sábado, 16 de febrero de 2013

La bomba iraní. Por Dante Caputo

La República Islámica de Irán volvió a desafiar a Occidente mientras avanza su plan nuclear. El pasado imperial persa: cinco mil años de historia y sólo uno de democracia. ¿Un país propicio para firmar acuerdos?



En estos días, Irán retornó a los debates locales con cierta fuerza. Pero ese país no preocupa sólo a los argentinos. Está en una posición central en el tablero mundial.
Entre períodos de silencio y otros de protagonismo, esta nación ha estado en la historia durante cinco milenios. Se unificó hace algo más de 2.700 años. Fue un imperio poderoso donde, además de la fuerza, creció el conocimiento y floreció la cultura. Su historia sufrió un quiebre cuando Alejandro Magno derrotó a Darío III en la célebre batalla de Issos, en el año 333 antes de Cristro. Luego comenzaron 700 años de guerra contra los romanos.
En esos siglos de civilización, guerras, derrumbes y recreaciones, Persia nunca fue democrática. Excepto un año, sólo uno. Entre julio de 1952 y agosto de 1953, Mohammad Mosaddegh gobernó el país luego de ser electo democráticamente.
Allí debió comenzar otra historia. Pero las leyes de nacionalización del petróleo que Mosaddegh impulsó afectaron al Reino Unido y a Estados Unidos, y tuvieron una respuesta instantánea. Los servicios secretos de ambos países ejecutaron la operación Ajax, que culminó con un golpe de Estado que desplazó a Mosaddegh y entregó el poder al tímido y tenebroso shah Mohammad Reza Pahlavi.
Hace pocos años, Barack Obama pidió disculpas por esa acción, la primera intervención de la CIA para derrocar un gobierno.
El régimen del shah cayó a su vez en 1979 con la revolución que encabezó el ayatolá Jomeini y que derivó en la creación de la República Islámica de Irán, una teocracia dominada por el oscurantismo religioso y la represión. Jomeini, oficialmente Líder de la Revolución, decía del gobierno que nombró que era “el gobierno de Dios” y quien no lo obedeciera se “rebelaría contra Dios”. Como ve, lector, un irrebatible argumento sobre la legitimidad de origen del primer gobierno de la República Islámica.
También nació allí un enemigo de las potencias occidentales, con las que las tensiones no disminuirían por más de treinta años.
Entre los países islámicos, Irán se cuenta entre los más duros enemigos de Israel y de los judíos. Siendo canciller, me entrevisté en Naciones Unidas con diplomáticos de ese país. Una vez, con el ministro de Relaciones Exteriores, oí las amenazas de destrucción contra Israel y los judíos. Vi los rictus de un odio estremecedor. ¿Cómo se regresa de tanta furia?
Mi duda principal con Irán y los esfuerzos de diálogo que promueve en estas semanas Estados Unidos es si existe espacio de negociación con un interlocutor cuyas pasiones por lo absoluto dominan su comportamiento.
Occidente teme que el desarrollo nuclear de Irán ponga el “odio absoluto” en operaciones y sabe que, si eso sucediera, no alcanzaría la CIA, como en 1953, para hacerle cambiar las decisiones al gobierno iraní.
El nuevo secretario de Estado estadounidense, John Kerry, impulsó el diálogo con Irán. Las razones de este cambio de estrategia las analizamos en esta columna hace pocas semanas. Brevemente, es el resultado de la crisis económica, el endeudamiento y el desequilibrio fiscal. Las dos últimas guerras (Irak y Afganistán), que costaron 3 billones de dólares, son una experiencia que los estadounidenses están lejos de querer reiterar. Como es bien sabido que nunca se debe amenazar con el uso de la fuerza si luego no se puede cumplir con la amenaza, fue necesario abrir la nueva etapa en busca del diálogo.
En su discurso del pasado martes sobre el estado de la Unión, el presidente Obama dijo: “Los líderes de Irán deben reconocer que éste es el tiempo de la solución diplomática, porque la coalición se mantiene unida pidiéndoles que cumplan con sus obligaciones. Y nosotros haremos lo que fuera necesario para impedirle que tenga el arma nuclear”. Ha llegado el tiempo para negociar, pero usaremos la fuerza si es necesario. El mensaje es claro y sería practicable si Irán estuviera dispuesto a lo primero y creyera lo segundo. Dos condiciones que no necesariamente se darán.
Es indudable que para llegar a algún resultado, los métodos usados hasta ahora deberán cambiar. Irán no parece estremecerse ni dar indicios de voluntad de diálogo sobre el tema nuclear a pesar de las fuertes sanciones que se le aplican. Este jueves fracasaron las conversaciones en Teherán con los representantes de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Las cinco potencias occidentales que sostienen este esfuerzo para cambiar el plan nuclear iraní no han podido avanzar y, por las razones dichas, por ahora, tampoco pueden amenazar. En cambio, Israel, que sabe que su sobrevida está atada a la necesidad de impedir que Irán construya una bomba, no considera ninguna restricción para el uso de la fuerza si el nivel de amenaza llegara a un punto crítico.
Quizá la respuesta israelí no sería nuclear; pero si lo fuera, se abriría una inmensa incertidumbre sobre las consecuencias y la amplitud de una guerra que tocaría no sólo a la región.
Hacia fines de mes, Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido se reunirán con Irán. Aunque, a juzgar por las declaraciones del presidente Mahmoud Ahmadinejad, las posibilidades de éxito son muy limitadas: “En nombre de la nación iraní, les digo que quienquiera piense que Irán se rendirá a la presión está cometiendo un enorme error y se llevará sus deseos a la tumba”.
El dilema se dibuja de manera cada vez más nítida. Si Irán continúa su desarrollo nuclear y éste culmina en la posesión de una bomba, la inestabilidad de la región obligará a una intervención occidental, que es precisamente lo que no quiere hacer Estados Unidos.
Naturalmente, los iraníes conocen las razones del cambio de estrategia de la administración Obama. Estados Unidos no quiere la paz, la necesita (al menos por un tiempo). Por tanto, se abre para Ahmadinejad un espacio mayor para mantener su negativa a aceptar inspecciones para controlar el eventual uso militar del programa nuclear. Este efecto de la apertura estadounidense naturalmente limita la capacidad negociadora del gobierno de Obama.
¿Hasta dónde puede la nueva política esperar buenos resultados? El tiempo corre en contra de la tarea que comienza el señor Kerry. Aunque Ahmadinejad haya recibido de buen grado la propuesta negociadora del vicepresidente Biden, los temores aumentan a la luz de la instalación de las nuevas centrifugadoras (las que permiten separar el uranio 235 del 238), que aumentarán rápidamente la producción de material fisionable. Para Israel, estas centrifugadoras reducirán a un tercio el tiempo necesario para fabricar la bomba.
Irán está hoy en el corazón de la política mundial. Allí se discuten la guerra y la paz, lo que en este caso significa la capacidad occidental para detener la fabricación de un artefacto nuclear por parte de un régimen autoritario y fanático.
Entre el Eufrates y el Tigris, Irán, con casi cinco milenios de historia y un año de democracia, está en el centro de las preocupaciones estratégicas de Occidente y peligrosamente cerca de alcanzar la posesión de una bomba atómica. Sin duda, un país propicio para firmar acuerdos en busca de la verdad y la justicia.
FUENTE: PERFIL

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