miércoles, 18 de enero de 2012

Por qué Moreno genera ineficiencia. Por Roberto Cachanosky


La ciencia económica existe por la sencilla razón que los recursos son escasos y las necesidades ilimitadas. Cada uno de las personas que integran una sociedad tiene un ingreso determinado y necesidades que no puede cubrir totalmente con sus ingresos. Dada la restricción presupuestaria tiene que optar entre los bienes que compra y los que deja de comprar.
¿En base a qué criterio asigna cada persona su ingreso? ¿Qué bienes compra y que compras posterga? En base a la teoría del valor subjetiva. Las cosas no valen por sí mismas, sino que tienen valor porque la gente les otorga valor. Al mismo tiempo, esa valoración es subjetiva porque cada persona valora de diferente manera los bienes que se ofrecen en el mercado. Un fanático de River le otorgará escaso valor a una entrada para ver un partido de Boca y viceversa. También es importante resaltar que una misma persona le otorga valor a un determinado bien dependiendo de las circunstancias. El ejemplo típico es el del vaso del agua en el desierto. Una misma persona le otorga más valor a un vaso de agua en el medio del desierto que el valor que le da si está cómodamente sentado en su casa con abundante agua potable.
Además de saber que el valor es subjetivo, también sabemos que cada persona va cambiando la escala de valores sobre los bienes que necesita. Sus prioridades se modifican continuamente. Por ejemplo, una persona que quiere comprarse un automóvil ahorrará hasta que pueda adquirirlo. Una vez que tiene el auto, salvo que sea un fanático de los automóviles, le otorgará menor valor a tener otro auto y le dará más valor a, por ejemplo, un viaje de placer u otra cosa.
Repasando, sabemos que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. También sabemos que las cosas no tienen valor por sí mismas sino que se las otorga cada persona de acuerdo a determinadas circunstancias (el vaso de agua en el desierto), y que cada persona va cambiando el valor que le otorga a los bienes y servicios y, encima, que cada persona valora diferente los bienes. Es por esta razón que la economía es la ciencia de la acción humana, y no hay modelo matemático o econométrico que pueda expresar los valores que cada una de los millones de personas que le otorga a los bienes.
Lo que sí sabemos es que ese valor subjetivo que cada persona le otorga a los bienes se traduce en el sistema de precios. Por ejemplo, si una persona paga una determinada cantidad de dinero por un bien es porque valora más el bien que está recibiendo que el dinero que está entregando. Nadie haría un intercambio se le otorgara el mismo valor al dinero que entrega y al bien que recibe. En ese caso estaría en un punto de indiferencia porque valora (subjetivamente) de la misma forma el dinero que tiene y el bien en cuestión. Y, por supuesto, mucho menos esa persona haría el intercambio si valorara más el dinero que tiene que el bien que desea comprar. Solo hay intercambio de bienes en la medida en que lo que entrego tiene, para mí, menos valor que lo que recibo.
Todos los días millones de personas llevan a cabo intercambios. Entregan dinero a cambio de bienes o dejan de comprar bienes porque valoran más el dinero que tiene que el bien que les ofrecen.
El todo poderoso Moreno pretende sustituir, mediante resoluciones y prohibiciones, el complejo sistema de valoraciones subjetivas y cambiantes de los consumidores.
Los millones de transacciones diarias que se llevan a cabo en la economía se basan en la teoría subjetiva del valor. Esas transacciones realizadas de acuerdo a las valoraciones de las personas van conformando la estructura de precios de la economía. Dicho de otra manera, los precios de la economía no son otra cosa que la expresión subjetiva de de millones de personas. Por eso, el sistema de precios es la guía que tiene el empresario para tratar de descubrir dónde hay una necesidad insatisfecha.
Los precios, que expresan las valoraciones subjetivas de las personas, guían al empresario en sus decisiones de inversión, las que, por cierto, pueden ser acertadas o incorrectas. Si el empresario asigna sus recursos productivos y la gente no le compra el producto, pierde. Si acierta gana. La inversión, en una economía competitiva, es, por definición, puro riesgo.
Ahora bien, como decía antes, una persona está dispuesta a entregar dinero a cambio de un determinado bien en la medida que valore más el bien que recibe que el dinero que entrega a cambio. Si la persona tiene que entregar una cantidad de dinero que valora más que el bien que va a recibir, entonces no hace el intercambio. Esto nos lleva a otra conclusión: el empresario no puede poner cualquier precio al producto que vende porque del otro lado hay un consumidor que definirá si el dinero que le pide el empresario por su producto vale menos que lo que va a recibir.
Como el precio depende de las valoraciones subjetivas de cada consumidor, el empresario sabe que los costos de producción en que puede incurrir están acotados por las valoraciones subjetivas del comprador. Dicho de otra forma, es el consumidor el que determina los salarios que puede pagar el empresario, el costo de los insumos, etc. Si el empresario paga cualquier nivel de salarios, de insumos, es muy probable que no venda un solo producto y quiebre. Solo aquél empresario que acierte en descubrir dónde hay una necesidad insatisfecha y establezca una estructura de costos y utilidad que el consumidor esté dispuesto a pagar, es que logrará el éxito económico.
De lo anterior se desprende que, así como no hay empresario que pueda conocer de antemano el valor que cada persona le otorga a los bienes y qué precio está dispuesto a pagar por cada bien, tampoco hay burócrata que pueda conocer los millones de valoraciones subjetivas de cada consumidor y cómo van cambiando esas valoraciones a medida que va satisfaciendo sus necesidades.
El sistema de precios no es otra cosa que la manifestación de millones de personas sobre sus subjetivas valoraciones de los bienes y servicios que hay en la economía y además es dinámico. Cambia todo el tiempo.
Moreno podrá agredir, gritar, apretar e imponer todo lo que quiera, pero lo que no podrá hacer es lograr una economía eficiente
El todo poderoso Moreno pretende sustituir, mediante resoluciones, prohibiciones, cuotas de importación y exportación y demás regulaciones ese complejo sistema de valoraciones subjetivas y cambiantes de los consumidores. Ni aún la computadora más sofisticada podría reemplazar al sistema de precios por la sencilla razón que no hay ecuación matemática que pueda definir una estructura de precios relativos, porque en ese ecuación serían todas variables (las valoraciones subjetivas de los consumidores) y no habría constantes. Dicho de otra manera, no hay modelo matemático que pueda reemplazar la acción humana porque las valoraciones subjetivas de las personas no se pueden incluir en ninguna ecuación. Cuando Moreno establece precios máximos, cuotas, prohibiciones y regulaciones, parte del supuesto que todos los consumidores valoran de la misma forma los bienes y, además, también supone que esas valoraciones son constantes. Es como si para Moreno los consumidores no fuera seres humanos sino simples máquinas que repiten sin pensar cada intercambio.
Por eso, lejos está la economía argentina de alcanzar niveles de eficiencia, si por eficiencia entendemos asignar los recursos productivos para satisfacer las necesidades de los consumidores. Y no puede haber eficiencia porque al establecerse precios máximos, regulaciones y prohibiciones, no hay posibilidad de tener un sistema de precios que exprese las valoraciones subjetivas de los consumidores.
En todo caso la economía argentina producirá aquellos bienes y servicios que, caprichosamente, Moreno decida que hay que producir y los precios a los que hay que vender.
Pero sus decisiones no tienen nada que ver con lo que la gente demanda en base a sus subjetivas valoraciones, porque Moreno las desconoce. Es más, como Moreno desconoce cuánto está dispuesto a pagar cada consumidor por cada bien, también desconoce cuáles son los salarios que puede pagar una empresa, qué precios puede asumir por los insumos, etc.
Moreno no tiene la información necesaria para tomar las decisiones que toma. Se maneja ignorando los deseos de la gente. Solo impone lo que a él le parece que tiene que producirse, que no es necesariamente lo que la gente quiere. Y si fuera lo que la gente quiere, entonces su función no sería necesaria.
Es más, al establecer precios máximos razona al revés porque suma costos, agrega una utilidad "razonable" y establece el precio de venta. El problema es que, como decía antes, los costos de producción dependen de cuánto dinero está dispuesto a pagar el consumidor por cada bien y, en consecuencia, ese precio determina los costos en que puede incurrir la empresa. Ya de partida Moreno refleja un razonamiento contable de la economía y no de la acción humana. Respecto a la utilidad, no es lo mismo la rentabilidad que se le pide a una inversión en un país con reglas de juego estables, que en un país en donde todos los días las reglas cambian.
En síntesis, Moreno podrá agredir, gritar, apretar e imponer todo lo que quiera, pero lo que no podrá hacer es lograr una economía eficiente desde el mismo momento en que pretende imponer sus deseos por encima de millones de consumidores que se manejan con valoraciones subjetivas y cambiantes que nada tienen que ver con sus gritos, aprietes e imposiciones.
fuente: LA NACION


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