miércoles, 6 de abril de 2011

China: ¿desplazando al dólar como moneda internacional?.


CAMINO A SER LA PRIMERA POTENCIA MUNDIAL


Hace pocos días, la  Administración Estatal China de Divisas (AEChD) confirmó que el nivel de transacciones comerciales transnacionales en yuanes o renminbi en lugar de dólares, ha sufrido un importante incremento durante el año 2010, el cual se calcula aproximadamente en unas 15 veces más con relación al 2009.

El fenómeno no es casual, sino que obedece a la implementación de una política específica orientada a la internacionalización de dicha moneda, según advierte el mencionado organismo.
El dato no es menor, considerando que dentro de la canasta de divisas referenciales, esto es, de derechos especiales de giro como el dólar, el euro y la libra esterlina, para el Fondo Monetario Internacional, se encuentra el yuan, lo que posiciona a su vez a China en un nivel relevante en la economía global y a su moneda, de igual manera dentro del sistema monetario.
Si bien el renminbi es la moneda oficial china, dado que al valor “uno” o valor de base, se la llama yuan, en los mercados internacionales se la denomina de esa manera.
En otro orden de cosas cabe acotar que, si bien la estrategia de exportación que lleva adelante China es mantener bajo el valor del renminbi en comparación con el dólar estadounidense, es el mayor tenedor de bonos del Tesoro de los EE. UU.
Desde hace años, China sufre la constante presión, fundamentalmente del país sajón, que tiene un gran déficit comercial dilatándose a lo largo del tiempo, para revaluar su moneda. De este modo, la revaluación del yuan permitiría comenzar a avanzar en uno de los aspectos más estratégicos de la crisis, que es el excedente en dólares circulando por todo el planeta. Lo que constituye un real peligro de que ésta moneda deje de ser la de reserva internacional.
Paradójicamente, cuando China revaluó un 20 % aproximadamente entre 2005 y 2008, el déficit de la balanza comercial norteamericana creció de un modo más acelerado, lo que induciría a pensar que la apreciación del yuan genera un mayor incremento del déficit, no una disminución. No obstante, esta lectura requiere de un análisis mucho más amplio en torno al comportamiento de las diferentes variables y sus causales.
Sin embargo, la medida revaluatoria, más allá de ser necesaria, traería aparejados efectos globales para nada pasibles de ser soslayados, por el contrario, muy dignos de ser mantenidos en la mira de manera constante, sobre los cuales no hay realmente consenso en cuanto a magnitud y real efecto, sólo posibles escenarios a esperar.
Por un lado, la estabilidad relativa que China representa para los inversionistas extranjeros induce a creer que la medida no tendría significativas consecuencias en el contexto de los hipotéticos planes declarados oficialmente por este país de mejorar la calidad de vida de su población, promover las exportaciones y atraer inversiones extranjeras.
En otro orden de cosas, la revaluación necesariamente incrementa los precios chinos por sobre el dólar, considerando fundamentalmente la relevancia de las materias primas chinas en la industria norteamericana, lo que empujaría más la inflación global.
Si los precios chinos suben, entonces la demanda mundial de sus productos, —fundamentalmente materias primas vinculadas a la industria del cemento, petróleo y acero que tanto ha crecido desde 2003— podrían disminuir, resultando un impacto socialmente importante (lo que no sería coherente con la decisión del gobierno chino de mejorar la calidad de vida de la población), aunque tantos mercados dependen de los insumos asiáticos, que todo lleva a suponer a priori que las exportaciones no se reducirían de manera tan dramática.
A la vez, la revaluación podría generar una desaceleración en exceso conforme a como sea implementada, cuyos efectos serían casi inmediatos, tanto es así, que los anuncios emanados del Banco Popular Chino hace varios meses atrás acerca de adoptar un régimen de cambio flotante con características asimilables al implementado entre 2005-2008 permitiendo sustentar el yuan, ya no exclusivamente en el dólar, sino en una canasta de divisas, ha dejado varios interrogantes abiertos, por ejemplo, cuál sería el margen apropiado de banda entre bajas y altas.
Para las economías latinoamericanas en general esta revaluación implicaría que sus monedas, habitualmente desvalorizadas frente al dólar, pudieran recuperar en parte su poder adquisitivo, y específicamente para la Argentina, puede pensarse en dos tipos de efectos: uno directo, vinculado con las exportaciones, cuestión bastante compleja ahora tal como ha quedado posicionada la balanza comercial, y uno indirecto, vinculado con alguna tendencia a la mejora en la economía global incidiendo en países como Brasil, uno de nuestros principales compradores.
A los EE. UU. le permitiría equilibrar su balanza comercial y a China le implicaría no tener que emitir tantos yuanes, lo que incidiría en la inflación, abarataría sus importaciones, incrementaría su poder adquisitivo en tanto los consumidores podrían demandar más bienes externos poniendo límite a la excesiva inversión fundamentalmente de su sector exportador y a los países latinoamericanos en términos generales, salvo algunas excepciones puntuales, los favorecería por cuanto sus monedas han sufrido pérdida de poder adquisitivo de modo persistente frente al dólar, y esta medida de apreciación del yuan, las equilibraría.
El país asiático es el de mayor cantidad de población, la primera potencia exportadora, lo cual implica que una mayor apertura de su mercado le incrementaría la demanda de alimentos, energía, materias primas y petróleo, induce a suponer que China va en camino a convertirse en la primera potencia económica mundial en unos 25 o 30 años, y en esto juega un rol trascendental el reemplazo del yuan por el dólar.

Nidia G.Osimani

fuente: Tribuna

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