Caracterología social de los argentinos.
Análisis de Jose Terenzio.
Desde que el kirchnerismo comenzó a mostrar su verdadero rostro y salió de la mesa de discusión de los vanguardistas, empezó a deslizarse por los meandros que canalizan la llamada “opinión”, como preocupante objeto de estudio. Así, nos empezamos a acostumbrar a escuchar, y a veces también a practicar ensayos y análisis mayores o menores sobre las, en principio, inconsistencias e insustentabilidades del llamado “kirchnerismo”, y, luego, sobre el escándalo que se había apoderado del aparato del Estado, y en consecuencia, del poder en nuestra querida patria argentina.
Los lugares comunes escuchados son: “gobierno de las apariencias”, “revolucionarios de una revolución imaginaria”, “eternización de Cristina”, “menemismo con derechos humanos” y cientos de interpretaciones y reinterpretaciones que se van acumulando una tras otra, generando una confusión buscada y promovida. La confusión y el miedo son los dos elementos fundamentales para lograr el control de los pueblos de las masas, también la seducción, el desarrollo y la felicidad, pero los Kirchner mayormente se abstienen (salvo en algunas ficciones materiales a los sectores de menores recursos, vía subsidios, prebendas, o bolsones de comida que duran lo que dura).
La génesis del kirchnerismo se entiende simplemente leyendo El Amo del Feudo, texto al cual se puede acceder desde este sitio. El kirchnerismo es, en definitiva, una banda carente de ideología, y cuyo credo es el poder, su obtención, consolidación, y perpetuación el él. Dicho “ensayo” se ha visto a nivel Municipal en Río Gallegos, luego en largos años del kirchnerismo del pingüino, y por último en su máxima expresión totalizadora, la Nación toda. Para comprender dicha acción, la estrategia y las tácticas tempo-espaciales de las mismas, es menester entender, o por lo menos hacer el esfuerzo de empezar a discutir, el complejo conjunto humano al que llamamos “argentinos” máxime en los tiempos en donde este conjunto reviste lo más heterogéneo de los 200 años que llevamos como Nación.
También, para todo lo anterior, debemos analizar muy brevemente algunos tópicos políticos y filosóficos que nos ayudan como instrumental para entrelazar los hechos a modo de explicación, y a la vez comprender lo que se afirma más arriba: el único proyecto de los Kirchner siempre ha sido poder y riqueza.
Coordenadas de pensamiento
Para Maquiavelo, el Estado en sí mismo es el dominio del Príncipe sobre el pueblo, y, para mantenerlo a éste sosegado, bastaban solo dos cosas: someter a todo potencial príncipe que dispute el poder del principado (en el fin del medioevo, matar a los herederos, hoy sería destruir, desacreditar, humillar, a los opositores). La segunda condición es respetar las tradiciones y costumbres de los pueblos que se dominan. En consecuencia, no solo la cuestión del poder pasa por conquistarlo, sino que más importante aún es mantenerlo, y para mantenerlo no se puede proceder de otro modo que conociendo las costumbres de los pueblos y es a lo que se apunta en este breve ensayo.
Para entender a la sociedad argentina es necesario comprender su esencia, sus costumbres, sus deseos. Pisando ya 11 años del tercer milenio aún debemos remitirnos a los autores que nos enseñaron cómo llevar el método de interpretación a fin de arribar a las conclusiones correctas. Husserl, quizá el autor que tuvo el acto intelectivo fundamental sobre el que se basaría el conjunto de la filosofía moderna desde su fenomenología, resulta el puntapié inicial de una nueva manera de interpretar la realidad a través de la hermenéutica. No solo eso, supo caracterizar el concepto de símbolo y de mito, como muy pocos. En un ejemplo, Husserl explica esto del siguiente modo:
“Si usted está frente a una casa, entonces tiene una presentación directa y adecuada de la casa, pero si usted está buscando la casa y preguntando sobre su ubicación, entonces las indicaciones que le dan (por ejemplo, la casa de la esquina de tal o cual calle) son una presentación indirecta e impropia (o simbólica, como también se dice) si solamente puede indicar este objeto por medio de signos, símbolos, etc.” (1) Así, a través de la construcción de los símbolos, de dicha representación de cosas, podemos considerar algo como “verdadero” o “deseable” sin conocerlo.
Baste como ejemplo, que el pueblo más culto de Europa en los años ´30 apoyó al demente Hitler, quien supo construir su poder sobre la configuración lenta y sistemática en donde convenció a aquel pueblo cultivado en cuestiones de razas superiores e inferiores y necesidades de guerras que llevarían a casi la destrucción no solo de su propia nación sino, de la Europa toda. Así, Jurguen Habermas, criticando la fenomenología dirá que todo conocimiento es interesado, puesto que los seres humanos vemos las cosas bajo nuestro punto de vista (fenómeno kantiano) por lo tanto ni la filosofía ni la fenomenología son “desinteresadas” Habermas, marxista él, da esa “punta”. Posteriori, el existencialismo de Heidegger completó la ontología fenomenológica y abrió el camino a la Hermenéutica.
Claro, todo tiene un límite, o no, en la Argentina parece que hay cosas que no lo tienen. El exceso populista, claro, resulta un clásico de la fauna política de cabotaje. Interpretar y reinterpretar como camino de conocimiento, es una cosa, y en lo particular lo que nos interesa significar, pero otra cosa muy distinta son los abusos y desórdenes de nuestra clase dirigente. “La construcción del relato K” es un claro ejemplo de los desmadres que se han permitido ante la mirada impávida (y comprada) de una otrora “intelectualidad” nativa que permaneció por ejemplo silente ante los patéticos y grotescos llevados a cabo en los “fastos” del bicentenario.
Según la “reinterpretación K” de los 200 años patrios, La República era una mujer semi desnuda a la que la revoleaban desde una grúa, Evita Perón era un figura trascendente por sobre Perón, y las madres de Plaza de Mayo eran las heroínas de un pueblo en “armas de liberación” desde la “Tercer República”, refundada en 2003 por Néstor y Cristina. En la construcción K, los militares siempre van de “a pié”, Mariano Moreno fue el héroe del 25 de mayo y Saavedra un 4 de copas… Belgrano era Gardel y San Martín también pero… era milico…
Las heridas del 2001, no han cerrado
Así, comprendieron los Kirchner que las heridas del 2001 no están curadas, y lo que no se tolera en ningún lado (ni en este país de otros tiempos) si se les perdonaría. El mecanismo de temor que generaron las segundillas quebrantos nacionales (´82, ´89. ´01) resultan un crédito inusitado y que los rasputines que hoy merodean los despachos de la viuda Fernández no se privarán de gastar, entendiéndose que no se sentirán limitados por un “segundo mandato” sino que, en los vahos del poder, sueñan con una reforma constitucional que permita la “Cristina Eterna” que el “Eternéstor” no pudo ser. Solo falta pensar qué pueblo es el que permite esta orgía.
La construcción de la realidad en el populismo demagógico
Conviene notar, además, que el natural de los pueblos es variable. Fácil es hacerles creer una cosa, pero difícil hacerles persistir en su creencia. Como la realidad es variable, solo le queda al líder acomodar la realidad a su necesidad. Es lo que Laclaud explica (autor de cabecera K) como “significante difuso”…
Así los populismos como el kirchnerista “construye” una idea de pueblo ficcional (ficcionado) desde un concepto de hegemonía. Para construir dicha hegemonía (y su consecuente mando no plural, ergo, hegemónico) hay que hacer un “recorte”, un corte sobre un sistema que por definición se presume como “nunca armónico”. El poder (a cargo) determinará su “enemigo”, al que deberá “derrotarse”.
“Se construye un significante vacío —comienza diciendo Ernesto Laclau— es, en sentido estricto del término, un significante sin significado".
El significante está vacío, carece de todo significado y el poder lo construye a su medida, sobre intereses antagónicos y a estricta medida de sus intereses.
Hoy el significado será “el frente para una victoria”, mañana “la importancia de la transversalidad”, en otro momento “los intereses del pueblo, tras la conducción monolítica del PJ”, y más adelante será “la integración de las minorías discriminadas” y luego, “las mayorías silenciadas y mansas”. Así, o, todo al mismo tiempo, como en licuadora y en los diferentes y variopintos estamentos en los cuales se encuentra destrozada la comunidad.
El poder, que se auto alimenta, genera necesariamente los límites de la exclusión propuesta. “Clarín miente” (o estas con el gobierno, o sos mentiroso) “Agrogarca” (ídem). Así, como en las perlas de un rosario (bien condimentado todo con la ley de medios y la lenta construcción de más de 7 años de holding económico paraestatal impresionante) se va “construyendo el relato” de la realidad, digitada desde el poder y que va “articulando” quienes están “dentro” del sistema y quienes son defenestrados (condena de negatividad: “TN, Todo Negativo”, etc.) hegemonizar es entonces llenar ese vacío, completar esa falta de manera inestable y ambigua, siempre en beneficio del poder y para facilitación de su ejercicio.
De esta manera, entonces, una persona actúa o se incline aún por posiciones que no había ni pensado, aún, antes de la articulación (operación) que el poder hace sobre hechos que no solo no conocía, sino, que son puestos ante sí por el mismo proceso de construcción al que Laclaud denomina “hegemonización”.
En concreto, mediante el proceso de construcción del enemigo y significación (en beneficio del poder, ejemplo “operativo clamor” de turno) el sujeto “compra” o “adhiere” a algo que ni siquiera conocía, o que ni sabe si es cierto y/o que no le daba importancia con anterioridad. El sujeto, en consecuencia, es mansificado desde el punto de ser compelido desde la operación sicológica y política a tomar parte siempre, lógicamente, en el sentido que el “komminter” u “órgano” de poder hubo de planificarlo. Los mecanismos modernos de masa” mayormente de comunicación, lograrán la conveniente confusión y orientación de despersonalización, la acrítica necesaria, la des-sujetización necesaria, para volcar y asegurar la voluntad orientada a lograr el fin que el poder desea.
Al fin, el poder logra el aturdimiento y la redirección de los sujetos en beneficio de sí mismo. Es la coronación de la propaganda.
El “hombre aturdido”
El primer grupo que recortamos para analizar es el de los sectores denominados como “populares”, obreros en realidad para ser más concretos y precisos. Son los sectores “laburantes”, y los de más abajo aún. Los del día a día, los que no pueden dejar el “sistema”. Son los importantes, aunque no los únicos necesarios que el poder pretende conquistar. Son los que no pueden ahorrar, y menos viajar. Representan el 70% de los habitantes de nuestra Patria.
Los marxistas como Ernesto Guevara de la Serna, hablaron de un “hombre nuevo” que se trasforma (desde el anterior hombre sometido: “alienado”) en un hombre de acción, en un hombre que se quitaba el peso de su alienación para pasar a la acción, a la guerrilla, que se liberaba. Todos sabemos la tragedia y las generaciones masacradas que se perdieron en tales demenciales ideas, aunque esto es tomado por la izquierda populista, en su accionar “soft” se propone transformar al supuesto hombre alineado en un “hombre aturdido”.
El “hombre aturdido” es el pobre tipo que se levanta bien temprano a la mañana, viaja en un pésimo tren desde el 1er. o 2do. cordón del Gran Buenos Aires hacia el centro de la ciudad a buscar el sustento diario. EN la estación de tren de su localidad, el “operador” del poder le enchufa El Argentino, pasquín del Gobierno que le informará durante el largo e incómodo viaje que el país “está maravilloso”, leerá esto, claro, mientras trata de evitar que le afanen la billetera en el atestado vagón, billetera que atesora los pocos pesos que, producto de la inflación, cada vez alcanzan para pagar menos alimentos y pocas ropas.
Durante la larga jornada de trabajo, nuestro “hombre aturdido” escuchará las tantas radios de los talleres y oficinas propalarán la propaganda del poder, o los programas engendros, como a Víctor Hugo y/u otros nefastos del amplio espectro radial que nuestro hombre soportará por 9, 10, o más horas, ello antes de volver a tomar el mismo tren destrozado, evitando (nuevamente) que le roben la billetera, ya con unos pesos menos por el sánguche que se compró al medio día, y que, por más que le digan lo que le digan, cada mes se lo cobran “un pesito mas”…
Así, nuestro “hombre aturdido” llegará a su casa, tarde y mal viajado, escuchará que su mujer le discurseará que la plata alcanza cada vez menos —todo esto mientras come el plato de cena de rigor—. Allí volverá a aturdirse nuestro “hombre aturdido” siendo su elección optar entre toda la catarata de propaganda nefasta, como ver la infamia militante de 6,7,8, o elegir a tipos raros haciendo bailes esotéricos.
Así, el día a día de la pobre y alienada vida del laburante, nuestro “hombre aturdido” le harán creer “como lo defiende el Gobierno y, por supuesto, cada momento lo informa sobre la realidad verdadera, y no la de Clarín, que, “miente” a pesar que su realidad ruede de manera tan quebrada como el tren diario que padece para poder laburar y ergo sobrevivir un tiempo más.
Así se habrá cumplido con el cometido. Se habrá completado, hegemonizado el discurso, y claro, le fue “difundido a discreción” al sujeto en cuestión.
El progre “de las urbes”
El otro recorte social importante son los sectores más acomodados de la clase media, y aún algunos de los sectores populares, pero que tienen una mirada de sí mismos muy peculiar, muy argentina. Son “los progres”. Existen en todo el mundo, pero en la Argentina tenían que ser un poco distintos, un poco más “auto referenciados”.
Los progres realmente son los que han roto las barreras puramente económicas de clasificación tradicional descrita por Marx. Hay “progres” ricos, hay “progres” de clase “cómoda” (una clasificación bien argenta) y aún hay “progres” pobres… porque aunque no les “de” serlo, psicológicamente lo son.
Todo análisis sociológico y político hará la salvedad al pié en cuanto a la “clase media complicada” que tiene la Argentina. Fruto del peronismo, todo argentino quiere ser “de clase media” y como sucedáneo, “progre”. Se ufanaban algunos de la existencia en 1973 de un 74% de argentinos de clase media. Parece mucho, salvo que se piense en la propia “auto referencia” a pertenecer a dicha clase, que la pertenencia en términos reales…
El “progre” en realidad no se puede definir por sus ideas, porque es “políticamente correcto” y lo “correcto” no es otra cosa que lo que el poder determina, en consecuencia lo ilógico sería su impronta.
Tampoco es un “sujeto” “el progre” no es libre pensador, es solo un “bien pensante”, uno más en el rebaño de la progresía… jamás el progre se atreverá a hacer (y aún pensar) lo incorrecto o lo que el pequeño grupo de referencia haya pre-conceptuado… tiene miedo que lo echen, la rebeldía no es lo suyo, a lo sumo, revitalizará al extremo “su” idea, para no confrontar… Siempre adherirá a la idea de los otros, pero por las dudas “no me pongan, no sea cosa que tenga algún problema…”
El progre es un conformista nato, justificador de lo que hay, salvo lo propio, en off. Su frase es “y, hay que conformarse, es todo no se puede, es lo que hay”. El progre es, en definitiva, anónimo y su mediocridad se refleja en ese anonimato.
El progre se definirá siempre “de izquierda, pero de centro–izquierda, no me confundan…” en realidad no sabe que es la izquierda, y nunca será un libertario, ni luchará por nada que no sea en propio beneficio.
El progre es el que votó a Frondizi, y mientras colocaba el sobre en la urna pensaba “por fin Perón se dio cuenta del camino”. Luego votó a Cámpora y mientras sufragaba pensaba “por fin peronistas distintos”. En el ´83 veía con buenos ojos a Alende, pero votó pro Alfonsín porque “tenía más chances”…
El progre es el votante perdido y a recuperarle a Pino Solanas, por parte de la banda kirchneristas. Es el votante que hay que llevar “convencido” al cuarto oscuro con la idea repetida: “esto es lo mejor que se puede, que le vamos a hacer…”
El progre es, en definitiva, un perfecto mediocre, pálido hombre de oficina, burócrata triste comesánguche en apretado bar porteño, rosarino o cordobés, o cliente típico del delivery oficinero…
En definitiva, “el progre” es el segundo ratón de laboratorio que intentará conquistar el poder, el más esquivo (menos choripanero) pero más a mano de los pasquines mal escritos por los cagatintas de la matriz K.
Corolario
Como dice Eduardo Linares (2), concluiremos que la amalgama entre el poder como aparato en movimiento hacia lograr su permanencia, y el electorado (clases medias y populares) no resulta otra cosa que la ideología de la perversión.
La perversión en política es un mecanismo, y como tal, está relacionada con la relación “padre-hijo”.
Así los peronistas de los ´70 hablaban del “viejo” y del “tío” que había sido puesto a cuidar la herencia del padre, que no era otro que el impedido de retornar como candidato. La perversión es la “Ley del Padre”: "per-versión" (versión del Padre).
La Ley que construye el “padre”, ese relato, será su herencia. “La perversión es una organización psíquica, es decir una estructura” (3). Hay está entonces, necrófilo el “Néstornauta”, beato ateo de La Cámpora, reverdecerá como nuevo “padre perverso” para guiar el rebaño…
En el plano social, parece que los argentinos hemos llevado la cosa demasiado lejos, al parecer no hemos madurado lo suficiente como para desembarazarnos de conductas enfermas y de esquemas que nos provocan más daños que beneficios.
Como seguir las leyes de los malos padres.
José Terenzio
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