Sábado - Lo voy a decir muy claro: estoy harto. Sí, harto de esos kirchneristas que no dejan de tirar pálidas. Una mala onda total. Los últimos días parecen haberse puesto de acuerdo para bardear todo lo que hacemos. Y, lo peor, lo imperdonable: llegan al colmo de atacar a la Presidenta. Para mí es suficiente. No queda otro camino que echarlos del Paraíso. Arrojarlos al fuego eterno de la oposición, donde sólo hay miserias, llanto, envidia y crujir de dientes.
Muchos pensarán que exagero. Tendrían que escuchar las cosas que me han dicho esta semana. Yo debería haber grabado las conversaciones, aunque me queda el recurso de pedirle la cinta a la SIDE. Son críticas furibundas. El resumen es que todo ese cretinaje ha empezado a hablar de un clima de final de fiesta. Claro que ustedes no quieren el resumen, sino un relato pormenorizado. Odio hacerlo, odio repetir semejantes cosas, pero me debo a mi público.
El panorama que pintan es desolador: dicen que la señora no está bien; que le está costando mucho asimilar lo de Once; que la ven dubitativa, contradictoria, enojada. Que se pasa días y días preparando discursos. Que después habla 3 horas y media en el Congreso para ocultar detrás de un fárrago de cifras el único dato importante: que se acabó la plata y no queda otra que manotear las reservas del Banco Central. Que no confía en nadie ni escucha a nadie. Que vamos a los tumbos. Que se pudre todo.
Yo los desafío y les pido pruebas de que las cosas estás tan mal. Ahí llega lo peor. Con una trompa de acero inoxidable, hablan si parar. En primer lugar, del "desastre" de los trenes; del error de la señora de haber anunciado el martes a la noche que no iba a tomar ninguna medida hasta que se expidiera la Justicia, y a la mañana siguiente intervenir TBA; de poner como interventor a un menemista; de escaparse al Sur en vez de haber ido a los hospitales a visitar heridos; de no echarlo a Schiavi; de asociarnos con empresarios del transporte corruptos e inescrupulosos; de no haberles hecho caso a las auditorías del propio Estado que advertían sobre riesgos de accidentes graves en los trenes de TBA.
"¿No te das cuenta -me apuran, perversos- que ahora resulta que son malos (los Eskenazi, Moyano, Brito?) todos los que antes eran buenos? ¿No te parece un escándalo que Boudou se pase un mes sin dar una sola explicación sobre el caso Ciccone, y que después vaya a la TV (bueno, a 6,7,8 ) para amagar decir algo sobre el tema y no decir nada? ¿No te parece terrible que hasta se nos anime Macri y nos tire los subtes por la cabeza? ¿No es un horror que la revista The Economist, la más prestigiosa del mundo, diga que no va a usar más las cifras del Indec porque son mentirosas? ¿Qué me decís de que faltan remedios porque Moreno cerró las importaciones?"
¡Basta! Así, con un grito, los obligo a callarse. Y les voy contestando una por una todas sus críticas. ¿Lo de Once? Es doloroso que haya 51 muertos y 700 heridos, pero ya lo dijo la señora en Rosario: antes la gente no tomaba los trenes porque no tenía dónde ir. Salvo 751 personas, todos estamos de acuerdo en que lo de ahora es mucho mejor.
¿Dijo que no iba a tomar medidas y las tomó al día siguiente? Decidió darle una lección de rapidez a la Justicia. ¿No echó a Schiavi? No lo hizo porque había peligro de que volviera al Pro. ¿Puso al frente de TBA a un menemista? Sí, a un peronista. ¿No fue a los hospitales? Eran los hospitales de Macri, en los que seguro falta de todo, y Ella no hubiera podido soportarlo. ¿Nos asociamos con empresarios corruptos? Nada de eso: son todos empresarios recomendados por Boudou. ¿No les hicimos caso a las auditorías? Lo que pasa es que los informes fueron a la Secretaría de Transporte, y todo el mundo sabe que hubiese sido mucho mejor mandarlos a los diarios. ¿Nuestros amigos de ayer hoy son nuestros enemigos? Eso quiere decir que nuestros adversarios de hoy pueden ser nuestros aliados de mañana. ¿Boudou no contesta las acusaciones? Es que pidió hacerlo con guitarra y cantando, y la verdad es que desafina. ¿Macri nos devuelve los subtes? Ahora le vamos a demostrar cómo se maneja un tren. ¿The Economist no nos cree? Yo me pregunto quién le cree a The Economist. ¿Faltan remedios? Lo que pasa es que los que venían de afuera tenían troqueles adulterados por Moyano.
Qué lindo: cómo les tapo la boca. Después de escucharme se quedan callados, muy callados. Incluso creo que hasta cortan la llamada. Entonces allí, sólo acompañado por la contundencia de mis argumentos, reflexiono sobre la ingratitud de todos estos cuatro de copa a los que nosotros inventamos, a los que sacamos de la ignorancia total, a los que les dimos una causa y un buen sueldo y ahora se nos rebelan. Además, cobardes, sólo se rebelan en la intimidad, porque después los veo en los actos de la señora aplaudiendo como locos.
Por suerte, yo sigo en la ruta. Convencido de mis ideales y de mi lucha, que son los ideales de Ella y la lucha de Ella. No voy a mentirles. A veces también me asaltan las dudas. Los cuatro de copa en algo tienen razón: es como que se están desalineando los planetas. Veo cosas que no me gustan mucho. Cosas que me preocupan. Algunas, me alarman. Quizás otro día se las cuente, pero si me prometen no decir nada. Porque yo, que amo a Cristina, no le temo tanto al ardor de su enojo como a la frialdad de su venganza.
fuente: La Nación
La Cámpora: los dirigentes son socios minoritarios en el reparto, el resto solo idiotas útiles. Los KK: Propios y extraños saben perfectamente que parlotean pero pican donde huelen que hay algo. No me olvido las sabias palabras del "cabezón" cuando dijo que la dirigencia política era una mierda, incluído él.
ResponderEliminarFue la única vez que dijo la verdad.
Claudio.
un grito desesperado version facebook
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