¿Cambió la presidenta? ¿Cambió la realidad? No es la primera vez que Cristina Fernández reclama públicamente evitar la conflictividad social extrema. Desde su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, prácticamente todas las semanas, viene machacando con este tema. ¿Qué es lo que exige? Que se terminen los bloqueos que toman como rehenes a los argentinos. Que se eviten los cortes de ruta.
Que se privilegie al diálogo de los sectores antes de apelar a la medida de fuerza como primer recurso. Que la toma de una fábrica o de un colegio no se convierta en una rutina y que solamente se utilice en situaciones muy graves: el cierre de una fuente de trabajo o el despido de delegados, por ejemplo.
En definitiva, está pidiendo que el territorio para dirimir las diferencias sea la mesa de las negociaciones y que no se utilice la calle como escenario permanente de la batalla sindical o social. Está reclamando racionalidad, moderación y prudencia. ¿Esta mal eso? De ninguna manera. Todo lo contrario. Bienvenida la presidenta a la inmensa mayoría de los argentinos que creemos mucho más en las palabras que en la acción directa.
Bienvenida a la franja de argentinos que apostamos al debate de ideas sin que sea necesario caer en las descalificaciones y las agresiones. Ese mar calmo es una demanda masiva. La gente está harta de la confrontación eterna. Dejar atrás las tormentas, los rayos y centellas, el insulto, la crispación permanente y el ataque como forma de construcción política es una forma de madurar y de consolidar la democracia con crecimiento e inclusión social. Es un cambio de nuestra cultura política al que todos debemos adherir.
¿Es un cambio sincero o se trata de mero maquillaje porque se vienen las elecciones y no quieren perder votos de la clase media? Eso lo sabremos con el tiempo. Ojalá sea una modificación profunda, un aprendizaje. Pero para que esa sea una bandera de toda la sociedad la presidenta y sus seguidores deberían superar el doble discurso. Si les parecen mal los bloqueos, los cortes, las tomas o la sobreactuación de los enfrentamientos deberían aplicar ese mismo criterio en todos los casos.
Repudiar y criticar la metodología mas allá de quien sea la víctima y quien sea el victimario. Los bloqueos son autoritarios y hasta antisindicales si lo hacen los petroleros y perjudican la economía de Santa Cruz y también si se hacen contra los diarios y no se permite que circulen libremente. Los cortes son malos si los hacen los docentes en las rutas contra el gobernador Daniel Peralta o en la Avenida de Mayo contra Mauricio Macri. Muchas veces lo hemos dicho con toda claridad: si se alientan y fogonean este tipo de cosas en algún momento se convierten en un búmeran.
La usurpación de departamentos en Villa Soldatti es tan negativa y violenta como las que se hacen en Quilmes. Hay que desalentar la justicia por mano propia y la costumbre del hecho consumado, de la extorsión y la prepotencia. Porque después se hace carne en la sociedad y todos repiten el mismo mecanismo.
Si aquel corta yo también corto. Si aquel bloquea yo también bloqueo. Ese es el peligro. No es bueno para nadie. También sería muy saludable que los principales líderes de la oposición repudien esas actitudes cuando van contra el kirchnerismo.
El doble discurso nos mete en una espiral de violencia difícil de frenar. Este tema, bien podría ser motivo de alguna reunión de todos los partidos políticos para que envíen una señal conjunta que ayude a recuperar la racionalidad y que evite todo tipo de desbordes. Siguiendo el marketing oficial podríamos decir que si hay “Milanesas para todos” o “Fútbol para todos” se podría implementar un plan llamado “Racionalidad para todos”. Sería un gran paso adelante. Sería un motivo de orgullo. Una base de consensos de estado y de reglas del juego civilizadas. Son caminos que van a favor de todos y en contra de nadie. Ese es el rumbo correcto. Nos espera una Argentina mas digna para todos.
fuente: Continental
Que se privilegie al diálogo de los sectores antes de apelar a la medida de fuerza como primer recurso. Que la toma de una fábrica o de un colegio no se convierta en una rutina y que solamente se utilice en situaciones muy graves: el cierre de una fuente de trabajo o el despido de delegados, por ejemplo.
En definitiva, está pidiendo que el territorio para dirimir las diferencias sea la mesa de las negociaciones y que no se utilice la calle como escenario permanente de la batalla sindical o social. Está reclamando racionalidad, moderación y prudencia. ¿Esta mal eso? De ninguna manera. Todo lo contrario. Bienvenida la presidenta a la inmensa mayoría de los argentinos que creemos mucho más en las palabras que en la acción directa.
Bienvenida a la franja de argentinos que apostamos al debate de ideas sin que sea necesario caer en las descalificaciones y las agresiones. Ese mar calmo es una demanda masiva. La gente está harta de la confrontación eterna. Dejar atrás las tormentas, los rayos y centellas, el insulto, la crispación permanente y el ataque como forma de construcción política es una forma de madurar y de consolidar la democracia con crecimiento e inclusión social. Es un cambio de nuestra cultura política al que todos debemos adherir.
¿Es un cambio sincero o se trata de mero maquillaje porque se vienen las elecciones y no quieren perder votos de la clase media? Eso lo sabremos con el tiempo. Ojalá sea una modificación profunda, un aprendizaje. Pero para que esa sea una bandera de toda la sociedad la presidenta y sus seguidores deberían superar el doble discurso. Si les parecen mal los bloqueos, los cortes, las tomas o la sobreactuación de los enfrentamientos deberían aplicar ese mismo criterio en todos los casos.
Repudiar y criticar la metodología mas allá de quien sea la víctima y quien sea el victimario. Los bloqueos son autoritarios y hasta antisindicales si lo hacen los petroleros y perjudican la economía de Santa Cruz y también si se hacen contra los diarios y no se permite que circulen libremente. Los cortes son malos si los hacen los docentes en las rutas contra el gobernador Daniel Peralta o en la Avenida de Mayo contra Mauricio Macri. Muchas veces lo hemos dicho con toda claridad: si se alientan y fogonean este tipo de cosas en algún momento se convierten en un búmeran.
La usurpación de departamentos en Villa Soldatti es tan negativa y violenta como las que se hacen en Quilmes. Hay que desalentar la justicia por mano propia y la costumbre del hecho consumado, de la extorsión y la prepotencia. Porque después se hace carne en la sociedad y todos repiten el mismo mecanismo.
Si aquel corta yo también corto. Si aquel bloquea yo también bloqueo. Ese es el peligro. No es bueno para nadie. También sería muy saludable que los principales líderes de la oposición repudien esas actitudes cuando van contra el kirchnerismo.
El doble discurso nos mete en una espiral de violencia difícil de frenar. Este tema, bien podría ser motivo de alguna reunión de todos los partidos políticos para que envíen una señal conjunta que ayude a recuperar la racionalidad y que evite todo tipo de desbordes. Siguiendo el marketing oficial podríamos decir que si hay “Milanesas para todos” o “Fútbol para todos” se podría implementar un plan llamado “Racionalidad para todos”. Sería un gran paso adelante. Sería un motivo de orgullo. Una base de consensos de estado y de reglas del juego civilizadas. Son caminos que van a favor de todos y en contra de nadie. Ese es el rumbo correcto. Nos espera una Argentina mas digna para todos.
fuente: Continental
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