Binner y Bonfatti junto a De Genaro y Lozano, al anunciar el triunfo del Frente Progresista en Santa Fe. / Santiago Hafford / Enviado especial |
En Santa Fe, provincia que paga el 82% a sus jubilados, se votó con boleta única . En la tarde de ayer, Agustín Rossi criticó la boleta única porque "fragmenta los proyectos políticos". Ahora, visto el gran resultado de la candidata a diputada María Eugenia Bielsa, del Frente para la Victoria, Rossi tendrá que sentarse a pensar por qué muchos votantes no lo eligieron a él y sí a ella. Rossi se lo veía venir y quiso atribuir a la boleta única esa voluntad diferenciadora.
Los resultados establecieron distancias no sólo cuantitativas entre derrotados y victoriosos. También cambiaron las expectativas del socialismo, que esperaba diferencias mayores a su favor que fueran el combustible del Frente Progresista a nivel nacional. Miguel del Sel terminó su campaña en el programa de Susana Giménez, festejado por Dady Brieva y la anfitriona. El reino mediático iluminó con todos los focos a un candidato cuya definición más sincera fue reconocer que es "un vago apolítico" ("vago", en Santa Fe, es "tipo"). Me cuentan que en Rafaela muchos de los que votaron al intendente Perotti en la interna abierta pusieron la boleta de Pro en el sobre.
Eso debe de haber sucedido un poco en todas partes, con la ayuda territorial invalorable de peronistas heridos por el kirchnerismo, que no rechazan a Duhalde. Al filo de la veda electoral abrió la boca la esfinge Reutemann, que fue la esperanza de muchos ilusionados en arrastrar fuera de los alrededores de la laguna Guadalupe a un hombre que conserva su popularidad por razones que forman parte del misterio de la política, además de que nadie pudo acusarlo, cuando fue gobernador, de latrocinios ni de excesos, pero tampoco de grandes cambios. El pétreo silencio de Reutemann vale más cuando lo quiebra para pronunciar alguna frase solitaria. En este caso:"Nunca fui kirchnerista" , un pase libre para votar a Miguel del Sel, ya que la antipatía de Reutemann por el Frente Progresista y por los socialistas quedó elocuentemente registrada la noche de 2009 en que, victorioso en la elección de senador, hizo el mayor gesto de expresividad que se le conoce: un corte de manga transmitido por televisión.
Osvaldo Salomón, el candidato a vicegobernador de Miguel del Sel, es hombre de Reutemann. Alguien, lejos de Santa Fe, contribuyó a tejer esas convergencias. El nombre de Duhalde no puede pasar en silencio.
Todo esto obliga a pensar en dos direcciones. Por una parte, el talante de votantes alejados de la política pensada en términos de antecedentes de los candidatos y programas. Por la otra (igual o más importante), la incapacidad del kirchnerismo para conseguir todo el voto peronista, tarea para la cual la breve sentencia de Reutemann fue un obstáculo, además de los menos visibles y más eficaces movimientos de las estructuras territoriales justicialistas no cristinistas.
"Esta ha sido una elección rara", dijo el socialista Juan Zabalza cuando se dieron los cómputos de las mesas testigo, a las nueve y media de la noche. "Rara" quería decir que sólo unos exiguos puntos separaban a Bonfatti de Miguel del Sel.
No se trata de hablar mal de estos votantes, sino, simplemente, de señalar que existen: a ellos la política no los convoca y puede llamarles la atención una novedad recién desembarcada de los medios. Este perfil de votante es el gran desafío de la política no solamente en la Argentina. Hoy favorecieron a Miguel del Sel, agradeciendo simpatía, "cariño", "sencillez" y lenguaje de llaneza invencible. Qué va a suceder, de ahora en más, con Del Sel ya no depende de sus votantes sino de sus cualidades, si tiene algunas más que las demostradas hasta ahora. Palito Ortega y Scioli también llegaron al justicialismo desde afuera. Palito se esfumó, después de ser gobernador, y Scioli continúa. Macri llegó de Boca Juniors y todavía está en muy buena forma.
De todos modos, no hay que llamarse a engaño. En el cuartel general de Del Sel no estaba sólo la decoración festiva de Pro. También estaban Gerónimo Venegas y Martín Redrado, dos duhaldistas netos y, para quien quisiera escucharlo, estaba el intendente de Chabás, Osvaldo Salomón, un defensor del campo que considera que el socialismo fue "tibio y vacilante" en la cuestión agraria y que Rossi fue sencillamente un enemigo de esos intereses.
Rossi, al filo de las once de la noche, pronunció un discurso digno y subrayó el triunfo en diputados de María Eugenia Bielsa. Como en la ciudad de Buenos Aires, en Santa Fe el candidato a gobernador del kirchnerismo dio una batalla que si ganaba iba a tributar al "modelo" y si perdía iba a pagar solo el gasto. Lógicamente, Randazzo no recibió la orden presidencial de que alguien viajara para darle un abrazo al derrotado. En el temperamento de Cristina Kirchner hay algo profundamente egocéntrico que la lleva a actuar como si las victorias le pertenecieran y las derrotas fueran de los otros.
Vale la pena recordar que cinco días antes se decidió a hacer acto de presencia en Puerto San Martín, lo subió a Rossi al palco y nacionalizó la elección, afirmando que le preocupaba mucho que Santa Fe hubiera crecido tan poco, pero que el gobierno nacional estaba dispuesto a ejercer la magnanimidad. Los asistentes al acto (se recordará que se trataba de una ceremonia en el predio de una empresa privada) insultaban copiosamente a Binner y a su madre. La jugada de Cristina Kirchner salió muy mal. Al día siguiente, Binner respondió. ¿Cuánto creció Santa Fe? El debate no tuvo lugar porque Rossi, enardecido, le contestó con una frase que probablemente le haya costado muchos votos: "Tenemos un canalla como gobernador".
Acostumbrado a los rigores y la intemperie de ser gobernador con los Kirchner en el Ejecutivo nacional, Binner tiene un temperamento moderado y paciente. Estos pueden no ser los rasgos de un dirigente audaz, pero son los de un administrador respetable y de un hombre respetuoso; un político parco y contenido, con más ideas de gestión que grandes ademanes para conmover a la sociedad. Esas cualidades posiblemente sintonicen bien con electorados que no quieren movimientos volcánicos ni piensen a la política como una dimensión que debe atravesar emocionalmente sus vidas, sino que, con el menor ruido posible, cree las condiciones administrativas para que éstas se desarrollen de la mejor manera. Jorge Henn, el vicegobernador electo, caracterizó bien al Frente Progresista: "Ha demostrado decencia, honestidad, capacidad de gestión y un federalismo bien entendido".
Binner no galvaniza emociones. La Presidenta las despertó en los cortos meses que vivió iluminada por la Gracia de su viudez. Pero Rossi no recibió los beneficios de esa Gracia. Las elecciones son un cortante filo cuantitativo. Allí se termina la indulgencia frente a la desdicha y pierde valor la identificación piadosa. Aparecen otras identificaciones, como la que suscitó Miguel del Sel. Sentimentalismo contra sentimentalismo.
Pero estas elecciones no son sólo la derrota del Gobierno, sino la victoria, mucho más estrecha de lo previsto, de una construcción política pausada. Hermes Binner fue dos veces intendente de Rosario, ciudad gobernada por el socialismo desde 1989, cuando fue elegido Héctor Cavallero, un socialista de estilo populista, hoy candidato a intendente de Rosario en las boletas kirchneristas, derrotado ampliamente por Mónica Fein, del Frente Progresista. Después, en 2007, Binner fue el primer gobernador socialista de la provincia (con una vicegobernadora, Griselda Tessio, de origen radical), sostenido por una alianza donde están el viejo Partido Demócrata Progresista, la Coalición Cívica y el radicalismo, entre otras fuerzas locales.
Los gobernantes del Frente Progresista no han sido sospechados nunca de corrupción y nadie tiene que decir que esperará la decisión de los jueces en un proceso penal. Esto ya dura veinte años, una eternidad en la espasmódica escena nacional. Han recibido en estas elecciones una aprobación que es inferior a sus méritos y a sus expectativas.
Binner y Bonfatti son lo contrario de la política mediática. En el programa de Susana Giménez serían una extravagancia. Si decidieran incorporarse a esa Celebrityland serían expulsados por monotonía. Tienen algo gris y administrativo en sus aspectos y sus discursos, algo que prueba que están con las manos en la gestión de gobierno, en los programas y en los acuerdos. Sin brillo ni simpatía mediática, han demostrado ser gente confiable. Hombres de trabajo, que no convocan a una épica ni un escenario de farándula, sino a una rutina ordenada y eficiente.
En un clima módico, donde pocos creen en grandes cambios porque pocos están dispuestos a entregar algo para que se alcancen, el Frente Progresista abre, por su nombre y los ideales a los que se remite, un horizonte. Pero no pidió que se lo votara por ese horizonte sino por el presente. Sin prepotencia, alcanzaron votos seguramente muy diferentes en sus motivos, los votos de quienes comprobaron que Santa Fe era posible sin suscribir todo el "Modelo". Hicieron cuentas y concluyeron que las inversiones nacionales que nunca recibieron porque Santa Fe estaba gobernada por Binner significan menos en sus vidas que esa administración democrática, prolija, cumplidora de sus promesas.
Hay que analizar las razones por las cuales el Frente Progresista tuvo un resultado más módico del que se preveía y no es posible hacerlo a medianoche, cuando recién se tienen resultados parciales.
Hubo una peronización antikirchnerista del voto. La elección se nacionalizó por el lado justicialista. Es difícil pasar por alto el aparato territorial del peronismo y sus intendentes, que no jugaron con Rossi y apoyaron abierta o silenciosamente al candidato de Pro Federal, que hace pocos días declaró su intención de votar a Duhalde en las próximas elecciones nacionales. El kirchnerismo, en esta elección, hizo dos víctimas: su propio candidato Agustín Rossi y las expectativas, sin duda mayores, el Frente Progresista.
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