Episodio 3
Marcial miraba las fotografías de
los jóvenes; se detuvo en la de su hijo… la sostuvo con sus manos temblorosas. Una
a una caía lentamente las lágrimas de sus ojos. En ese momento se dio cuenta
que hacía cinco años que no lloraba, la última vez había sido el día de su
entierro. La culpa se apoderó de sus pensamientos:
“Tanta ira contenida, tanto enojo con el mundo, tanto arrepentimiento,
tanta culpa que no dejaba salir este dolor… ¿Se perdió el humano que había en
mí? ¿en qué momento? ¿Cuándo dejé de llorar por ti para ahogarme en mi propia
miseria? ¡Te fallé y te sigo fallando! ¿Acaso era yo ese hombre que desprotegía
a su ser más amado? ¿Cómo no previne lo que sucedería? ¿Por qué no te puse a
salvo?
Veía a diario el sufrimiento de otros… los veía como “casos”, cosas que
sucedían en el mundo criminal que yo estudiaba… casos de otros… cosas de otros…
¡No fue un caso más el que golpeó mi puerta! ¡No fue un caso más el que derribó
mi vida! Fui yo creyéndome omnipotente… esas cosas no me sucederían a mí, ni a
mi familia, ni dentro de mi hogar… Fui yo quien destruyó mi propio sueño y tu
vida… y mi vida, y mi mundo entero.
¿Ahora lloro? ¡Quisiera cambiar tu lugar, estar yo muerto y tu vivo! Tu
podrías haber dejado de llorar en poco tiempo, pero yo lloraré por dentro, ahogándome
cada día por el resto de mi vida. ¿No se puede volver el tiempo atrás? No… no
se puede.
Ansío vengarme, digo que busco “hacer justicia” ¡Pero soy yo el
verdadero culpable! El responsable de tu muerte y mi derrota.
Marcial se quedó dormido mientras
sus ojos le mojaban el rostro y el rostro mojaba su bolsa de dormir
convirtiéndola en un charco de agua fría. No era un llanto compungido, era un
llanto eterno que no cesó por varios días. No se levantó en tres mañanas, para la
cuarta ya no tenía fuerzas. Supuso que moriría, pero estaba conforme con eso.
*****
Alrededor del tambor estaban los
compañeros de Marcial hablando sobre él, llevaban muchos días sin verlo y las
noches no superaban los tres grados bajo cero.
—¿Habrá desaparecido como el
resto?
—¿Y si no pudo bajar de la
montaña? ¿Y si se murió allá arriba con el frío?
—Hoy la monjita nos va a volver
a preguntar por él… no sabemos nada y no podemos mentirle a ella… sería un
pecado ¿no?
Esa noche todos estaban en la
fila con el plato en la mano, Sor Celeste miraba la puerta a cada rato.
—¿Qué saben de él? ¿Alguien lo
vio? —preguntó muy preocupada—
—No madrecita, nadie lo vio —respondió
uno de ellos—
—Tampoco nadie lo vio bajar de
la montaña —acotó otro—
—Esta noche hablaré con la
policía para que vayan a ver si está en su choza.
—¡Olvídese madrecita! Nadie
subirá tres mil metros de altura para buscar a un pordiosero.
Sor Celeste sabía que era
probable que no hubiera personal capacitado para escalar esa montaña por mucho
afán que le pusiera Del Corral al asunto, aun así, esa noche ella se presentó
en el edificio Federal para hablar con él.
—Señor, esta es la cuarta noche
que Marcial no viene al comedor, dicen que no ha bajado de la montaña, pero su
choza no lo pudo haber cubierto de las heladas que han estado cayendo.
—Por lo que él dijo, sé que la
bajada llega directo a este edificio ¿sabe qué tan alto está?
—Ese es el problema, me dicen
que está a unos 3000mts.
—Mañana a primera hora hablaré
con el grupo de rescate de los Bomberos, ellos encontrarán el modo de bajarlo,
si es que se encuentra ahí…
—Sé que está ahí, porque es
demasiado astuto como para que alguien se lo lleve como a los otros.
—¿Se los lleve? ¿por qué piensa
que se los llevaron?
—Por cosas que me preguntó
Marcial el último día que lo vi.
—Vaya a dormir tranquila, mañana
lo iremos a buscar.
Por la mañana, Del Corral llamó
al jefe de Bomberos comentándole el problema.
—Sor Celeste está muy preocupada y la
verdad es que yo también. ¿Tendrá personal que pueda subir a esa altura?
—Tengo dos rescatistas de
montaña, pueden ir a ver… pero a esa gente los abriga la mugre, debe estar vivo
y esperando que caliente el sol.
—” Esa gente” como usted lo
llama, es un colaborador muy importante para nosotros, un analista de conducta
criminal que nos ha ayudado en un par de casos de asesinos seriales y… la
verdad, es que en este momento lo necesitaría trabajando.
—Disculpe, no sabía que era su
amigo, menos aún que fuera algún tipo de profesional.
—Como usted dice, “la mugre” lo
cubre.
—Enseguida envío a los
rescatistas, quédese tranquilo que en unas horas le tendremos novedades.
Los rescatistas lograron llegar a
la choza con mucha dificultad; abrir la puerta no fue un problema, no era más
que una tabla apoyada cubierta de nylon. Encontraron a Marcial metido en la
bolsa de dormir, le buscaron el pulso y descubrieron que estaba demasiado débil
y el hombre no respondía a los estímulos. Decidieron armar la camilla de
rescate y bajarlo de allí. Mientras lo preparaban, observaron las pilas de
libros y también los artículos y fotos pegados en las paredes de madera.
—¿Quién es este tipo? ¿Por qué
el jefe está tan interesado en este vagabundo?
—No sé si los libros los usa como
paredes, pero si los leyó todos, no ha de ser ningún tarado.
Los rescatistas lo cubrieron con
una manta aislante para que mantuviera el calor corporal.
—Bajemos lento y pidamos por
radio que nos espere una ambulancia. Avisa que ya estamos en camino y que el
hombre padece de hipotermia.
La ambulancia los esperaba frente
al edificio federal, allí estaban Del Corral y Sor Celeste. Ella fue en la
ambulancia con él hasta el hospital; Del Corral decidió seguirlos en su auto,
quería asegurarse de que Marcial estuviera bien.
Marcial fue internado en una sala
climatizada mientras, con cuidado, le hacían estudios para comprobar el estado
de sus órganos, no podían acelerar los procesos para evitar reacciones adversas
en su cuerpo.
—¿Qué sabe de él? ¿Tiene
familiares? —le preguntó Del Corral a Sor Celeste—
—No sé de él mucho más que
usted, pero tiene a su padre médico que vive en Veracruz.
—Tal vez deberíamos llamarlo…
—Tal vez no… él hace años que
no se trata con su padre y, por lo que todos vemos, no tiene interés en ser
encontrado por nadie.
—Tal vez tenga razón, esperaré
a ver que dice el médico y llamaremos a su padre solamente si es grave.
Los dos miraban a Marcial a
través del vidrio de la habitación.
—¡Dios mío! Le están quitando
la ropa y lo están lavando… si el frio no lo mata se morirá de bronca —acotó
preocupada, Sor Celeste—
Cuando salió la enfermera con la
ropa de Marcial, Sor Celeste se apuró a pedirle la bolsa aduciendo que ella se
ocuparía de lavarla.
—¡Enfermera, enfermera! Espere por
favor, está bien que lo higienicen, pero por favor no lo afeiten ni le corten
el pelo —se apuró a sugerir la monja—
—No pensábamos hacerlo,
tranquilícese hermanita, por favor.
Del Corral miró a Sor Celeste con
intriga.
—¿Acaso no es contra sus reglas
mirar a un hombre desnudo? —le preguntó sonriendo—
—¡Por favor! ¡Es Marcial y
puede morirse!
—Bueno… si usted lo dice… Está
demasiado flaco ¿verdad?
—Ya era flaco y ahora pasó
cuatro días sin comer ¡Mire como tiene la cara toda hundida! Pobrecito…
—¿Usted se va a quedar con él?
Yo debo irme a trabajar.
—Me quedo, usted vaya.
Al día siguiente, cuando Marcial
despertó, encontró a Celeste sentada en una silla junto a él. Ella estaba
entredormida y él la miraba con curiosidad.
—¡Marcial! Al fin despertó.
Estábamos muy preocupados por usted. ¿Cómo se le ocurrió quedarse en la
montaña? Usted, hay veces que parece un inconsciente. ¡Ni que fuera niño!
—¿Me va a retar todo el tiempo?
¿Acaso me golpeará? La noto muy enojada.
—No sabe todo lo que tuve que
hacer para que no tiraran su ropa cuando se la sacaron para higienizarlo.
También me aseguré que no le cortaran esa barba y el enjambre de pelos que
tiene en la cabeza.
—Gracias por cuidar de mí.
—¡No se lo merecía! ¿Sabe? Yo estaba
segura que usted estaría en la choza. Ni por un momento pensé en que se lo
pudieran haber llevado como al resto.
—¿Y eso por qué?
—Porque usted es más astuto que
el resto.
—¿Cómo consiguió que me fueran
a rescatar?
—No fui yo, fue Del Corral. Él
habló con el jefe de Bomberos.
—¿Sabe hermanita? Hubiera
preferido morirme así, quedándome dormido.
—¡No diga tonterías! ¿Acaso
usted se quedó ahí a propósito?
—Algo así…
—No le voy a preguntar qué fue
lo que lo llevó a semejante abandono y desprecio a la vida, pero me da gusto
que no haya logrado morir. Aunque no quiera, somos muchos los que nos
preocupamos por usted. Sus compañeros de tambor, los de la fila del comedor, las
mujeres que me ayudan, Del Corral.
—No merezco su afecto ni tampoco lo he
pedido.
—¡No sea pavo! El afecto no se pide.
Dos enfermeros vestidos con delantales
plásticos, entraron a la habitación.
—Hermana, necesitamos que espere
afuera un momento —le pidió uno de los enfermeros mientras el otro ayudaba a
Marcial a pasar a una silla de ruedas—
Sor Celeste salió de la habitación y
se sentó a esperar sentada en una silla del pasillo. Quince minutos después,
los dos enfermeros salieron y le dejaron a Celeste la puerta abierta para que
entrara.
—Dime ¿por qué me miras fijamente?
—Nada… porque prestaba atención a lo… mmm…
porque así de limpio se te ve raro.
—¡Casi mientes, pecadora! Es cierto,
¿verdad? me quitaron el caparazón, ahora soy una tortuga incompleta.
—Gracioso… te vi desnudo… Del
Corral me insinuó que yo era una pecadora, no lo dijo, pero lo noté en su cara.
—¿No pecaste?
—No, para nada, no… yo pensé
que te estabas muriendo.
—No es pecado ver a un hombre
moribundo, tampoco debe ser pecado estar más flaco que el mismísimo Cristo; un
par de clavos y hasta puedes adorarme.
—¡Blasfemo!
—Disculpa… ofendí tus creencias.
—No está bien que pases tanto tiempo
sin comer, mira, te pusieron comida por la vena. Al menos acá comerás, aunque
sea obligado.
—Mañana estaré bien y regresaré a mi
choza, juntaré comida antes de subir.
—No irás a ningún lado, hablaré con
Del Corral.
—¡Por favor Sor Celeste! Él no tiene
por qué cuidar de mí, nadie tiene que cuidarme.
—Veremos.
Al tercer día, cuando le dieron de
alta, Del Corral llegó a buscarlo. Ver a Marcial tan limpio lo dejó pasmado.
—Hace un par de días te limpiaron
tímidamente, pero se ve que ahora te han metido en remojo.
—Sí, logré recuperar los botines y la
chaqueta de abrigo… el resto de ropa me la dieron acá, debe ser de alguien que está
más muerto que yo —comentó con una leve sonrisa—
—Vine a buscarte.
—¿Solidaridad o trabajo?
—Trabajo, si te dijera que es pura solidaridad
me mandarías de paseo.
—Yo los dejo, ya hice mi parte como
cuidadora así que regreso al convento hasta la tarde que me toca cocinar
—anunció Celeste—
—Gracias Sor Celeste, ha sido muy
gentil al cuidar de mí.
Del Corral llevaba en el auto a
Marcial
—Tenías razón —dijo repentinamente Del
Corral—
—Ando desubicado, ¿en que tenía razón?
—La mujer que acuchilla mujeres, es un
caso serial; volvió a matar y acaban de pasarnos los expedientes originales.
—Mi trabajo ya está hecho, al menos de
una forma general.
—Eso me dijiste en la nota, ahora
necesitamos profundizar en el tema para saber dónde buscarla y detener esta
locura de asesinatos. El ADN de la mujer no está en la base de datos, no
sabemos quién es y hay que encontrarla lo antes posible. Tu informe es muy
bueno y nos ha ahorrado mucho tiempo y trabajo, pero necesitamos más detalles
del perfil o un nuevo punto de vista.
—Has tocado mi punto débil, estudiar
la conducta de un asesino serial hasta asegurarme de ver como lo atrapan...
—¿Te pido un favor? Átate el pelo.
Esta vez no trabajarás dentro de una celda.
—¿Por qué no?
—Porque no. Además, ya nadie podrá
quejarse de tu apestoso olor.
—Ok, sin olor, pero el pelo no me lo
ato, no soy policía ni empleado de tu Buró.
—¿Esta vez quieres cobrar en dinero?
—No, Del Corral, sabes que no necesito
dinero, cobraré en comida caliente, bebida… mucho café del bueno y bien
preparado.
—Con el dinero podrías comprarte todas
esas cosas y más.
—Amigo ¿realmente piensas que no tengo
dinero? Vivo así porque no quiero vivir de otra manera.
—Eres una caja de sorpresas, jamás
podría haber pensado que tuvieras dinero y no lo usaras para lo mínimo indispensable.
—El dinero paga lo que el mismo dinero
te obliga a generar, impuestos, matrículas, rentas… servicios que ya no uso. Todo te lo quitan de
la cuenta sin mover un dedo, y como la cuenta se mueve, no me dan por muerto.
—¿Llevas cinco años fuera del
sistema y el sistema todavía no se entera?
—Se darán por enterados cuando
se acabe la plata de las cuentas y no tengan de donde cobrarse todas esas cosas
que ni necesito.
—¿De mendigo a millonario?
—De mendigo a “pobre tipo”, no soy
ni fui rico, era nada más que un empleado bien pagado por el Estado.
Del Corral ayudó a Marcial a
bajar del auto.
—Si no fuera que estoy seguro
de que este es el mejor lugar a dónde puedes ir, te diría que no estás en
condiciones de venir a trabajar.
Entraron a la delegación
caminando lento; Marcial todavía estaba muy débil. Muchos lo reconocieron por
el pelo, la barba larga y los ojos claros, pero en nada más se parecía al
vagabundo que permanecía en las celdas. No tenía puesto su tapado roto, pero sí
los borcegos y la chaqueta de abrigo que le habían regalado los oficiales; el
viejo y rústico pantalón había sido cambiado por un simple jean.
—Marcial, pero si pareces otro,
hasta el pelo y la barba se te ven mejor ahora que están limpios —le dijo el
sargento—
—Todo es para que no huyan ni
me echen por el olor —bromeó con el sargento que siempre lo había despreciado
cuando se acercaba—
—Hay un escritorio para ti
preparado en aquel rincón, no es muy grande, pero tiene pizarrón —le dijo Del
Corral caminando a su lado—
Marcial abrió la caja, sacó los
cuatro expedientes, dejó la caja en el suelo e inició su trabajo desarmando y
mezclando cada uno de los casos. Alguien le dejó un café con leche y un plato
con medias lunas. Volvió a analizar en su cabeza a la mujer asesina y luego
leyó cada hoja en detalle.
Al mediodía llegó la comida para
todo el personal, Del Corral le entregó a Marcial los cubiertos en la mano.
—Esta vez, come con cubiertos —le
sugirió en tono imperativo—
—No te preocupes, me comportaré
como un tipo socialmente correcto. ¿En serio lentejas, carne panceta, calabaza?
¡¿Bananas con leche!? Me vas a convertir en una proteína andante —criticó a Del
Campo sin evitar sonreír—
Ni bien todos terminaron de
almorzar y, cargando un café en sus manos, Marcial los reunió frente al
pizarrón.
—Debo suponer que luego de
estudiar los casos de esta asesina, habrán leído también mi primer informe.
—Saber cómo piensa y que tan
loca puede estar, no nos acerca a ella —comentó uno de los oficiales más
jóvenes—
—Muchacho, te voy a dar una
mano en eso. La victimología y la motivación es la misma que las anteriores, esta
víctima es una cajera de supermercado de muy mal genio por lo que, de algún
modo, la asesina pudo sentirse agredida… Así es como nuestra asesina elige su
próxima víctima y la asecha, la sigue hasta descubrir en dónde vive, sus
horarios… hay premeditación. Luego que descarga su furia desmedida, siente
culpa. Su personalidad se desdobla. No se lleva trofeo… es novata y no vive
sola, debe tener una familia constituida. …Ajusté el perfil con el único fin de
encontrarla. ¿Quién es ella? ¿Cómo identificarla? ¿Dónde buscarla?
“Buscan
a una mujer blanca de entre 30 y 40 años, tiene una familia bien constituida,
cualquiera en su barrio podría reconocerla debido a sus estallidos de rabia por
cualquier tontería, pero que inmediatamente se calma. Debe usar peluca, pues
padece tricotilomanía y en su cabeza al natural aparecerán grandes lamparones
sin pelo. Seguramente ha tenido un grave accidente, lo más probable es que haya
salido en las noticias; debió estar internada por varios meses en algún área
psiquiátrica o de rehabilitación neuropsiquiátrica, adquirió costumbres de orden,
los cuales se obligan en esos sitios.” —continuó diciendo— —Respecto a
lo que dijo el joven oficial, cualquiera sabe que un perfil de conducta
criminal no es aceptado como prueba, incluso, la mayoría de las delegaciones
federales, como esta, carecen de especialistas. Yo les procuro de una guía para
que tengan una idea de hacia dónde dirigir sus investigaciones cuando se carece
de pruebas materiales. Sugiero, a los jóvenes agentes, aprender a analizar los
perfiles y sacarle provecho a esa información, por ejemplo:
1-
Buscar
listados de pago con tarjeta en cada negocio donde trabajaban las víctimas para
cruzar la información y determinar coincidencias.
2-
En la
peluquería donde trabajaba una de las víctimas, preguntar por la mujer que les compra
pelucas para cubrir su falta de cabello.
3-
Repreguntar
a los testigos, pero esta vez indaguen si vieron un auto con una mujer
merodeando la casa de las víctimas.
4-
En
instituciones mentales o neuropsiquiátricos, consultar por altas médicas de
hace tres o cuatro meses atrás, también si alguna coincide con un post
traumatismo de lóbulo frontal.
5-
Revisar
accidentes graves de hace más de un año dónde haya estado involucrada una
mujer.
Tengan en cuenta que ella es nueva en esto,
ni siquiera sabe eliminar pruebas, pero tampoco sabremos cómo reaccionará al
ser acorralada. La mujer es muy inestable. Les advertiré, para que tengan en
cuenta, que cualquier asesino serial inicia de forma torpe, pero si se le da
tiempo y no se lo captura, se perfeccionará. Eso es todo, gracias por su
atención y suerte en la cacería.
—Gracias Marcial, la verdad es que
eres muy didáctico y detallista —reconoció Del Corral— ¡Oficiales, divídanse
las tareas y regresen con resultados!
Mientras los oficiales hablaban entre
ellos y organizaban su trabajo, Marcial acomodaba los expedientes dentro de la
caja que pertenecía al serial.
—¿Qué piensas hacer ahora? —le
preguntó Del Corral—
—Pasaré a ver a Sor Celeste para que
me regrese mi ropa, no será muy buena, pero es abrigada y, sobre todo, es mía —respondió
sonriendo—
—¿Y luego? Te pregunto porque aún
queda una semana de frío. El tiempo está muy loco, si hasta parece mentira que
aquí haga tanto frío… peor aún a 3000 mts de altura ¿verdad Marcial?
—Entiendo… no quieres que suba a mi
choza, porque ahora que me aprecias y que has llegado a apreciar mi trabajo, no
te sientes bien contigo mismo dejándome “a la deriva”. Amigo, no estoy a la
deriva, sé lo que busco y dónde buscarlo, se lo que quiero y también lo que
necesito. Colaboraré contigo siempre y cuando no te metas en mi vida personal.
Te agradezco el movimiento que realizaste para rescatarme, pero debes saber
que, en realidad, yo no quería ser rescatado. Pero bueno… ya que estoy con
vida, seguiré con el trabajo que me he propuesto y, para eso, debo ser un “don
nadie”.
—¿Encubierto?
—Busco a alguien que me conoce muy
bien, pero que jamás miraría a un indigente de frente. De él, solamente tengo
un mal dibujo de un retrato hablado, pero estoy seguro que actuó y actuará nuevamente
en el DF, tal vez ya lo haya hecho en otras localidades, pero no cuento con
esos datos.
—Esta noche, puedo dejar abierta mi
oficina con la clave de mi computadora puesta… suelo ser algo descuidado… por
cierto… ¿Quieres pasar la noche en una celda, o en mi oficina, o en tu choza?
—Creo que descansaré calentito en tu
oficina. ¿Qué me pedirás a cambio?
—Quiero intervenir, o al menos
esperaría de ti ese buen gesto… si puede suceder en el D.F. será mejor que yo
también esté preparado.
—Mira, Del Corral, por el momento no
se trata de lo que sucederá, sino de lo que ya ha sucedido sin que nadie se diera
cuenta de relacionarlo. Permíteme armarlo y cuando lo tenga lo compartiré
contigo. Ahora iré a ver a Sor Celeste.
—Estaré aquí cuando regreses, de otro
modo no te permitirán entrar a mi oficina.
—Regresaré luego de la sopa caliente —respondió
sonriendo—
Marcial bajó lentamente las escaleras,
pese al exceso de nutrientes que había consumido ese día, aún se sentía muy
débil, los botines le pesaban y las calles le parecían más largas.
Sor Celeste lo recibió con una sonrisa
al verlo en la fila de comida con un plato en la mano.
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