La joven religiosa, Sor Celeste,
dio vuelta a la mesa para saludar a Marcial sosteniéndole ambas manos entre las
suyas.
—Estimado amigo ¿cómo le
agradezco que haya conseguido que la policía se interese en nuestra gente
desaparecida?
—No fue nada especial, surgió
de pura casualidad.
—Dios pone las casualidades
frente a los hombres, pero los hombres deciden que hacen con ellas. Hoy estamos
sirviendo guiso de arroz con pollo que nos donó una avícola, esto los va a
ayudar a pasar un poco mejor el frío.
—Veo que puso el listado en la
pared.
—También hice copias y con la
gente de la congregación los pegamos en los distintos lugares dónde ustedes se
reúnen, eso no solamente ayudará a buscarlos, sino también a que estén atentos
y prevenidos.
—Luego de comer voy a intentar
subir a mi choza.
—Será de noche, no verás ni donde
caminas, además hay mucha neblina… ¿por qué no vas a un albergue?
—Están todos llenos y yo tengo
mi choza, es mi lugar en el mundo.
—Está bien, Marcial, tú sabes
cómo cuidarte, pero llévate esta bolsa de dormir que recibimos hoy por una
donación.
—Gracias hermana, este es el
mejor regalo que he recibido en años.
Pese al hielo endurecido y a la
nieve acumulada en el trayecto por la ladera de la montaña, Marcial entró a su
choza con su bolsa de dormir y una botella de kerosene. Prendió su lámpara e
hizo un recorrido visual por los recortes que tenía pegados a lo largo y ancho
de las paredes de madera. Pinchó los nuevos trozos de papel, cada uno en el
espacio de crímenes similares. Volteó la mirada a la pared que registraba su
caso más importante, el único que lo había derribado y el único que lo puso
nuevamente de pie; estaba dispuesto a encontrar al asesino y ejecutar su propia
justicia. Tenía envuelto en plástico una copia completa de cada expediente de
los homicidios perpetrados por el asesino serial de adolescentes.
Le faltaba espacio, todo se
humedecía cuando se filtraba el agua, no tenía más plásticos para cubrir sus
investigaciones. Se sentó sobre la bolsa de dormir mirando detenidamente cada
uno de los recortes; de tanto leerlos, recordaba perfectamente qué decía cada
uno.
Se puso de pie rápidamente al
darse cuenta que había recortes que debieran ir juntos por las similitudes en sus
muertes. Tres mujeres acuchilladas en tres grandes ciudades lindantes, noticias
en tres diarios diferentes de cada ciudad, pertenecían a delegaciones
diferentes, tres investigadores diferentes, tres forenses diferentes, tres
sospechosos diferentes… ¿Sería posible que no las hubieran relacionado? Esa
noche durmió unas pocas horas, sentía la urgente necesidad de volver a bajar.
Cuando el sol asomó por fin, acomodó
sus cosas, las cubrió con los nylon rotos, procuró abrigarse más de lo
habitual, guardó en su bolsillo los tres recortes y bajó lentamente por la
ladera.
El hielo congelaba sus pies, el
frío atravesaba su ropa, a esa altura estaba seguro que llegaría a la ciudad
con hipotermia. Con su último esfuerzo alcanzó a llegar al edificio de la
Federal, pero cayó al piso en el hall de entrada. Uno de los oficiales lo
reconoció por sus andrajos. Entre dos de ellos lo arrastraron al lado de un
calefactor y llamaron a Inspector Del Corral.
—¡Marcial! ¿Qué hace acá? Se lo
ve muy enfermo. Lo ayudaré a sentarte en la silla.
—Este es el primer lugar que
hay al bajar de mi montaña —respondió tiritando—
—¿Quiere que lo lleve al
hospital?
—Es hipotermia, se pasará con
calor y movimiento de los miembros.
—¿Cómo se le ocurrió salir con
este clima? ¡Mire sus zapatos! Es como si hubiera caminado descalzo.
—Me pondré bien con un poco de
calor —le contestó frotándose las manos cerca del calefactor y golpeando
levemente el piso con sus pies—
—Subirá conmigo y se recostará
en una celda. Le conseguiré ropa de abrigo y un par de borcegos.
Una vez en la celda templada,
Marcial se quedó profundamente dormido. Cuando le quitaron el tapado húmedo
encontraron los tres recortes de diario. Del Corral los miró atentamente y
luego los dejó sobre la litera. Una hora más tarde, el jefe lo vio dormir y
dejó en el suelo un par de borcegos, medias de abrigo, guantes y un chaleco
impermeable, todo era usado, pero fue el mismo personal de la agencia quien se
lo había donado.
Cuando Marcial despertó, Sor
Celeste se encontraba sentada a su lado.
—Mi vagabundo favorito… vine a
ver al Inspector, pero ¡tremenda sorpresa me llevé cuando me dijo que estabas
aquí y que habías llegado casi muerto de frío!
—Hay momentos que mi cabeza
perturbada no se pone de acuerdo con la razón.
—¿Qué te impulsó a bajar con
este clima?
—Un asesino serial, eso es lo
único que enciende mi motor. Te debo parecer un loco.
—No, para nada, Del Corral me
comentó que los habías ayudado con un caso que tienen pendiente.
—¿Pasó algo? ¿Por qué estás
aquí?
—No, nada pasó, vine a ver si
podía ayudar con mis desaparecidos. ¿Qué harás ahora?
—Le preguntaré algo a Del
Corral y subiré nuevamente a mi choza… con esta helada que no cesa, no hay otro
sitio donde ir.
Del Corral entraba a la celda en ese
momento.
—¿Escuché bien? ¡Tú no subirás esa
montaña! no estás en condiciones de hacerlo. ¡Si casi mueres esta mañana!
Pasarás el día ahí adentro, estarás más caliente y tendrás comida gratis, así como
cualquier otro preso. Si no te resistieras tanto a bañarte, seguramente
tendrías más oportunidades de ser invitado a un lugar mejor.
—Acá estaré bien por hoy. Le quería
preguntar algo.
—¿Está relacionado con esos tres
artículos de diario que tenías mojados en tu bolsillo?
—¿Los miró? ¿Vio lo mismo que yo? ¿Se
dio cuenta? —preguntaba ansioso—
—¿Qué viste, Marcial?
—En realidad, todavía nada, pero si consigue
que le envíen copias de los tres expedientes de esas mujeres, es posible que
encuentre un asesino serial y no tres casos diferentes.
—Las tres fueron acuchilladas.
¿Y?
—Acuchilladas repetidas veces
en el pecho. Ira, brutalidad, ensañamiento en todas ellas, son homicidios
personales, no al azar.
—Me confundes, las víctimas no parecen
estar ligadas entre sí.
—Puede que quien las ligue sea,
justamente, el asesino.
—Nadie de afuera ha pedido
nuestra opinión, los casos los tomamos por transferencia, debieran estar fuera
de jurisdicción unos de otros, pero pertenecen a la misma provincia… Así que igual
pediré como favor esos escaneos, pero nosotros no tenemos tiempo ni
autorización para tomar casos que no nos pertenecen, tendrás que verlos por tu
cuenta.
—Bueno, por las dudas quedará
un informe del análisis y perfilado en borrador hasta que el asesino mate a más
mujeres —respondió algo contrariado—
—Uno puede correr, reptar, volar,
hundirse, pero siempre termina siendo quien es. Eso pasa contigo, no puedes
evitar ser quien eres. Te conseguiré lo que pides y podrás trabajar dentro de
esta celda.
—¿Me puedo quedar un momento
más con él? —preguntó Sor Celeste—
—No me atrevería a echarla,
hermanita —le respondió sonriendo Del Corral—
—Marcial, usted es una buena
persona, siempre piensa en el prójimo.
—No me conoce hermana, ese
prójimo es para mí sólo un instrumento; analizo sus muertes para descubrir
mentes asesinas.
—Te ocultas tras ese caparazón
de mugre, debes estar sufriendo demasiado como para que hayas decidido aislarte
del mundo y preferir morir antes que regresar a la civilización.
—Usted se oculta tras ese
hábito blanco. ¿Un cordón con tres nudos? Son los que la obligan a recordar sus votos de pobreza, castidad y
obediencia. Hermana Celeste, usted es una joven que le teme a la vida y
espera que un Dios no visible la proteja. ¿Sigo? Es bella, delicada, educada, pero
disimula su cuerpo con ese atuendo holgado y a su cintura… dejando suelto el
cordón. Esconde su pelo, que, por el color de sus cejas, ha de ser muy rubio.
Usted se esconde, tal vez más que yo. Lo suyo es temor a la vida, posiblemente
tenga un componente de culpa compensándolo todo con amor al prójimo para no
sentir que desaparece… Lo mío… es el odio encarnecido cubierto de mugre.
—¡¿Intenta adivinarme?!
¿Inquietarme, insultarme? —le preguntó muy enojada poniéndose de pie
repentinamente—
—No la adivino, la “perfilo”
por costumbre. Usted sirve platos de comida caliente, yo perfilo asesinos
seriales. No se enoje, hermana. Use lo bueno de mí y descarte lo malo. No la
juzgo ni me afectan sus sentimientos, tampoco me interesa saber de qué se
esconde, qué hizo ni a qué le teme. Siento respeto por usted, y su compañía
serena mis demonios, pero si prefiere alejarse de mí, la comprenderé.
—Usted “perfila” pero yo soy
muy observadora y curiosa. Estuve averiguando cosas… No sé qué fue lo que le
pasó, pero sí me enteré que usted no es pobre, tiene a su papá que es un
profesional exitoso y que vive en Veracruz en una casa bien elegante, también
sé que dejó un excelente trabajo en Estados Unidos. Usted salió corriendo de su
vida a esconderse en la montaña, no porque estuviera solo en el mundo, ni
porque no tuviera dónde caerse muerto.
—¿Alguna vez me vio mendigando
dinero? Hace cinco años que no necesito nada más que un abrigo y un plato de
sopa caliente para sobrevivir.
—Pero usted es doctor, podría
trabajar en muchos lugares, incluso persiguiendo asesinos seriales… que parece
ser lo único que le interesa —alegó bajando la cabeza con gesto compasivo—
—No soy médico, mejor dicho, no
de los médicos comunes, era psiquiatra y no necesito de su lástima.
—Es psiquiatra. Vuelva al
ruedo, vuelva a vivir haciendo lo que quiere hacer sin depender de una celda
donde abrigarse o mendigando una investigación que parece no importarle a
nadie.
—Tampoco le importaban a nadie
los indigentes desaparecidos… entre una monja y un roñoso logramos que alguien
los busque. Hermana Celeste, respecto a mi padre… usted le presta demasiada
atención al dinero y las propiedades, esas son puras envolturas. Tenga en
cuenta que yo estoy donde debo estar y del modo que prefiero.
—También veo en usted a un
hombre tan dolido por dentro que ha provocado grandes surcos negros rodeando
sus ojos verdes… o miel clara… no se bien, pero llaman la atención aún bajo la
mugre. Los surcos no son por su edad… tendrá, apenas unos cuarenta ¿verdad?
—El peso de mi vida dice otra cosa…
la edad es irrelevante, no estamos uno frente al otro para coquetearnos.
—¿Su padre? ¿qué me dice de su padre?
—Qué hace muchas vidas que no
lo conozco.
—¿Su trabajo en EEUU?
—Quedé fuera en el caso más
importante de mi vida, perdí el interés y me fui.
—¿Quiere hablar de eso?
—En absoluto. ¿Usted quiere
hablar de su culpa y del temor que la persigue?
—En absoluto.
—Entonces ya no hay nada que
cuestionarnos, tenemos todo claro, podemos seguir viviendo nuestras vidas sin
pensar en el otro.
Luego que Sor Celeste se fuera,
Marcial se puso las medias y los borcegos, miró satisfecho sus pies abrigados. Sobre
la litera, acomodó los guantes arriba del chaleco y volvió a mirar los recortes
de diarios. Del Corral entró a la celda y tiró sobre una litera tres grupos de
hojas abrochadas.
—Aquí tiene los tres casos para
entretenerse —le dijo retirándose con evidente apuro—
Marcial separó las fotos de las
víctimas en el piso, al lado de cada una colocó primero las fotografías de las
escenas de los crímenes, luego el informe policial, encima el reporte forense y
por último los informes, aun incompletos, de los investigadores con cada uno de
los detalles de los interrogatorios y los sospechosos que no pudieron detener
por falta de pruebas reales. Todo era circunstancial.
Marcial volvía a conectarse y
organizaba mentalmente sus ideas en un soliloquio.
ꟷLa
primera mujer asesinada fue hace dos meses, la victimas era mesera, la segunda
estilista y la tercera empleada de una tienda de ropa femenina... Ninguna de
ellas estaba conectada entre sí, pero todas podían haber coincidido con alguna
mujer… ¿por qué la brutalidad y ensañamiento? ¿qué provocó su ira desmedida? Elige
sus víctimas con premeditación… ¡Los tres cuerpos fueron arrastrados! movidos
del lugar del crimen. Arrastrados… el asesino era débil, o pequeño…no era lo
suficientemente fuerte como para cargarlas, un punto para suponer que se
trataría de una asesina y no de un hombre… ¿Un trofeo? ¿Cuál sería su
trofeo?... no lo identifico. ¿Todas habían puesto a lavar ropa? No, no… era la misma
ropa que tenían puesta al ser asesinadas, pero estaban limpias, al igual que sus
cuerpos. ¡¿Hallaron pelos arrancados de raíz en todas las escenas?! ¿Por qué no
dice nada el informe forense sobre su resultado? Deben estarlo procesando… ¿Será
un caso de tricotilomanía? ¡No sabe cómo eliminar pruebas! Se trata de una
asesina novata… ¿Qué detonó su compulsión?
¿Qué dijeron los conocidos sobre las víctimas? ¡Ajá!... Todas ellas eran
mujeres de carácter, directas, más bien agresivas… cualquiera de ellas podría
haber hecho enojar a otra de dócil apariencia.
Marcial salió de la celda con las tres
fotos en la mano, ninguno quería acercarse a él, pero el sargento que lo
conoció el primer día fue a preguntarle que necesitaba.
—¿Del Corral?
—Ahora no está.
—Cuando regrese ¿le podría decir que
yo necesitaría hablar con él?
—¿Qué tiene en su mano?
—Unas copias que él me consiguió para
que me entretenga, no es ningún caso federal… aun. ¿Me prestaría un bolígrafo y
un par de hojas?
—Tome y váyase, salga de aquí que deja
su olor pestilente en la oficina, yo le diré al jefe que lo vea cuando regrese.
Marcial regresó a la celda con las
tres fotos, las hojas y el bolígrafo. Una vez en la celda se sentó en el suelo
frente a las tres pilas de papeles colocando sobre ellas las fotos de cada una
de las víctimas. Se puso a escribir.
Jefe
Inspector Del Corral, luego de revisar los expedientes, este es un informe
general del perfil serial:
Los tres casos están separados en tres
departamentos diferentes, por eso aún no se dieron cuenta de que se trata de
una misma asesina. El nexo entre las víctimas puede ser su carácter impulsivo,
directas y agresivas. Elije sus víctimas con premeditación. Es una mujer de
entre 30 y 40 años. Obsesiva, con ataques de ira. Padece tricotilomanía.
Posibles problemas mentales, su desdoblamiento, tal vez, se deba a un fuerte
golpe en lóbulo frontal. Debe haber estado internada hasta hace dos o tres
meses atrás en una institución mental o de recuperación especial, de costumbres
estrictas porque acomoda, lava y limpia luego de matar. Seguramente siente
remordimiento. Atentamente, Marcial.
Marcial dejó apilados prolijamente
sobre la litera los tres expedientes con el informe sobre ellos.
Había entrado la noche cuando Marcial
salió de la celda y caminó directamente hacia la zona donde acostumbraba a
reunirse con los indigentes alrededor del tambor con fuego.
—Pensamos que te quedarías a
vivir en la celda. ¿Es cierto que casi te mueres de frío?
—Cierto. Fui bastante torpe.
—Se ve que alguien quiere
cuidarte, esos zapatos son bien abrigados, además podrás subir y bajar de la
montaña sin problemas, parecen ser “todoterreno”.
—Son botines viejos de la
policía, pero para mí son como nuevos.
—¿Te echaron? ¿o te viniste de
puro corajudo?
—Quiero sopa de la religiosa,
es algo así como agua bendita.
El grupo se echó a reír; con eso
se rompió el silencio que caracterizaba a la mayoría de ellos.
—¿Vieron que desapareció el
muchachito que solía pasar las noches recorriendo tambores? Me parece que
estaba más mal de la cabeza que nosotros —comentó uno del grupo—
—¿Desde cuándo? ¿Cómo saben que
desapareció? —preguntó Marcial—
—Porque todo el mundo pregunta
por él y nadie sabe nada… nosotros, como tu has dicho, no aparecemos en las
noticias, pero corremos la voz.
—Cuando vayamos al comedor
debiéramos contárselo a Sor Celeste —dijo otro de ellos mientras se metía hojas
de diarios entre la ropa—
—Ella se va a dar cuenta, el
chico es el primero de la fila todos los días desde que apareció entre
nosotros.
—No sé qué tanto podrá hacer la
policía al respecto, no pueden identificar a las posibles víctimas, no hay
fotos de ellos, ni se sabe sus nombres completos, nadie los ha reportados como
desaparecidos y si fuera así, ¿cómo asociarlos con ellos? La policía necesita
de ese tipo de datos para trabajar —les aseguró Marcial—
—¿Tú crees que los
encontraremos vivos?
—No, no creo.
—¿Qué hacemos?
—Prevenir… no andar solos, muévanse
de a dos, como mínimo…
Mientras hacían la fila para el
plato de comida caliente, Sor Celeste comentaba muy apenada respecto al
jovencito desaparecido. Relataba anécdotas sobre él. A Marcial le llamó la
atención la referencia que ella hizo respecto a que estaba siempre hambriento,
que comía primero y esperaba para ver si sobraba algo en la hoya.
—¿Su mayor interés era comer? —indagó
Marcial—
—Sí, en realidad todos tienen
hambre, pero él tenía más que el resto. La mayoría de ustedes come de los
contenedores de basura, creo él también lo hacía, pero nada le alcanzaba.
—¿Qué recuerdas del resto de los
desaparecidos? ¿Crees que cuando termines aquí podrías contarme un poco más de
ellos? —interrumpió Marcial—
—Me parece bien Marcial, tal vez eso
ayude.
—Charlar no los va a hacer aparecer. ¡Hay
que salir buscarlos! —gritó uno de la fila—
—Buscarlos no ha dado resultado,
Marcial tiene otros métodos que pueden ser útiles.
—¿Marcial es adivino?
—Algo así ¿no es cierto Marcial? —comentó
Sor Celeste riendo de buena gana—
Luego de que todos comieran, Sor Celeste
cerró la puerta y se sentó junto a Marcial en el área de cocinas mientras las
otras señoras limpiaban la vajilla. Ella le habló sobre lo que sabía de cada
uno de los desaparecidos, Marcial parecía registrar mentalmente todo lo que ella
le decía.
—Hermanita, hay dos cosas que todos
tienen en común, buscan alimento y abrigo. ¿Has visto en esta zona alguna
camioneta de Servicios Sociales o de alguna organización caritativa?
—No que recuerde, la verdad es que no
he prestado atención a ello. ¿Por qué?
—Todos nosotros somos muy desconfiados
e independientes ¿a quien se acercaría un indigente?
—A otro indigente.
—También a algún vehículo con ploteo
de caridad social que les ofrezca de regalo comida o abrigo. Veamos ¿de dónde
salieron las bolsas de dormir?
—Una mujer se apareció con una docena,
se quedó un buen rato, supongo que para ver las caras de alegría de los que las
recibieron, incluso esa mujer estaba cuando te di la tuya.
—No la vi.
—Es que no era muy llamativa. Tendría
unos cuarenta años, mas o menos y se vestía muy simple.
—¿Le diste una bolsa de dormir al
chico?
—¿Sabes? Creo que sí… sí, le di una,
recuerdo que fue la primera vez que esbozó una sonrisa.
—¿Ella andaba en algún vehículo? ¿Te
dijo si venía de alguna fundación, organización o algo así?
—No miré afuera y tampoco recuerdo que
me haya dicho nada de una fundación.
—Celeste… eres menos curiosa de lo que
me quisiste hacer creer y eres la peor testigo que haya conocido —le recriminó
enojado—
—¡Lo único que me falta! El señorito
cree que estoy acá para hacer sociales ¡estoy ocupada todo el tiempo! Hay veces
que ni levanto la cabeza.
—Disculpa, tienes razón, pero más que
sumar información, la has restado —le comentó sonriendo—
—¡Cuídate! esta es la primera vez que
te veo sonreír, no vaya a ser cosa que te desaparezcas como el chico.
—¿Quién me va a querer a mí?
—Los mismos que quisieron a los otros.
Te vi muy seguro apuntando tus preguntas hacia no sé dónde ¿crees que los
atraen con comida y se los cargan a una camioneta? ¿Para qué harían eso?
—Es una posibilidad, pero solamente
son conjeturas. ¿Me darías esa caja y el nylon que tiene dentro?
—Por supuesto, el nylon es bien grande
¿quieres más cajas?
—No, gracias, no tengo tanto espacio
en mi choza.
—¿Subirás esta noche?
—Sí, pero no te preocupes que estoy
bien abrigado para el frío y la nieve, hasta guantes tengo.
Marcial llegó a su choza, quitó los
recortes de casos resueltos y los que carecían de interés para él y los metió
en la caja. La pared de madera había quedado bastante desocupada. Pegó en ella
las imágenes de los jóvenes asesinados en La Florida, inclusive la de su hijo.
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