La sospechosa pasividad de nuestras autoridades permite el constante aumento de la producción y el tráfico de drogas.
La crónica es elocuente. La policía bonaerense logró desmantelar un laboratorio en la localidad de Moreno, donde la pasta base de cocaína se transformaba en cocaína líquida para enviarla de contrabando a Europa impregnada en el interior de valijas y sobres de encomiendas. Al frente del laboratorio se encontraba un ciudadano colombiano que había ingresado desde Bolivia e integraba una red de narcotraficantes colombianos, algunos aún prófugos.
Este hecho, que representa un valioso logro policial y del juez federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte Russo, confirma una vez más algo que, siempre basados en datos nuevos, venimos repitiendo en esta columna: el narcotráfico en la Argentina sigue creciendo a una velocidad que asombra y asusta. Este incremento, en el que las capturas y decomisos hacen poca mella y sirven para medir la magnitud del preocupante fenómeno, obedece a la muy sospechosa falta de iniciativa de las autoridades para combatirlo como se debe y para reconocer la verdadera entidad de un drama que ya está en marcha.
Las características del laboratorio clandestino allanado en Moreno, que incluía elementos para fabricar valijas con planchas de poliuretano impregnadas en la cocaína líquida, son novedosas en nuestro país.
Hemos lamentado los patéticos comentarios del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, ante diplomáticos norteamericanos en los que, según cables de WikiLeaks revelados por LA NACION, se mostraba derrotista ante el narcotráfico.
No mucho después se conocieron las amenazas y los balazos que en forma periódica recibieron a modo de intimidación un matrimonio de productores rurales de Entre Ríos y sus cuatro hijos, quienes en septiembre del año pasado encontraron en su finca dos cargamentos de marihuana arrojados desde avionetas. Esos hechos ocurrieron pese a que la familia contaba con protección policial. La familia denunció que las autoridades no tomaron las medidas necesarias para poner fin a la situación y sospecha que los delincuentes buscan obligarlos a abandonar el establecimiento para operar con tranquilidad.
¿Qué mejor aliciente para que estos criminales hostiguen a los ciudadanos que un jefe de Gabinete que se confiesa derrotado?
Días atrás, en una entrevista con el diario cordobés La Voz del Interior, Gabriel Cuomo, vicepresidente de la Unidad de Información Financiera (UIF), sostuvo dos veces que la Argentina "es un país de paso del narcotráfico". No es cierto. Como hemos visto, la simple lectura de las crónicas policiales muestra sin lugar a dudas que la Argentina, además de ser un país propicio para contrabandear droga ingresada de otras naciones, también se va convirtiendo en un país productor y consumidor.
El vicepresidente de la UIF desconoce la información básica y vuelve a poner de manifiesto el lamentable grado de improvisación, la falta de capacidad y el caradurismo que campean en la UIF, organismo que debería ser la principal herramienta en la lucha contra el lavado de dinero y se ha convertido en una unidad colonizada por jóvenes militantes de Libres del Sur, La Cámpora y otras agrupaciones oficialistas.
La incorporación en la UIF de funcionarios, agentes y empleados sin antecedentes en el combate del lavado ha coincidido con un recrudecimiento de las operaciones para atacar o proteger a empresarios según su grado de afinidad con el Gobierno. Para eso, como reveló La Nacion, los jóvenes militantes en la UIF se valen de la información bancaria, financiera y bursátil sensible a la que tienen acceso desde la unidad.
Por último, es preciso tener en cuenta que, tras años de inacción, el repentino empeño del kirchnerismo para que se apruebe una nueva ley de lucha contra el lavado de dinero no obedece a un genuino combate a esta actividad, sino simplemente a su perentoria necesidad de no ser sancionado por el GAFI.
Ante esta falta de acción y exceso de complicidades es lógico que el narcotráfico se vaya convirtiendo cada vez más en parte de nuestra realidad.
Es bien sabido que la industria de la droga trae consigo, como una de sus condiciones imprescindibles para prosperar, la corrupción de las principales fuerzas policiales y de seguridad, de la Justicia, el periodismo y los gobiernos nacionales, provinciales y municipales. Tengamos bien presente cuántas décadas y cuántos miles de muertos le ha costado a Colombia empezar a revertir el reinado del narcotráfico. Tengamos presente el drama que, por las mismas razones y con similares tendales de muertos, sufre México.
La postura de nuestras autoridades de no querer admitir las verdaderas dimensiones de este drama ni las consecuencias que tendrá para toda la sociedad si no se adoptan medidas en forma urgente es una actitud rayana en el suicidio.
fuente: La Nación
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