Sobresalen los resultados de Santa Fe por lo distinto que fueron de las corrientes políticas que impone el gobierno nacional y el resto de la dirigencia. Hubo poca dosis de ideología en un universo nacional donde reinan las ideologías. Hubo una marcada tendencia a votar candidatos moderados y consensuales en un mundo de inmoderados, que hacen de supuestas "guerras" la principal bandera de su acción política. Es probable que la Presidenta, halagada todavía por las encuestas, termine cometiendo un serio error político si considerara que esas mediciones de opinión pública reflejan a una sociedad con anhelos de combates épicos. Nada predice eso y, por el contrario, algo empieza a expresar una predisposición social hacia políticas mesuradas.
Una primera conclusión indica que un ganador importante de la noche del domingo fue el gobernador socialista Hermes Binner. El mandatario debió imponer a su precandidato Antonio Bonfatti (que comenzó la campaña en un lejano tercer lugar) por sobre el popular intendente de Santa Fe, el radical Mario Barletta, y a pesar de la propia escisión socialista que lideró el senador Rubén Giustiniani. La coalición radical-socialista gobernante en Santa Fe consiguió, en conjunto, unos 25.000 votos menos que el número total de sufragios obtenidos por los peronistas.
Hay ahí dos mensajes claros. Uno de ellos es que los santafecinos privilegiaron los modos serenos y acuerdistas de Binner. Su protegido Bonfatti fue el precandidato que, a pesar de todo, hizo la mayor cosecha individual de votos. Binner está concluyendo su mandato con un estilo que careció de rispideces, salvo algún duro intercambio de acusaciones con Carlos Reutemann durante la campaña electoral de hace dos años. Sin embargo, los dos, Binner y Reutemann, se presentaron juntos ante la Corte Suprema de Justicia para defender la coparticipación de Santa Fe frente a las arbitrariedades del gobierno nacional. Ese acuerdo entre ellos sorprendió hasta a los jueces del máximo tribunal del país.
El otro mensaje consiste en que Binner tendrá que abandonar, seguramente, sus tentaciones electoralesen la competencia nacional por fuera de la coalición con el radicalismo. Le guste o no, los radicales santafecinos lo ayudaron decididamente a acercarse al número general de votos de los peronistas, porque Barletta sacó un tercio de los votos totales de la interna radical-socialista. No pocos intendentes radicales, además, prefirieron votar por el candidato de Binner y no por el de su partido. Las alternativas que tiene son dos: un acuerdo inmediato con el radicalismo o llevar la candidatura presidencial de esa coalición a las internas abiertas del 14 de agosto para que se elija entre él o Ricardo Alfonsín. El gobernador parece inclinarse por esta última variante.
Otro caso notable en la dirección de la moderación fue la excelente elección que hizo Miguel del Sel, una apuesta muy reciente de Mauricio Macri. De Sel resultó uno de los tres candidatos más votados individualmente el domingo, sólo precedido por Bonfatti y por el peronista Agustín Rossi. El actor sacó 35.000 votos menos que Rossi, pero Del Sel careció de candidato a presidente, de estructura partidaria y, sobre todo, de plata.
Encuestadores y analistas se equivocaron hace poco cuando Macri abandonó la carrera presidencial: muchos de ellos pronosticaron entonces una caída electoral sin atenuantes para Del Sel. En un paisaje electoral donde el que más sacó sólo consiguió el 16,5 por ciento de los votos generales (Bonfatti), Del Sel se quedó con el 13 por ciento del padrón general. Rossi obtuvo el 15,3 por ciento. Mientras Bonfatti contó siempre con el apoyo de la administración provincial y de su gobernador, y a Rossi lo benefició un verdadero desembarco de amigos y de recursos del gobierno nacional, Del Sel no tuvo más que la esporádica y solitaria compañía de Macri.
Del Sel tiene buena relación con Macri, con Binner y con Reutemann. Sus formas desenfadadas le permitieron pasar por encima de los límites políticos que impone la política o de las fronteras ideológicas que levantan los políticos. Algunos han criticado que un actor cómico se haya convertido en político y que la política lo haya aceptado rápidamente. Esa idea puede ser injusta: ¿por qué un actor cómico resultaría peor que el resto de la dirigencia política argentina? No debe olvidarse, además, que Reutemann, el político que más tiempo lideró la política santafecina desde 1983, no venía de la política, sino de una exitosa carrera como corredor internacional de automovilismo.
La prueba de la buena campaña de Del Sel la dieron ayer Bonfatti y Rossi: ambos dijeron que el actor se llevará muchos votos del otro en las elecciones generales de julio en Santa Fe. Lo más probable es que Del Sel termine cosechando votos peronistas y no peronistas. Las ideologías han perdido influencia.
En el peronismo se impuso el kirchnerista Rossi, pero la sorpresa la dio en ese espacio el moderado intendente de Rafaela, Omar Perotti, que salió segundo y relegó al ex canciller Rafael Bielsa al tercer lugar. El micromundo político de Santa Fe vaticinaba, en cambio, una pelea cuerpo a cuerpo entre Rossi y Bielsa, dos hombres del kirchnerismo que actuaron y sobreactuaron la disciplina a la Presidenta. El cuadro con una foto de Néstor Kirchner en el palco victorioso de Rossi fue una perfecta metáfora del culto kirchnerista. Era un retrato, al final de cuentas, el que había ganado.
Perotti es, al revés, un hombre que creció a la sombra de Reutemann y al que le gusta la gimnasia de conversar con todos los dirigentes políticos. Fue cuatro años ministro del gobernador Jorge Obeid, otro moderado que dejó buenos recuerdos entre los santafecinos. Como jefe comunal de Rafaela, Perotti es elogiado por sus formas democráticas hasta por el obispo de esa ciudad, Carlos Franzini. Perotti fue, después de Del Sel, el cuarto precandidato santafecino con más cantidad de votos individuales, ubicación que comparte con el radical Barletta.
Bien mirados los resultados santafecinos, la Presidenta tendría pocas razones para sentirse satisfecha, como se manifestó ayer. Una fuerte corriente política más moderada que inmoderada, y más democrática también, surgió desde uno de los cuatro distritos electorales más importantes del país. Esas constataciones le deberían indicar que la Argentina ya no quiere nuevas fragmentaciones y que quiere menos los perpetuos combates que ofrecen sus jóvenes seguidores.
Fuente: La Nación
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