domingo, 22 de mayo de 2011

m&m Por Jorge Fontevecchia


Como Mars y Murrie, los fundadores de la famosa marca de golosina m&m, Moyano y Magnetto comparten un destino común. Los dos pasaron de principales aliados tácticos del kirchnerismo a ser los principales enemigos estratégicos del Gobierno. Juntos fueron usados contra Duhalde en 2005. Derrotado Duhalde, Moyano fue usado contra Magnetto a partir de 2009. Acorralado Magnetto, ahora le tocó el turno a Moyano.
La táctica se repite: aliarse temporalmente al adversario del adversario aunque se lo desprecie, total ya le llegará su turno. El apoyo que ahora recibe Scioli de La Cámpora es otro ejemplo de lo mismo. Hoy la amenaza mayor es Moyano y, como éste provocó apoyando la precandidatura de Massa, que compite con la de Scioli, ahora hay que apoyar a Scioli, total ya le llegará a él su turno también. Claro que los de La Cámpora, al abrazarse a Scioli, se transforman en profesionales del poder que asumen la política como un oficio (igual que Scioli). En esa destrucción de capital simbólico les será más difícil representar el papel de idealismo juvenil con el que se invistieron y la policía discursiva oficialista quedará, salvo honrosas excepciones, en manos de los cínicos, porque al kirch-nerismo le quedan cada vez menos puros que puedan ser vigías ideológicos del modelo.
Es un lugar común recordar que en la historia el drama retorna como comedia, pero La Cámpora –desalojando pueblos originarios de la 9 de Julio y abrazándose a Scioli– descubre ella misma la parte de farsa que la habita.
Obviamente, esta monológica desprovista de ideología y basada en alianzas efímeras también es usada por Moyano, quien en las elecciones de 2003 no apoyó la candidatura de Néstor Kirchner, sino la de quien le ofreció más a cambio en aquella oportunidad: Adolfo Rodríguez Saá. Ese triángulo de continua traición, que construye un devenir en zig-zag entre enemigos que previamente fueron “amigos”, también ha sido una constante en Clarín.
No es casual que hayan sido aliados. Y tan aliados que al principio del conflicto pocos creyeron que la pelea del Gobierno con Moyano y con Magnetto fuera en serio y mucho menos definitiva. Se apostaba a una negociación que los volviera a unir. Aún hoy se supone que, pasadas las elecciones, el Gobierno podría volver a tener de aliados a Clarín y la CGT si dieran un paso al costado Magnetto y Moyano. En ambos casos –especulan– a través de una renovación promovida por las otras personas que dentro de esas organizaciones tienen voz y voto.
En la edición de ayer, PERFIL publicó una columna que Lavagna escribió respondiendo a la contratapa del sábado anterior titulada “Moyano y Dilma”, donde dije que “los años fueron demostrando que (el dólar alto) no se trató de un modelo elegido por nuestros gobiernos, sino impuesto por la realidad”.
En su respuesta titulada “Modelos y realidad” (se la puede leer completa en Perfil.com en Edición Impresa/Ediciones anteriores: sábado 21, o en la dirección comprimida http://bit.ly/mBsJiT), Lavagna dijo: “Ese ‘modelo’ (el inicial), que puede llamarse Duhalde-Lavagna-Kirchner N., es el que deja de ejecutarse en 2006 y comienza un nuevo ‘modelo’ Kirchner N.-Kirchner C. que va agotando todos los ‘colchones’ o márgenes de maniobra existentes al final de 2005: superávit fiscal record 4,5% del PBI/superávit en cuenta corriente del 6%”.
Pero, ya sea porque su existencia inicial no haya sido voluntaria y se diluyó solo o porque haya sido voluntario su abandono en 2006, hay un modelo que la mayoría de la sociedad percibe que existe y continúa vigente y que, entonces, debe trascender lo económico.
Probablemente “el modelo” esté relacionado con la enemistad, como tan bien lo definió el diputado socialista Jorge Rivas al decir: “Lo que más me entusiasma de Kirchner son sus enemigos”. Y probablemente coseche adhesiones al responder a los deseos que alumbró la sociedad en los traumáticos momentos de la crisis de 2002, sintetizados en “que se vayan todos”. Sentimiento que seguramente hizo eclosión por la crisis económica –como ocurre hoy en la España del desempleo con “los indignados”–, pero cuya herida no se reparará sólo con restituciones económicas y, aun superada las causas que le dieron origen, quedará un resentimiento con todo aquello que recuerde al ancien régime.
Es probable que Kirchner, habiendo identificado aquella demanda originaria, haya aspirado a satisfacerla cargando primero contra los políticos del statu quo anterior, los empresarios, las fuerzas de seguridad, la Corte y los jueces noventistas. Y luego le llegará el turno de los principales medios y ahora de los sindicatos.
El kirchnerismo no busca crear un cuerpo sin órganos, al estilo del rizoma del filósofo francés Gilles Deleuze, donde los componentes no sigan líneas de subordinación jerárquica. Más que nadie, el kirchnerismo desea que haya centro y periferia para ubicarse ellos mismos en el primer lugar. También es cierto que no podría haber una sociedad sin partidos políticos, empresarios, fuerzas de seguridad, medios y sindicatos. De lo que se trató –y se tratará– es de producir reemplazos dentro de cada uno de esos estamentos, cambiando críticos por afines o funcionales.
No se pelea el Gobierno con las corporaciones, sino con quienes conducen corporaciones. No los odian, sólo quieren ocupar su lugar a través de sus testaferros.

* * *

Mars y Murrie vieron a los soldados españoles comer bolitas de chocolate cubiertas de azúcar (que evitaba que se deshicieran en los dedos) para darse ánimo en medio de la Guerra Civil, y en 1939 llevaron la idea de los m&m a Estados Unidos. Moyano y Magnetto también precisarían darse ánimo en su guerra contra el kirchnerismo antes de ser comidos por sus antiguos aliados.
fuente: Perfil

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