miércoles, 11 de mayo de 2011

La feroz piratería financiera de los llamados fondos buitre


EL NEGOCIO REDONDO DE ALGUNOS:  LAS CRISIS


Como “fondos especializados en el rescate de activos”, avezados “inversores”, suelen aparecer oportunamente para salvar empresas caídas en desgracia. Su oferta no suele superar el 30 % del valor real de las mismas, sin embargo, de manera discreta y con una extraordinaria organización, suelen salirse con la suya y se apoderan así de todo cuanto les interesa.

Son los “fondos buitre” (vulture funds), sociedades internacionales generalmente vinculadas con importantes corporaciones financieras tales como el Deutsche Bank y el Bank of America, entre otros.
Su génesis es posible ubicarla en los EE. UU., cuna de las finanzas y de toda clase de sofisticaciones relacionadas con ellas.
Generalmente estas sociedades, antes de constituirse en Fondos Buitre, han sido clásicas sociedades de capital de riesgo cuyos objetivos no eran otros más que la natural expansión comercial.
Para constituir uno de estos fondos es necesario conocer muy bien los diferentes mercados, sobre todo los financieros.
Su modus operandi comienza con la participación en el capital de otras empresas. Es que, con el capital de riesgo incrementan sustancialmente su valor, momento en el cual se retiran. Generalmente, al hacerse cargo de las empresas en crisis, suelen desarrollar varios proyectos a la vez, procurando una alta rentabilidad que no supere los dos o tres años.
Entre las sociedades norteamericanas mas relevantes se pueden mencionar Avenue Capital Partners y su filial Avenue Europe Special Situations Fund, Cerberus Capital Management, Harbinguer Capital Partners, KPS Capital Partners y su filial KPS Special Situations Funds. En Europa se destacan la alemana Arques Industries y su filial en España Arques Iberia. En Japón por ejemplo se puede encontrar el banco de inversión Nomura que realiza sus operaciones mediante la sociedad Thesan Capital.
Estos entes manejaban entre 100 y 2.000 millones de euros ya en el año 2008, al iniciarse la crisis financiera, y han ido incrementando sustancialmente su poderío económico mientras el resto del planeta parece casi al borde del abismo.
Pero estos “fondos buitre”, no solo acechan al sector privado, sino que también lo hacen con los Estados.
Cuando los gobiernos alcanzan altos déficits, estas corporaciones invierten captando deuda soberana a precios irrisorios para poder negociarla posteriormente de manera legal. Los intereses que cobrarán serán de tal magnitud que pueden hasta cuadruplicar la inversión original. Si el negocio no les resulta, no dudarán ni un instante en someter a proceso legal a sus deudores, lo que les habilita un plan B para ganar o ganar, indefectiblemente.
Entre 2001 y 2002 sobrevolaban el default argentino. La Sociedad de fondos buitre de la Donegal International intervino en la negociación de deuda entre Zambia y Rumania para que ésta última redujera la deuda contraída en 1979, en unos 40 millones de dólares. Para 1999 Rumania, había aceptado liquidar el préstamo en 3 millones en el marco del “canje de la deuda para el desarrollo”. Y fue justo en ese momento cuando la Donegal International hizo su intervención convenciendo al gobierno rumano de que le venda el mencionado crédito a un precio inferior a los 4 millones de dólares, pero mas de lo ofrecido por Zambia.
Ya en poder del crédito y sabiendo que Zambia no podría cumplir con el pago, comenzaron a presionar al gobierno.
No pasó demasiado tiempo hasta que llevaran el litigio ante la justicia y se quedaran con mucho más de lo justo a costa de la miseria del pueblo, gracias a la corrupción de los gobernantes de turno.
Varias ONGs internacionales presentaron pedidos especiales ante el máximo Tribunal inglés para que el contrato entre el gobierno de Zambia y la Donegal International sea anulado y se respete el acuerdo de los 3 millones. Sin embargo, en el año 2007 la justicia inglesa falló a favor de los fondos buitre, otorgando el derecho a éstos a percibir más de 15 millones.
Y ejemplos como éstos abundan, no en vano se los suele denominar “los piratas contemporáneos”.
La injerencia de estos fondos ha minado progresivamente las mejores intenciones de algunos organismos internacionales y diferentes gobiernos para aligerar la carga de deuda que pesa sobre los países emergentes.
En los últimos años, estos fondos, gracias a la globalización, han comenzado a infiltrarse en el libre mercado, es decir que el ámbito de su competencia incluye tanto a empresas en crisis como a países muy pobres.
Ahora bien, estas sociedades, indefectiblemente siempre, cultivan las mejores relaciones políticas con los líderes mundiales y organismos financieros internacionales, condición sine quanon para que sus negocios sean rentables. Nada de esto sería posible sin la referida complicidad.
¿Es tan difícil advertir entonces que hablar de conspiraciones globales nada tiene que ver con los fenómenos paranormales, ni la ciencia ficción, sino que se trata de acciones precisas, por parte de actores perfectamente identificables, sobre objetivos estratégicamente elegidos para terminar concretando el plan de un poder hegemónico?
¿Qué decir, de los necesarios acuerdos con las otras, llamadas delictivas, como el narcotráfico, trata de personas, secuestros extorsivos, etc., etc., inclusive con las especializadas en ingeniería fiscal?
Tramas como la de lavado de activos, paraísos fiscales, y tantas otras sofisticadas maniobras que requerirían la redacción de varios tomos, superan ampliamente el argumento del film más taquillero de ciencia ficción. Pero claro, si alguien se atreve simplemente a sugerirlo, inexorablemente lo tildarán de conspiranoico. Y ese mote a algunos, nos lo han endilgado demasiadas veces.

Nidia G. Osimani
Fuente: Tribuna

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