Imperdible recorrido por una virtual kermés oficial pomposamente titulada Homenaje al pensamiento y al compromiso nacional. Falsos mitos, decadencia e impostación berreta.
Hay equipo. El cronista de PERFIL posa junto a la imagen del presunto equipo de los sueños del pensamiento nacional y popular. Ese “dream team” lo integran Discépolo, Walsh, Perón, Rosa, Jauretche, Mugica, El Kadri, Ortega Peña, Urondo, Cooke y, obviamente, Néstor Kirchner.
El martes a las 16 hs, con 34 grados de sensación térmica, fui al Palais de Glace a la muestra Homenaje al pensamiento y al compromiso nacional. Es una idea de Enrique Albistur con la coordinación de Julieta Albistur y la asesoría de Pacho O’Donnell, Norberto Galasso y Jorge Coscia.
Me habían dicho que era una muestra que evocaba a la cultura de Berlín de los años 30. Epoca pujante y rica en novedades artísticas, científicas y filosóficas, además de sorprendentes cambios políticos. La gente se asusta rápido.
Fui predispuesto a tomar distancia respecto de cierta “sensación” de fascismo que repercute últimamente en espíritus liberales. Me hablaron con espanto de un juego en el que se debía dispararle a un gorila. Fue lo mejor. Le arrojé diez veces una pelota al pecho del gorila y le emboqué ocho. Una perfomance envidiable hasta para un Guillermo Tell. Debo admitir que el objetivo estaba dispuesto para tiradores inexpertos.
Terrible y frustrante hubiera sido que el gorila alejado y convertido en un blanco móvil sorteara los disparos del pueblo argentino. Cada vez que le daba en el pecho salía de la pantalla un “AHHH” rojo, teñido de sangre, que certificaba mi puntería, expresaba el dolor del gorila y marcaba una cifra que, al irme, daba el resonante número 10.135. Deduzco que ya somos una decena de miles los que reventamos al gorila.
Podemos estar seguros de que, para esta muestra futurista, la idea de los responsables de este invento del pensamiento nacional era poner a Lilita Carrió en el prometedor espacio ocupado por el simio. Hubiera sido un golazo patriótico, pero sin duda era un riesgo inoportuno en momentos en que los medios monopólicos al servicio del neoliberalismo están al acecho del mínimo gesto del Gobierno para ensuciarlo ante la opinión pública.
Lamentablemente, el ambiente de kermés se limitó a ese jueguito. Puedo sumarle la gentileza de un par de señoritas que me ofrecieron unos anteojos para ingresar a una salita en la que podía apreciar el abrazo de Néstor y Cristina en 3D. No había nadie. Estaba solo. En realidad vi a una señora que daba vueltas por los cien afiches de la muestra. No hay mucho más en el convite. Se le suman un par de pantallas de televisión con documentos de Discépolo y otros, imágenes de Oesterheld y Carpani, palabras de Héctor Larrea, el anuncio de conferencias y películas que honran la memoria de Paco Urondo, Rodolfo Walsh, el padre Mugica y Ramón Carrillo.
Pero el evento tiene otro propósito. No se trata de mostrar una vez más lo que ya se vio innumerables veces sin sentido crítico y con una glosolalia resentida y oportunista, sino una invitación para coronar a Néstor y Cristina Kirchner como herederos y jefes de lo que bautizaron como pensamiento nacional, pensadores nacionales, luchadores nacionales, artistas nacionales, y de los que “concretaron su sueño”: Evita (1919-1952), Juan Domingo Perón (1895-1974) y Néstor Kirchner (1950-2010). No agregaron a Enrique Albistur porque es obvio que hace unos años que concreta sus sueños.
Yo no soy un pensador nacional, soy meramente argentino. Y por algún defecto que tengo –quizás un exceso de pelo en el pecho, pies que se parecen a mis manos y una afición a comer bananas mientras rujo y salto descontrolado en mi casa cuando la comida está fría–, de hacer una muestra cultural vernácula, se me habrían ocurrido presentar otros gloriosos nombres. De argentinos no nacionales como David Viñas, Martínez Estrada, Roberto Arlt, Fernando Fader, Astor Piazzola, Mildred Burton, Borges, Masotta, Halperín Donghi, Abelardo Castillo, Atahualpa Yupanqui, María Elena Walsh, César Aira, y otros creadores no nacionales y sí argentinos que admiro.
Esto no significa que no lea a Scalabrini, a Jauretche, a Puigrós y Abelardo Ramos. Los leo como también a Milcíades Peña, al padre Castellani, al padre Hernán Benitez, Ignacio Anzoátegui y Hugo Wast. El problema no son ellos, son éstos. El problema no son los de antes sino los de ahora. No los homenajeados sino los que homenajean. Un problema sin duda transitorio, ya que no creemos que serán objeto de honores similares por defender ellos también a la patria.
Gran DT. Hay una gran foto impresa en cartón con un equipo de fútbol con la camiseta argentina. Está formado por: Discépolo, Rodolfo Walsh, Perón, J.M. Rosa, Jauretche, Mugica, El Kadri, Ortega Peña, Urondo, Cooke y Néstor.
Me encanta el fútbol y armar equipos. Hace años escribí una nota en la que elegía un equipo con un planteo táctico 3-3-2-2. En el arco, John Casavettes o Alfredo Zitarrosa. Las líneas de tres: Fader, Monet y Turner; Nietzsche, R. Wagner y Artaud. Enganches: Mildred Burton y Foucault. María Callas y Fernando Pessoa de puntas. En el banco, Amalia Rodríguez, W. Gombrowicz, Bruno Schulz y Aristóteles. Para las giras, el jefe de la delegación era Bob Dylan. Director técnico: Francis Ford Coppola. Ayudante de campo: Federico Fellini. Preparador Físico: Woody Allen. Médico: Louis Ferdinand Céline. Kinesiólogo: Peter Sellers. Utilero: Jorge Luis Borges. Encargado de prensa: D.F. Sarmiento. Masajista: Ava Gardner. Intérprete de la masajista: Tomás Abraham.
Era un gran equipo. Hace más años aún, en la revista Babel, ante una requisitoria de escribir una prestigiosa nota sobre la cultura vienesa, propuse un equipo de temer bajo la dirección del entonces DT de la selección nacional, Carlos Salvador Bilardo. Un 4-4-2: Wittgenstein en el arco; Kokoschka, Berg, Schumpeter y Musil; Krauss, Zweig, Klimt y Otto Wagner; Freud con Herzl en la delantera. El ayudante de campo era un tal Adolfo del que me olvidé el apellido, pero no era Rodríguez Saá.
En fin, no hay como jugar a las figuritas para colaborar con el pensamiento nacional.
La idea de la muestra, de ésta y de las que armarán con todos los auspicios oficiales que haya, hoy gracias a Albistur, mañana gracias a Jaime, pasado mañana Moreno, pasado pasado por el mecenazgo de otro ser generoso, es la siguiente: el pensamiento nacional y los luchadores nacionales se jugaron la vida y el destino en la década del 70, cuando Albistur y compañeros eran jóvenes maravillosos.
Esta etapa de liberación nacional y popular fue abortada por el golpe militar genocida de 1976. No pudo renacer ni irrumpir en la escena nacional por culpa del europeísmo socialdemócrata del alfonsinismo. Cuando parecía despertarse ante la nueva aurora, gracias a los carapintadas primero y al Facundo emponchado y empatillado del ’89, el caudillo traiciona a la patria y la vende al neoliberalismo.
La lucha continúa. El vacío delarruista da por terminadas esas ínfulas socialdemócratas y, tras una serie de cabildeos, llega un salvador de la patria. Néstor, así nomás, un solo nombre, y Cristina, su abnegada compañera.
Néstor y Cristina son ungidos como los nuevos perones y evitas. Los demás son unos gorilas, cipayos, neoliberales, menemistas, nuevas derechas, procesistas. Y esto recién comienza. Es una oportunidad histórica. Toda una gesta nacional viene preparando el momento. ¿Será de liberación? ¿De quién? ¿De los chinos? ¿De Clarín? ¿De Macri? ¿De la Mesa de Enlace? ¿De Falcioni?
Nobel. Ustedes conocen al premio Nobel de Literatura, el anglohindocaribeño V.S. Naipaul. Es un gran escritor. Lástima que no lo invitaron a la Feria del Libro. Me imagino las cartas de protesta que hubiera motivado de parte de los defensores del modelo de embrutecimiento inclusivo. Y es un viajero. Escribió, además de sus novelas, libros sobre la India, los países musulmanes, sobre su recorrido por países africanos. Vino tres veces a la Argentina: en el ’72, el ’74 y el ’77. Tenía un gran amor “en” más que “por” esta tierra, una mujer que fue su amante argentina durante décadas. Sus observaciones fueron publicadas en su libro The return of Eva Perón. Habla de los autos asesinos al referirse a los Falcon. De la barbarie argentina.
En una nota escrita en La Nación por Rodolfo Rabanal a propósito del escritor recientemente premiado, cita a Naipaul: “Hace unos treinta años –dijo en Estocolmo cuando llegaba para recibir el máximo galardón literario– visité la Argentina. Era la época de la guerrilla. La gente esperaba que el viejo dictador Juan Domingo Perón volviera del exilio. El país estaba lleno de odio. Los peronistas aguardaban el retorno del líder para cobrarse viejas cuentas. Uno de ellos me dijo: ‘Hay una tortura buena y otra mala. La buena tortura es la que se aplica a los enemigos del pueblo; la mala es la que los enemigos del pueblo le aplican a uno’”. Sigue Naipaul: “No pude asistir a ningún debate verdadero, sólo había pasión y jerga política, una jerga mayormente importada de Europa. La jerga transforma la realidad en abstracción y, donde ella se impone, la gente se queda sin causas y entonces sólo existen los enemigos. Todavía hoy las pasiones prevalecen en la Argentina, aniquilando toda razón y estropeando la vida de personas, sin que ninguna solución aparezca a la vista”.
Esta nota se publicó el 20 de diciembre de 2001, en momentos en que el país explotaba una vez más. Han pasado diez años. La jerga continúa. Naipaul decía que le asombraba que en las puertas del cementerio de la Recoleta hubiera un par de hoteles alojamiento. Le parecía una vecindad curiosa.
También lo irritaba escuchar con frecuencia “se la metí bien en el culo” como canto de victoria. Lo dice con candor, ya que la sodomía es parte de los confesados encantos de su práctica erótica (de acuerdo a la biografía autorizada de Patrick French, The World is what it is), pero no soporta la “arrogancia” de la sodomía nacional. Una cosa es sodomizar y otra estar orgulloso de haber sodomizado.
Mitos. La gente de la cultura oficial difunde la idea de que los pueblos necesitan un mito. El que ahora se elabora es éste que unge a Néstor y Cristina como nuevos jefes espirituales de la nación. Esta muestra, pobre, aburrida, gris, mortuoria, vengativa, pecaminosa, es parte del intento de participar del relato mítico que legitime esta nueva fase de liberación.
Estamos acostumbrados a los mitos de fundación. El punto cero regenerativo es un lugar común repetido luego de cada una de las crisis nacionales. Pero estos mitos no son mitos, son sofismas culturosos para autocomplacerse en una lucha ficticia pero con efectos reales, nefastos.
Hacerle la guerra a Mitre, Roca, Sarmiento y Rivadavia en nombre de Néstor y Cristina es una bufonada. El relato puritano y maniqueo de la historia es para uso de dictaduras y sus comisarios culturales. A muchos de estos nuevos pensadores que evocan a los antiguos pensadores les encantaría una nueva tiranía, si es para el pueblo. Claro, para el pueblo de ellos. Es lo mismo de siempre. Lo de hace 35 años pero gastado, farsesco, inútil, berreta.
El desafío de la Argentina no es éste. Es el hambre. La falta de vivienda. La salud ausente. La gente dependiendo de dádivas. La marginalidad creciente. La violencia cotidiana. El narcotráfico. El atraso tecnológico. La corrupción sistémica. La juventud fuera del circuito educativo y laboral. La adolescencia sin instrucción. Los ejércitos privados. El arrasamiento salvaje de nuestros recursos naturales. La demolición de toda autoridad que no se presente como poder intimidatorio. ¿Sigo? Es decir, la sociedad.
Pero no les alcanza, quieren patria, y para eso necesitan traidores. Quien consiga un nuevo traidor es bienvenido. Esta no es una voluntad revolucionaria, lo fue en otras épocas, y para mal. Esto es reacción. La típica y auténtica derecha. La que se escuda detrás del clamor nacional contra lo “neocolonial”. Atraso. Decadencia. Impostación. Uso de los muertos para cubrir mediocridades de unos cuantos vivos.
Fuente: Perfil
Me habían dicho que era una muestra que evocaba a la cultura de Berlín de los años 30. Epoca pujante y rica en novedades artísticas, científicas y filosóficas, además de sorprendentes cambios políticos. La gente se asusta rápido.
Fui predispuesto a tomar distancia respecto de cierta “sensación” de fascismo que repercute últimamente en espíritus liberales. Me hablaron con espanto de un juego en el que se debía dispararle a un gorila. Fue lo mejor. Le arrojé diez veces una pelota al pecho del gorila y le emboqué ocho. Una perfomance envidiable hasta para un Guillermo Tell. Debo admitir que el objetivo estaba dispuesto para tiradores inexpertos.
Terrible y frustrante hubiera sido que el gorila alejado y convertido en un blanco móvil sorteara los disparos del pueblo argentino. Cada vez que le daba en el pecho salía de la pantalla un “AHHH” rojo, teñido de sangre, que certificaba mi puntería, expresaba el dolor del gorila y marcaba una cifra que, al irme, daba el resonante número 10.135. Deduzco que ya somos una decena de miles los que reventamos al gorila.
Podemos estar seguros de que, para esta muestra futurista, la idea de los responsables de este invento del pensamiento nacional era poner a Lilita Carrió en el prometedor espacio ocupado por el simio. Hubiera sido un golazo patriótico, pero sin duda era un riesgo inoportuno en momentos en que los medios monopólicos al servicio del neoliberalismo están al acecho del mínimo gesto del Gobierno para ensuciarlo ante la opinión pública.
Lamentablemente, el ambiente de kermés se limitó a ese jueguito. Puedo sumarle la gentileza de un par de señoritas que me ofrecieron unos anteojos para ingresar a una salita en la que podía apreciar el abrazo de Néstor y Cristina en 3D. No había nadie. Estaba solo. En realidad vi a una señora que daba vueltas por los cien afiches de la muestra. No hay mucho más en el convite. Se le suman un par de pantallas de televisión con documentos de Discépolo y otros, imágenes de Oesterheld y Carpani, palabras de Héctor Larrea, el anuncio de conferencias y películas que honran la memoria de Paco Urondo, Rodolfo Walsh, el padre Mugica y Ramón Carrillo.
Pero el evento tiene otro propósito. No se trata de mostrar una vez más lo que ya se vio innumerables veces sin sentido crítico y con una glosolalia resentida y oportunista, sino una invitación para coronar a Néstor y Cristina Kirchner como herederos y jefes de lo que bautizaron como pensamiento nacional, pensadores nacionales, luchadores nacionales, artistas nacionales, y de los que “concretaron su sueño”: Evita (1919-1952), Juan Domingo Perón (1895-1974) y Néstor Kirchner (1950-2010). No agregaron a Enrique Albistur porque es obvio que hace unos años que concreta sus sueños.
Yo no soy un pensador nacional, soy meramente argentino. Y por algún defecto que tengo –quizás un exceso de pelo en el pecho, pies que se parecen a mis manos y una afición a comer bananas mientras rujo y salto descontrolado en mi casa cuando la comida está fría–, de hacer una muestra cultural vernácula, se me habrían ocurrido presentar otros gloriosos nombres. De argentinos no nacionales como David Viñas, Martínez Estrada, Roberto Arlt, Fernando Fader, Astor Piazzola, Mildred Burton, Borges, Masotta, Halperín Donghi, Abelardo Castillo, Atahualpa Yupanqui, María Elena Walsh, César Aira, y otros creadores no nacionales y sí argentinos que admiro.
Esto no significa que no lea a Scalabrini, a Jauretche, a Puigrós y Abelardo Ramos. Los leo como también a Milcíades Peña, al padre Castellani, al padre Hernán Benitez, Ignacio Anzoátegui y Hugo Wast. El problema no son ellos, son éstos. El problema no son los de antes sino los de ahora. No los homenajeados sino los que homenajean. Un problema sin duda transitorio, ya que no creemos que serán objeto de honores similares por defender ellos también a la patria.
Gran DT. Hay una gran foto impresa en cartón con un equipo de fútbol con la camiseta argentina. Está formado por: Discépolo, Rodolfo Walsh, Perón, J.M. Rosa, Jauretche, Mugica, El Kadri, Ortega Peña, Urondo, Cooke y Néstor.
Me encanta el fútbol y armar equipos. Hace años escribí una nota en la que elegía un equipo con un planteo táctico 3-3-2-2. En el arco, John Casavettes o Alfredo Zitarrosa. Las líneas de tres: Fader, Monet y Turner; Nietzsche, R. Wagner y Artaud. Enganches: Mildred Burton y Foucault. María Callas y Fernando Pessoa de puntas. En el banco, Amalia Rodríguez, W. Gombrowicz, Bruno Schulz y Aristóteles. Para las giras, el jefe de la delegación era Bob Dylan. Director técnico: Francis Ford Coppola. Ayudante de campo: Federico Fellini. Preparador Físico: Woody Allen. Médico: Louis Ferdinand Céline. Kinesiólogo: Peter Sellers. Utilero: Jorge Luis Borges. Encargado de prensa: D.F. Sarmiento. Masajista: Ava Gardner. Intérprete de la masajista: Tomás Abraham.
Era un gran equipo. Hace más años aún, en la revista Babel, ante una requisitoria de escribir una prestigiosa nota sobre la cultura vienesa, propuse un equipo de temer bajo la dirección del entonces DT de la selección nacional, Carlos Salvador Bilardo. Un 4-4-2: Wittgenstein en el arco; Kokoschka, Berg, Schumpeter y Musil; Krauss, Zweig, Klimt y Otto Wagner; Freud con Herzl en la delantera. El ayudante de campo era un tal Adolfo del que me olvidé el apellido, pero no era Rodríguez Saá.
En fin, no hay como jugar a las figuritas para colaborar con el pensamiento nacional.
La idea de la muestra, de ésta y de las que armarán con todos los auspicios oficiales que haya, hoy gracias a Albistur, mañana gracias a Jaime, pasado mañana Moreno, pasado pasado por el mecenazgo de otro ser generoso, es la siguiente: el pensamiento nacional y los luchadores nacionales se jugaron la vida y el destino en la década del 70, cuando Albistur y compañeros eran jóvenes maravillosos.
Esta etapa de liberación nacional y popular fue abortada por el golpe militar genocida de 1976. No pudo renacer ni irrumpir en la escena nacional por culpa del europeísmo socialdemócrata del alfonsinismo. Cuando parecía despertarse ante la nueva aurora, gracias a los carapintadas primero y al Facundo emponchado y empatillado del ’89, el caudillo traiciona a la patria y la vende al neoliberalismo.
La lucha continúa. El vacío delarruista da por terminadas esas ínfulas socialdemócratas y, tras una serie de cabildeos, llega un salvador de la patria. Néstor, así nomás, un solo nombre, y Cristina, su abnegada compañera.
Néstor y Cristina son ungidos como los nuevos perones y evitas. Los demás son unos gorilas, cipayos, neoliberales, menemistas, nuevas derechas, procesistas. Y esto recién comienza. Es una oportunidad histórica. Toda una gesta nacional viene preparando el momento. ¿Será de liberación? ¿De quién? ¿De los chinos? ¿De Clarín? ¿De Macri? ¿De la Mesa de Enlace? ¿De Falcioni?
Nobel. Ustedes conocen al premio Nobel de Literatura, el anglohindocaribeño V.S. Naipaul. Es un gran escritor. Lástima que no lo invitaron a la Feria del Libro. Me imagino las cartas de protesta que hubiera motivado de parte de los defensores del modelo de embrutecimiento inclusivo. Y es un viajero. Escribió, además de sus novelas, libros sobre la India, los países musulmanes, sobre su recorrido por países africanos. Vino tres veces a la Argentina: en el ’72, el ’74 y el ’77. Tenía un gran amor “en” más que “por” esta tierra, una mujer que fue su amante argentina durante décadas. Sus observaciones fueron publicadas en su libro The return of Eva Perón. Habla de los autos asesinos al referirse a los Falcon. De la barbarie argentina.
En una nota escrita en La Nación por Rodolfo Rabanal a propósito del escritor recientemente premiado, cita a Naipaul: “Hace unos treinta años –dijo en Estocolmo cuando llegaba para recibir el máximo galardón literario– visité la Argentina. Era la época de la guerrilla. La gente esperaba que el viejo dictador Juan Domingo Perón volviera del exilio. El país estaba lleno de odio. Los peronistas aguardaban el retorno del líder para cobrarse viejas cuentas. Uno de ellos me dijo: ‘Hay una tortura buena y otra mala. La buena tortura es la que se aplica a los enemigos del pueblo; la mala es la que los enemigos del pueblo le aplican a uno’”. Sigue Naipaul: “No pude asistir a ningún debate verdadero, sólo había pasión y jerga política, una jerga mayormente importada de Europa. La jerga transforma la realidad en abstracción y, donde ella se impone, la gente se queda sin causas y entonces sólo existen los enemigos. Todavía hoy las pasiones prevalecen en la Argentina, aniquilando toda razón y estropeando la vida de personas, sin que ninguna solución aparezca a la vista”.
Esta nota se publicó el 20 de diciembre de 2001, en momentos en que el país explotaba una vez más. Han pasado diez años. La jerga continúa. Naipaul decía que le asombraba que en las puertas del cementerio de la Recoleta hubiera un par de hoteles alojamiento. Le parecía una vecindad curiosa.
También lo irritaba escuchar con frecuencia “se la metí bien en el culo” como canto de victoria. Lo dice con candor, ya que la sodomía es parte de los confesados encantos de su práctica erótica (de acuerdo a la biografía autorizada de Patrick French, The World is what it is), pero no soporta la “arrogancia” de la sodomía nacional. Una cosa es sodomizar y otra estar orgulloso de haber sodomizado.
Mitos. La gente de la cultura oficial difunde la idea de que los pueblos necesitan un mito. El que ahora se elabora es éste que unge a Néstor y Cristina como nuevos jefes espirituales de la nación. Esta muestra, pobre, aburrida, gris, mortuoria, vengativa, pecaminosa, es parte del intento de participar del relato mítico que legitime esta nueva fase de liberación.
Estamos acostumbrados a los mitos de fundación. El punto cero regenerativo es un lugar común repetido luego de cada una de las crisis nacionales. Pero estos mitos no son mitos, son sofismas culturosos para autocomplacerse en una lucha ficticia pero con efectos reales, nefastos.
Hacerle la guerra a Mitre, Roca, Sarmiento y Rivadavia en nombre de Néstor y Cristina es una bufonada. El relato puritano y maniqueo de la historia es para uso de dictaduras y sus comisarios culturales. A muchos de estos nuevos pensadores que evocan a los antiguos pensadores les encantaría una nueva tiranía, si es para el pueblo. Claro, para el pueblo de ellos. Es lo mismo de siempre. Lo de hace 35 años pero gastado, farsesco, inútil, berreta.
El desafío de la Argentina no es éste. Es el hambre. La falta de vivienda. La salud ausente. La gente dependiendo de dádivas. La marginalidad creciente. La violencia cotidiana. El narcotráfico. El atraso tecnológico. La corrupción sistémica. La juventud fuera del circuito educativo y laboral. La adolescencia sin instrucción. Los ejércitos privados. El arrasamiento salvaje de nuestros recursos naturales. La demolición de toda autoridad que no se presente como poder intimidatorio. ¿Sigo? Es decir, la sociedad.
Pero no les alcanza, quieren patria, y para eso necesitan traidores. Quien consiga un nuevo traidor es bienvenido. Esta no es una voluntad revolucionaria, lo fue en otras épocas, y para mal. Esto es reacción. La típica y auténtica derecha. La que se escuda detrás del clamor nacional contra lo “neocolonial”. Atraso. Decadencia. Impostación. Uso de los muertos para cubrir mediocridades de unos cuantos vivos.
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