LA ARGENTINA, SU SISTEMA PRODUCTIVO Y EL TIPO DE CAMBIO
Todo parece indicar que una vez más nos estamos acercando al final de un nuevo ciclo; crónica de un epitafio anunciado como consecuencia de la misma ignorancia y especulación que caracteriza por regla general a nuestros gobernantes.
Es que claro, hacer las cosas pensando en el bien común para los gobernados, resulta demasiado complejo. Presiones externas e internas, intereses personales que motorizaron las aspiraciones de participar en política y el rasgo distintivo de nuestra clase dirigente: la corrupción.
Y mientras esta clase política corrupta argentina sigue usando y abusando de los atriles y la cadena nacional para mentir y distraer, como dice una vieja canción de León Gieco: “la realidad duerme sola en un entierro y camina triste por el sueño del más bueno. La realidad baila sola en la mentira (...)”.
Justificar el círculo vicioso que inexorablemente termina en más pobreza, más desempleo, devaluación, etc., con argumentos tales como la implementación de teorías neoclásicas o keynesianas, es seguir metiendo la basura bajo la alfombra.
Cualquier modelo que se implemente sin considerar las particularidades del sistema productivo local, está destinado al fracaso, de hecho, está más que probado. Y esta parece ser la clave de los ciclos repetitivos de las crisis.
Mientras el BCRA sale a comprar dólares compulsivamente para mantener su precio y manda a la AFIP y a la UIF a controlar el lavado de dinero para frenar la suba del paralelo, mientras la economía crece pero no se desarrolla y mientras el Indec falsea todos los indicadores, se imponen restricciones a las importaciones que nos generan cada vez más conflictos internacionales. Se continúa con el festival de subsidios a ciertos sectores privados a los que se suman los planes sociales a militantes mano de obra todo terreno que salen de los impuestos de la clase media argentina cada vez más presionada por el Fisco, pero nadie parece advertir la falta de equilibrio en el sistema productivo nacional.
Un país como la Argentina —exportador primario en proceso de industrialización— presenta necesariamente un sistema productivo conformado por el sector agropecuario o primario que se maneja con precios internacionales y otro sector que funciona con altos costos de producción en proporción a los precios internacionales, y es el sector industrial.
En los países industrializados, es este sector el que provee las divisas necesarias que se reflejan en el desarrollo económico.
En países como el nuestro, es el sector agropecuario el que financia ese crecimiento, sector que por otro lado, encuentra también sus obstáculos tales como la demanda mundial o el nivel de producción.
El crecimiento económico depende de la mayor cantidad de divisas que ingresen al país, y esto no ocurre con una industria con altos costos internos de producción que no puede competir por sus precios de venta en el exterior.
Como los insumos para la producción son más baratos en el exterior, las empresas los importan, y eso termina desequilibrando la balanza comercial que el secretario de comercio equilibra a patadas, cerrando las importaciones a como dé lugar, no importa si nos peleamos con los chinos o con los uruguayos, hay que acomodar la balanza comercial a puro sapucai y golpes de karate, como corresponde al estilo k.
A comienzo de estos ciclos, el modelo de sustitución de importaciones suele lograr de la industria algunas divisas que equilibran el sistema, pero al irse tornando cada vez más lento el mecanismo de sustitución, llega al punto de neutralizar solamente el efecto de los desequilibrios hasta alcanzar el máximo en que el sector primario es el que termina proveyendo todas las divisas, y como su producción es mucho más lenta, sobreviene una nueva crisis, es decir, un nuevo desequilibrio en la balanza comercial. A esto hay que sumarle las presiones fiscales y las persecuciones políticas.
La economía del país deja de crecer porque su balanza de pagos se desestabiliza una vez más. Más importaciones para el sector productivo, menos exportaciones, y menos ingreso de divisas.
El BCRA, entonces, va quedando sin las reservas suficientes y esto necesariamente termina en una devaluación.
La devaluación puede darse por el incremento sostenido de los precios o como consecuencia de la desestabilización del sistema productivo, por la diferencia entre la cantidad de divisas que ingresan al país y el consumo.
Todo este escenario es predecible, anticipable, siempre y cuando, al frente de las instituciones haya personas idóneas, alejadas de la corrupción y cuya finalidad en el ejercicio de cargos públicos sea la de hacer crecer el país.
¿Habrá en el ámbito doméstico alguien con estas características?
Nidia G. Osimani
fuente: http://www.periodicotribuna.com.ar/8428-por-que-habra-una-inevitable-devaluacion-de-la-moneda.html
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