sábado, 27 de agosto de 2011

Presidenta y millonaria, como debe ser. Por Carlos M. Reymundo Roberts


En mi condición de liberal y kirchnerista, nada me hace más feliz que tener una Presidenta multimillonaria. Es como la confirmación de que el capitalismo y el progresismo se pueden llevar a las mil maravillas. La señora es un compendio de los dos mundos: acumula riquezas y quiere hacer la revolución. ¡Me encanta!
Cuando esta semana se supo que el año pasado había incrementado 27% su patrimonio, y que éste había llegado a los 70 millones de pesos (casi 17 millones de dólares), personalmente sentí una satisfacción profunda, una suerte de reivindicación. Durante siglos, el peor insulto que la izquierda les propinaba a los dueños de la tierra era llamarlos "terratenientes". Y ahora resulta que nuestra abanderada nacional y popular no sólo es terrateniente, sino que, si repasamos la lista de sus bienes declarados, también es hotelesteniente, dolaresteniente, pesosteniente, empresasteniente, inmueblesteniente? Y todos felices.
Insisto en que la señora y su familia representan la síntesis de dos cosmovisiones, dos ideologías. La izquierda nunca se ha llevado bien con el capital. Cuando los Kirchner llegaron a la Casa Rosada, en 2003, tenían 7,4 millones de pesos, y desde entonces han multiplicado casi por diez su fortuna. Además de ser un prodigio de administración de los recursos, lograron convertirse en ídolos y referentes de gentes que, como los ex montoneros o las Madres de Plaza de Mayo, normalmente se hubiesen rasgado las vestiduras ante tamaña acumulación de ganancias desde el poder.
Para que se entienda mejor: a Menem (el Menem neoliberal de los 90, no el de ahora, aliado nuestro) sus riquezas lo condenaban; a los Kirchner, los beatifican. En Menem, el dinero era corrupción. En los Kirchner, ahorros.
Yo encuentro, además, innumerables beneficios en tener una Presidenta a la que le sobra la plata. El primero, bastante obvio, es que no tiene que estar preocupándose por si llega o no a fin de mes. En ese sentido, la señora está muy tranquila, creo. El segundo es que una situación económica apretada puede derivar en tentaciones reñidas con la moral. A la Casa Rosada no deberían llegar harapientos que aprovechan su poder para salvarse. El tercero es que presidentes que se manejan bien con el dinero no necesitan ministros de Economía. En otras palabras, un Boudou sólo es posible con un Kirchner.
Algunos podrían pedirme -nunca faltan los que buscan el pelo en la sopa- que les explique cómo se pasa de 7 millones a 70 millones mientras se gobierna un país. Mi respuesta es: no lo sé, pero me lo imagino. Me imagino que tienen un buen administrador, que han tenido suerte con sus inversiones y que no gastan más de la cuenta (incluso, que son un poquitín agarrados).
Otros cuestionan el hecho de que la Presidenta haya dicho hace poco que no hay que apostar al dólar, cuando tiene en plazos fijos más de medio millón de dólares (en pesos tiene menos). Los que critican esto, además de ser malintencionados, demuestran no entender nada: si la señora lo dijo es porque se da cuenta de que ese dinero le hubiese rendido más en otra inversión; que perdió plata por apostar al dólar. Tengamos en cuenta que ella habla como Presidenta, pero también como inversora. Se me ocurre un versito con rima, cosa de que quede grabado: es Presidenta e inversora a toda hora. Pero no pretendo hacer poesía, sino que se entienda su naturaleza.
Otra objeción de estos días ha sido que presentó la declaración jurada de sus bienes sobre el límite del plazo legal, e incluso fuera de él. Qué bárbaro: son impiadosos. ¿No se dan cuenta de lo que se tarda en contar 70 millones de pesos? No digo que no sea agradable sumar porotos, pero la cosa lleva su tiempo.
Por lo demás, todo el mundo sabe que hay millonarios ensimismados, egoístas, que nunca compartirán su fórmula, y hay otros que son todo lo contrario. Entre estos últimos están los Kirchner. Fíjense, si no, que gente sencilla como su chofer Rudy Ulloa o el cajero bancario Lázaro Báez, y muchísimos otros, de la nada construyeron una fortuna. Estoy convencido de que detrás de esa súbita prosperidad ha estado el aliento de Néstor y Cristina, el consejo sabio y, por qué no, hasta un impulso inicial en efectivo.
¿Tendrá algo que ver la riqueza de Cristina con su respaldo electoral? Yo pienso que sí. A los argentinos nos gusta que nos conduzca alguien al que económicamente le va bien. No hay nada más desalentador que un presidente pobretón, porque da la impresión de que nos va a hacer pobretones a todos. A Raúl Alfonsín nunca le sobró un peso, y así terminamos, en la hiperinflación. Las masas han estado con Perón, con Menem, con los Kirchner, toda gente de buen pasar. O con Scioli o los Rodríguez Saá. El General, cuándo no, lo tenía muy claro: la triple P (peronismo, poder y plata) es una fórmula imbatible. Muchos se lo dicen a Macri: lo que le falta es la pata peronista.
Yo deseo que los bienes de la señora sigan creciendo. La quiero bien arriba en el ranking de Forbes. La quiero desahogada y luciendo, como luce, las mejores joyas y relojes, las mejores carteras, la ropa más cara. Estilo Evita. Vamos bien. A este ritmo de multiplicación de su fortuna, con la reelección lo lograremos. Falta poco para que podamos decir: ella era nuestra Presidenta; ahora es nuestra reina.
Fuente: La Nación

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