¿Qué hicimos para merecer un canciller como Héctor Timerman? ¿Qué pecado cometimos los argentinos para tener semejante castigo? Todas las semanas en lugar de hacer un gran papel hace un papelón. Y ojo que no me estoy refiriendo a la estrategia de nuestras relaciones con el mundo que la fija la presidenta Cristina Fernández.
Creo que eso es opinable y que hay cosas positivas y negativas. Pero ese puede ser el tema de otra columna. Lo preocupante, los que nos convierte en el hazmerreír de la diplomacia internacional es la actitud chicanera de Timerman, sus reacciones de botarate y su periodismo-fobia. El ministro en lugar de estar trabajando en cuestiones trascendentes aparece todo el tiempo involucrado en peleas mediáticas donde se mezclan desde la frivolidad de un chonchero de una actriz hasta la desmesura repugnante de atacar a alguien con un tema tan terrible como la muerte de su hijo.
Ayer pasó todos los límites. Al parecer se sintió con autoridad suficiente para censurar al encargado de negocios de la embajada de los Estados Unidos, Jefferson Brown. El departamento de estado le confirmó al diario La Nación que Timerman le ordenó al segundo de Vilma Martinez que está de vacaciones que se abstuviera de hablar con la prensa sobre el tema del avión que derivó en el peor momento de las relaciones entre ambos países en mucho tiempo. Parece mentira. ¿Se imagina a Barack Obama prohibiendo al embajador argentino en Washington que hable con los periodistas de New York Times, por ejemplo? Es ridículo. Juan Domingo Perón dijo que :”de todos lados se vuelve menos del ridículo”.
Timerman no comprende el valor de la libertad de expresión. O quiere cercenar un derecho fundamental como ese. ¿Qué es lo que les preocupa? ¿Haber perdido la batalla comunicacional en el tema del avión? Intentaron instalar el caso como un gesto de antiimperialismo y de soberanía popular. Pero no lo lograron. Un control necesario y positivo que hicieron en la carga que traía la nave por la desmesura y sobreactuación del canciller se fue convirtiendo en un culebrón bizarro. Este intento por controlar al periodismo critico y por instalar la verdad relativa del gobierno como la verdad absoluta lo lleva a un ataque permanente a los medios y a los periodistas. Todo lo contrario de la presidenta de Brasil. Por estas horas, Dilma Rousseff tuvo contundentes definiciones a favor de la máxima libertad de prensa: “un gobierno debe saber convivir con las críticas de los diarios para tener un compromiso real con la democracia. Una prensa libre, plural e investigadora es imprescindible.”
Dilma Rousseff está muy lejos de ser una derechista al servicio de los grupos mediáticos. Fue guerrillera y durante la dictadura fue torturada. Por el contrario, Timerman fue le director del diario La Tarde que fomentó y celebró el golpe con una foto de el actual canciller con el genocida Jorge Rafael Videla. Dilma es revolucionaria de verdad. Profundamente democrática. Sabe que el buen periodismo debe ser crítico y fiscal del poder, que ese es su rol en la sociedad. Dilma sabe que debe enriquecer su pensamiento con la mirada diversa y que debe aprovechar las denuncias para corregir los errores.
En su discurso de asunción como presidenta de Brasil, Dilma dijo que “prefiere un millón de veces los sonidos de las voces críticas de una prensa libre que el silencio de las dictaduras”. Un mundo sin periodistas es el sueño de los corruptos y los golpistas. El silencio nunca es salud. A lo sumo obsecuencia y sumisión. Dilma lo sabe. ¿Lo sabrá Timerman?
fuente: http://www.continental.com.ar/blog.aspx?id=1430709
Creo que eso es opinable y que hay cosas positivas y negativas. Pero ese puede ser el tema de otra columna. Lo preocupante, los que nos convierte en el hazmerreír de la diplomacia internacional es la actitud chicanera de Timerman, sus reacciones de botarate y su periodismo-fobia. El ministro en lugar de estar trabajando en cuestiones trascendentes aparece todo el tiempo involucrado en peleas mediáticas donde se mezclan desde la frivolidad de un chonchero de una actriz hasta la desmesura repugnante de atacar a alguien con un tema tan terrible como la muerte de su hijo.
Ayer pasó todos los límites. Al parecer se sintió con autoridad suficiente para censurar al encargado de negocios de la embajada de los Estados Unidos, Jefferson Brown. El departamento de estado le confirmó al diario La Nación que Timerman le ordenó al segundo de Vilma Martinez que está de vacaciones que se abstuviera de hablar con la prensa sobre el tema del avión que derivó en el peor momento de las relaciones entre ambos países en mucho tiempo. Parece mentira. ¿Se imagina a Barack Obama prohibiendo al embajador argentino en Washington que hable con los periodistas de New York Times, por ejemplo? Es ridículo. Juan Domingo Perón dijo que :”de todos lados se vuelve menos del ridículo”.
Timerman no comprende el valor de la libertad de expresión. O quiere cercenar un derecho fundamental como ese. ¿Qué es lo que les preocupa? ¿Haber perdido la batalla comunicacional en el tema del avión? Intentaron instalar el caso como un gesto de antiimperialismo y de soberanía popular. Pero no lo lograron. Un control necesario y positivo que hicieron en la carga que traía la nave por la desmesura y sobreactuación del canciller se fue convirtiendo en un culebrón bizarro. Este intento por controlar al periodismo critico y por instalar la verdad relativa del gobierno como la verdad absoluta lo lleva a un ataque permanente a los medios y a los periodistas. Todo lo contrario de la presidenta de Brasil. Por estas horas, Dilma Rousseff tuvo contundentes definiciones a favor de la máxima libertad de prensa: “un gobierno debe saber convivir con las críticas de los diarios para tener un compromiso real con la democracia. Una prensa libre, plural e investigadora es imprescindible.”
Dilma Rousseff está muy lejos de ser una derechista al servicio de los grupos mediáticos. Fue guerrillera y durante la dictadura fue torturada. Por el contrario, Timerman fue le director del diario La Tarde que fomentó y celebró el golpe con una foto de el actual canciller con el genocida Jorge Rafael Videla. Dilma es revolucionaria de verdad. Profundamente democrática. Sabe que el buen periodismo debe ser crítico y fiscal del poder, que ese es su rol en la sociedad. Dilma sabe que debe enriquecer su pensamiento con la mirada diversa y que debe aprovechar las denuncias para corregir los errores.
En su discurso de asunción como presidenta de Brasil, Dilma dijo que “prefiere un millón de veces los sonidos de las voces críticas de una prensa libre que el silencio de las dictaduras”. Un mundo sin periodistas es el sueño de los corruptos y los golpistas. El silencio nunca es salud. A lo sumo obsecuencia y sumisión. Dilma lo sabe. ¿Lo sabrá Timerman?
fuente: http://www.continental.com.ar/blog.aspx?id=1430709
Gra buenisimo este blog. Laura
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