sábado, 25 de febrero de 2012

El mundo feliz de un empresario kirchnerista. Por Carlos M. Reymundo Roberts


Siempre siento un particular orgullo de ser kirchnerista, pero hay momentos en que lo siento más. Por ejemplo, esta semana. Nuestra capacidad para potenciar personas (y después para deshacernos de ellas) no deja de maravillarme. Sobre todo, empresarios.
Hay casos que son muy conocidos. Néstor adoptó a Lázaro Báez cuando era cajero de banco en Santa Cruz y lo convirtió en uno de los más grandes constructores de obras públicas de la Argentina. A Cristóbal López, binguero en Chubut, lo hizo el rey del juego en el país. El ex cadete y chofer Rudy Ulloa llegó a ser, gracias a El, empresario multimediático.
Esta vez quiero hablar de otro, no tan famoso. Cuando llegamos al Gobierno vimos que tenía pasta y recursos -supo hacer buenas migas con Carlos Menem- y decidimos lanzarlo a la cumbre de la prosperidad. Hoy es un tipo infinitamente más rico, que mueve verdaderas fortunas, que junto con sus hermanos tiene poderosas empresas, que da trabajo a miles de personas. Podría ser mostrado como ejemplo del éxito del modelo. La burguesía nacional llevada a su máxima expresión.
Insisto: no es que antes le fuera mal, pero nosotros le abrimos las puertas del Paraíso. El mes pasado tuve oportunidad de acercarme al mundo fascinante de este empresario. Unos amigos me llevaron a conocer su casa de verano en una playa del sur de la provincia de Buenos Aires, frente al mar. El se ofendería al oírme hablar de casa. Con toda la razón del mundo: nadie tiene semejante mansión, que debe costar bastante más de un millón de dólares, para que venga un mequetrefe y hable ligera y desaprensivamente de una "casa".
Por lo tanto, me corrijo: es un caserón. Una bruta residencia (claro que yo jamás la hubiese pintado de celeste gritón, pero, bueno, gustos son gustos) que se yergue imponente a metros de la arena, dentro de un exclusivo barrio cerrado. A ese barrio no le faltan chalets de lujo, pero éste es el mejor, por escándalo.
Es un caserón muy alegre. Siempre está lleno de gente, y sus dueños, generosos anfitriones, gustan de sacar a pasear a sus amigos. Todos alguna vez sacamos a pasear a nuestros amigos. La primera diferencia con ellos es que lo hacen permanentemente; la segunda, que la vuelta es en helicóptero. Sí, un helicóptero colorado (otra vez: yo hubiese optado por un gris, un blanco) que siempre está listo para hacer las delicias de grandes y chicos. Tantas veces va y viene el pobre que se sospecha que incluso lo han usado para ir al supermercado porque se olvidaron de comprar manteca.
En el barrio muchos protestan por ese ruidoso exhibicionismo. Acaso pensando en no incomodar tanto a los vecinos, a los dueños del caserón se les ocurrió otra alternativa, más silenciosa, y se hicieron de un espectacular yate, deslumbrante con sus velas desplegadas, deslumbrante en sus confortables camarotes, en su recio perfil recortado sobre las olas.
¿Quieren más show off ? Para Navidad y Año Nuevo siempre arman un increíble espectáculo de fuegos artificiales, famoso por su despliegue y porque la gente lo sigue calculadora en mano, para ver cuántos millones se gastaron.
¿Más? Por supuesto, el señor tiene un avión; no un avión cualquiera, un flor de avión, que ha sabido prestar a funcionarios del Gobierno.
Como está a la vista, a nuestro empresario no le va mal en verano, y tampoco en invierno. Vive en otra buena residencia en Barrio Parque; algunos le imaginan, o le conocen, propiedades en Puerto Madero; tiene una extraordinaria planta industrial en el conurbano. Una empresa de transporte en Estados Unidos. En fin, tiene de todo. Y tiene, especialmente, nuestra confianza. La Casa Rosada lo ha beneficiado con contratos y subsidios que sólo son capaces de dar las almas más desprendidas.
El único problema de nuestro empresario modelo, el de los caserones en Necochea y en Barrio Parque, el del helicóptero colorado, el del barco, el del avión, el dueño del poderoso Grupo Plaza, el dueño de TBA, Claudio Cirigliano, es que a veces los trenes no le frenan y provocan una catástrofe.
Eso sí, como bien dijo Schiavi, que hoy es un gran secretario de Transporte de Cristina y antes era un gran operador político de Macri, en todo este siniestro hubo mucha mala suerte, porque si los frenos hubiesen fallado un día antes, durante el feriado del Carnaval, hubiese muerto mucho menos gente. La conclusión es: o arreglamos los trenes o estiramos los feriados.
Le pregunté a De Vido si íbamos a salir a apoyar a Cirigliano y no me contestó. También se lo pregunté a Schiavi y volvió a hablarme de la mala suerte. Finalmente llamé a Olivos. "Señora -le dije-, nuestro amigo Claudio Cirigliano está en problemas y no me parece justo que lo abandonemos ahora. De Vido y Schiavi miran para otro lado. Pensemos en que este esquema lo ideó Néstor. Siento la voz de El que me dice: ¡Claudio es uno de los nuestros! Es cierto: ha sido nuestro gran socio en este extraordinario sistema ferroviario. Señora, le pido que agarre el micrófono, que use la cadena nacional y lo defienda. Como dijo Schiavi, en todo el mundo chocan los trenes. ¡Por favor, Cristina, haga algo!"
No entendí su respuesta: "¿De Vido? ¿Schiavi? ¿Cirigliano? ¿Quiénes son?"
Se quedó unos segundos callada y agregó: "¿Néstor? ¿Qué Néstor?"
FUENTE: LA NACIÓN
Domingo 20 de septiembre de 2009 | Publicado en edición impresa

Claudio Cirigliano, el exitoso chofer de la línea K

Colectivos, ómnibus de larga distancia y trenes son la base del imperio familiar que Claudio Cirigliano logró hacer crecer al abrigo del Estado. Odia salir en los diarios, pero la lógica kirchnerista de poner en lugares estratégicos a empresarios afines le deparó protagonismo, escándalos y algún roce con la Justicia
Por Francisco Olivera
LA NACION

Sin que nadie lo llamara, un caballo manso y espléndido llegó hace dos años a la casa que Ricardo Jaime tiene en Córdoba, en el country Cuatro Hojas. Todavía secretario de Transporte, Jaime festejaba ese día su cumpleaños y recibió la sorpresa ecuestre, criada en el campo de la familia Cirigliano, en Necochea. Julio De Vido, el ministro más poderoso del kirchnerismo, fue internado una vez con un cuadro de diabetes y tuvo otra visita inesperada: médicos enviados por el Grupo Plaza. Durante sus últimos días de duhaldista, en 2003, Aníbal Fernández, ministro de la Producción, agradeció los aportes de campaña de transportistas desesperados por colaborar con el proyecto Kirchner Presidente. El encargado de la colecta: Claudio Cirigliano. Meses después, una Toyota Hilux del mismo holding iría a parar a las inquietas manos de Jaime.
No es fácil ser empresario en la Argentina. Sergio Claudio Cirigliano es, además de hombre de negocios, uno de los lobbistas más certeros que tiene el país. Si bien con Menem ya había dado un salto al incorporar ramales ferroviarios a sus negocios, el segundo gran salto lo dio con el kirchnerismo cuando logró expandirse, además, al sector de ómnibus de larga distancia.
Emprendedor como pocos, dueño de 21 de las 135 líneas de colectivos en la Capital Federal y varias más en La Pampa y Bahía Blanca, propietario de ómnibus de larga distancia y concesionario de los ferrocarriles Sarmiento y Mitre, suele repetir entre íntimos una frase que jamás dirá en público: "Los políticos son como los colectivos: si no les echás combustible, no funcionan".

PAÍS DE SUBSIDIOS

Se crió en Parque de los Patricios. Tiene 44 años y trabaja con su hermano mayor y socio, Mario Francisco. El nombre real del holding -que cumplirá el mes próximo 50 años y tiene entre sus accionistas al Grupo Plaza- es Cometrans.
La empresa es, por lo tanto, una de las innumerables destinatarias de la Argentina del subsidio, que empezó en 2002: recibe por mes 55 millones de pesos (37 millones por los trenes y 18 millones por los colectivos). Si eso no ocurriera, dicen los Cirigliano, el boleto mínimo de colectivo debería costar 2,30 pesos. "No me den subsidios, denme tarifa", sostiene.
Cometrans controla las firmas TBA (trenes), Emfer (industrias ferrovarias), TAT (automotriz) y Baires Ferrovial (construcciones e infraestructuras ferroviarias) y tiene inversiones en Miami. Se originó en 1959, por puro esfuerzo de Nicola Cirigliano, el jefe de la familia, un italiano que nació en Vaglio Basilicata, pequeño pueblo de la provincia de Potenza, al sur de la península.
Nicola tiene 78 años y sigue en actividad, pero en 1975, por razones de salud, cedió la gestión a sus hijos. Su historia es, como tantas otras aquí, la de un inmigrante sacrificado. A los 18 años llegó en barco a la Argentina y se instaló en Mataderos, en casa de una tía. Su primer trabajo fue como peón en obras de pavimentación en Lomas de Zamora, pero al poco tiempo entró en la municipalidad porteña, donde fue conductor de camiones. Eran tiempos del general Perón. Intuitivo y disciplinado, quiso aprovechar entonces su destreza en grandes vehículos: le pidió plata prestada a un conocido, al 3% de interés, y se compró un colectivo. Fue el interno 16 de la línea 295, el primero del imperio Cirigliano. Lo manejaba por las mañanas, antes de entrar en la Municipalidad, y hacía el recorrido Palermo-Avellaneda.
Una inmejorable escuela para el pequeño Claudio, el menor de los tres hermanos, que se formó en un colegio técnico y se abocó a los talleres de la empresa. La familia progresó. Tuvo la línea 61-62, otra apuesta exitosa y, ya en los 90, ganó la concesión ferroviaria con TBA. Fue el despegue, que llegó en el mejor momento de Domingo Cavallo en el Palacio de Hacienda. Poco después, con el padre de la convertibilidad fuera del gobierno, los Cirigliano ayudaron a Cavallo a montar oficinas privadas en Chacabuco y Diagonal Sur, una sede que luego utilizó Acción por la República, el partido del economista cordobés.
Probablemente, si la Argentina fuera un país con instituciones fuertes e igualdad de oportunidades, Claudio Cirigliano no debería ser más relevante que su hermano Mario, encargado de las operaciones del grupo. Pero aquí mandan los entradores. "Claudio es un encantador de serpientes", lo definió un operador kirchnerista.
Portó y coleccionó armas. No lo escondía en los años 90, cuando todavía era dueño de la firma de seguridad Centauro. La vieja costumbre es recordada por ex empleados y negada por sus voceros. Cuidadoso de su estética personal (su tradicional sobrenombre, "El Gordo", empezó a perder razón hace un año, después de un by pass gástrico), Cirigiliano está, además, muy atento a los símbolos: suele vestir boina, faja, bombachas y facón cuando está en el campo. Y alquiló un smoking a mediados de los 90 para ver a la Reina en Londres, durante la primera visita de Menem al Reino Unido. La cercanía con el ex presidente también le despertó el gusto por el golf, deporte que no practicaba, pero en el que se empezó a entrenar a las apuradas, todas las tardes, en el Driving de la Costanera después de una invitación para jugar con Menem.
Sin embargo, a diferencia de algunos de sus pares, el contacto con el poder no lo alejó de sus orígenes. Por ejemplo, su reducto de vacaciones, Necochea, es el mismo que frecuentaban con don Nicola en aquellos primeros veranos que aprovechaban también para ablandar ómnibus.
Pocas cosas lo molestan tanto como salir en los diarios. Pero, ¿cómo evitarlo con tanto subsidio suelto? ¿Cómo esconder, por ejemplo, la presencia de su jet Citation 501 en aeropuertos en los que Cirigliano olfatea poder? Por ejemplo el 2 de febrero pasado en El Calafate, el día en que Aerolíneas Argentinas anunciaba aumentos de frecuencias en un acto con Cristina y Néstor Kirchner. Lo muestran las fotos del blog de la terminal.
Ese Citation le ocasionó algunos problemas recientemente. Como quedar involucrado en la causa de varios traslados de Jaime a Florianópolis que investiga el juez Claudio Bonadío. No es el único empresario que le ha prestado el avión al controvertido ex funcionario, pero sí uno de los registrados en Migraciones.
Su cercanía con el poder se acrecentó en 2003. De todos modos, tal vez porque nunca se vio a sí mismo como magnate de los medios, Cirigliano rechazó las propuestas de De Vido para comprar empresas periodísticas. No sólo la de radio Del Plata, que se adjudicó finalmente Electroingeniería, otra de las preferidas en Olivos, sino también la de medios gráficos que después adquirió el empresario Sergio Spolski.

AMIGOS SON LOS AMIGOS

Esa misma lógica del kirchnerismo de colocar en lugares estratégicos a empresarios afines lo hizo a Cirigliano protagonista de otro pequeño escándalo. Lo sacó a la luz el español Antonio Mata, ex presidente de Aerolíneas Argentinas, después de una reunión con Manuel Vázquez, ex asesor de Jaime, a quien le fue pedir autorización para volar con la firma Air Pampas. Mata dijo después a la revista Noticias que Vázquez le había pedido ese día una coima encubierta: le darían la autorización sólo si compraba en seis millones de dólares Safe Flight, un proyecto de Cirigliano que tampoco despegó.
Hubo situaciones más comprometidas. La más famosa del sector transportista, en septiembre de 2006: después de un accidente que dejó 11 muertos con uno de sus ómnibus en Misiones, el cordobés Ricardo Lagos empezó a estudiar la posibilidad de vender su línea de larga distancia Plus Ultra Mercobus, intervenida después de la tragedia.
Lagos recibió en octubre una llamada de la Secretaría de Transporte. "Vas a tener que vender tu empresa", le aconsejaron. "Estoy viendo qué hago", contestó. El mensajero insistió en que vendiera y amenazó con quitarle los permisos para operar. Lagos replicó entonces que ofertaría su compañía en el mercado. Ultima propuesta del emisario gubernamental: "Me parece que no entendiste. Vas a tener que vender si no querés perder la empresa. Te van a llamar. Te la van a pagar bien". A los pocos días, Lagos vendió la línea en 28 millones de pesos. El comprador: el Grupo Plaza, que la mantiene hasta hoy. "Pagamos lo que valía, no hubo nada anormal", se defendieron en el holding.
Es hincha de Vélez. Sus amigos -entre quienes están Raúl Gámez, Luis Barrionuevo, el Momo Benegas, Mario Montoto, Sergio Massa, Jorge Brito y Ernesto Gutiérrez- dicen que es leal en los afectos. ¿Por qué me tengo que enterar por otros de que estás en problemas?, suele acercarse, no sólo ante funcionarios o pares, sino ante los gerentes de su empresa, a quienes trata como miembros del clan familiar. Un mes antes de los cumpleaños de cada uno, su secretaria tiene ya elegido el regalo. "Te hace sentir como un amigo, no como un empleado", dijo alguien que lo tuvo por jefe.
Tanta generosidad franciscana puede desembocar en situaciones desopilantes. Por ejemplo, que Cirigliano haya sido, hace tres años, el único empresario de la historia de la humanidad que pagó sueldos ajenos de una compañía que daba pérdidas y no operaba. Lo hizo durante seis meses, por pedido del Gobierno, con la desaparecida aerolínea Southern Winds. Según el grupo, fue una apuesta de dos millones de pesos por mes hasta que despegara Safe Flight. ¿Cómo se lo explicó a sus socios?, le preguntó una vez LA NACION a Mario, el mayor de la familia. "Ellos nos acompañan desde hace mucho, en los buenos y en los malos negocios", contestó. ¿Tienen posiblidades de recuperarlo?, se le insistió. "Es una pérdida para nosotros", concluyó.
Excentricidades de una clase dirigente cada vez más autóctona.
© LA NACION

QUIÉN ES

Nombre y apellido: Sergio Claudio Cirigliano
Edad: 44
Los inicios del imperio: Se crió en Parque Patricios. Es hijo de Nicola Cirigliano, un inmigrante que, llegado al país a los 18 años, compró tiempo después un colectivo de la línea 295, el primero del imperio familiar.
Trenes, ómnibus y colectivos: Actualmente dirige con su hermano mayor, Mario, un holding que es propietario de 21 líneas de colectivos en la Capital, ómnibus de larga distancia, y que maneja la concesión de los ferrocarriles Sarmiento y Mitre. 



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