domingo, 9 de junio de 2013

El maravilloso país que ve Cristina. Por Carlos M. Reymundo Roberts

La verdad, me cansé del relato de la prensa hegemónica. Estoy harto de leer lo que pasa. Decidí verlo con mis ojos y me lancé a las calles. Fui a buscar la Argentina real, no la de los sembradores del odio. Cristina lo hace todos los días desde el helicóptero, lo que le da una mejor perspectiva. Dice que desde ahí arriba el país se ve espectacularmente bien. No hay tráfico, ni piquetes, ni pobres, ni inseguridad. Desde arriba, la villa 31 es un conglomerado pujante y multicolor, un canto a la construcción, un himno al crecimiento de estos años.
Yo preferí salir caminando. Empecé por el Monumento a Colón, detrás de la Casa Rosada. Encontré a una multitud gritando contra el tristemente célebre aventurero genovés. Ahí comprendí que la iniciativa de la señora para sacar la estatua y reemplazarla por una de Juana Azurduy refleja un sentimiento unánime: los argentinos ya no queremos saber nada de Colón. Además, ¿vieron la estatua? El tipo aparece ahí parado, vanidoso, engreído, como si hubiese descubierto América. En el nuevo país, Colón volverá a ser lo que siempre fue: un opresor de los pueblos originarios, un imperialista. Por fin, la Argentina va a ser descolonizada.
Después pasé por la Catedral Metropolitana, pero me negué a entrar. ¿Cómo puede ser que el Pepe Mujica haya dicho de Cristina, hace poco, "esta vieja es peor que el tuerto", y que enseguida lo reciba el Papa y diga que es "un hombre sabio". Una ofensa al pueblo argentino.
Harto de los curas, me di una vuelta por el Ministerio de Defensa, ahí cerca. Encontré a Agustín Rossi en su despacho, recién asumido, feliz. Le dieron las cajas de las obras sociales de las Fuerzas Armadas, una verdadera fortuna. Quiere ser muy prolijo con esa plata y ya le pidió instrucciones a Lázaro Báez. Defensa está a una cuadra de la Casa Rosada y a dos de "La Rosadita", en el Madero Center. "Me siento en Wall Street", me sonrió Agustín. La situación es simpática porque él odia a los militares, y los militares lo odian a él. Lo que buscaba la señora: que no haya contaminación.
También visité el Ministerio de Seguridad. Puricelli llegó ahí después del embargo de la Fragata Libertad, del fracaso en la campaña antártica y del barco de guerra que se le hundió. Jugada maestra de la Presidenta: cuando la inseguridad siga creciendo, todos le van a echar la culpa a Puricelli.
Lorenzino, Timerman, Rossi, Puricelli: un gabinete de lujo, y parejito: Lorenzino se quiere ir, a Timerman le gusta hacerse invisible, Rossi va a estar todo el día en una bóveda y a Puricelli le dijeron que es mejor que no se lo vea.
Seguí mi recorrida y fui a Tribunales, donde se vive una revolución. La gran mayoría de los jueces nos está votando en contra de la reforma judicial. Y me dicen que en la Corte perdemos seguro. Tengo dos teorías: una es que Magnetto ha colonizado (Colón, otra vez) los tribunales; la otra, que, por el apuro, no explicamos bien esas leyes. No sé si hicimos lo correcto al dejar que la democratización de la Justicia fuera defendida por la Conti, que no cree ni en la democracia ni en la Justicia; quizás la vocera debió haber sido Hebe, que había propuesto incendiar el Palacio de Justicia. Y probablemente al frente de todo esto deberíamos haber puesto a un jurista de renombre, alguien intachable, incorruptible. Digamos, a Oyarbide.
En Tribunales no cayó bien el tuit de Cristina en el que habló de la "corruptela judicial". ¿Acaso los jueces se creen intocables? La corrupción es un desvelo permanente de la señora; sabe que, si te distraés, un tipo empieza como cajero de un banco y termina como dueño de media Argentina; ella ve los domingos a Lanata y antes de que termine el programa ordena investigar las denuncias; las denuncias contra Lanata: siempre le resultó un gordito sospechoso.
Después fui a un supermercado. En la puerta distribuían lupas enormes para que la gente pudiera encontrar algunos de los 500 productos con precios congelados. Salir de compras es hoy una experiencia excitante. Los artículos cambian de nombre, de packaging, de fórmula. La prensa hegemónica dice que son trampas para eludir el congelamiento. ¡Mentira! Hay innovación para sorprender al cliente. Mi debilidad son las nuevas papas, las "cepilladas". Yo detestaba esos tubérculos sucios, hippones. Estoy feliz de pagar el doble por la papa cepillada, papa con estilo, papa de coiffeur.
¿Qué otras cosas vi en las calles? Vi jóvenes orgullosos del país. LA NACION dijo que, según una investigación basada en datos del Indec, el 20% de los jóvenes no tiene empleo. Son unos 2,5 millones; de ellos, el 15% ni trabaja ni estudia. Y predomina el trabajo precario. Planteado así, parece una tragedia. Pero el Gobierno pensó en ellos y los convocó a ayudar en el control de precios. Como para el Indec los precios no suben, es un trabajo livianito. Qué maravilla: estamos en todo.
En las calles también vi mucha gente que no parece preocupada por otra cosa que no sea el acuerdo con Irán, la re-reelección y, como conté, la estatua de Colón. Son los temas que dominan la agenda. Lo demás es verso. Por eso, los invito a que descubran la Argentina profunda, que sean testigos de la transformación que ha tenido el país en esta década. Y sueñen, sueñen con lo que todavía falta por hacer. Sí, sueñen. Y no se despierten. Se van a impresionar.
fuente: La Nación

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