Los kirchneristas debemos dar gracias a Dios porque realmente lo tenemos todo, o casi todo. Como buenos peronistas, tenemos poder. Ya lo decía un buen amigo mío, radical de joven, desencantado después, que murió, qué lástima, sin conocer esta revolución pacífica fundada por Néstor y potenciada por Cristina: "El peronismo es un partido creado por un general desde el poder".
Cuánta razón tenía. Lo nuestro es el ejercicio del mando. Odiamos ver gobernar a otros, odiamos ser oposición y, admito, como opositores somos odiosos.
También tenemos mucho dinero, otra enseñanza que nos legó el General. Sin dinero no hay política. Néstor -cuándo no- siempre lo tuvo claro.
Si uno tiene poder y dinero, y además se empeña en tener cada vez más dinero y más poder (para construir un país mejor, obvio), y además sabe administrar sus escrúpulos, lo demás viene por añadidura. De pronto te ves apoyado por jueces, empresarios, periodistas, intelectuales, incluso por viejos adversarios y hasta por los que militan en la oposición.
A los K, decía, no nos falta casi nada: tenemos un proyecto de país, tenemos ganas, ideas, ambición, una militancia joven, vocación de perpetuidad y la dosis necesaria de rencor (¡el rencor está siendo la partera de esta etapa histórica!). Y, sobre todo, tenemos futuro.
Ya se ve, pues, que la providencia ha sido generosa con nosotros. Pero nos faltaba algo. Una Biblia. Un texto que nos inspirara y contuviera, que fuera fuente y refugio. Ahora sí lo tenemos: "La Presidenta, historia de una vida", la biografía de Cristina escrita por la periodista Sandra Russo (Página|12 y 6,7,8).
Como se imaginan, no leí el libro: me lo devoré. Todo duró dos noches, en las que fui pasando sus páginas con una devoción que no recuerdo haber sentido otra vez. Es un texto corto -para mi gusto, excesivamente corto, no sé bien por qué, con la cantidad de material que debe haber reunido la autora en su larguísima investigación- y muy bien escrito. Meterse en él fue un placer estético, pero más, mucho más, fue la vivencia inconmensurable de adentrarnos en la vida y milagros de Cristina, y también de Néstor, y también de la pareja.
Lo que más me gustó de esta biografía es que... no es auténticamente una biografía. Quiero decir: la Russo ha tenido el buen gusto de construir una obra beatífica y de ahorrarle al lector aquellos pasajes de la vida de su personaje -años, décadas- en los que las cosas no eran como después terminaron siendo. Por ejemplo: nos habla de Cristina y Néstor recién casados y viviendo con dos pesos en una casita de City Bell, y después no hay nada más acerca del derrotero económico de la pareja. Todos sabemos que en este rubro la historia termina muy bien y que llegaron a amasar una de las mayores fortunas del país, y quizá muchos se pregunten cómo lo hicieron (sobre todo con una vida tan dedicada a la política). No es mi caso: pienso que la biógrafa ha hecho muy bien en concentrarse en otros aspectos más relevantes, como la extraordinaria amalgama de dos personas que, siendo muy distintas, primero formaron una pareja, después una familia y finalmente un movimiento que está cambiando la historia.
Quizá por ir a lo medular y evitar lo anecdótico, la autora no nos dice una palabra de los tiempos en que, siendo gobernador de Santa Cruz, Néstor, junto con su esposa, recibió como un héroe al presidente Carlos Menem, al que le dedicó encendidos elogios, al punto de equipararlo con Perón. Ni nos habla de Cristina y Néstor aprobando como constituyentes, en 1994, la reforma que permitió la reelección del riojano. Reelección que también apoyaron al año siguiente.
Tampoco hay una sola mención a las furibundas críticas de las Madres de Plaza de Mayo de Santa Cruz al gobernador Kirchner, en esos años 90, por darles la espalda y complicarles la vida a ellas y a Hebe de Bonafini en su provincia. Como esta historia también termina bien (Schoklender aparte), me parece que fue una gran decisión pasar por alto el recuerdo de momentos que todos ya consideramos superados.
En el libro, el conflicto por la 125 no termina, después del voto de Cobos, con una discusión a los gritos del matrimonio sobre si la Presidenta debía renunciar, que es un suceso ya conocido, sino con un diálogo entrañable al pie de la cama, con reminiscencias de familia Ingalls.
La clave es no recorrer "La Presidenta" con ánimo de registro histórico. La autora no ha pretendido tenerlo, y nos hace un recorte de la realidad que debemos agradecer. Es un relato sobre la vida de una persona que todo lo hace maravillosamente bien, empezando por el maquillaje, al que le dedica párrafos -páginas enteras- memorables. Cristina es una gran hija, hermana, sobrina, es-posa, madre y cuñada; extraordinaria estudiante; militante apasionada e íntegra; mujer de sólidas convicciones, carácter de acero y verbo sublime; valiente y lúcida legisladora, y, por supuesto, una Presidenta incomparable.
El manual del biógrafo indica que no se puede retratar bien a alguien si no se llega hasta sus fibras más íntimas. La Russo lo ha logrado, pero da la impresión de que también Cristina, en una prodigiosa simbiosis, ha penetrado en la pluma de su biógrafa, y al final no se sabe dónde habla una y dónde se calla la otra.
Como con las películas, no les cuento el final de este libro de culto. Pero se lo imaginan: termina muy bien..
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