miércoles, 2 de febrero de 2011

Una campaña en la que todos esconden las cartas. Por Joaquín Morales Solá


Pocas veces la política argentina fue tan tímida y temerosa como en estos días. El año electoral ha comenzado y sólo hay un candidato presidencial (candidata en este caso, Elisa Carrió). Jugadores que podrían ser importantes en la batalla electoral de octubre esconden las cartas, las muestran a medias o directamente se evaden de un combate que intuyen prematuro. Cristina Kirchner, Daniel Scioli y Mauricio Macri figuran entre esos líderes con proyectos inciertos. ¿Serán o no serán? En algunos casos, ni ellos mismos lo saben.
¿Qué pasa para que existan tantos remilgos? Una de las razones podría consistir en que la inesperada muerte de Néstor Kirchner cambió las reglas del juego y el juego mismo. Otra causa podría encontrarse en la eterna seducción del peronismo por la sobrevivencia de los apellidos más allá de la muerte. Cristina Fernández lleva el apellido Kirchner y conserva el poder, otra irresistible atracción de los peronistas. Buena parte del justicialismo está pendiente, por lo tanto, de la decisión final que se tome en Olivos. Lo único que no es novedoso es la dispersión opositora, que preexistía y que se ahondó aún más tras la muerte del ex presidente.
El apocamiento de la política tiene como consecuencia la indiferencia social. Encuestas abiertas (en las que no se pregunta por nombres concretos, sino que se deja que los nombres fluyan entre los encuestados) señalan que dos tercios de la sociedad no saben por quién votarán y tampoco están apurados por saberlo. En el tercio restante, entre los que ya tienen opinión y decisión, todos los candidatos existentes y no existentes bajan considerablemente en la intención de votos que se conoce, incluida Cristina Kirchner. La Presidenta aumenta su intención de votos cuando las encuestas son cerradas; es decir, cuando se averigua la opinión sobre nombres precisos.
A todo esto, ¿qué hará Cristina Kirchner? Daniel Scioli daría parte de su vida por conocerlo de antemano, pero eso es imposible. Sólo una deducción es verosímil: la jefa del Estado no se presentaría nunca a una elección en la que debiera pelear la posibilidad de la victoria, mucho menos si estuviera condenada a saber los resultados en una segunda vuelta electoral. "Cristina se presentará sólo si las encuestas le demostraran que las elecciones de este año serán para ella un paseo, como las de 2007 cuando ganó la presidencia", señaló un alto funcionario que la conoce desde hace muchos años. Ese escenario no existe ahora, aunque la Presidenta ha mejorado en las mediciones de opinión pública desde la muerte de su esposo. El problema es, por el contrario, que la tendencia que la aqueja es más bien a bajar en las encuestas y no a subir.
Militante política
Otra conjetura es posible: Cristina Kirchner se presentará a la reelección si descubre las posibilidades ciertas de continuar. Tratará de construir esa posibilidad. Es una militante política, le gusta el cargo que ejerce y no se le conoce otra vocación que no sea la vida pública. Sin embargo, cada vez está más atrapada por un gabinete extremadamente módico, por personas que son amateurs de la política o por dirigentes con pésima consideración social, como Hugo Moyano.
Ayer, en Santa Fe, la Presidenta pareció verbalizar cierto malestar por el enorme poder que conquistó el sindicalismo, que es rechazado por amplias franjas sociales. Aquellas personas, de todos modos, también existían con Néstor Kirchner, pero la política suele olvidar que el poder de los Kirchner fue siempre una conquista personal del ex presidente muerto. No hay testamento que pueda transferir ese arte.
La impericia política del kirchnerismo puro podría terminar, por ejemplo, con empujar a Scioli a una candidatura presidencial que sólo le gustaría si fuera fruto de un consenso con el kirchnerismo y, desde ya, con la propia Cristina. No obstante, el kirchnerismo lo coloca siempre en la peor de las situaciones. Es un hereje si insinúa un proyecto presidencial, si se calla cuando le preguntan sobre el tema o si no habla exclusivamente de su aspiración provincial. Cuando Scioli decide volver a la provincia, entonces el kirchnerismo lo espera allí con dos o tres candidaturas paralelas para la gobernación bonaerense.
De una u otra manera, lo quieren a Scioli fuera del escenario político y electoral; la fragmentación del voto oficialista en Buenos Aires le depararía la derrota al gobernador. El único obstáculo del kirchnerismo es que Scioli es hoy más popular, un poco más popular, que la propia Presidenta. Los kirchneristas acceden a esas encuestas. Scioli también lo sabe. ¿Sabe también que ésta puede ser su hora y que a veces la política no entrega dos oportunidades? Silencio. En La Plata no se habla de ambiciones presidenciales.
El dilema macrista
Macri necesita de los peronistas federales y éstos necesitan de él. Un acuerdo entre ellos (con lo que va quedando de esa franja peronista) es probable. El problema del líder capitalino es otro: ¿se presentará Scioli? En el fondo, Macri cree que comparten con el gobernador bonaerense la misma clientela electoral. Le pasaba lo mismo cuando sobrevolaba la candidatura de Carlos Reutemann, que también seduce a los mismos argentinos que cautiva Macri. Pero Reutemann nunca será candidato con una economía en crecimiento y con un oficialismo atestado de recursos financieros. Su visión de la política electoral es que la economía manda en los resultados electorales y que el poder financiero de los candidatos termina construyendo las victorias y las derrotas.
Aunque siempre se han llevado mejor que bien, ésa no es la opinión de Carrió, que decidió ser la primera candidata presidencial, aun cuando deberá hacer una campaña electoral casi sin recursos financieros. También sin aliados, aunque esperará hasta último momento a Felipe Solá o al propio Reutemann. La estrategia de Carrió es mostrarse como una fuerza política organizada, que sabe qué es lo que quiere y que no habla ni se interesa por las luchas internas de la política. Carrió cuenta con su propio convencimiento: es el único miembro de la dirigencia política que está seguro de que Cristina Kirchner no será candidata a la reelección.
Otro escenario que empieza a entretener a la política es la posibilidad de que Ernesto Sanz termine ganándole la candidatura radical a Ricardo Alfonsín. El triunfo de Alfonsín está en todas las previsiones, pero por eso, precisamente, una eventual victoria de Sanz instalaría a éste definitivamente como presidenciable. Le habría ganado al más taquillero de los radicales y a un apellido emblemático de su partido y de la política. Pero, por ahora, es sólo una vaga intuición en medio de un proceso electoral con más preguntas que respuestas.

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