrada de caviar de beluga a 300 euros los 50 gramos. O sea, 1.800 mangos el plato . Sólo para dar una idea, 50 gs equivalen a 6 SUGUS confitados. Yo te consigo los 50 gramos de caviar en Carrefour (que también es francés) a sólo 200 pesos. Además, lunes y martes, con la tarjeta 365 de Clarín, tenés el 10% de descuento . Yo comprendo que ningún funcionario kirchnerista puede andar con la tarjeta monopólica , pero teniendo en cuenta que hay tantas tarjetas (está la tarjeta naranja, la verde, la plateada 365 de Clarín, la azul del Club La Nación), no entiendo qué esperan los medios de la falange escrachadora oficialista para ir sacando la suya. Ya tengo el nombre: tarjeta Camisa Negra .
Después de mirar el menú, el secretario Zannini y el vocero Scoccimarro decidieron cortar por lo sano y simplificar el pedido: un par de provoletas de entrada para ir picando, dos entrañas bien a punto, milangas con puré, fresco y batata, café o Cachamai, y una vuelta de Fernet para todo el mundo . Se ve que en la cocina no entendieron la comanda porque los platos no llegaron nunca.
La Jefa se disculpó.
“Me voy al hotel a preparar la lista de consejos que le tengo que dar a Nico” , dando por descontado que todos entendimos que hablaba de Sarkozy . Saludó y se retiró a sus aposentos.
Pese al cansancio, el clima era bastante distendido. Hay poca tensión política. Despejada toda duda sobre la reelección, sólo resta saber quiénes son los funcionarios que se quedan en el barco, quiénes se bajan en el puerto y quiénes serán arrojados a los tiburones . En principio, en el puerto se bajan Amado, Aníbal y Domínguez que cambian del Poder Ejecutivo al Poder Legislativo, aunque viendo cómo viene la mano, el cambio será mínimo: los dos poderes se van a parecer muchísimo . Después están los ministros irreemplazables (no los nombro para no quemarlos) y por último los que están en capilla. Entre ellos el canciller, que aprovechó el viaje para jugar todas sus cartas usando el clásico repertorio: la reverencia, el besamanos, el milady milady, los twitters de autobombo y los ya tradicionales insultos y acusaciones a los periodistas , incluidos aquellos con los que trabajó durante años. Cuesta adivinar si será por todo esto que ella lo va a dejar adentro, o será por eso mismo que lo va a tirar por la borda .
El otro ministro que vino (como siempre de incógnito, por supuesto), fue el Compañero Aníbal, que no se pierde un viaje. Esta vez apareció disfrazado de corista del Moulin Rouge . La pollera larga roja con enaguas blancas y botitas cortas le quedaban monísimas. Duró poco. Al primer can can que intentó, se desgarró el isquiotibial derecho . Tiene para dos meses y se pierde el resto del campeonato.
A la segunda cena que el Canciller organizó en “Le sorête du pate foie” , le rajamos todos. La Compañera Jefa enfiló para la famosa esquina de la película, en Montmartre. La seguimos en patota. Al llegar la medianoche, apareció un viejo autobús de los años 30 . Mujeres fumando con boquillas, hombres con sombreros. Subimos todos. La Jefa estaba ansiosa: “Quiero ver la historia personalmente” . El chofer anunció: “¡Próxima parada, Argentina década del 90!” ¡Oooh, sheet!! Yo pensé que veríamos los comienzos de Edith Piaf, y este idiota nos va a llevar a una festichola menemista con música de Ricky Maravilla . De pronto aparecieron las imágenes de los Kirchner encadenados a un pozo petrolero protestando por la venta de YPF y tras cartón vimos a la Jefa en distintas situaciones; negándose a firmar la reforma constitucional del 94 que habilitaba la reelección de Menem, parada en su banca a los gritos denunciando los indultos , licitando medios en Santa Cruz para democratizar todas las voces provinciales, anulando la reelección indefinida y más atrás, enfrentando a Luder cuando aceptó la autoamnistía militar del 83 y acompañando a Alfonsín en los juicios, entre otras. A lo lejos se vio a Boudou escapando de una reunión de la UCeDe a las puteadas por las políticas neoliberales . Las imágenes pasaron a toda velocidad y al ratito nos depositaron otra vez en la mágica esquina de Montmartre. La Jefa nos miró a todos como diciendo “¿vieron que era como decimos nosotros?” , y se fue al hotel a prepararse para la premiación de las Abuelas, mientras en Buenos Aires parte de la oposición hacía el papelón de abrirle las puertas del Congreso a un filibustero de Porsche y avión privado , en lugar de citar a los dementes que, sin ningún control, le dieron la guita del Estado con la que el tipo armó semejante zafarrancho.
Entre la bruma parisina vimos venir a Woody Allen relojeando nuestro desconcierto. Me animé a decirle: “Me parece que la historia no fue así” . Volvió sobre sus pasos y repitió la frase final de su película “Manhattan”: “Estas son las ventajas de la ficción. En el arte uno trata de hacer que las cosas sean perfectas, porque en la vida real es imposible lograrlo " . Mientras se alejaba nos regaló otra frase: “La historia la escriben ustedes, como se les de la gana . Yo sólo pongo la esquina” . Un genio.

fuente: Clarín

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