jueves, 13 de enero de 2011

Figuras nuevas, políticas viejas. Por Carlos Pagni


Lanzada a la carrera por la reelección, la Presidenta se está empeñando en operar un lifting sobre su viejo gabinete. La designación de Juan Manuel Abal Medina como secretario de Medios de Comunicación es la manifestación más reciente de ese afán.
Aunque con variaciones, la remodelación sigue un criterio bastante uniforme: promueve a náufragos del Frepaso o a jóvenes reclutados por esa versión paródica e incruenta del montonerismo llamada La Cámpora. Como con cualquier lifting , la intención es borrar el paso del tiempo. Regresar todo lo que se pueda a la transversalidad inaugural, es decir, a aquella etapa en la que el kirchnerismo disimulaba ser una nueva máscara del PJ para presentarse como el heredero exitoso de la empresa de modernización política que había sucumbido junto con la Alianza.
Las noticias cotidianas conspiran contra el rejuvenecimiento. Ayer se reabrió el conflicto con el campo, igual que tres semanas atrás habían vuelto los cortes de luz. La inseguridad, la inflación, los desbordes sindicales o las denuncias de complots cada vez más inverosímiles son los síntomas recurrentes de que la agenda del Gobierno está muy envejecida.
La señora de Kirchner insiste en buscar la fuente de Juvencia siempre fuera del PJ. La selección del personal privilegia a, como ella misma dice, "jóvenes que sean, como yo, cuadros técnicos universitarios". Abal Medina está cortado por esa tijera, igual que el director de la Anses, Diego Bossio; el ministro de Economía, Amado Boudou, o la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. Hay otros rasgos del nuevo secretario que impulsaron el ascenso: además de ser un politólogo ilustrado, poco conflictivo, con un apellido de resonancias setentistas, Abal tiene buena relación con Máximo Kirchner, y contó con el afecto y la cercanía de Néstor Kirchner, un mérito insuperable, hoy, en Olivos. Por si faltara algo, viene del Frepaso, igual que Nilda Garré, otra estrella de la hora, que fue pareja de su padre.
La procedencia extrapartidaria enriquece en estos días cualquier foja de servicios. La Presidenta intenta corregir el giro que le impuso Kirchner a la política oficial cuando, en 2008, se replegó sobre las filas del PJ. Aquella jugada fue la respuesta a un dato contundente: los votos que llevaron a su esposa al poder en octubre de 2007 procedían, en su mayoría, del conurbano bonaerense y de las provincias del Norte, es decir, de una demografía que controla desde siempre el peronismo. Cristina Kirchner, que nunca se sintió cómoda en ese encierro, busca ahora un escape en el nuevo diseño de su equipo. Sólo un ministro, de los relevantes, resiste esa tendencia. Es Julio De Vido, que cada vez que puede infiltra en el gabinete de su jefa, de tanto en tanto, a algún dirigente del PJ. Juan José Mussi y Arturo Puricelli son plantas de ese vivero.
El cambio de figuras no promete, sin embargo, un cambio de políticas. Abal intentará envolver en un discurso más articulado una relación con la prensa cuyo carácter faccioso y, por momentos, persecutorio se revela sobre todo en la arbitraria y muy poco transparente distribución de la pauta publicitaria del Estado. Alfredo Scoccimarro, subsecretario de Gestión de Medios, será el garante de esa continuidad de fondo.
Presupuesto
Si con el reparto de los avisos se pretende disciplinar a los medios, con la concentración del presupuesto en la nueva Secretaría se aspira a encuadrar al propio gabinete. Cristina Kirchner, que como casi todos los miembros de su grupo identifica política con propaganda, está convencida de que el manejo de recursos publicitarios propios dotaba a muchos subordinados de una inconveniente autonomía en las relaciones con la prensa. Esa sospecha ha llegado a límites insólitos. Hay funcionarios condenados a la intemperie por no ser criticados de manera suficiente por los medios con los que el Gobierno se muestra enemistado. Jorge Taiana, por ejemplo, perdió la Cancillería por esa razón. Conclusión: unificar la caja de los avisos es, para la Presidenta y para la eminencia gris de su equipo, Carlos Zannini, unificar el poder.
La acción de estos vectores reconfigura el tablero interno. Aníbal Fernández perdió otro monto de influencia. El había fantaseado con cogobernar los fondos de la publicidad cuando, aliado a Scoccimarro, arrinconó al ex presidente de Télam, Martín Granovsky -entre ellos, sólo quedó un puente sano: un voluminoso dirigente de la UCR porteña con oficinas en la calle Esmeralda-. La designación de Abal, un aliado de su enemiga Garré, terminó con esa ensoñación.
Como la imaginación de Fernández es capaz de transformar derrotas en victorias, el jefe de Gabinete encuentra en el nuevo cuadro algún detalle alentador. Algo de razón tiene: Abal no pudo darse el gusto de reemplazar a Fernández y, así, vengarse de algunos viejos desaires. El consuelo sirve de muy poco. El jefe de Gabinete sabe que el adversario del que en serio debe cuidarse es el ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Aníbal Fernández ha perdido casi todos los botones de su poderosa botonera. Sólo le queda un hombre propio, que está en problemas. Es Julián Domínguez, el ministro de Agricultura. Desde ayer Domínguez quedó expuesto a esa guerra que, en teoría, él venía a liquidar. Guillermo Moreno le ganó la partida. Las manipulaciones del secretario de Comercio en el mercado de granos exasperaron a los productores y consiguieron lo que se creía imposible: reunificar a la Comisión de Enlace del ruralismo detrás de un objetivo común. El conflicto conseguirá, más que el menosprecio, que el peronismo se irrite con la Casa Rosada: en plena campaña electoral, Cristina Kirchner ya logró enfrentar al oficialismo con la clase media rural, decisiva en provincias como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe o Entre Ríos.
Se pueden cambiar los funcionarios en mil combinaciones novedosas. Ocultar a los soldados desgastados y poner a la segunda línea en el frente de combate. Cubrir vacantes con jóvenes técnicos o con sesentones ideologizados. Pero, si al cabo de ocho años de ejercicio del poder, un equipo sigue atrapado en la maraña de problemas que él mismo provocó, cualquier intención de reinventarse será poco más que un sueño de verano.

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