domingo, 30 de julio de 2017

LA MANCHA DEL GRIEGO de Graciela Rost, Cap. 1 Episodio 1

CAPITULO 1

Episodio 1

  ASÍ NO VALE

 Por segunda vez en un año de casados, Bruno y Diana cargaban en un camión todos los muebles de una casa. Nada había resultado tan fácil como lo imaginaron. Los niños eran pequeños, pero aún no lograban conseguir que se aceptaran y quisieran el uno al otro. Xander y Ada tenían la misma edad, ambos habían cumplido doce años en el mes de diciembre.
 A la hora de competir por lo que fuera, se convertían en animales salvajes entre sí.
 Ni bien unieron las familias se mudaron de la casa de Bruno, dónde Xander lloraba por sentirse un intruso. Con el fin de calmar el pesar del niño, la pareja compró una vivienda. Esa vez, el problema fue que el cuarto de Ada era más pequeño que el de Xander y la niña no dejaba de llorar reclamando que lo preferían a él. Decidieron igualar esa nueva diferencia para conformar a ambos niños, cambiándose a una casa que tuviera cuartos iguales. La pareja había decidido que esa sería la última mudanza.
 Con una cansada, aunque sonriente familia, Bruno, Diana y los niños llegaron a la nueva casa. Varios hombres descargaban el camión y disponían cada mueble en los lugares que Diana indicaba. Bruno colaboraba con ella entre besos y pequeños toqueteos a escondidas, que compartían con picardía y alegría.
 El mismo día, en la planta alta, nuevamente se oían los gritos de los niños. La pareja se preguntaba cuál sería el nuevo problema, si ya había dos cuartos exactamente iguales. Ambos peleaban por el que la ventana daba al frente. Bruno y Diana, sin salir de su asombro, se pararon en la puerta del cuarto a escucharlos gritar. Bruno les propuso un juego, poner en una bolsa dos papelitos que dijeran “frente” y “patio”, cada uno sacaba un papel y se conformaba con la habitación que le tocara. A Xander le tocó la del frente. Ada, inmediatamente dijo que era trampa y que así no valía. Diana les informó que la discusión había terminado y que podrían decorar sus habitaciones como más les gustara. Eso calmó bastante el mal ánimo de Ada.
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 Xander nació en Grecia donde vivió hasta los seis años, cuando se mudaron a Italia él tenía fresco el dolor por su pérdida y guardaba todos los recuerdos de su padre, mientras intentaba adaptarse al nuevo idioma y la nueva familia. Tres años más tarde estaba en América, tratando de aprender nuevamente otro idioma diferente para comunicarse y procurar insertase en una nueva sociedad. Otra vez vivía un sentimiento de pérdida, en ese caso, de aquella gran familia materna que dejó atrás en Italia.
 Ada todo el tiempo lo molestaba por su raro nombre y su forma atravesada de hablar. Para él Ada era su peor pesadilla, tanto en la escuela como en la casa. Cada noche metía la cabeza bajo la almohada mientras hacía pasar las cuentas del kamboli [1] de su padre entre sus dedos, rezando en su idioma natal, pedidos de favores a los santos.
 Para Ada, su padre era todo su mundo desde que su madre ya no estaba con ellos. Ese mundo había sido invadido por extraños que le robaban su atención haciéndola sentir muy sola. Extrañaba mucho a su mamá. Por las noches, antes de acostarse, ella incluía a su madre en cada una de sus oraciones, esperando que ella volviera a su lado.
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 Por las mañanas ambos padres compartían el rito del desayuno, cada uno de ellos complacía a su propio hijo. Xander cada día saludaba con un “kaliméras sas”.
_ Buenos días. ¡Esto es América, idiota! -le respondía Ada exagerando la vocalización-
_ Es un saludo para mi madre, no para ti -le replicaba Xander-
_ Si no aprendes a hablar correctamente, nadie te hará caso -le repetía la niña, como cada mañana en la mesa-
_ Todos me entienden bien menos tú. Tengo amigos que sí me hacen caso -respondía Xander abrumado-
 Bruno les pidió que frenaran la discusión y que las bocas las usaran para tomar sus desayunos. Un momento más tarde, salía Diana con los niños en la camioneta familiar para llevarlos a la escuela. Bruno, por su parte, se iba en su coche a trabajar.


LOS OTROS

 Estaban cursando el último año de la escuela primaria. Los niños planificaban el viaje de egresados en los recreos y se hacían reuniones con los maestros y preceptores que los acompañarían ese año.
 Xander tenía dos amigos inseparables, Lucas y Martín. Los tres pasaban por ser más bien tranquilos, aunque las niñas solían molestarlos y alterarlos bastante. Eran los tres que más llamaban la atención por su atractivo, por lo que ellas, se hacían ver de la forma que fuera; algunas compartiendo sus gaseosas o sándwich con ellos, otras tirándoles cosas o burlándose. Ada estaba en el segundo grupo que, o bien los ignoraba o ayudaba a sus compañeras a hacerles bromas pesadas. Era a Xander al que, gracias a Ada, le conocía más puntos débiles, así que dejaban en evidencia esas debilidades, cada vez que podía. Los amigos solían sostenerlo para que él no corriera tras ella a golpearla. Le decían que era una nena estúpida, igual que sus amigas y que lo mejor era no hacerles caso.
 Ada era una de las niñas más lindas del grado. Junto con sus amigas Mara y Cloe, en el grupo de “las orgullosas”. Ellas tenían buenas notas, vestían imponiendo modas a las demás niñas y caminaban altaneras mostrándose en los recreos. Eran buenas en las actividades físicas y entrenaban en el equipo de vóley de la escuela; mientras, los varones entrenaban en el de básquet.
 Luego que Ada y sus amigas lo molestaran, Xander solía pasar a su lado asegurándole que tenía una mancha en la cara. Los amigos reían ya que Ada era muy pecosa, pero lograba que la niña pasara su dedo mojado con saliva por la cara. Al darse cuenta de la broma, ella solía correr tras él para golpearlo mientras le gritaba que lo acusaría con sus padres sobre sus maldades. Ese día, fueron vistos por la directora en el momento justo en que Ada golpeaba a Xander en la espalda y él se daba vuelta amenazante con el puño en alto. La mujer corrió hacia ellos separándolos y se los llevó a la dirección.
_ ¡Vitale y Sifakis, esta es la última vez que los veré atacándose físicamente! Inmediatamente llamaré a sus padres.
 Ambos intentaron decir que la culpa había sido del otro, pero la directora ya había dictado su sentencia y ambos supieron que se encontraban en problemas.
 Ese mediodía, Bruno y Diana llegaron juntos a buscar los niños en la dirección de la escuela. La directora les dijo que era una suerte que los dos terminaran ese año la escuela primaria, porque todos esos años fueron un problema para ella, para los profesores y los demás alumnos, ya que dividían la clase en dos grupos que parecían irreconciliables. Ambos padres permanecían con la cabeza tan baja, como la de los dos niños. Luego que la directora se los entregara, Bruno y Diana caminaron, cada uno arrastrando de un brazo a su respectivo hijo hasta la camioneta. Ambos intentaron defenderse echándole al otro la culpa de lo sucedido. Los padres no les hablaron hasta llegar a la casa.
 Habían sido dos largos años de pasar por la escuela, porque que se quejaban de ellos. Les dijeron que, si había un solo problema más, sin importar quien lo comenzara, no viajarían con sus compañeros ese año. 

 Los dos se quedaron en silencio seguros que la culpa de todo había sido del otro.

[1] Kamboli es un rosario griego de cuentas de madera que se acostumbra a pasar entre los dedos. Típicos de la religión Católica Ortodoxa Griega.

CONTINUARÁ MAÑANA...

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