Siente que el clima que se vive en la Argentina le impide hacer periodismo desde acá. Por eso graba en el exterior. Y dispara sin anestesia, como siempre, contra todos.
Por Jorge Fontevecchia
Dardos. “Es una lástima lo que le pasó a Víctor Hugo. Era un tipo al que le creía, pero ya tengo que pensar que lo está haciendo por plata. Con Gvirtz no tengo dudas de que hace lo que hace por plata.”
—Esta es la primera parte de una miniserie nueva, medio ficción, medio realidad, que estamos armando con Turner, que se va llamar 26 personas para salvar al mundo. Yo encuentro en Temple Church, en Londres, una especie de código Da Vinci del siglo XII que dice que hay 26 personas que si se juntan, se puede cambiar el mundo. Primero descifro eso: cada persona es un capítulo, y después tengo un final que no lo voy a contar, pero que tiene que ver más con lo colectivo que con lo individual.
—¿Y acá en Boston, está una de esas personas?
—Acá están dos. Uno es Negroponte, del MIT. El otro es Gardner, el tipo que divide la inteligencia, inteligencia emocional, inteligencia... En Nueva York, hicimos a Carter Emmart, un tipo muy increíble, el que construyó un mapa 3D del universo.
—¿Que Negroponte, el célebre director del célebre Media Lab (N.d.R.: creador de “una computadora, un chico”), sea una de las 26 personas que elegiste para salvar el mundo indica que para vos los medios son necesarios para “salvar al mundo”?
—Sí. Como cualquier selección, la que estamos haciendo, es arbitraria. Cuando contamos quiénes son las 26 personas, nos proponen otras 26, que creen que son mejores que las nuestras. Hay que esperar que la serie aparezca, porque no van a alcanzar 26.
—¿Veintiséis son semanas porque cubre medio año?
—Son dos ciclos. Aparte, 26 es un número de la cábala judía, y empezamos a encontrar un montón de significados místicos alrededor del 26, que desconocíamos. Es como el discurso paranoico: cuando querés encontrar algo, lo encontrás. Aparece en la Biblia, es mencionado en las ciencias sociales antiguas, es un número mágico para mucha gente. Lo interesante es esto que lo vuelve policial al asunto: ¿por qué voy a buscar a esos 26 y no a otros? También se va a jugar con algo muy específico, pero que es un mito de las matemáticas, la secuencia de Fibonacci, este tema de cómo la naturaleza y la ciencia se pueden llegar a integrar en algún lugar que desconocemos.
—El libro del biólogo predarwiniano D’Arcy Thompson, “On Growth and Form”, explica por qué formas como la de la oreja o el caracol se repiten en la naturaleza y la relación de la ecuación de Fibinacci con la fuerza de la gravedad. Pero este reportaje es sobre si Lanata no puede trabajar en la televisión argentina. ¿Hay algo parecido a un exilio en esto que hacés?
—Hay partes de ese razonamiento que son verdaderas. ¿Es cierto que no puedo trabajar en la televisión argentina? Y... es casi cierto. No estoy en la televisión abierta desde hace años, cinco o seis. ¿Porque la gente no me veía? No. Yo tenía el programa político más visto de la televisión. Tuve el año pasado la suerte de que Robert Cox dijera en una nota esto de que su termómetro de la libertad de prensa era ver si yo estaba o no el aire. Me encantó como idea que un tipo que viene de afuera piense: “A ver, ¿cómo está todo? ¿Está Lanata o no está?”. Y me encuentra medio arrinconado en un cable. Tampoco hay hoy en la televisión abierta ningún programa político en el sentido de programa político tradicional. Hay mucha propaganda, en el sentido más goebbeliano de la palabra propaganda, pero no hay programas políticos.
—Los exilios pueden ser parciales. Se puede sufrir un exilio político, un exilio económico o un exilio profesional. Asumiendo el sentido metafórico con que lo usamos en este caso, este exilio profesional, ¿tiene algo de decisión tuya también, porque hay algo que te desmotiva?
—Siempre que hablemos de periodismo yo haría un aparte en televisión, no porque no crea que sea periodismo, sino porque creo que es un tipo muy particular de periodismo, con reglas muy particulares; está todo visto por un vidrio raro, vidrio argentino, medio que deforma. No se puede hablar de periodismo y de televisión pensando que son dos cosas iguales porque no lo son. Cuando a mí me sacan de la televisión la primera vez…
—En 1998.
—Yo nunca me acuerdo de los años. Digo: “Esto no me lo merezco”. Me enojo. Hago todo lo posible por volver. Finalmente, vuelvo. Empieza a darse una paradoja: que la industria que me sacaba, me premiaba. Yo me encontraba todos los años como la viuda de mi propio programa. Estaba un año en el aire, me echaban y después me daban el Martín Fierro al mejor programa, al mejor productor, al mejor esto, al mejor lo otro... Estamos todos locos.
—Cuando recibiste uno de tus últimos Martín Fierro criticaste a los accionistas del canal abierto en el que trabajabas. Entonces te cruzó uno de sus dueños en el baño y te dijo que nunca más ibas a trabajar en la TV abierta.
—Carlos Avila. Tal cual, me dijo: “Nunca más”. Y al año siguiente, me llamó. Esas cosas extrañas tiene la televisión. Fue el bloque más medido del Martín Fierro: cuarenta y pico de puntos. Yo tenía enfrente a todo el directorio de Telefe mirándome. Se hundían en el asiento. Yo, y ellos tampoco, podíamos creer que estuviera diciendo esas barbaridades al aire.
—Pero su profecía se cumplió. Por ejemplo, cuando hiciste cine documental te compararon con Michael Moore, y cuando hiciste teatro, con Pinti, por asumir el papel de monologuista. Que Pinti tenga su programa en un canal de noticias como TN y vos no, ¿no tiene que ver con tu insumisión a todo?
—Es distinto. Yo lo quiero a Enrique, es un tipo muy talentoso, pero no es periodista. Es un comentarista. Está muy bien.
—¿Prefieren un comentarista a un periodista?
—Dicho así, no tengo dudas de que es así. Un columnista no les caga los negocios, dice: “La ministra Miceli se olvidó una bolsa con plata en el baño”. Y la gente cree que es una broma. No tiene el efecto político que puede tener un periodista informando. Y hay un punto, si lo querés ver desde un lugar cínico, en que un columnista te blanquea. Traigamos a Redrado, que diga lo que quiera, total no pasa nada. Mirá qué democrático que soy: voy a traer al del Partido Izquierdista Revolucionario de Turquía. Habló, se fue y listo: no jode a nadie.
—Pierri, el dueño de Canal 26, donde tuviste tu último programa, ¿se acercó al Gobierno y te puso algun tipo de condiciones económicas para que no renueves tu contrato o te sea difícil hacerlo?
—A Pierri lo vi dos veces en mi vida. La primera, vino a ofrecerme la contratación y la segunda, le dije que sí. Tuve una relación totalmente profesional, ni siquiera tomé un café con él. Nunca me pidió nada de nada. Nuestra entrada les permitió plantear otro tipo de canal, subió el prime time como nunca. Y un poco se lo debe haber planteado como el costo que tenía que pagar.
—El año pasado hiciste también programas para la Turner, más tu programa de televisión local. Este año, no. ¿Por qué?
—No puedo por la agenda. El tipo de programa que quiero hacer me llevaría a estar diez días en el aire y diez día no. Un mes sí y un mes no. Y no quiero trabajar así. Después, estuve probando con lo de Turner algo que profesionalmente es así: acá, a partir de la digitalización de la televisión y de cómo están operando los conglomerados de la televisión en el mundo, se abrió una posibilidad de mercado mundial que no existía hace diez años. Uno puede empezar a decir que trabaja para la televisión no regional, cosa que antes no pasaba. Podías vender una novela a Israel, pero no trabajar para Israel. Los cables empezaron a tener posibilidades de producción que excede las de los canales locales.
—Visualizás la posibilidad de construir en los demás países de habla hispana.
—Hoy, si me preguntás dónde trabajás, te digo que en la televisión en español. No más para la televisión argentina.
—A mí me tocó dos veces en la vida el exilio. El político, al fin de la dictadura. Y el económico, cuando empezó la hiperinflación en la Argentina. Si me quedaba, me hundía, y me tuve que ir a vivir a Brasil. Y a pesar de haber tenido mucho éxito, sin embargo, extrañaba la Argentina.
—Lógico.
—Y recuerdo que una vez Magdalena me preguntó si el día que se agotaron medio millón de ejemplares en Brasil de una revista que yo hacía, había sido el más feliz de mi vida profesional. Le dije: “No, Magda”. “¿Y por qué no?” Y se lo sinteticé así: “Porque no lo ve mi mamá”. Se comunica con más placer para la gente que se quiere. ¿No hay en vos dolor por no comunicar para la Argentina, aunque se seas famosísimo en Perú, Venezuela y Ecuador?
—Claro. Pero no tengo más ganas de hacer esfuerzos. ¿Qué más tengo que hacer? Hice de todo para estar en la televisión argentina, haciendo televisión buena. No salió. Tampoco soy torpe. Cuando a mí me sacan la primera vez, te dije que me dio bronca. Pero después, lo que me dio fue tristeza. Porque yo tengo once Martín Fierro, más no sé cuántos Perfil, más no sé cuántos Clarín, más no sé cuántos... ¿Qué me quieren decir? ¿Cuál es el mensaje? ¿Tengo que hacer qué? Entonces, lo que me dio fue tristeza. ¿Saben qué? Mátense. No voy a hacer televisión. No quiero hacerlo. Véanlo el domingo a la noche en Infinito. Y laburo para otro lado.
—Hay depresión entonces, la tristeza es una señal.
—Lógico. A ver, ¿qué hago con eso? ¿Me paralizo y me quedo donde estoy? ¿O trato de movilizarme para otro lugar? Estoy haciendo lo segundo. Nunca me quedé en el lugar. No soy de estos tipos.
—¿La idea del exilio es adecuada? Ubicate en los artistas españoles que durante la Guerra Civil no podían hacer su trabajo y tuvieron que ir a otros países de habla hispana para continuar su carrera.
—Claro. Es muy sutil la línea. Nadie podría decir “prohibieron a Mirtha Legrand”. Pero es cierto que hubo un ámbito favorable para que Mirtha decidiera irse. Si vos tenés a un actor que va y la putea, a dos, a cuatro... Al quinto dicen: “Paren con Mirtha”. Entonces, ¿la sacaron o no la sacaron? Y... un poco la sacaron, otro poco se fue. El otro día veo en los diarios que quieren que Mario Vargas Llosa no inaugure la Feria, y no me pareció raro. Pensé: “¡Qué imbéciles!” No pensé: “¿Cómo pasa esto?”. Es un país en el que esa reacción no me parece rara.
—Varias interpretaciones sostienen que se terceriza la represión. Se utiliza a fuerzas de choque indirectas para que no sea el propio Gobierno el que tenga que asumir el costo político…
—En algún momento el propio Gobierno lo va a tener que hacer. No se va a poder escapar de eso.
—¿La hostilidad hace que la persona se tenga que exiliar sin el costo político de mandarlo en sentido jurídico estricto al exilio?
—Es muy difícil hacer periodismo libre en la TV en un país donde tenés que estar justificando todo el día que no sos golpista, que no pertenecés a ningún complot y que no trabajás para nadie. Y donde tenés un aparato armado en Internet, en prensa… no sé si planificadamente solidario, que se dedica a denostar, a denostar, a denostar.
—¿Se logra que la persona termine cediendo y yéndose?
—Es contradictorio, porque ahora salgo en un medio y explota la medición. O sea que tampoco es que eso te borra, no te hacen desaparecer.
—Pero no estás.
—De alguna manera, producís eso. Yo leía el otro día en perfil.com a una chica que trabajó conmigo, María Julia Oliván, que me insulta. Yo no me puedo poner a insultar con María Julia Oliván, que tiene que terminar el colegio. Es como que todo se desniveló y enloqueció. Tipos que no tienen ninguna trayectoria, que no existen, que no tienen formación salen e insultan a otros. Y todo da igual. Es preferible callarse. Que la gente piense lo que quiera. No podés vivir en estado de aclaración, porque es una locura. Cuando yo le digo a este Gobierno: “Basta de joder con la dictadura”, ¿qué es lo que quiero decir? Alguien que acaba de llegar al país y no me conoce podría pensar cualquier cosa. Ahora, una persona que me haya visto cinco segundos, no puede confundirse. Si se confunde, lo hace deliberadamente. No puedo ni siquiera ponerme a aclarar esto, porque si lo hago, caí muy para atrás.
—¿Se busca humillar a la persona para que ceda el lugar?
—No sé, porque vos, ¿dónde pensás que van a estar? Yo vi una sola vez 6, 7, 8. Dejé de verlo en el momento en el que me dieron tantas ganas de ir y cagarlo a trompadas a Barone. Me dije: “Estoy loco, no puedo hacer esto, yo nunca en la vida le pegué a nadie”. Y no puede ser que esto me despierte una reacción violenta. Entonces, nunca más lo vi. Y viene gente y me cuenta: “Che, ¡cómo te dan!”. Respondo siempre lo mismo: “¿Dónde pensás que van a estar dentro de cinco años?”. Es cuestión también de dejar pasar el tiempo.
—¿Y dónde van a estar dentro de cinco años?
—Trabajando para otro gobierno, por menos plata. O a lo mejor, trabajando para ninguno, esperando que otro los contrate. Pero es obvio, porque son tipos que no tienen identidad profesional.
—Vuelvo al punto, ¿crees que no es una casualidad, sino que es premeditado para producir un retiro o un autoexilio?
—Es muy interesante la cantidad de coincidencias que se dan entre el primer peronismo y este último. En los dos gobiernos, eligió pelearse con dos medios de comunicación: en un momento fueron La Nación y Clarín, y en otro, La Prensa y Morgan. Las peleas del peronismo con los poderes reales siempre fueron confusas, en las cuales el peronismo vendió su propia historia. “Nacionalizamos los trenes”, decían los peronistas. Y los británicos festejaban. ¿Por qué festejarán los británicos si se supone que los habíamos cagado? Festejaban discretamente, como festejan los británicos. El peronismo siempre contó una historia de lo que hacía y llevó adelante otra, con un poder de manipulación muy grande, muy hábil. No creo que estén haciendo ahora algo distinto. Cuando viene gente del palo, de nuestra generación, que te dice: “Yo me hice kirchnerista por los enemigos que el kirchnerismo tiene”. Yo me pregunto: “¿Quiénes son los enemigos del kirchnerismo?”. Yo no veo muchos. ¿El capitalismo argentino es enemigo del kirchnerismo? No. ¿Pérez Companc es enemigo del kirchnerismo? ¿Techint es enemigo del kirchnerismo? ¿Las grandes contratistas de obras públicas son enemigas del kirchnerismo? ¿Los banqueros son enemigos del kirchnerismo? Yo no los veo muy enemigos del kirchnerismo. ¿Y esta concentración de capital es enemiga del kirchnerismo? Tampoco. ¿Y entonces quiénes son? ¿La Nación y Clarín son los enemigos del kirchnerismo? Se crea como una batalla inexistente, adonde vos elegís a tus peores enemigos porque es más fácil competir con la ley que no compite con vos y acusarlo de lo que sea.
—Siguiendo esa lógica, ¿el mayor enemigo sería aquel que los desenmascarara?
—Por eso yo creo que el periodismo es uno de los enemigos del kirchnerismo. Sí, visto desde ellos.
—Aquel que pudiera decir “el rey está desnudo” sería el verdadero subversivo.
—Sí, por eso se reacciona cada vez frente a una denuncia como se reacciona. Pensá que se llegó a un momento donde ni se contestan las denuncias de la prensa. Ahora, contestar una denuncia es que Aníbal Fernández eructe. ¿Me entendés que es ridículo? ¿Adónde está el respeto por lo que el otro dijo?
—Vos marcabas una diferencia entre la televisión y el periodismo gráfico. Y fundaste “Página/12”, donde muchos periodistas se formaron con vos, y hoy integran un medio oficialista. ¿Qué pensás al ver “Página” así?
—Para mí, Página dejó de salir en el momento en el que se vende a Clarín. Sentí íntimamente que Página desaparecía, porque no podía convivir con Clarín. Por eso dije que me iba.
—Contaste con lujo de detalles tus reuniones semanales con Magnetto cuando Clarín compró “Página /12”. Ahora, ¿qué creés que pudo haber pasado para que Clarín se desvinculara de “Página/12” y que se llegara a este “Página /12” de hoy?
—Yo lo que creo que pasó es que Clarín en ese momento evaluó qué diario podía crecer con ayuda exterior o interna importante...
—Por qué lo compró Clarín parece obvio. Pero, ¿qué pasa ahora?
—Lo que pasa es que Página siguió perdiendo plata porque el esquema de Página es económicamente inviable. No vende lo que tiene que vender. Y creo que a partir de gestiones del propio Gobierno, Página recompró su diario, se lo debe haber recomprado a Clarín. Porque ahora Página es de Página.
—¿Se podría agregar que si el objetivo era comprarlo para que mañana no pudiera venir “El País” y usar la base de “Página /12” para sacar un diario que compita con “Clarín” y “La Nación”, por ejemplo, una vez que el diario ya estaba reducido a una expresión sin futuro, no tenía sentido seguirlo teniendo? ¿Se podía regalar?
—Lo que había que hacer ya estaba hecho.
—¿Se lo vació de capital simbólico?
—Ya estaba hecho. Yo presencié las discusiones de la dirección, que decía nunca vamos a despedir gente, y a los seis, siete meses, se cargaron sesenta personas. Fue lo que me hizo terminar de caer las fichas: “Esto ya no es Página”. Y después lo que yo viví: que levantaran mi nombre de todas las notas los mismos tipos que yo había llevado.
—¿A qué lo atribuís?
—A que a lo mejor, darle trabajo es perder un amigo mañana. Y sabés por qué te digo estas cosas. En algún momento, nosotros coincidimos. Yo me gané una larga lista de enemigos por un conflicto gremial en Perfil, pero bueno, yo digo lo que creo. El otro día un tipo me para en una heladería, yo estaba con mis hijas, y me dice: “¿Hay que decir la verdad todo el tiempo?” Y digo: “¿Qué edad tenés?” “Sesenta y pico...” Y le digo: “¿Cuánto tiempo más nos queda?” Y el tipo me abraza y se va. Es cierto... ¿Para qué?
—¿Este Verbitsky de hoy es muy distinto al del pasado que vos contrataste?
—No, al que yo contraté no. Es un tipo muy talentoso, muy inteligente, y un tipo muy inescrupuloso. En el fondo, más un político que un periodista.
—Siempre lo fue.
—Sí, y yo siempre supe que era eso.
—¿La diferencia es que hoy tiene un Gobierno con el que coincide, mientras que en el pasado no?
—Hace mucho tiempo, yo le había pedido a una gente amiga que averiguara cosas sobre El Perro (Verbitsky). Yo nunca conté esto que voy a contar, y entonces me entero, ahora es público, en aquel momento no se sabía y era como un escándalo, lo del libro de la Fuerza Aérea. Y me viene a ver El Perro porque se entera de que yo estaba preguntando por él. Y le cuento: “Sí, yo mande a tal persona a preguntar tal cosa porque quería saber con quién trabajo”. Y tuvimos una larga charla como de tres, cuatro horas, sobre todo. Entendí un poco más por qué él es más político que periodista, y un poco más cuáles son las cosas que me separan de él, pero que me separan también de esa generación: sin hacer ninguna acusación en particular, porque no la podría hacer, yo no puedo tener a un tipo secuestrado en un pozo dos días, un día, diez horas. Y cuando yo tengo que abrir la puerta y verlo al tipo ahí abajo, no me lo banco. Bueno, estos tipos no sólo se lo bancaron, sino que fueron y le pegaron un tiro al que estaba ahí abajo. No me importa quién fuera el que estaba ahí abajo, porque podía ser el demonio, pero no me importa. Eso es un abismo, un abismo. Entonces, yo me encontré a lo largo de los años con El Perro dándole una nota a Clarín antes que a nosotros. ¿Pero por qué? Porque para él era más importante Clarín…
—Más audiencia.
—A mí no me importa cuánta gente me lee, yo escribo para 200 personas. “Bueno, hermano, está bien, yo no”. Bueno, somos muy distintos. Me asombró más cuando apoyó mucho la gestión de Rodríguez Saá. Ahora, todo el mundo se olvidó de que apoyó la gestión de Rodríguez Saá de una manera bastante activa.
—Y Moyano. Otro medio que fundaste, la revista “Veintitrés”, actualmente integra el mayor grupo de medios oficialistas privados. ¿Qué opinás de su propietario, Sergio Szpolski, y de la reciente venta del 50% de esos medios a Garfunkel?
—A Szpolski llego a conocerlo porque era avisador nuestro por el Banco Patricios. Después, vino el escándalo de Banco Patricios. Si lo tengo que evaluar por Veintitrés, fue el único tipo que hizo una gestión inteligente. Fue el único que dijo: “Hagamos algo por esto, no seamos tarados, porque es una revista”. Curioso, porque uno desde afuera, si querés desde el prejuicio, tendería a decir: “Szpolski no va a saber qué hacer con eso”. Desde este punto de vista, fue hábil, porque tenía muy claro cuál iba a ser su desarrollo posterior, y necesitaba un medio que le diera anclaje y credibilidad. Supo no presionar a la gente que trabajaba ahí para que hiciera oficialismo indiscriminado, supo de qué manera manejarse en esa línea. Si estoy de acuerdo con lo que hace, no, porque si no, lo habría hecho yo con él. ¿Qué puedo decir de Szpolski? No tengo ni idea, ahí ya eso es otro quilombo. Pero le tengo que reconocer que logró eso. Es cierto que está corriendo con el caballo del comisario…
—¿Y que haya vendido el 50% a Garfunkel?
—Debe ser que no sabe quién va a ganar.
—¿Es una señal de debilidad o es fortaleza? ¿ Toma los millones de dólares que recibió por su 50% para reinvertir y seguir creciendo?
—Sergio es un tipo muy audaz, pero también hay que decir una cosa: nada de lo que hizo funcionó. Lo único que funcionó fue Veintitrés, que ya venía hecha. Ahora, Miradas al Sur no existe; el otro diario, lo regalan. Yo ya no sé qué tienen, porque entran y sacan medios. No es un tipo que tenga una trayectoria muy respaldada en cuanto a éxitos periodísticos.
—Lo que se ve también es que muchos periodistas de gráfica, tanto de “Página” como de “Veintitrés”, hoy tienen programas de radio, de televisión. ¿Creés que el Gobierno entendió que la mejor forma de ganar adhesión es ser un dador de trabajo?
—A todos los gobiernos les pasa lo mismo y ninguno lo entiende: algún hijo de puta se termina llenando de plata, y el Gobierno termina afuera del gobierno, sin la plata. Pero todos terminan haciendo lo mismo, todos quieren quedarse, perpetuarse como esquema de medios que después no lee nadie. Todos caen en el mismo error. No se dan cuenta que eso no les sirve para gobernar. No lo terminan de entender.
—¿Pero mientras tanto, logran adhesión?
—Después, la realidad los tapa como una ola. Cuando la inflación es del 40%, se cae todo y el vacío del poder es grande, ¿de qué sirve que le pagó a la chica del cable? Es una manera muy chiquita de ver la política. Eso es lo que yo tampoco me banco más de la política argentina: basta, basta, basta de mentiras. Me aburre seguir hablando siempre de lo mismo. Me imagino este año otra vez en el Canal 26 escuchando las mismas pelotudeces de los mismos pelotudos que vienen… No tengo ganas.
—¿Qué le pasó a Víctor Hugo?
—Es una lástima lo que le pasó a Víctor Hugo. Era un tipo al que le creía, pero, evidentemente, viendo lo que está facturando en Canal 9, y cómo le va en la vida, tengo que pensar que lo está haciendo por plata también.
—No creo.
—Lo primero que le pasó fue que lo escucharon. Y ahí estuvo inteligente el Gobierno. Hubo alguien, cuando fue el quilombo del depósito de los Kirchner, en la mesa chica, que dijo: “Che, ¿por qué no lo llamás y le explicás?”. Ese alguien estuvo inteligente, porque era lo que había que hacer con Víctor Hugo en ese momento: escucharlo. Lo escucharon, lo contuvieron y ahí lo encauzaron. Y después lo entraron a operar. Todos los días lo iban a ver, hasta que ahora no creo que sea eso sólo… Pero bueno. Así como te digo que estoy convencido de que Gvirtz hace lo que hace por plata. Y que pasado mañana viene el Partido Comunista de Checoslovaquia, y se hace checoslovaco. Le importa tres carajos.
—¿Puede ser que, habiendo hecho muchos años especialmente periodismo deportivo, donde el espectáculo te lleva a que todo el mundo opine apasionadamente, hay una cuestión de tono, donde el chequeo de la información sea secundario, porque el espectáculo está ahí y es común a todo el mundo y la opinión sea más importante, por lo que sin mala intención, Víctor Hugo opine con liviandad sobre temas que ignora?
—Puede ser. Sumado a que Víctor Hugo tiene como una especie de complejo de inferioridad por ser periodista deportivo. El siente que le tiene que gustar la ópera, que tiene que usar la política… ¿Me entendés? Es como que es poco ser periodista deportivo.
Le gusta, le va bien, hace plata, pero él quiere hacer otra cosa.
—Hay un tema con los adjetivos. En el periodismo político los adjetivos son mal vistos, y en el periodismo deportivo son esenciales.
—A los periodistas deportivos, si hicieran política, habría que echarlos a todos, porque no sienten que tienen que argumentar nada.
—¿Hay un problema de género? ¿Está haciendo algo que no sabe?
—Para mí es una mezcla de cosas. No es que el tipo dijo: “Bueno, voy a facturar”. Yo creo que primero lo escucharon, después lo sedujeron.
—¿Puede haber algo relacionado con el ciclo laboral?
—Y, ¿para qué? No le va bien con la gente con esto. El programa que tiene en Canal 9 hizo un punto y medio, dos puntos. Esa es otra cosa en que los tipos estuvieron bien. Ellos lograron imponer que son éxitos televisivos programas que no existen. Yo en el cable hago el doble o el triple que ellos en televisión abierta. El éxito de 6, 7, 8, ¿dónde está? No existen.
—En Canal 26 mostraste que en el 2011, “6, 7, 8” le costó al Estado 11 millones de pesos.
—Sí.
—Y dijiste también que no te preocupaba lo que hacían, porque lo están haciendo, simplemente, por plata. ¿Te referías también a los periodistas, independientemente del productor?
—Los periodistas de ahí no existen.
—Barone…
—Barone nunca condujo nada. Sandra Russo no es una conductora tampoco, siempre hizo de coequiper de otro; son todos chismes de segunda y tercera línea. Eran todos cronistas, o eran rewriters de humoristas. El chico que conduce era movilero mío. Gvirtz inventa esos esquemas porque es mucho más barato mantener un esquema así que con conductores. Ahí el problema es Gvirtz, no son los demás. ¿Y por qué me consta que harían otra cosa? Porque han venido a ofrecerme cuarenta millones de veces programas así. Gvirtz ha estado en mi casa diciéndome que por favor quería laburar conmigo; cuarenta veces, no una vez.
—¿No pone a nadie importante para que sean todos intercambiables?
—Obvio. Porque el costo es menor.
—Vos dijiste: “Son ratas de cuarta que están ahí cobrando 50 o 100 lucas, y te dan vergüenza”. ¿Cobran una cantidad de dinero que no ganarían en la actividad privada?
—No cobrarían en su vida. Decime, ¿cuánta gente ganaría esa guita en una redacción? Nadie. ¿Cuánta gente que está en Radio Nacional ganaría lo que están ganando hoy; o en un medio electrónico, o en una redacción privada? Muy pocos.
—¿Existe el periodismo militante o se trata de contra-periodismo?
—No existe. El periodismo es periodismo, no tiene que tener agregados de nada. Lo otro es publicidad. Aparte, la actitud de militante, primero, es una actitud que tiene que ver con lo militar, con los partidos políticos, el cuadro desde lo militar, y eso es un concepto setentista. Yo no milito en el periodismo, yo vivo del periodismo, soy periodista. No es que creo que mi función en la sociedad es ser periodista y que hay un fin superior, y que en cuanto formemos la revolución… No es así.
—Vos decís que el gobierno peronista primero y el actual toma como enemigo a un grupo de medios. Su objetivo es construir una narración falsa, porque no se pelea con verdaderos sectores de poder, y su adversario es aquel que lo puede desenmascarar, es decir, los medios. Si así fuera, la necesidad de hacer un contra-periodismo sería funcional a ese fin. ¿La cuestión no sería tener un periodismo que hable bien del gobierno sino un contra-periodismo que destruya a los que lo critican?
—Eso es lo que dice Perón en un libro que se llama Los vendepatria, que fue publicado en el exilio, seis, siete años después del golpe de la Libertadora. Es muy interesante leer los textos de Perón sobre el periodismo. Perón es hijo de la guerra fría. Son de los que pasan por un complot determinado de tal, tal y tal para dominar el mundo. Y se acabó. Entonces, ¿qué es lo que tengo que hacer? Tratar de joder al enemigo. ¿De qué manera? Infiltrándolo, mintiendo. En ningún momento el tipo se pone a pensar si lo que se muestra es verdad o no es verdad. Era una operación de inteligencia con una naturalidad increíble.
—¿Militar lo interpretás como algo fáctico, como lo militar de la guerra?
—El tipo va ahí y se acabó. El tiene esa visión del periodismo. Con esa naturalidad increíble con que Martín García, en Télam, dice las bestialidades que dice, está haciendo peronismo puro.
—¿Para destruir a los periodistas?
—Es destruir lo que para ellos no es el modo de vida representativo.
—¿Por qué?
—Por algún motivo místico sienten que encarnan los sentimientos y deseos ocultos populares de todo el mundo. Ya ahí estamos en un quilombo, porque ellos son todo el pueblo. Como representantes de esos sentimientos populares, que son inalterables, que con el tiempo no cambian y que van a ser siempre los mismos, que también es otra locura completa, son los que te van a decir qué es periodismo y qué no es periodismo. Y se acabó. Lo que no, son los intereses de la oligarquía. Lo ven así, yo no te estoy diciendo que tienen razón.
—¿Al final Hadad terminó siendo menos oportunista que tantos otros, y Szpolski o Gvirtz lo superaron?
—Fueron distintas las circunstancias. Son oportunistas menores los que aparecen, tampoco son mayores. A ninguno de éstos les dio el piné para hacer lo que Hadad hubiera querido hacer y no pudo. Hadad estaba para comprar Canal 13 y no pudo. Estos tipos tienen que estar atrás.
—¿No creés que en el fondo, con todos los defectos, Hadad es periodista y los otros no? ¿Y que algo de sentido común le hizo ver que si atacaba al periodismo se estaba suicidando?
—No lo sé y no me preocupa.
—¿Atacar al periodismo es el nudo de la estrategia del Gobierno?
—Yo creo que el Gobierno llega, mira y dice: “Acá el enemigo es tal”. El Gobierno elige a su enemigo.
—¿Y quién es el enemigo? ¿El enemigo del político es la verdad o un mayor grado de ella?
—Es que yo creo que vos tenés razón, pero te digo cómo ellos lo plantean como estrategia. Buscan enemigos con los cuales pueden combatir, que no están peleando la misma pelea. Porque, ¿qué pelea están peleando ellos con Clarín y La Nación?
—Y si lo que se buscara fuera destruir la idea misma de que exista una verdad, ¿“Clarín” sería fácticamente funcional, o disfuncional?
—Puede joder.
—En ese caso, a lo Perón militar, ¿habría que infiltrarlo, destruirlo militarmente, para lo cual habría que crear un contra-periodismo?
—Entiendo lo que decís, pero creo que puede ser leído por algunos sectores como demasiado gorila.
—¿Qué imaginás que va a pasar dentro de cinco años con Clarín?
—Va a arreglar con el gobierno que esté.
—¿Va a sobrevivir y continuar siendo de la misma manera?
—Viene ahora Magnetto y te dice: “Jorge, quiero pedir un crédito para una heladera. Tardo cinco años en pagarlo, ¿me salís de garante?”.
—Veo que vos le saldrías.
—(Risas)…
—¿Néstor Kirchner negociaba y usaba a Clarín; y Cristina, más principista, fue quien rompió?
—Dos personas que están juntas treinta años, que hacen política durante treinta años, que están en el medio de la mierda durante treinta años, se parecen. No puede ser que uno sea la Madre Teresa y el otro un agente de Kaos. ¿Cómo un tipo se va a transformar de Al Capone en Winston Churchill en una semana?
—Vos insististe con el tema de la repetición, que es, casualmente, lo que te criticaba María Julia Oliván.
—María Julia tiene que aprender a argumentar. Se lo digo con cariño porque es una chica que estudió conmigo. Que lea lo que dijo, porque es una boludez. Yo no digo que todo está basado en la repetición, yo estoy hablando de la repetición de una falacia, no de cualquier repetición. Ella responde como si todos estuviéramos sólo repitiendo una y otra cosa.
—¿Es en la repetición donde está la técnica fundamental?
—En la repetición de una falacia deliberada.
—Es que si no fuera falaz, no sería necesario repetirlo, porque la realidad sola lo terminaría imponiendo. ¿Cuando no es verdadero es la repetición lo que lo hace verosímil?
—Cuando no es verdadero, la repetición crea un clima que genera en los demás miedo y duda sobre si puede ser verdadero. Pero en el fondo tampoco sirve porque también dura un tiempo. Yo soy de los que creen que el chico besa a la chica, que las cosas terminan bien. Estos son momentos. La repetición no les va a servir para imponer… No les va a servir para nada. Vamos a estar acá en cinco años diciendo que las cosas son distintas.
—El martes pasado, cuando la Presidenta abría las sesiones ordinarias del Congreso, sus partidarios cantaban: “Periodista, periodista, si la tocan a Cristina, que quilombo se va a armar”.
—Ellos se están armando sus propios monstruos, y esto le pasó con lo de Diana Conti.
—¿La reelección indefinida?
—Armaron sus propios monstruos, y ahora ¿qué hacen con ellos? “Uy, armé a alguien más cristinista que Cristina. ¿Y ahora qué hago con Timerman? ¿Cómo me lo saco de encima?”.
—¿Fue un error de Clarín enfrentarse al Gobierno con la misma violencia con que el Gobierno lo enfrentaba? ¿Perdió credibilidad al hacer un periodismo tan crítico, después de haber hecho periodismo oficialista?
—Así como hoy no le sirve estar en un nivel de antioficialismo tan grande, porque le quita credibilidad, tampoco le sirvió en su momento llegar a niveles de oficialismo tan increíbles, como los que llegó a tener con distintos gobiernos. Esas cosas se construyen con los años, y si equivocaste, es muy difícil que…
—¿No creés que la provocación cumple el papel de descentrar al otro? Esto que vos sentiste, que por primera vez en tu vida tuviste ganas de ir y cagar trompadas a alguien. Y ahí está la clave del contra-periodismo, que para que el otro se enoje…
—El famoso “te mojo la oreja”. Claro. Sí.
—Y se usa al periodismo militante para enojar al periodismo normal y convertirlo también en contra militante, o militante de lo opuesto.
—El periodismo y la militancia son dos cosas que no tienen nada que ver.
—Sí, pero al lograr que Clarín se desespere y haga periodismo militante de lo opuesto, le ganaron la batalla.
—Sí. Pero es lo que pasa con la guerra cuando se transforma en represión. Y lo que pasa con los chorros cuando la policía sale a afanar, lo que pasa cuando el cordero se transforma en lobo.
—¿El objetivo es provocar hasta hacer enojar al contrincante?
—Me causa gracia la discusión de si Cristina se presenta o no. Nunca vi ningún peronista dejando el poder estando en situación de ganar. ¿Qué va a hacer. ¿Se va a Louis Vuitton a comprar carteras, a París? No tiene trayectoria internacional, no tiene antecedentes académicos, no tiene nada. ¿Qué hace si se va? Se va a quedar Cristina, la hija, el hijo, el nieto, el recontra nieto. Se van a quedar todos. Hasta que se los saque con los votos.
—En esta hipótesis de que a Clarín el Gobierno logró llevarlo al nivel de pelea que deseaba, ¿te habrías imaginado que el Magnetto que conociste, aquel con el que ibas a hablar todos los jueves, podía haber caído en este error?
—No, para nada. Pero me parece que en ese momento él no estaba tan enfermo, habría que ver cómo su personalidad influyó en todo esto.
—¿Cómo era aquel Magnetto que vos conocías?
—Estaba totalmente sentado a la mesa de poder, o sea que no podía pasar nada sin que Magnetto no lo supiera. Cuando me decís que el Gobierno hizo lo que hizo de Clarín, yo digo –me pasa lo mismo con el asunto de la Ley de Medios–, ¿hasta ahora qué hizo? Porque, así como el Gobierno se imagina sus enemigos, los resultados de sus peleas son muy relativos. Habría que hacer un punteo del resultado de las peleas del Gobierno con los medios, y con todo en general, para ver qué logró, qué no y en qué casos. Porque Papel Prensa existe; los medios todavía siguen estando bajo la propiedad de quienes están. ¿Desaparecieron los monopolios en la Argentina? No. Entonces, ¿cuál es la parte falsa y cuál es la verdadera de la pelea con Clarín que, supuestamente, ellos ganaron? ¿Que regalan budineras para que se conecten a Paka Paka?
—¿La Ley de Medios no va a funcionar?
—No está funcionando hoy y no tiene manera de funcionar.
—Seguí con esta hipótesis: Cristina se presenta, como vos creés que va a suceder, y gana.
—Si no pasó hasta ahora, no va a pasar porque nunca van a tener más poder del que tuvieron dos años atrás.
—El punto es la desinversión. La ley está confirmada por la Corte Suprema.
—¿Qué es lo que está pasando con la desinversión? Están comprando ellos mismos empresas a los que están vendiendo. La desinversión que está pasando ahora es la que pasó con Radio El Mundo, Radio Belgrano en los años 50, cuando Yankelevich les vendió a los medios peronistas. Están haciendo exactamente lo mismo que pasó en el primer peronismo, porque tampoco en ese momento lo nacionalizaron: lo privatizaron con amigos.
—Vos creaste el único medio que publicaba todos los días avisos de los aniversarios de búsqueda de los desaparecidos cuando se vivía un clima totalmente adverso a las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Qué pasó con ellas?
—Podría decir que es porque se las escuchó, que es por prestigio, que es por contención. Nosotros teníamos mucha información de los manejos de los planes de vivienda de las Madres; hay cosas irregulares, pero que no son representativas. Hay un montón de cheques voladores dando vueltas por ahí de las Madres que los bancos no ejecutan por miedo, para no tener quilombos. Hay gastos raros, como, por ejemplo, coches blindados para empresas de viviendas, que se dice que son blindados porque son zonas peligrosas. Y hay algunos otros gastos que son difíciles de justificar. Pero uno no podría decir que es igual que cuando se licitan viviendas en, no sé... Santiago del Estero. Lo que pasa es que se creó como una especie de corporación política alrededor del tema de los derechos humanos, como una serie de privilegios que no empezaron con este Gobierno. Menem empezó a pagar los subsidios de los desaparecidos, y después hicieron falta menos pruebas para justificar nada.
—¿Qué fue lo que te hizo salir en defensa de Clarín el día que el Gobierno organizó la conferencia de prensa sobre Papel Prensa, en la que se presuponía se anunciaría la detención de Magnetto?
—No era salir a defender a Clarín, sino decir lo que pienso. Esto es lo que los que me critican no entienden. Yo nunca dije: “Hagamos la ley para nuestro lado, para cagar a los otros”. Creo en lo que digo y en lo que escribo. Suena una estupidez dicho así, pero es verdad, yo creo eso.
—¿Sentiste en ese momento que tenías que comunicarlo? ¿Incluso en un medio de Clarín como TN?
—Que no se puede permitir que el Estado avance sobre los individuos de esa manera. Que no podemos engañar a los pendejos, que no podemos contar una historia distinta de la que pasó, no podemos crear héroes falsos de vuelta. Esta cosa del discurso guevarista… Estamos creando héroes falsos de vuelta, van a volver a matar pendejos como mataron pendejos hace cuarenta años. Somos responsables de eso si vuelve a pasar. Tengo hijos, y no quiero que los maten.
—Dijiste que “Florencia Peña, que se pasó mostrando el culo durante el menemismo, con Francella, ahora es Rosa de Luxemburgo”, y de Andrea del Boca que “parece que es ella la viuda de Kirchner”. ¿Sobreactúan como vicio profesional o es el resultado de un verdadero trance sugestivo?
—No sé. Afortunadamente no lo vi, y digo afortunadamente porque hubo gente amiga que me contó que estuvo patética... ese programa de Canal 7 donde se largaban todos a llorar en la tribuna. Yo creo que somos un país que está enfermo y que sacamos la enfermedad por distintos lados, y que esto es parte de esta enfermedad de esta generación. Es difícil de explicar que de golpe…
—¿Sobreactúan o lo sienten?
—Andá a saber. Algunos lo harán por plata, otros sienten que vuelven a hablar de ellos, otros se sentirán culpables por no haber hecho nada antes. Pero es gracioso. En este país nadie hablaba de Clarín… Yo, Ramos, vos y dos o tres más, y ahora, de golpe, somos el demonio y estos tipos vivieron de Clarín toda su vida. Enloquecieron todos. Ya se les pasará.
—¿Ves TN cuando estás en Buenos Aires?
—Sí. No me gusta lo que están haciendo. Están en un tono militante que no es el que tienen que tener.
—En los artistas, ¿hay un oportunismo y una moda? Por ejemplo, el ataque a Mirtha Legrand de otros artistas, que aparecía en cadena. ¿Es contagio u oportunismo?
—No conozco ningún país donde lo inviten a Mario Vargas Llosa a la Feria del Libro y un grupo de intelectuales salga a decir, como único argumento, que es un tipo de derecha. Imaginate la tapa del New York Times con un grupo de escritores de Nueva York que dice que Vargas Llosa es de derecha y que lo echen. Eso nos pasa a nosotros, nada más. Siempre, en todos los gobiernos, hubo cuatro o cinco artistas que hicieron negocio. Habrá sido Sofovich con Menem, y ahora son éstos. Me molesta que después veo lo que cobraron por el recital de derechos humanos. Cobrás 500 lucas para cantar 40 minutos en un recital de derechos humanos.
—¿Dice algo de la Argentina que Tinelli esté en el mejor momento?
—No. Lo de Tinelli es como una constante de la televisión en sí, que volvió a producir mucha guita. Se volvió a mil dólares el segundo en el prime time, como estábamos hace quince años. Es muchísima plata. Los contenidos siguen siendo una mierda, igual que antes.
—¿Qué ves de los jóvenes en relación con Cristina y con el kirchnerismo?
—Primero, que hay un interés muy particular del Gobierno en insistir en eso…
—¿En evidenciar?
—Sí. Me parece que es comprensible que en el discurso de los Kirchner una cosa así, pasional, cale. Pero me parece que es una cagada en el sentido de que a los chicos los vuelve para atrás en un montón de cosas. A mí me importa un carajo si toman o no los colegios, depende la circunstancia, lo que digo es: ¿para qué lo están tomando? Por lo menos, antes de tomarlo, fijate a qué resultado podés llegar. Porque después te van a cagar los mismos que hoy no querés que te caguen. Y fue lo que pasó: tomaron los colegios, no cambió nada y todo sigue como estaba. La sensación que me da es que la Argentina está en esa situación todo el tiempo, de volver y volver sobre lo mismo.
—¿No es razonable que cada vez que se trate de romper los paradigmas, en algo parecido a lo que se podrían llamar revoluciones, se utilice a los jóvenes como herramienta principal? ¿Porque es más fácil introducirles una idea sin pasado, al mismo tiempo que son los que se ilusionan más con un cambio abrupto que les permita no tener que recorrer todo el cursus honorum y saltar etapas?
—Son más manipulables. Pero no es real. ¿Nuestra obligación social cuál es? Tenemos que decírselos. Olvidate que soy periodista… Tengo 50 años, algo tengo que hacer.
—En los últimos quince años, el fenómeno universitario fueron las escuelas de periodismo, las facultades de comunicación y todo lo relacionado con tareas creativas, audiovisuales. Esos miles de jóvenes, ¿no creés que ven en la Ley de Medios una oportunidad para conseguir un trabajo que en los medios privados no podrían conseguir?
—No tengo dudas.
—El Estado dará salida laboral a un montón de gente que no la tendría en los medios privados.
—Pero tenemos que decirles que es mentira. ¿O vos pensás que va a funcionar la radio de los wichis? ¿Cuánta gente la va a escuchar? ¿Qué capacidad de generación de contenido tenés en la radio de los pueblos originarios? Todos queremos que pase tal y tal cosa, pero también pasa lo que pasa.
—¿Más tarde o más temprano el Estado no va a poder sostener?
—El Estado ya hoy no las puede sostener porque no existen…
—¿El Estado, llegado un punto, no va a poder sostenerlas si asiste a otras tareas mucho más relevantes para la sociedad que mantener medios de comunicación?
—Obvio.
—¿Esa sería la mentira implícita de la nueva Ley de Medios?
—Lo interesante de este fenómeno no es tanto la ley en sí, porque eso, de última, es un grupo de presión contra otro. Lo interesante es por qué todos pensamos que se está cumpliendo. Porque tanto vos como yo hablamos como si se cumpliera, y tampoco se cumple.
—Para un grupo como Clarín, la pérdida del fútbol significó un serio quebranto.
—Un cambio de negocio. Los motivos declamatorios por los cuales el fútbol se pierde siguen siendo los mismos. Antes lo manejaba tal, ahora lo maneja La Corte.
—La reducción a seis minutos de publicidad por hora en todos los programas de cable...
—Hasta hoy no tuvo efecto: no se llevó adelante.
—El Grupo Clarín la está cumpliendo, atemorizado.
—Sí, pero todavía los chivos los siguen manteniendo.
—Muy reducidos.
—Lo que planteo es que no se cumple no porque no quieran, sino porque no se puede. No da el mercado. La Ley de Medios es una ley hecha en la facultad, no en la vida. No es automática la cosa, no es que vos decís: “Voy a hacer una radio para los polacos”, y vienen todos los polacos a escuchar la radio.
—En los 90, Grondona te veía a vos como quien venía a romper el paradigma del periodismo en la televisión y a ocupar el lugar que él tenía en aquel momento. ¿Sentís que hoy alguien te disputa ese lugar que vos ocupaste en la televisión en el periodismo político?
—Creo que en un momento va a pasar, pero al haberme abierto yo de la televisión no quedó nada, me parece, en ese sentido. Tampoco me seguí preocupando por ocupar ese lugar, entonces es como que quedó vacío. Tampoco surge tanta gente todos los años que sea buena o que pueda funcionar.
—¿Cómo te imaginás el segundo mandato de Cristina?
—Acá hay que solucionar la crisis del 2001, porque nuestro problema sigue remitiéndose ahí. Hay una deuda de la clase política que nunca se satisfizo, sigue teniendo una actitud suicida respecto de los cambios básicos que se le pidieron, y va a tener que tomar esa decisión en algún momento porque no se sostiene más.
—Imaginate a Cristina en su segundo mandato.
—Acá no puede existir más una alianza peronismo-radicalismo. No puede existir una cosa de complicidad donde por un lado te putea Alfonsín, y por el otro lado negocia el otro. Hay un montón de cosas que están pasando debajo de la mesa que no pueden seguir pasando. Ya no se sostienen. Entonces, es cuestión del tiempo.
—Este irte afuera del periodismo de actualidad de la Argentina, ¿es definitivo o coyuntural?
—Realmente, no lo sé.
—En un reportaje a la revista de “La Nación” dijiste: “Desde el kirchnerismo para acá, se ha vuelto un momento difícil para escribir. El kirchnerismo terminó haciendo una confusión de roles que, en algún punto, es muy perversa. Te deja en un lugar raro, donde tenés que estar explicando si sos, no sos, si fuiste, si vas a ser, cuando en realidad ellos no son nada de lo que dicen que son. Pero te dejan culpable a vos”. ¿Escribir tiene consecuencias negativas peores hoy que en los 90 o los 80?
—Si me remito a las pruebas, en los 90 estaba en la televisión y hoy no. Hay algo que empezó con el discurso de Cristina y después se mantuvo y nunca se bajó de esta cosa de que todo el tiempo estamos atajándonos. Todo el tiempo…
—Vos dijiste también que no sos indiferente a la mirada de los otros, que sos muy inseguro y que a pesar del paso de los años todavía no lograste ser inmune a los ataques.
—Totalmente.
—¿Eso es lo que hace que estés acá?
—Eso por un lado. Por otro, porque profesionalmente puedo hacer cosas que me gustan.
—Independientemente de que tenés la alternativa, me imagino que preferirías estar haciendo televisión en la Argentina en el prime time.
—Sí. O trataría de hacer las dos cosas.
—¿No te da un poco de bronca, y ganas de volver a escribir y hablar sobre política nacional?
—No es que te corrés, vas a otro lugar. Mañana voy a hacer una nota con (Howard)Gardner sobre los distintos tipos de inteligencia, y yo no me imagino discutiendo eso con un gerente de programación de un canal argentino que me dice: “Lo que pasa es que está Marcelo a esa hora. ¿Cuánto vas a medir? Cinco puntos”. Quiero discutir otra cosa, otro tipo de programa, no sé.
—¿Creés que esto es definitivo?
—Estoy tratando que todo esto que pasa me afecte hasta un punto donde no me inmovilice. Entonces, prefiero salirme porque encuentro que afuera tengo una libertad para laburar que no tengo en la Argentina. Yo no me fui. Estoy laburando para otro lugar, pero eso no quita a la Argentina, porque lo que hago se va a ver en la Argentina. Dejé de estar en la Argentina porque siento que es muy difícil llevar adelante esta profesión, a esta altura de mi vida profesional, en un lugar como la Argentina en este momento.
—¿Tu ausencia en los medios de la Argentina es una forma de expresar tu desacuerdo?
—Sí. No quiero estar discutiendo con Aníbal Fernández, me empobrece como persona. Siento que me están forreando. ¿Cuántos años más vamos a vivir? “¿Cómo murió? Discutiendo con Aníbal Fernández.” ¡Dejame de joder! Eso me parece patético. Ojo: no me avergüenzo de nada de lo que hice laboralmente, hice todo lo que quise, las cagadas también. Ahora, quiero hacer algo que me interesa hacer.
—¿Y cómo está tu salud?
—Estoy bien. Pero no quiero que me joda…
—¿Te corriste para volver con más fuerza en otro momento?
—Estoy armando un documental que son dos temporadas. Después veré qué es lo que hago. Toda mi vida fue así. Esto que estoy haciendo ahora se termina en octubre, y en junio del otro año se termina la otra parte. ¿Qué haré después? Yo qué sé qué haré después. ¡Hagamos algo en Brasil!
fuente: http://www.perfil.com/contenidos/2011/03/06/noticia_0008.html
""—Eso es lo que dice Perón en un libro que se llama Los vendepatria, que fue publicado en el exilio, seis, siete años después del golpe de la Libertadora. Es muy interesante leer los textos de Perón sobre el periodismo. Perón es hijo de la guerra fría. Son de los que pasan por un complot determinado de tal, tal y tal para dominar el mundo. Y se acabó. Entonces, ¿qué es lo que tengo que hacer? Tratar de joder al enemigo. ¿De qué manera? Infiltrándolo, mintiendo. En ningún momento el tipo se pone a pensar si lo que se muestra es verdad o no es verdad. Era una operación de inteligencia con una naturalidad increíble.""
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