La Argentina asiste a una crisis diferente a las comunes que suelen repetirse, la del todo contra todos, y esta da resultados en la pantalla de TV a la hora de sumar rating.
por JORGE HÉCTOR SANTOS
por JORGE HÉCTOR SANTOS
La Argentina salió de una crisis profunda aquella de 2002, la única que vio a la gente de clase media en la calle, cuando le tocaron el bolsillo.
De ahí en más, con los Kirchner en el poder, todas las reglas básicas de convivencia armónica de comportamiento social se fueron convirtiendo en letra muerta, mientras la situación económica iba mejorando producto del famoso viento de cola más la imposibilidad de estar peor que antes, al menos por ahora.
Con la educación pública desmoronada y sin atisbos de mejoría, con patoteros subvencionados o por el gobierno o por dirigentes, incluso de fútbol, cualquier cosa es esperable frente a un Ejecutivo que está más preocupado en ganar elecciones que en gestionar el barco.
En ese contexto fomentado por las mentiras y difamaciones que viene de arriba hacia abajo, acunado y potenciado por los innumerables medios kirchneristas que se financian con dineros públicos, lo bueno pasó a ser malo; lo malo cambió de mirada y la mentira reemplazó a la verdad.
En resumen, es la sociedad de los valores trastocados; tanto que un estandarte de los derechos humanos de guerrilleros desaparecidos de la década del '70 hoy está al menos sospechadas de formar parte de una red de corrupción y lavado de dinero.
Lo absurdo, lo incoherente se ha puesto de moda que incluso hay quienes discuten su razonabilidad con ahínco y que a veces hasta logran obtenerla.
La cosa llega a semejante disparate que un gobierno que ha vetado el 82% para los jubilados aprobado por el Congreso, reconociendo un legítimo derecho, ahora a esos portadores de billeteras vacías les quiere otorgar facilidades especiales para comprar un LCD cuando no tienen dinero para comer o comprar medicamentos.
El dislate se agiganta y se multiplica en proporciones solo aptas para argentinos y excluyente para extranjeros que, con la capacidad de discriminar casi intacta, no entienden nada de lo que pasa en estas tierras.
Mientras, la Presidente se cree en condiciones únicas para estar al pie del Monumento a la Bandera por considerar que ha cambiado, junto su marido muerto, el rumbo de una República perdida y de difícil hallazgo.
Ella habló de acabar con las diferencias que dividen a los argentinos pero los jóvenes de La Cámpora, llevados para aplaudirla, insultaron al gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, por haberse atrevido a ser candidato presidencial.
Cristina no detuvo los insultos de su gente a Binner.
Ella habló de acabar con las diferencias que dividen a los argentinos pero los jóvenes de La Cámpora, llevados para aplaudirla, insultaron al gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, por haberse atrevido a ser candidato presidencial.
Cristina no detuvo los insultos de su gente a Binner.
¿Cómo, entonces, no admitir que integrantes de la barrabrava de River Plate entren al campo de juego de un encuentro de fútbol a agredir a sus jugadores y nada suceda?
¿Cómo, entonces, no impedir que se dispute el partido revancha con público, pese al peligro que ello implica para la seguridad de todos?
¿Cómo, entonces, no sorprenderse porque el Ejecutivo intente con ese asunto generar material suficiente para quitar de la tapa de los diarios independientes las ramificaciones del escándalo Schoklender/Bonafini?
¿Cómo, entonces, no impedir que se dispute el partido revancha con público, pese al peligro que ello implica para la seguridad de todos?
¿Cómo, entonces, no sorprenderse porque el Ejecutivo intente con ese asunto generar material suficiente para quitar de la tapa de los diarios independientes las ramificaciones del escándalo Schoklender/Bonafini?
La mesa está más que servida, en una comunidad que se acostumbró tranquilamente a convivir con todo esto y muchísimo más, para que las peleas, los agravios, las palabrotas y hasta la agresión más vil coseche alto rating en los ciclos más vistos de televisión que justamente están armados para replicar lo que la gente hace, percibe, admite como normal en su vida cotidiana, la decadencia.
fuente: U24
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