sábado, 15 de febrero de 2020

El Indigente Capitulo 1 Episodio 2


Episodio 2

La joven religiosa, Sor Celeste, dio vuelta a la mesa para saludar a Marcial sosteniéndole ambas manos entre las suyas.
—Estimado amigo ¿cómo le agradezco que haya conseguido que la policía se interese en nuestra gente desaparecida?
No fue nada especial, surgió de pura casualidad.
Dios pone las casualidades frente a los hombres, pero los hombres deciden que hacen con ellas. Hoy estamos sirviendo guiso de arroz con pollo que nos donó una avícola, esto los va a ayudar a pasar un poco mejor el frío.
Veo que puso el listado en la pared.
También hice copias y con la gente de la congregación los pegamos en los distintos lugares dónde ustedes se reúnen, eso no solamente ayudará a buscarlos, sino también a que estén atentos y prevenidos.
Luego de comer voy a intentar subir a mi choza.
—Será de noche, no verás ni donde caminas, además hay mucha neblina… ¿por qué no vas a un albergue?
Están todos llenos y yo tengo mi choza, es mi lugar en el mundo.
Está bien, Marcial, tú sabes cómo cuidarte, pero llévate esta bolsa de dormir que recibimos hoy por una donación.
Gracias hermana, este es el mejor regalo que he recibido en años.

Pese al hielo endurecido y a la nieve acumulada en el trayecto por la ladera de la montaña, Marcial entró a su choza con su bolsa de dormir y una botella de kerosene. Prendió su lámpara e hizo un recorrido visual por los recortes que tenía pegados a lo largo y ancho de las paredes de madera. Pinchó los nuevos trozos de papel, cada uno en el espacio de crímenes similares. Volteó la mirada a la pared que registraba su caso más importante, el único que lo había derribado y el único que lo puso nuevamente de pie; estaba dispuesto a encontrar al asesino y ejecutar su propia justicia. Tenía envuelto en plástico una copia completa de cada expediente de los homicidios perpetrados por el asesino serial de adolescentes.
Le faltaba espacio, todo se humedecía cuando se filtraba el agua, no tenía más plásticos para cubrir sus investigaciones. Se sentó sobre la bolsa de dormir mirando detenidamente cada uno de los recortes; de tanto leerlos, recordaba perfectamente qué decía cada uno.
Se puso de pie rápidamente al darse cuenta que había recortes que debieran ir juntos por las similitudes en sus muertes. Tres mujeres acuchilladas en tres grandes ciudades lindantes, noticias en tres diarios diferentes de cada ciudad, pertenecían a delegaciones diferentes, tres investigadores diferentes, tres forenses diferentes, tres sospechosos diferentes… ¿Sería posible que no las hubieran relacionado? Esa noche durmió unas pocas horas, sentía la urgente necesidad de volver a bajar.
Cuando el sol asomó por fin, acomodó sus cosas, las cubrió con los nylon rotos, procuró abrigarse más de lo habitual, guardó en su bolsillo los tres recortes y bajó lentamente por la ladera.
El hielo congelaba sus pies, el frío atravesaba su ropa, a esa altura estaba seguro que llegaría a la ciudad con hipotermia. Con su último esfuerzo alcanzó a llegar al edificio de la Federal, pero cayó al piso en el hall de entrada. Uno de los oficiales lo reconoció por sus andrajos. Entre dos de ellos lo arrastraron al lado de un calefactor y llamaron a Inspector Del Corral.
¡Marcial! ¿Qué hace acá? Se lo ve muy enfermo. Lo ayudaré a sentarte en la silla.
Este es el primer lugar que hay al bajar de mi montaña —respondió tiritando—
¿Quiere que lo lleve al hospital?
Es hipotermia, se pasará con calor y movimiento de los miembros.
—¿Cómo se le ocurrió salir con este clima? ¡Mire sus zapatos! Es como si hubiera caminado descalzo.
Me pondré bien con un poco de calor —le contestó frotándose las manos cerca del calefactor y golpeando levemente el piso con sus pies—
Subirá conmigo y se recostará en una celda. Le conseguiré ropa de abrigo y un par de borcegos.
Una vez en la celda templada, Marcial se quedó profundamente dormido. Cuando le quitaron el tapado húmedo encontraron los tres recortes de diario. Del Corral los miró atentamente y luego los dejó sobre la litera. Una hora más tarde, el jefe lo vio dormir y dejó en el suelo un par de borcegos, medias de abrigo, guantes y un chaleco impermeable, todo era usado, pero fue el mismo personal de la agencia quien se lo había donado.

Cuando Marcial despertó, Sor Celeste se encontraba sentada a su lado.
—Mi vagabundo favorito… vine a ver al Inspector, pero ¡tremenda sorpresa me llevé cuando me dijo que estabas aquí y que habías llegado casi muerto de frío!
Hay momentos que mi cabeza perturbada no se pone de acuerdo con la razón.
¿Qué te impulsó a bajar con este clima?
Un asesino serial, eso es lo único que enciende mi motor. Te debo parecer un loco.
No, para nada, Del Corral me comentó que los habías ayudado con un caso que tienen pendiente.
¿Pasó algo? ¿Por qué estás aquí?
No, nada pasó, vine a ver si podía ayudar con mis desaparecidos. ¿Qué harás ahora?
Le preguntaré algo a Del Corral y subiré nuevamente a mi choza… con esta helada que no cesa, no hay otro sitio donde ir.
Del Corral entraba a la celda en ese momento.
—¿Escuché bien? ¡Tú no subirás esa montaña! no estás en condiciones de hacerlo. ¡Si casi mueres esta mañana! Pasarás el día ahí adentro, estarás más caliente y tendrás comida gratis, así como cualquier otro preso. Si no te resistieras tanto a bañarte, seguramente tendrías más oportunidades de ser invitado a un lugar mejor.
—Acá estaré bien por hoy. Le quería preguntar algo.
—¿Está relacionado con esos tres artículos de diario que tenías mojados en tu bolsillo?
—¿Los miró? ¿Vio lo mismo que yo? ¿Se dio cuenta? —preguntaba ansioso—
—¿Qué viste, Marcial?
—En realidad, todavía nada, pero si consigue que le envíen copias de los tres expedientes de esas mujeres, es posible que encuentre un asesino serial y no tres casos diferentes.
Las tres fueron acuchilladas. ¿Y?
Acuchilladas repetidas veces en el pecho. Ira, brutalidad, ensañamiento en todas ellas, son homicidios personales, no al azar.
—Me confundes, las víctimas no parecen estar ligadas entre sí.
Puede que quien las ligue sea, justamente, el asesino.
Nadie de afuera ha pedido nuestra opinión, los casos los tomamos por transferencia, debieran estar fuera de jurisdicción unos de otros, pero pertenecen a la misma provincia… Así que igual pediré como favor esos escaneos, pero nosotros no tenemos tiempo ni autorización para tomar casos que no nos pertenecen, tendrás que verlos por tu cuenta.
Bueno, por las dudas quedará un informe del análisis y perfilado en borrador hasta que el asesino mate a más mujeres —respondió algo contrariado—
Uno puede correr, reptar, volar, hundirse, pero siempre termina siendo quien es. Eso pasa contigo, no puedes evitar ser quien eres. Te conseguiré lo que pides y podrás trabajar dentro de esta celda.
¿Me puedo quedar un momento más con él? —preguntó Sor Celeste—
No me atrevería a echarla, hermanita —le respondió sonriendo Del Corral—
—Marcial, usted es una buena persona, siempre piensa en el prójimo.
No me conoce hermana, ese prójimo es para mí sólo un instrumento; analizo sus muertes para descubrir mentes asesinas.
Te ocultas tras ese caparazón de mugre, debes estar sufriendo demasiado como para que hayas decidido aislarte del mundo y preferir morir antes que regresar a la civilización.
Usted se oculta tras ese hábito blanco. ¿Un cordón con tres nudos? Son los que la obligan a recordar sus votos de pobreza, castidad y obediencia. Hermana Celeste, usted es una joven que le teme a la vida y espera que un Dios no visible la proteja. ¿Sigo? Es bella, delicada, educada, pero disimula su cuerpo con ese atuendo holgado y a su cintura… dejando suelto el cordón. Esconde su pelo, que, por el color de sus cejas, ha de ser muy rubio. Usted se esconde, tal vez más que yo. Lo suyo es temor a la vida, posiblemente tenga un componente de culpa compensándolo todo con amor al prójimo para no sentir que desaparece… Lo mío… es el odio encarnecido cubierto de mugre.
—¡¿Intenta adivinarme?! ¿Inquietarme, insultarme? —le preguntó muy enojada poniéndose de pie repentinamente—
No la adivino, la “perfilo” por costumbre. Usted sirve platos de comida caliente, yo perfilo asesinos seriales. No se enoje, hermana. Use lo bueno de mí y descarte lo malo. No la juzgo ni me afectan sus sentimientos, tampoco me interesa saber de qué se esconde, qué hizo ni a qué le teme. Siento respeto por usted, y su compañía serena mis demonios, pero si prefiere alejarse de mí, la comprenderé.
Usted “perfila” pero yo soy muy observadora y curiosa. Estuve averiguando cosas… No sé qué fue lo que le pasó, pero sí me enteré que usted no es pobre, tiene a su papá que es un profesional exitoso y que vive en Veracruz en una casa bien elegante, también sé que dejó un excelente trabajo en Estados Unidos. Usted salió corriendo de su vida a esconderse en la montaña, no porque estuviera solo en el mundo, ni porque no tuviera dónde caerse muerto.
¿Alguna vez me vio mendigando dinero? Hace cinco años que no necesito nada más que un abrigo y un plato de sopa caliente para sobrevivir.
Pero usted es doctor, podría trabajar en muchos lugares, incluso persiguiendo asesinos seriales… que parece ser lo único que le interesa —alegó bajando la cabeza con gesto compasivo—
No soy médico, mejor dicho, no de los médicos comunes, era psiquiatra y no necesito de su lástima.
Es psiquiatra. Vuelva al ruedo, vuelva a vivir haciendo lo que quiere hacer sin depender de una celda donde abrigarse o mendigando una investigación que parece no importarle a nadie.
Tampoco le importaban a nadie los indigentes desaparecidos… entre una monja y un roñoso logramos que alguien los busque. Hermana Celeste, respecto a mi padre… usted le presta demasiada atención al dinero y las propiedades, esas son puras envolturas. Tenga en cuenta que yo estoy donde debo estar y del modo que prefiero.
También veo en usted a un hombre tan dolido por dentro que ha provocado grandes surcos negros rodeando sus ojos verdes… o miel clara… no se bien, pero llaman la atención aún bajo la mugre. Los surcos no son por su edad… tendrá, apenas unos cuarenta ¿verdad?
El peso de mi vida dice otra cosa… la edad es irrelevante, no estamos uno frente al otro para coquetearnos.
¿Su padre? ¿qué me dice de su padre?
Qué hace muchas vidas que no lo conozco.
—¿Su trabajo en EEUU?
Quedé fuera en el caso más importante de mi vida, perdí el interés y me fui.
¿Quiere hablar de eso?
En absoluto. ¿Usted quiere hablar de su culpa y del temor que la persigue?
En absoluto.
Entonces ya no hay nada que cuestionarnos, tenemos todo claro, podemos seguir viviendo nuestras vidas sin pensar en el otro.

Luego que Sor Celeste se fuera, Marcial se puso las medias y los borcegos, miró satisfecho sus pies abrigados. Sobre la litera, acomodó los guantes arriba del chaleco y volvió a mirar los recortes de diarios. Del Corral entró a la celda y tiró sobre una litera tres grupos de hojas abrochadas.
Aquí tiene los tres casos para entretenerse —le dijo retirándose con evidente apuro—
Marcial separó las fotos de las víctimas en el piso, al lado de cada una colocó primero las fotografías de las escenas de los crímenes, luego el informe policial, encima el reporte forense y por último los informes, aun incompletos, de los investigadores con cada uno de los detalles de los interrogatorios y los sospechosos que no pudieron detener por falta de pruebas reales. Todo era circunstancial.
Marcial volvía a conectarse y organizaba mentalmente sus ideas en un soliloquio.

La primera mujer asesinada fue hace dos meses, la victimas era mesera, la segunda estilista y la tercera empleada de una tienda de ropa femenina... Ninguna de ellas estaba conectada entre sí, pero todas podían haber coincidido con alguna mujer… ¿por qué la brutalidad y ensañamiento? ¿qué provocó su ira desmedida? Elige sus víctimas con premeditación… ¡Los tres cuerpos fueron arrastrados! movidos del lugar del crimen. Arrastrados… el asesino era débil, o pequeño…no era lo suficientemente fuerte como para cargarlas, un punto para suponer que se trataría de una asesina y no de un hombre… ¿Un trofeo? ¿Cuál sería su trofeo?... no lo identifico. ¿Todas habían puesto a lavar ropa? No, no… era la misma ropa que tenían puesta al ser asesinadas, pero estaban limpias, al igual que sus cuerpos. ¡¿Hallaron pelos arrancados de raíz en todas las escenas?! ¿Por qué no dice nada el informe forense sobre su resultado? Deben estarlo procesando… ¿Será un caso de tricotilomanía? ¡No sabe cómo eliminar pruebas! Se trata de una asesina novata… ¿Qué detonó su compulsión? ¿Qué dijeron los conocidos sobre las víctimas? ¡Ajá!... Todas ellas eran mujeres de carácter, directas, más bien agresivas… cualquiera de ellas podría haber hecho enojar a otra de dócil apariencia.

Marcial salió de la celda con las tres fotos en la mano, ninguno quería acercarse a él, pero el sargento que lo conoció el primer día fue a preguntarle que necesitaba.
—¿Del Corral?
—Ahora no está.
—Cuando regrese ¿le podría decir que yo necesitaría hablar con él?
—¿Qué tiene en su mano?
—Unas copias que él me consiguió para que me entretenga, no es ningún caso federal… aun. ¿Me prestaría un bolígrafo y un par de hojas?
—Tome y váyase, salga de aquí que deja su olor pestilente en la oficina, yo le diré al jefe que lo vea cuando regrese.
Marcial regresó a la celda con las tres fotos, las hojas y el bolígrafo. Una vez en la celda se sentó en el suelo frente a las tres pilas de papeles colocando sobre ellas las fotos de cada una de las víctimas. Se puso a escribir.

Jefe Inspector Del Corral, luego de revisar los expedientes, este es un informe general del perfil serial:
 Los tres casos están separados en tres departamentos diferentes, por eso aún no se dieron cuenta de que se trata de una misma asesina. El nexo entre las víctimas puede ser su carácter impulsivo, directas y agresivas. Elije sus víctimas con premeditación. Es una mujer de entre 30 y 40 años. Obsesiva, con ataques de ira. Padece tricotilomanía. Posibles problemas mentales, su desdoblamiento, tal vez, se deba a un fuerte golpe en lóbulo frontal. Debe haber estado internada hasta hace dos o tres meses atrás en una institución mental o de recuperación especial, de costumbres estrictas porque acomoda, lava y limpia luego de matar. Seguramente siente remordimiento. Atentamente, Marcial.
Marcial dejó apilados prolijamente sobre la litera los tres expedientes con el informe sobre ellos.

Había entrado la noche cuando Marcial salió de la celda y caminó directamente hacia la zona donde acostumbraba a reunirse con los indigentes alrededor del tambor con fuego.
Pensamos que te quedarías a vivir en la celda. ¿Es cierto que casi te mueres de frío?
Cierto. Fui bastante torpe.
Se ve que alguien quiere cuidarte, esos zapatos son bien abrigados, además podrás subir y bajar de la montaña sin problemas, parecen ser “todoterreno”.
Son botines viejos de la policía, pero para mí son como nuevos.
¿Te echaron? ¿o te viniste de puro corajudo?
Quiero sopa de la religiosa, es algo así como agua bendita.
El grupo se echó a reír; con eso se rompió el silencio que caracterizaba a la mayoría de ellos.
¿Vieron que desapareció el muchachito que solía pasar las noches recorriendo tambores? Me parece que estaba más mal de la cabeza que nosotros —comentó uno del grupo—
¿Desde cuándo? ¿Cómo saben que desapareció? —preguntó Marcial—
Porque todo el mundo pregunta por él y nadie sabe nada… nosotros, como tu has dicho, no aparecemos en las noticias, pero corremos la voz.
Cuando vayamos al comedor debiéramos contárselo a Sor Celeste —dijo otro de ellos mientras se metía hojas de diarios entre la ropa—
Ella se va a dar cuenta, el chico es el primero de la fila todos los días desde que apareció entre nosotros.
No sé qué tanto podrá hacer la policía al respecto, no pueden identificar a las posibles víctimas, no hay fotos de ellos, ni se sabe sus nombres completos, nadie los ha reportados como desaparecidos y si fuera así, ¿cómo asociarlos con ellos? La policía necesita de ese tipo de datos para trabajar —les aseguró Marcial—
¿Tú crees que los encontraremos vivos?
No, no creo.
¿Qué hacemos?
Prevenir… no andar solos, muévanse de a dos, como mínimo…

Mientras hacían la fila para el plato de comida caliente, Sor Celeste comentaba muy apenada respecto al jovencito desaparecido. Relataba anécdotas sobre él. A Marcial le llamó la atención la referencia que ella hizo respecto a que estaba siempre hambriento, que comía primero y esperaba para ver si sobraba algo en la hoya.
¿Su mayor interés era comer? —indagó Marcial—
Sí, en realidad todos tienen hambre, pero él tenía más que el resto. La mayoría de ustedes come de los contenedores de basura, creo él también lo hacía, pero nada le alcanzaba.
—¿Qué recuerdas del resto de los desaparecidos? ¿Crees que cuando termines aquí podrías contarme un poco más de ellos? —interrumpió Marcial—
—Me parece bien Marcial, tal vez eso ayude.
—Charlar no los va a hacer aparecer. ¡Hay que salir buscarlos! —gritó uno de la fila—
—Buscarlos no ha dado resultado, Marcial tiene otros métodos que pueden ser útiles.
—¿Marcial es adivino?
—Algo así ¿no es cierto Marcial? —comentó Sor Celeste riendo de buena gana—

Luego de que todos comieran, Sor Celeste cerró la puerta y se sentó junto a Marcial en el área de cocinas mientras las otras señoras limpiaban la vajilla. Ella le habló sobre lo que sabía de cada uno de los desaparecidos, Marcial parecía registrar mentalmente todo lo que ella le decía.
—Hermanita, hay dos cosas que todos tienen en común, buscan alimento y abrigo. ¿Has visto en esta zona alguna camioneta de Servicios Sociales o de alguna organización caritativa?
—No que recuerde, la verdad es que no he prestado atención a ello. ¿Por qué?
—Todos nosotros somos muy desconfiados e independientes ¿a quien se acercaría un indigente?
—A otro indigente.
—También a algún vehículo con ploteo de caridad social que les ofrezca de regalo comida o abrigo. Veamos ¿de dónde salieron las bolsas de dormir?
—Una mujer se apareció con una docena, se quedó un buen rato, supongo que para ver las caras de alegría de los que las recibieron, incluso esa mujer estaba cuando te di la tuya.
—No la vi.
—Es que no era muy llamativa. Tendría unos cuarenta años, mas o menos y se vestía muy simple.
—¿Le diste una bolsa de dormir al chico?
—¿Sabes? Creo que sí… sí, le di una, recuerdo que fue la primera vez que esbozó una sonrisa.
—¿Ella andaba en algún vehículo? ¿Te dijo si venía de alguna fundación, organización o algo así?
—No miré afuera y tampoco recuerdo que me haya dicho nada de una fundación.
—Celeste… eres menos curiosa de lo que me quisiste hacer creer y eres la peor testigo que haya conocido —le recriminó enojado—
—¡Lo único que me falta! El señorito cree que estoy acá para hacer sociales ¡estoy ocupada todo el tiempo! Hay veces que ni levanto la cabeza.
—Disculpa, tienes razón, pero más que sumar información, la has restado —le comentó sonriendo—
—¡Cuídate! esta es la primera vez que te veo sonreír, no vaya a ser cosa que te desaparezcas como el chico.
—¿Quién me va a querer a mí?
—Los mismos que quisieron a los otros. Te vi muy seguro apuntando tus preguntas hacia no sé dónde ¿crees que los atraen con comida y se los cargan a una camioneta? ¿Para qué harían eso?
—Es una posibilidad, pero solamente son conjeturas. ¿Me darías esa caja y el nylon que tiene dentro?
—Por supuesto, el nylon es bien grande ¿quieres más cajas?
—No, gracias, no tengo tanto espacio en mi choza.
—¿Subirás esta noche?
—Sí, pero no te preocupes que estoy bien abrigado para el frío y la nieve, hasta guantes tengo.

Marcial llegó a su choza, quitó los recortes de casos resueltos y los que carecían de interés para él y los metió en la caja. La pared de madera había quedado bastante desocupada. Pegó en ella las imágenes de los jóvenes asesinados en La Florida, inclusive la de su hijo.




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