jueves, 27 de febrero de 2020

El Indigente - Capítulo 1 Episodio 4


Episodio 4

—¡¿Marcial?! ¿Eres tú? Te robaron todo tu encanto —bromeaba uno de los indigentes—
—Pareces un mendigo “VIP” haciendo cola con los pobres —comentó otro con un poco más de envidia—
No pude resistirme a la sopa caliente de Sor Celeste —les aseguró Marcial—
Usted debería estar comiendo nutrientes y proteínas. Estoy segura que su amigo, el inspector, no lo hubiera dejado ir sin comer, así que ¿me va a contar que piensa hacer?
Vine por comida y para recuperar mi ropa.
Si me promete que hoy no subirá a la montaña, se la daré cuando termine de comer. No se asuste cuando vea que está limpia…
Lo imaginé. Esta noche no subiré a la montaña ¿alguna novedad en estos días?
Cuando supieron que estaba internado, sus “colegas” me trajeron las hojas policiales de los diarios para que se las entregara.
Muy atentos… ¿faltó alguien más del grupo?
Hasta hoy los cuento y están todos.
Sería bueno que finalizaran las desapariciones.
¡Dios lo escuche!
—Entonces mejor pídalo usted, porque a mí ni me oye.
Cuando terminó el horario de comidas, Sor Celeste fue con Marcial a la parte trasera de la cocina, le entregó las hojas de diarios y la bolsa con la ropa limpia.
Extrañaba mi tapado.
—¡Me olvidaba de contarle! Volvió la mujer de las bolsas de dormir para traer varias docenas de guantes. Esta vez salí a ver en qué vehículo andaba, era una combi roja y blanca, pero sin ploteo, no tenía cartel ni nada escrito.
Una mujer… ¿quién desconfiaría de una mujer generosa?
No puede ser, ella es muy pequeña como para cargar a un hombre fuerte en la combi.
Presta atención a lo que te digo, ella viene a hacer un reconocimiento mientras entrega las donaciones, se hace ver para que luego la reconozcan de aquí adentro. Respecto a la combi, ella puede convencerlos de llevarlos a algún lugar mejor o a buscar comida… otra opción es que tenga un cómplice.
Te armaste toda una novela.
—¿Viste la matricula?
No la vi
—¡Como detective eres una buena monja! —refunfuñó Marcial—
—¡No la vi porque no tenía! —respondió indignada—
Bueno, estimada Celeste, ya tenemos a nuestra primera sospechosa. Las condiciones para que ella tenga algo que ver, están dadas.
No me gusta pensar que usen mi comedor con malas intenciones, me hace sentir responsable.
No lo eres, es más, si yo no te guiara en esto, tu inocencia no te permitiría siquiera pensar en la mala intención de las personas.
—¿Lo dijiste como cosa buena o mala?
Buena para ti, mala para mí. ¿Hay algún teléfono del que pueda llamar? Le pediremos ayuda a Del Corral.
Usa el mío.

Marcial le pidió a Del Corral si podía enviar un patrullero a recorrer las zonas de indigentes, para ver si encontraban una combi blanca y roja sin patente, posiblemente con una mujer conduciendo o de acompañante. Le explicó que podía estar vinculada a las desapariciones. Del Corral respondió que le solicitaría a la policía local que recorriera la zona esos días.
Marcial y Sor Celeste salieron juntos, él esperó a que cerrara la puerta y la acompañó hasta el vehículo.
—¿A dónde vas? ¿Quieres que te lleve?
Está bien, todavía sigo medio débil, voy a la Federal.
Ok, vamos… ¿A esta hora vas a la Federal?
Sí, me espera Del Corral para hacer un trabajo.

Marcial entró al edificio, Del Corral estaba en su oficina.
El jefe de policía me confirmó que ya salía una patrulla a recorrer la zona y que, por las dudas, lo harían durante toda una semana. ¿Crees que tenga algo que ver?
Es un inicio y la primera sospechosa que tenemos…
En el sillón tienes una almohada y una manta, la computadora tiene la clave puesta. ¿Me dirás sobre qué casos buscarás?
Homicidios de adolescente similares entre sí.
Bueno… realmente espero que encuentres algo, con mi clave puedes revisar en todo el país.

Marcial inició la búsqueda colocando solamente un rango de edad; pasó casi toda la noche abocado a ello, hizo algunas impresiones de resumen de informes con foto de las víctimas. Al fin el sueño lo venció… tenía trece informes impresos.
Cuando el personal entró a la delegación, a las 6 de la mañana, no se dieron cuenta que él estaba acostado en el sillón de la oficina del jefe. Marcial sintió el aroma a café y se incorporó, el sargento lo vio en ese instante y entró a la oficina del jefe.
¿Qué haces tú aquí?
Del Corral me invitó a quedarme a dormir en su oficina.
¿Eso es cierto?
¿Por qué le mentiría? Él debe estar por llegar y yo muero por una taza de café.
Del Corral entró a la delegación y al ver a Marcial sirviéndose una taza de café, sacó leche de la heladera, se la agregó a la taza y le metió en la boca una medialuna.
¿Novedades?
Tengo, pero no terminé… hasta el momento son demasiados para mi gusto y luego deberé catalogarlos.
Vayamos a mi oficina —dijo mientras él se servía su propio café—
Encontré trece casos, cuatro de ellos coinciden perfectamente, pero del resto no estoy seguro.
Esos cuatro ¿dónde fueron?
Todos en Jardines del Pedregal, uno frente al Estadio Olímpico, otro en San Ángel y el otro entre la cancha de futbol y el centro de Biología. Los de Benito Juárez y Renovación, no estoy seguro que formen parte del mismo modus operandi, deberé revisarlos mejor… estaba demasiado cansado… y sin café.
Me dirás el modus operandi y los revisaré yo. Tu descansa de este tema, te aseguro que te ayudaré, no te dejaré solo en tu búsqueda. ¿Por qué es tan personal para ti? ¿Puedes decírmelo?
Puedo, pero no me gusta hablar de eso.
Mejor si me lo cuentas —dijo mientras cerraba la puerta y bajaba las cortinas metálicas—
—Ok. Yo trabajaba en este caso cuando vivía en La Florida, como estaba a cargo del perfil, nos entrevistaron a mi jefe y a mí para una conferencia de prensa. La semana siguiente, la víctima… fue mi hijo adolescente, lo mató dentro de mi propia casa… Me quitaron el caso por la vinculación que tenía con él. Renuncié, no sin antes copiar todos los expedientes. Me fui del país… Yo estaba seguro que cada año el asesino cruzaba la frontera y desaparecía, por eso terminé en D.F. Llegué acá con un fin, pero la depresión me consumió… Ahora, al ver estos casos, sé que, pese a mi dolor, estaba mirando hacia la dirección correcta. Él me conoce, me conoce muy bien. En ese tiempo yo estaba obsesionado con él y él conmigo, pero nunca lo vi, solamente lo perfilé. Debí estar en lo correcto al hacerlo, de otro modo no se hubiera tomado tan personal la conferencia.
¿Esto fue hace cinco años?
Sí —respondió bajando la cabeza—
—Pondré a tu disposición todas mis herramientas y también mi tiempo libre. No te dejaré solo en esto.
—Gracias… esta noche he logrado más que en estos cinco años mirando cada diario del país. Eso es lo que he hecho en la Biblioteca, además de especializarme más aun en lo que mejor hago, perfilar. ¡Ahora lo recuerdo! —dijo sorprendido y luego se quedó en silencio, pensativo—
—Me vas a matar de la intriga.
—El hombre de los huesos, ese era otro caso que yo llevaba junto a de los muchachos; cuando me fui, el caso aún estaba abierto… lo había borrado de mi mente. Hace tres años que asesina en este país, pero hace cinco años atrás lo hacía en La Florida, no en cualquier parte del país, si no en La Florida, Georgia y Alabama. Lo mismo hace aquí, se mueve por un círculo específico.
—Se ha estado moviendo en dos países diferentes, seguramente, cuando desaparece aquí, es porque está en la zona de La Florida.
—Un conocido del amigo de un amigo, dijo que el federal a cargo de ese caso es el jefe inspector Porcel.
Ajá, si me comunico con él no sabré decirle cómo fue que llegó a mí esa información…
—Usted no lo sabrá.
Ok, no lo sé.

Uno de los agentes que trabajaba en el caso de la mujer asesina, golpeó la puerta de Del Corral.
—Jefe, tenemos el nombre de la mujer, coincide con el problema en el pelo, el accidente, la internación en neuropsiquiátrico y también usó su tarjeta en cada uno de los negocios de las víctimas. Ya conseguimos la orden del juez. Un grupo de oficiales se adelantó, están en camino al domicilio ¿quiere ir usted también?
Lo acompañaré ¿vienes Marcial?
No, el caso es de ustedes.
Los oficiales entraron a la casa rompiendo la puerta. Encontraron a la mujer con una cuchilla en la mano y a su marido sangrando en el piso. Inmediatamente la desarmaron y llamaron una ambulancia. Cuando Del Corral llegó, sacaban a la mujer esposada.
Los medios llegaron tras él, fotografiaban y filmaban la escena del otro lado de la cinta amarilla.
Inspector Del Corral ¿Ella es la asesina de las trabajadoras?
Sí, ella es la sospechosa. Abran paso para que la ambulancia pueda sacar de la casa a la víctima.
¿Puede decirnos cómo hicieron para dar con esta asesina serial en tan poco tiempo?
Tenemos un equipo de trabajo muy capaz y organizado. No contestaré más preguntas.

Ese día, Del Corral se sentía con suerte. Capturar a la asesina serial le daba tranquilidad y también esperanza por tener una nueva pista sobre el asesino de los huesos. Cuando regresó a su oficina, Marcial ya no estaba. Faltaban las hojas impresas de los trece jóvenes y no había más hojas en la impresora. Se dio cuenta que Marcial completó la información de los casos y se los llevó, seguramente había regresado a la montaña. Ese era un sitio donde nadie se atrevería a subir, salvo que tuviera entrenamiento en alta montaña.
Se sentó en su escritorio, recorrió el historial de archivos, tomó nota de los nombres en una hoja y decidió que esa noche él continuaría la búsqueda que Marcial había iniciado.
Sor Celeste volvió a preocuparse por la falta de Marcial en la cola de la comida.
—¿Alguien sabe algo de él?
No se preocupe madrecita, él suele desaparecer así y luego aparece, además ya anda más abrigado que antes.
Se comporta como un niño rebelde —se quejó Celeste—
Se comporta como un hombre que no quiere que se metan en su vida —respondió uno de los compañeros de tambor—
Cierto…
Mientras todos pasaban con su plato y las mujeres les servían trozos de pollo con arroz, en la calle se sintieron disparos de armas de fuego. Todos tendieron a agacharse y empujaron hacia abajo también a la monjita. No estaban seguros de que tan cerca estuvieran disparando, pero prefirieron prevenir que lamentar.
Cuando cesaron los disparos, fueron saliendo de a uno para ver qué había pasado. Sor Celeste llamó a la policía avisando de los disturbios. En la calle, a sólo una cuadra del salón, había un patrullero con las puertas abiertas y varios hombres en el suelo. Uno de los indigentes se animó a ir a ver qué pasaba y si los policías estaban bien.
—¡Madrecita, llame a la policía que estos tres agentes parece que están muertos!
Uno de los agentes se movió en el suelo. ¡Madrecita, hay uno vivo! —agregó sorprendido el hombre—

La ambulancia trasladaba al oficial herido mientras la policía del departamento criminal y el equipo forense delimitaban el área con cinta amarilla. Iluminaron la zona con grandes lámparas mientras fotografiaban la escena y marcaban las pruebas con números antes de colocarlas en pequeñas bolsas de plástico.
Celeste, con sus manos apretadas sobre el pecho, miraba los cuerpos cubiertos de los dos oficiales muertos y no pudo evitar pensar que ellos eran quienes estaban ahí para buscar la combi y cuidar de los indigentes. Vio a Del Corral llegar rápidamente en su coche particular con sirena y también al jefe de la policía local.
¿Sabe en qué estado se encuentra su oficial herido? —preguntó Del Corral—
El chaleco antibalas lo salvó de los peores disparos, tiene herida una pierna y aún está con el efecto de golpes en su pecho.
¿Dijo algo?
—El oficial que lo acompañó, comentó que antes de que lo llevaran a cirugía, mencionó la palabra combi.
Marcial estaba en lo cierto…
¿Quién es Marcial?
Un informante —mintió Del Corral mirando a la monja de reojo—
Este ya no es sólo un caso de indigentes desaparecidos, esto se convirtió en una guerra contra los asesinos de policías. Su informante tendrá que ser más amplio con su informe.
Me ocuparé de eso.
La policía indagaba a los posibles testigos. El grupo de comensales dijeron todos lo mismo, que ellos estaban con la monjita en el comedor durante los disparos y se mantuvieron agachados.

****
Marcial se encontraba en su choza con la lámpara de querosene iluminando las nuevas fotos, colocándolas todas por fecha. Estudiaba detenidamente cada uno de los archivos que había impreso. No tuvo dudas de que se trataba del mismo asesino y que era posible que se encontrara en ese momento en el D.F.
Las imágenes e informes forenses mostraban tortura por medio de cortes, la extirpación de un importante trozo de carne de la pierna, pero mientras aún se encontraban con vida, la falta de ese trozo en la escena indicaba que era su trofeo… les quitaba la vida con una certera puñalada al corazón. Los informes de los peritos coincidían en el modo especial de ajustar los nudos de la soga con los mantenía atados. A todos los amordazaba con cinta de embalar negra, sin que se encontraran huellas en ella, ni tampoco en la escena.
Sabía que con el paso de los años el asesino se había vuelto más osado, pero también más cuidadoso de no dejar pruebas. Los jóvenes, salvo su hijo, habían sido encontrados más de un día después de su muerte, algunos con tierra encima, otros simplemente descubiertos. Salvo por el tiempo que demoraba torturando, no había rastros que denotaran novedades sobre su personalidad, por lo que era casi imposible para Marcial realizar un nuevo perfil. Esto le molestaba íntimamente.
“¿A quién quiero engañar? Ya no sirvo para esto... Me he dado por vencido. ¡Me ha vencido! Me venció el mismo día que mató a mi hijo. ¿Cómo lo reconoceré a él si yo apenas me reconozco? Estoy detenido en el tiempo, no logro avanzar y volver atrás no puedo. Sumo jóvenes víctimas en mis paredes en ruinas, como si pretendiera conformarme con el morbo de saber que no fui el único que he perdido la vida mientras aún respiro y el puto corazón sigue latiendo. He bajado los brazos… estoy cansado, muy cansado. ¿Cómo puede existir esperanza deseando que el hijo de mil putas se equivoque, que cometa un error forense, que se deje ver, que se descubra o se entregue…? ¡Despabílate Marcial! Te ha vencido.”

Sentado en el suelo, convulsionaba en un llanto sin lágrimas, la tristeza había regresado sin remedio, el cuerpo lo sabía, pero sus ojos lo negaban… Creyó oír un ruido, una voz lejana, supuso que su mente jugaba con él, volvió a escucharla más cerca. Estaba seguro que nadie subiría de noche, no hasta los 3000 mts que lo separaban del pie de la montaña. Volvió a escuchar la voz, era grave, retumbaba. Se dio cuenta que se trataba de un megáfono. Decidió salir porque sabía que no habrían llegado hasta allí, salvo por algo que fuera muy importante que necesitaran de él. Apagó la lámpara, prendió la linterna y bajó lentamente por la ladera hasta llegar a la linterna que lo apuntaba de frente.
Del Corral… ¿trajo la monja con usted?
No me hagas hablar que ni sé cómo respiro.
No exagere que apenas está a mitad de camino.
No subiré ni un paso más, te lo advierto, mejor baja conmigo.
¿Vino solo?
¿Crees que alguien me acompañaría hasta acá arriba?
Ahora entiendo por qué no trajo a la monja —le decía mientras bajaban juntos—
¿Estás de buen humor? No necesito de ella para convencerte de algunas cosas.
Estoy devastado, por eso me da lo mismo estar arriba que estar abajo. Arriba me maldigo y abajo lo maldigo a usted.
El caso de la desaparición de indigentes… se complicó todo aún más.
¿Podía complicarse?
Los de la combi mataron a dos oficiales e hirieron a otro. Tenías razón… pero ahora hay que ahondar en el tema, tengo a la policía local respirándome en la nuca porque yo mandé a sus oficiales y quieren saber qué más tiene para decir “mi informante”.
Ajá, informante… ¿adivino, mano santa? ¡Qué se yo! ¿Qué voy a profundizar si apenas seguí una corazonada?
Profundiza tu corazonada y habla con tus amigos porque con la policía parecen todos mudos.
Mira, ten en cuenta que para que le hayan disparado a la policía, el negocio que tienen con los indigentes debe ser demasiado redituable. Creo que se debería comenzar por encontrar los cuerpos para descubrir pruebas forenses. Se puede descartar que se trate de un asesino serial, de hecho, ellos trabajan solos, no en pares ni tienen cómplices.
Lleguemos a la oficina y hagamos algún informe con todo eso que me estás diciendo o danos ideas, porque en las distintas delegaciones están todos revolucionados y nadie piensa. Sólo quieren salir armados a matar a alguien.
Si fuera policía también estaría revolucionado.
Cuando llegaron al Departamento Federal, los jefes de la policía local y provincial estaban esperándolos.
—¿Este es su informante?
—No se asuste… en realidad, ahora está más higienizado de lo habitual. Entremos a mi oficina porque de lo que vamos a hablar, primero que nada, no podrá salir de este Departamento.
—Del Corral, no creo estar dispuesto a esto —aseguró Marcial—
—Tienes que ayudarnos.
—No, no tengo.
—Cuando pediste ayuda por tus amiguitos te la dimos.
—Me está poniendo en una situación demasiado difícil para mí.
—¡Marcial!
—Mire señor Marcial o como se llame, lo que está sucediendo es muy grave, solamente le pedimos colaboración, nada más que eso. Lo que sepamos de usted no saldrá de aquí —solicitó el jefe local—
—Ok. Esto inició con la desaparición sistemática de indigentes, todos ellos adultos, pero no viejos. Luego de hacer algunas conjeturas, supuse que la mujer y la combi estaban relacionadas con las desapariciones. La mujer llevaba donaciones al comedor de Sor Celeste y se quedaba para ver quienes la recibían, evidentemente estudiaba a los indigentes. Pensé que ningún alma caritativa espera tanto para verle la cara a quienes ayuda.
—¿Cómo lo sabe?
—Soy analista de conducta criminal.
—Bueno, hubiéramos empezado por ahí —dijo el jefe provincial— siga…
—La mujer se quedaba en un rincón y no era llamativa, por lo que pasaba desapercibida. Le pedí el favor a Sor Celeste de que viera en que vehículo se movía la mujer. Ella me informó sobre la combi y que no tenía patente. Esa fue la razón por la que me comuniqué con el Inspector Del Corral y él con la policía de la ciudad.
—Bien, ahí está el tema de la combi, ¿cómo sigue esto?
—No podemos ir atrás los asesinos de policías sin adentrarnos en las desapariciones de los indigentes. Les aclaro que no podemos saltearnos ese paso, por muy incómodo o desagradable que les resulte.
—No nos resulta desagradable ni incómodo —le aseguró el jefe local—
—¡Dígaselo a su cara cuando me mira! En fin… Yo había hecho muchas conjeturas, pero ahora hay una sola que es válida. Para que hubieran disparado a la policía se debe tratar del manejo de un negocio demasiado rentable. Como le explicaba a Del Corral, no hay asesinos seriales que trabajen de a dos ni tengan cómplices. Descartando eso, nos queda el negocio. Drogas no son, porque no necesitarían a los mendigos. Supongo, solo supongo, que puede tratarse de comercio ilegal de órganos… personas fuertes, sanas, lo suficientemente jóvenes, pero no viejas que puedan resultar destruidos. ¿Voy bien?
—Siga.
—Seguramente, a esta altura ya se han deshecho de la combi, así que habría que comenzar de cero, salvo por la mujer. Debe tener unos cuarenta años…
—¿Eso quién se lo dijo?
—Si bien fue una suposición de Sor Celeste, este tipo de actividad correspondería a una mujer de entre 35 y 45 años. No me han dado tiempo de hacer un perfil adecuado, pero podrían comenzar por revisar las cámaras de seguridad como para saber hacia qué lado fue la combi… eso quitaría de la ecuación tres puntos cardinales… encontrar la combi, ver a quien pertenece, rastrear con perros los cuerpos de los indigentes. Necesitarán pruebas materiales, no les bastará con mi perfil. Si me dan hasta mañana, trataré de hacer algo más y, seguramente, el personal estará más tranquilo al ver que los jefes se han puesto en marcha.
—¿Cuánto hace que trabaja para la Federal?
—No trabajo para nadie, soy un indigente desocupado, por eso llevo el título de “informante callejero”.
—Entonces lo llamaremos solamente “Marcial”.
—Perfecto. Iré a conversar con algunos amigos y luego regresaré a realizar un perfil general, si es que me permiten entrar al edificio…
—Te daré una tarjeta de invitado, pero nadie te la pedirá, todos te conocen.
Marcial se fue del lugar, pero los tres jefes se quedaron conversando.


1 comentario:

  1. Muy lindo cuento policial, atrapante. Las descripciones simples, cual esbozos gráficos, agiliza la lectura y permite ahondar con la propia imaginación. Lástima que no está el final, pero, así todo disfruté mucho el capítulo que leí.
    Mil gracias, felicitaciones y ¡éxitos! en tus emprendimientos intelectuales.

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