domingo, 22 de abril de 2012

No falta petróleo, faltan instituciones Por Roberto Cachanosky


Finalmente se confirmaron las advertencias sobre la crisis energética que tanto habían pronosticado los expertos en el tema, pronóstico que, en varias oportunidades, fue descalificado por miembros del Gobierno a tal punto que, en algún momento, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, llegó a afirmar que iba a "llover" gasoil.
En rigor, cualquier economista con un mínimo de formación podía advertir que más tarde o más temprano la crisis se iba a producir. El razonamiento era muy sencillo. Cuando el Estado establece un precio máximo, siempre lo hace por debajo del nivel que hubiese fijado el mercado. Si el mercado, funcionando libremente, establece un precio de 10 para un determinado producto, cuando el Estado interviene para fijar un precio máximo, siempre lo va a hacer por debajo de 10. No tendría sentido que pusiera un precio máximo de 10, porque es el precio en el que está funcionando el mercado, y tampoco establecerlo en 11 o 12.
Si el Estado fija el precio por debajo del nivel del mercado, el efecto inmediato es que aumenta la demanda (a menor precio más demanda) y disminuye la oferta (el productor tiene un desestímulo para producir). Otros efectos de los precios máximos son que las inversiones se desvían hacia sectores no regulados de la economía, la oferta de largo plazo del bien regulado sigue cayendo y, finalmente, aparece el desabastecimiento, el mercado negro, etcétera.
Las continuas intervenciones del Estado en la economía vienen generando este tipo de problemas y en el caso de la energía era previsible. El bache entre oferta y demanda fue cubierto con importaciones; esto afectó el saldo de balance comercial e incrementó el déficit fiscal por los subsidios que otorga el Estado para mantener, entre otros rubros, artificialmente bajas las tarifas de ciertos servicios públicos.
De manera que lo que ocurrió con el tema petróleo y gas es de manual de economía. No debería causar ninguna sorpresa ni disgusto en el Gobierno. Era exactamente previsible.
¿Por qué falta petróleo y gas, la carne subió tanto de precio, no se encuentran mercaderías en los negocios, etcétera?
Para responder al caso del petróleo y el gas, respuesta que puede extenderse al resto de los productos, es que en el caso argentino no falta petróleo o gas. Faltan instituciones. Es decir, reglas de juego claras y estables, respeto por los derechos de propiedad, menor intervención del Estado, etcétera. Se produce poco, porque nadie invierte en un país en el cual no hay previsibilidad, sino que reina la arbitrariedad del funcionario de turno.
Mucho se ha hablado de soberanía energética en los últimos días. Si bien es discutible la palabra soberanía, aceptémosla como sinónimo de independencia. Uno de los argumentos que se esgrimen para estatizar YPF es que se recupera la soberanía hidrocarburífera. Es más, el proyecto de ley para estatizar YPF lleva el título de "Soberanía hidrocarburífera de la República Argentina". La realidad es que la soberanía de un país no pasa por tener petróleo y gas, y menos por que ese petróleo y gas esté en manos del Estado. Hasta donde yo sé, Alemania, Japón y Suiza, por citar algunos ejemplos, no tienen ni gas ni petróleo, y nadie puede dudar de la soberanía de cada uno de ellos, y mucho menos de la mejor calidad de vida de sus habitantes respecto de la que tenemos los argentinos.
Para citar otro ejemplo, Estados Unidos no tiene una línea área de bandera como nosotros y a nadie se le ocurre pensar que no es un país soberano.
¿Qué tienen esos países que nosotros no tenemos? Ellos tienen instituciones y nosotros tenemos petróleo, pero no tenemos instituciones, por eso el petróleo y el gas que hay en el subsuelo argentino es un recurso natural y no es riqueza, porque para que un recurso natural se transforme en riqueza hace falta que alguien arriesgue su capital para explotarlo, lo procese y lo envíe al mercado.
Ahora bien, como decía antes, en la medida en que sigamos sin respetar la propiedad privada, los precios de los bienes y servicios se fijen arbitraria y políticamente, la presión impositiva sea asfixiante, la inflación impida el cálculo económico y la incertidumbre económica domine a los agentes económicos, la inversión va a ser mínima y los recursos naturales seguirán siendo recursos naturales pero no riqueza.
La ecuación es muy sencilla, la gente puede acceder a un mejor nivel de vida en la medida en que su ingreso le permita acceder a una mayor cantidad de bienes y servicios y cada vez de mejor calidad. Para eso se necesitan inversiones y éstas son hijas del respeto a la propiedad privada, la disciplina monetaria y la fiscal. Estas tres condiciones no se verifican hoy en la Argentina, por lo tanto, por más que nos envolvamos en la bandera de la soberanía, los bienes y servicios seguirán siendo escasos sin las condiciones mencionadas.
Los países son soberanos, no porque a una ley se la titule con la palabra soberanía, sino que son soberanos cuando adoptan reglas de juego que atraen las inversiones y permiten que la gente desarrolle su capacidad de innovación. El resto es puro cuento populista.
fuente: La Nación

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