Al reflotar el engendro tóxico de las listas políticas llamadas "colectoras", el gobierno de Cristina Kirchner ha desempolvado uno de los artificios más venenosos de la ya de por sí tenue institucionalidad republicana de este país. De este modo, el Gobierno abusa de la ignorancia colectiva y manipula la baja o nula información que se percibe en millones de personas sobre la verdadera naturaleza del proceso político argentino a la luz de la historia reciente.
Por de pronto, vale apuntar un comentario que no es estrictamente lingüístico en torno de la idea de "colectora". En el lenguaje cotidiano de los argentinos, "colectoras" son las rutas paralelas a ciertos tramos de las autopistas. Se caracterizan por ser gratis, angostas y de inferior calidad, además de parciales. Se suben a ellas los que no pueden o no quieren pagar el costo de los peajes.
Conclusión elemental: la colectora es una vía subalterna e inferior. Así se reconocen y en ese concepto se identifican quienes anidan en esos intersticios: se ven como concubinos electorales de sus paternales figuras de referencia. Sin derechos ni acreditación completa, sólo sirven para ser usados circunstancialmente. Habituado a acudir a todas las estratagemas que pueda dispensarle el arsenal de las trapisondas criollas, el oficialismo se regocija en su capacidad infinita de apelar a los atajos para la consecución de sus metas.
SCIOLI ENEMIGO
Pero en la provincia de Buenos Aires, al hostigar sin escrúpulos al gobernador Daniel Scioli con la colectora de izquierda de Martín Sabatella como la bestia roja de las elecciones del 23 de octubre, se verifica que, a menudo, los pecados de hoy recuerdan los pecados de ayer. Lejos de ser un valioso añadido a una superior legitimidad democrática, el agregado de listas colectoras para sumar "por afuera" a los jugadores centrales, es un dato de perversa deslegitimación del proceso electoral. Pero no se diferencia mucho este artilugio político de lo que fueron las llamadas candidaturas "testimoniales" inventadas por el difunto Néstor Kirchner, operativo al que se plegó mansamente Scioli en junio de 2009.
Hay pocas instancias de mayor vaciamiento del sentido soberano del voto democrático que lo que el peronismo kirchnerista hizo en esa oportunidad, algo gravísimo en un movimiento que sufrió diferentes instancias de proscripción electoral entre 1955 y 1973 y que -sin embargo- ha alentado el vaciamiento del sentido del voto. En esas elecciones de 2009, Scioli, electo gobernador para el período 2007/2011, se presentó como candidato a diputado nacional, como lo hicieron numerosos intendentes kirchneristas. Y el apogeo del bochorno fue que Scioli llevara como candidata a diputada a Clotilde Acosta, (a) Nacha Guevara, que -electa por el crédulo voto popular- ni siquiera se dignó a asumir, ya que renunció antes de la asunción.
Al pretender argumentar a favor de las colectoras, fingiendo que están en el ADN histórico del peronismo, el golpeado pero aun impulsivo Aníbal Fernández recordó la experiencia de las presidenciales del 23 de septiembre de 1973, elecciones armadas por el peronismo tras derrocar a Héctor Cámpora, que había sido elegido el 11 de marzo de ese año, pero fue expulsado de la Casa Rosada por Perón y debió irse el 13 de julio, a sólo 49 días de asumir.
COLECTORA '73
En las elecciones del 73, la fórmula Juan Perón-Isabel Perón recibió el 61,85 de los votos, pero en ese resultado agregado se contabilizaron los votos del llamado Frente de Izquierda Popular (FIP), un sello armado por el ensayista trotskista de Jorge Abelardo Ramos y cuya fórmula presidencial era la misma, Perón-Perón. La Lista 14 del FIP en esas elecciones copiaba textualmente y sin cambios la del FREJULI, de modo que de los 7.3 millones recogidos por los ganadores, 900.000 se canalizaron por la boleta de la "izquierda popular", imposible de diferenciar de la oficial del peronismo. En otras palabras, fue un vulgar engaño, porque el FIP no existía ni existió como partido representativo.
Lo que el Jefe de Gabinete deja de lado, una omisión equivalente a una gruesa mentira, es que el FIP era y siguió siendo una minúscula agrupación ideológica, que en las elecciones del 11 de marzo de ese mismo año recibió, yendo a solas con Ramos como candidato presidencial, apenas 48.571 votos, contra los 5.9 millones de la fórmula Cámpora-Lima, y los casi 3 millones del radical Ricardo Balbín. El socialismo tradicional más que duplicó ese día al FIP de Ramos y hasta los trotskistas "morenistas" de Juan Carlos Coral sacaron un 52% más de los votos de los fans de Ramos.
Electo Perón, Ramos, que en el primer gobierno justicialista escribía elogios para Perón en los diarios oficiales bajo el seudónimo Víctor Almagro, fue recompensado con la embajada en México. Tan evidente fue la inexistencia e irrelevancia del FIP que diez años más tarde, al retornar la Argentina a la soberanía del voto popular, el FIP es acompañado por sólo 14.000 votos en todo el país, que ni siquiera le alcanzaron a representar el 0.1 por ciento de los votos.
MANIOBRAS
Al comparar al Sabatella de 2011 con el Ramos de 1973, Aníbal Fernández le calza un envenenado salvavidas de acero compacto al político moronense, que difícilmente quisiera ser equiparado con el oportunista Ramos, un hombre que en sus años maduros apoyó entusiastamente la invasión militar argentina a las Malvinas y se opuso a que la Argentina firmara el tratado de no proliferación nuclear.
Más allá de las minucias ya proverbiales que aporta Aníbal Fernández, en el proyecto de las colectoras para acotar, acosar, condicionar e hipotecar los planes políticos de Scioli, hay un dato de sustancial gravedad.
En las épocas en las que su personería política le era retaceada, al peronismo no le costaba nada justificar su poco menos que infinita capacidad para ser apoyado desde la izquierda y desde la derecha. De tal modo, en ese período largo, que va de las elecciones constitucionales de 1957 a las presidenciales de 1973, el justicialismo cosechó apoyos de nacionalistas de extrema derecha, desarrollistas, demócratas cristianos, comunistas y conservadores. Nada nuevo.
¿La época de irrestricta legalidad abierta en 1983 no ha cambiado nada en la mentalidad del justicialismo? En esta perspectiva, las "colectoras" como las candidaturas "testimoniales", son misiles contra la supervivencia del sistema democrático argentino, arcaicas supervivencias de tiempos idos, nostálgicas apelaciones a la noción pre-republicana de "movimiento". Además de revelar esclerosis ideológica e inescrupulosidad política, son un asfixiante corsé para hombres que, como Sabatella, fantaseaban hace apenas dos años con encabezar un movimiento político estrictamente diferenciado de lo que él denomina el sistema bipartidista.
Pero con su adscripción incondicional a la Casa Rosada, Sabatella ha renunciado a esa pretensión. No pudo, no supo o tal vez ni siquiera quiso desmarcarse del sistema oficial del poder. Por eso, Aníbal Fernández lo equipara con el Jorge Abelardo Ramos de 1973, aunque sería penoso que Sabatella termine como embajador en un hipotético segundo mandato de Cristina Kirchner.
www.pepeeliaschev.com
fuente: http://www.eldia.com.ar/edis/20110213/septimodia0.htm
Por de pronto, vale apuntar un comentario que no es estrictamente lingüístico en torno de la idea de "colectora". En el lenguaje cotidiano de los argentinos, "colectoras" son las rutas paralelas a ciertos tramos de las autopistas. Se caracterizan por ser gratis, angostas y de inferior calidad, además de parciales. Se suben a ellas los que no pueden o no quieren pagar el costo de los peajes.
Conclusión elemental: la colectora es una vía subalterna e inferior. Así se reconocen y en ese concepto se identifican quienes anidan en esos intersticios: se ven como concubinos electorales de sus paternales figuras de referencia. Sin derechos ni acreditación completa, sólo sirven para ser usados circunstancialmente. Habituado a acudir a todas las estratagemas que pueda dispensarle el arsenal de las trapisondas criollas, el oficialismo se regocija en su capacidad infinita de apelar a los atajos para la consecución de sus metas.
SCIOLI ENEMIGO
Pero en la provincia de Buenos Aires, al hostigar sin escrúpulos al gobernador Daniel Scioli con la colectora de izquierda de Martín Sabatella como la bestia roja de las elecciones del 23 de octubre, se verifica que, a menudo, los pecados de hoy recuerdan los pecados de ayer. Lejos de ser un valioso añadido a una superior legitimidad democrática, el agregado de listas colectoras para sumar "por afuera" a los jugadores centrales, es un dato de perversa deslegitimación del proceso electoral. Pero no se diferencia mucho este artilugio político de lo que fueron las llamadas candidaturas "testimoniales" inventadas por el difunto Néstor Kirchner, operativo al que se plegó mansamente Scioli en junio de 2009.
Hay pocas instancias de mayor vaciamiento del sentido soberano del voto democrático que lo que el peronismo kirchnerista hizo en esa oportunidad, algo gravísimo en un movimiento que sufrió diferentes instancias de proscripción electoral entre 1955 y 1973 y que -sin embargo- ha alentado el vaciamiento del sentido del voto. En esas elecciones de 2009, Scioli, electo gobernador para el período 2007/2011, se presentó como candidato a diputado nacional, como lo hicieron numerosos intendentes kirchneristas. Y el apogeo del bochorno fue que Scioli llevara como candidata a diputada a Clotilde Acosta, (a) Nacha Guevara, que -electa por el crédulo voto popular- ni siquiera se dignó a asumir, ya que renunció antes de la asunción.
Al pretender argumentar a favor de las colectoras, fingiendo que están en el ADN histórico del peronismo, el golpeado pero aun impulsivo Aníbal Fernández recordó la experiencia de las presidenciales del 23 de septiembre de 1973, elecciones armadas por el peronismo tras derrocar a Héctor Cámpora, que había sido elegido el 11 de marzo de ese año, pero fue expulsado de la Casa Rosada por Perón y debió irse el 13 de julio, a sólo 49 días de asumir.
COLECTORA '73
En las elecciones del 73, la fórmula Juan Perón-Isabel Perón recibió el 61,85 de los votos, pero en ese resultado agregado se contabilizaron los votos del llamado Frente de Izquierda Popular (FIP), un sello armado por el ensayista trotskista de Jorge Abelardo Ramos y cuya fórmula presidencial era la misma, Perón-Perón. La Lista 14 del FIP en esas elecciones copiaba textualmente y sin cambios la del FREJULI, de modo que de los 7.3 millones recogidos por los ganadores, 900.000 se canalizaron por la boleta de la "izquierda popular", imposible de diferenciar de la oficial del peronismo. En otras palabras, fue un vulgar engaño, porque el FIP no existía ni existió como partido representativo.
Lo que el Jefe de Gabinete deja de lado, una omisión equivalente a una gruesa mentira, es que el FIP era y siguió siendo una minúscula agrupación ideológica, que en las elecciones del 11 de marzo de ese mismo año recibió, yendo a solas con Ramos como candidato presidencial, apenas 48.571 votos, contra los 5.9 millones de la fórmula Cámpora-Lima, y los casi 3 millones del radical Ricardo Balbín. El socialismo tradicional más que duplicó ese día al FIP de Ramos y hasta los trotskistas "morenistas" de Juan Carlos Coral sacaron un 52% más de los votos de los fans de Ramos.
Electo Perón, Ramos, que en el primer gobierno justicialista escribía elogios para Perón en los diarios oficiales bajo el seudónimo Víctor Almagro, fue recompensado con la embajada en México. Tan evidente fue la inexistencia e irrelevancia del FIP que diez años más tarde, al retornar la Argentina a la soberanía del voto popular, el FIP es acompañado por sólo 14.000 votos en todo el país, que ni siquiera le alcanzaron a representar el 0.1 por ciento de los votos.
MANIOBRAS
Al comparar al Sabatella de 2011 con el Ramos de 1973, Aníbal Fernández le calza un envenenado salvavidas de acero compacto al político moronense, que difícilmente quisiera ser equiparado con el oportunista Ramos, un hombre que en sus años maduros apoyó entusiastamente la invasión militar argentina a las Malvinas y se opuso a que la Argentina firmara el tratado de no proliferación nuclear.
Más allá de las minucias ya proverbiales que aporta Aníbal Fernández, en el proyecto de las colectoras para acotar, acosar, condicionar e hipotecar los planes políticos de Scioli, hay un dato de sustancial gravedad.
En las épocas en las que su personería política le era retaceada, al peronismo no le costaba nada justificar su poco menos que infinita capacidad para ser apoyado desde la izquierda y desde la derecha. De tal modo, en ese período largo, que va de las elecciones constitucionales de 1957 a las presidenciales de 1973, el justicialismo cosechó apoyos de nacionalistas de extrema derecha, desarrollistas, demócratas cristianos, comunistas y conservadores. Nada nuevo.
¿La época de irrestricta legalidad abierta en 1983 no ha cambiado nada en la mentalidad del justicialismo? En esta perspectiva, las "colectoras" como las candidaturas "testimoniales", son misiles contra la supervivencia del sistema democrático argentino, arcaicas supervivencias de tiempos idos, nostálgicas apelaciones a la noción pre-republicana de "movimiento". Además de revelar esclerosis ideológica e inescrupulosidad política, son un asfixiante corsé para hombres que, como Sabatella, fantaseaban hace apenas dos años con encabezar un movimiento político estrictamente diferenciado de lo que él denomina el sistema bipartidista.
Pero con su adscripción incondicional a la Casa Rosada, Sabatella ha renunciado a esa pretensión. No pudo, no supo o tal vez ni siquiera quiso desmarcarse del sistema oficial del poder. Por eso, Aníbal Fernández lo equipara con el Jorge Abelardo Ramos de 1973, aunque sería penoso que Sabatella termine como embajador en un hipotético segundo mandato de Cristina Kirchner.
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fuente: http://www.eldia.com.ar/edis/20110213/septimodia0.htm
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