El Gobierno debe combatir el desborde del gasto público y no ceder a la tentación de apropiarse de fondos que no le pertenecen.
La Argentina volverá a exhibir durante 2011 un resultado fiscal deficitario luego de incluir el pago de los intereses de la deuda pública.
El deterioro fiscal no debe atribuirse a circunstancias externas imprevisibles ni a la reducción de los impuestos, sino a la fuerte expansión del gasto público. Se llega a esta situación a pesar del notable aumento de los recursos del fisco de la Nación y de las provincias y municipios.
En los últimos nueve años la presión tributaria ha crecido a un nivel récord, incrementándose en alrededor de diez puntos del producto bruto interno. La muy favorable evolución de nuestras exportaciones, ayudada por la bonanza de los precios internacionales, hizo posible esta evolución. Pero ya es muy difícil esperar nuevos aumentos de precios de nuestras exportaciones agrícolas ni tampoco de las retenciones.
En los últimos años, el desborde del gasto ha debido ser atendido con la apropiación de los ahorros de los jubilados y extrayendo reservas y supuestas utilidades del Banco Central. Si continuara este "modelo" de financiamiento, sólo cabría esperar un aumento en el deterioro fiscal. En ese caso, la única incógnita que deberíamos develar pasa por saber cuáles serán las próximas cajas que descubrirán las autoridades nacionales y cuál el argumento "progresista" que luego se expondrá para justificar la apropiación de los nuevos recursos.
Esta línea de pensamiento se trasluce en el discurso oficial. Cabe recordar que en ocasión de ser presentado como candidato a vicepresidente de la Nación Amado Boudou, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner destacó que fue el actual ministro de Economía quien logró la "recuperación de los fondos (de los jubilados) para los trabajadores" y destacó que "no teme a las corporaciones", refiriéndose a la presión sobre empresas con acciones en manos de la Anses para la distribución de dividendos. Fue también Boudou quien ganó la pulseada frente a Martín Redrado para utilizar las reservas del Banco Central. Parecería que se ganó la candidatura como un descubridor de cajas.
El ministro de Economía no se conformó con estas cajas únicamente. En 2010 y 2011 la total falta de independencia del Banco Central fue aprovechada para lograr la transferencia hacia el Tesoro de cuantiosas utilidades devengadas contablemente por el efecto de la devaluación sobre las reservas, pero no realizadas. Se trata de otra caja cuyo uso conlleva emisión monetaria y el aumento de la inflación.
El premio que ha logrado Boudou será un gran incentivo para que todos los funcionarios con ambiciones de progreso se dediquen a buscar nuevas y ocurrentes fuentes de recursos. Puestos a imaginar, podrían por ejemplo fijar su mirada en los depósitos bancarios o en el direccionamiento del crédito hacia sectores y empresas digitadas por el Gobierno. De esa manera funcionaba el sistema financiero argentino en los años 70, la belle époque del dogma kirchnerista. Claro está que como a los ahorristas les incomodaba depositar sus fondos en bancos cuyos préstamos eran decididos por funcionarios públicos, el sistema terminó funcionando no con depósitos, sino con redescuentos del Banco Central.
Como la imaginación no tiene límites, ni los tiene la voracidad fiscal, no es difícil imaginar tampoco el intento de utilizar fondos que se descuenten de los salarios para la creación de un seguro nacional de salud. La calidad en la prestación de servicios en ese eventual sistema desfinanciado no sería un punto importante: se habría logrado crear el plan de "medicina para todos".
Finalmente, alguien podría pensar en una estatización del comercio exterior, para que el Gobierno pueda controlar los flujos líquidos y, así, demorar cualquier ajuste en las cuentas fiscales.
Puede que iniciativas de esta clase se concreten o no. El resultado de las elecciones de octubre próximo y la composición futura del Congreso serán sin duda determinantes.
Entre la radicalización del populismo que propuso recientemente el funcionario Roberto Feletti y el temor a nuevos manotazos a activos o flujos líquidos por parte del Gobierno para financiar el déficit pueden entenderse las razones por las que los capitales prefieren buscar destinos más seguros que el que ofrece nuestro país. Es de esperar que las autoridades nacionales comprendan esos miedos de los inversores y aporten claridad.
Fuente: La Nación
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