LATINOAMÉRICA NO COINCIDE SOBRE GADAFI
por CARMEN DE CARLOS
Por 1ra. vez en Libia hay manifestaciones públicas contra Gaddafi. |
CIUDAD DE BUENOS AIRES (ABC). Muamar el Gadafi es hoy el mismo de ayer.
Lo saben los libios, el resto de África, Asia, Europa, y América ( del norte y del sur ).
Que ahora muchos se hagan los despistados es de un cinismo que sólo pueden justificar con una vieja expresión: Razones de Estado (el suyo).
Diez días de matanza y extermino de la población no han logrado despertar a tiempo las conciencias dormidas del mundo.
Las palabras fluyen de Washington a París con escala en Madrid, transbordo en una lista enorme de capitales y destino final en organismos multilaterales deliberadamente lentos.
Las medidas para evitar la barbarie se han reducido al bloqueo de fondos de "la familia", a negarle al clan la venta de armamento después de haber engordado, sin límite ni pudor, sus arsenales (Gadafi tiene reservas hasta de gas mostaza) y, naturalmente, a cerrarle las puertas que en medio siglo han tenido abiertas, de par en par, para que pasen sus petrodólares.
Entre tanta retórica, amenazas de recurrir en el futuro al Tribunal de Roma y anuncios de un Plan Marshall, cuando todavía Gadafi, sus mercenarios, amazonas y leales, siguen a tiro limpio en las calles, ha sucedió algo : se ha reeditado el quién es quién de América Latina.
El Real Instituto El Cano difundió esta semana una columna de Carlos Malamud en la que observa:
“No ha habido un pronunciamiento único y ni siquiera los distintos gobiernos iniciaron consultas entre sí para coordinar sus respuestas.
“El tono de las mismas varía en función de la concepción sobre la democracia existente en cada país, de la mayor o menor cercanía entre los dirigentes latinoamericanos y Muamar el Gadafi, tanto en el presente como en el pasado, y de los intereses (petróleo, comercio, construcción de obras de infraestructura) que cada país tiene en sus relaciones bilaterales con Libia.”
Así es.
Los bloques Unasur, Mercosur y el resto de la presunta hermandad iberoamericana aglutinada en diferentes sopas de letras, no han existido en esta guerra.
Las posturas se balancean a título particular entre la determinación de Perú que anunció como un rayo que rompía relaciones diplomáticas con Libia, al apoyo incondicional de Daniel Ortega a lo que queda del iluminado de Trípoli.
"He estado hablando con él, -rememoraba el nicaragüense- hemos estado hablando por teléfono, lógicamente él está librando nuevamente una gran batalla, ¡Cuántas batallas ha tenido que librar Gadafi!".
El presidente de Venezuela se refiere a la gesta del líder de la revolución socialista africana en twitter.
@chavezcandanga celebró, "Viva Libia y su independencia. Khadafi enfrenta una guerra civil".
Evo Morales, optó por pedir la vía pacífica y alzar la voz para reclamar que no haya "injerencias" externas.
De "violencia absolutamente inaceptable", habla el flamante Gobierno de Dilma Rousseff que "repudia" las acciones "contra manifestantes desarmados".
La cadena de pronunciamientos por este continente continúa.
México invocó a "las autoridades a respetar los derechos humanos, a privilegiar el diálogo con todas las fuerzas políticas y a evitar el recurso de la fuerza".
Paraguay expresó "su preocupación por el rápido deterioro de la situación" y alentó "al Gobierno libio a que realice todos los esfuerzos necesarios para que esta crisis política (sic) sea resuelta por medio del diálogo".
Costa Rica, sin medias tintas, denunció: "Lo que estamos presenciando es algo que creíamos que había desaparecido de nuestra civilización, es una barbarie lo que se ha hecho con la población civil que protesta por su libertad... Es un genocidio lo que sucede en Libia y así debe ser tratado por la comunidad internacional".
¿Que ha hecho Argentina?
"El gobierno argentino expresa su profunda preocupación por la grave situación en Libia, lamenta la pérdida de vidas y los actos de violencia acaecidos en los enfrentamientos.
“La República Argentina hace votos para una pronta solución pacífica, dentro de un diálogo democrático constructivo y de absoluto respeto de los derechos humanos y de la voluntad del pueblo libio".
Barbarie, genocidio, masacre, aniquilación, exterminio, matanza, brutalidad...
Los países de América Latina que llaman a "las cosas de Libia" por su nombre, no se sientan a la izquierda de los principios de la revolución francesa.
La ideología puede más que el espanto.
Los gobiernos que denuncian hoy la violación a los derechos de las personas en Libia, los asesinatos que se siguen cometiendo por centenares, sin tapujos, no son los que acostumbran a proclamar hasta el hartazgo su independencia -como si no la tuvieran- y repudian imperios pretéritos.
Tampoco son aquellos que se abrazan a las banderas de libertad, igualdad, democracia y justicia social, que luego tejen a su medida.
No, esos no son los que señalan con el dedo acusador a Gadafi.
Ninguno de ellos está y, por desgracia, no se les espera.
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